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Revista de Folklore número

112



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LAS INVETERADAS DANZAS DE SAN LEONARDO

MARTINEZ LASECA, José María

Publicado en el año 1990 en la Revista de Folklore número 112 - sumario >



Cada nuevo año, cuarenta días después de Navidad, en la siempreverdepinariega villa de San Leonardo, apaciguada al abrigo de un cerro mozalbete, del que aún es parásito un castillo guerrero semidestartalado, los lugareños se disponen, una vez más, a sumergirse en las aguas profundas de la vieja memoria, repitiendo el ritual entusiástico de la sonoridad y el ritmo, otrora en honor de no se sabe qué dioses o fuerzas naturales.

Pero en la actualidad la católica excusa para escenificar esta costumbre inveterada se debe a la solemnidad de la purificación de la Virgen María, coincidente con la presentación de su hijo en el templo, y que el pueblo llano ha venido nominando como de las Candelas, que es fiesta de las luces. Tal queda suplantada una ceremonia pagana que, entre otros, practicaban los romanos cada lustro para honrar a Februa, madre de Marte, a quien tenían por dios de la guerra. Así, durante la noche iluminaban las calles de la ciudad con profusión de antorchas y teas, porque aquélla intercediera ante su hijo a fin de que les concediese la victoria sobre los enemigos del imperio.

Si la Virgen por patrona, por patrono el obispo San Blas, humilde y sencillo en sus costumbres, milagrero y mártir, curandero de males de garganta. A una mujer a quien favoreció cierta vez, antes de morir le dijo: «Todos los años, en el aniversario de mi muerte, llevarás a la iglesia una candela y la ofrecerás en mi nombre. Si de tal modo obrares, todas tus cosas marcharán prósperamente, y lo mismo les ocurrirá a cuantos hicieren esto». Por ello, tampoco es de extrañar que al llegar estos días, cuando el ofertorio de la misa, suban mozas y mozos a entregar al sacerdote velas, palomas y rosquillas, entre otros presentes.

También en San Leonardo, al inicio del acto litúrgico, los danzantes, de forma ceremoniosa, ofrecerán su posterior actuación al santo, acercándose de uno en uno a besar su reliquia. Tras ellos lo hará el Ayuntamiento, arrancando desde los bancos de respeto.

EL RITUAL DE LA DANZA

Pero vayamos más al grano. El baile ritual de los danzantes se efectuará en el interior de la amplia iglesia parroquial, del siglo XVII, que se encuentra abarrotada de gente. El escenario elegido es el presbiterio, frente al altar. Para acceder hasta él, desfilan los oficiantes en dos columnas de a cuatro, precedidos de dos jóvenes nombrados «bobos», que no participan en la coreografía sino como meros asistentes.

Rasgan los sones de la dulzaina la calma ambiental, y el redoblar del tamboril la va cortejando, al tiempo que los actores principian la primera de las danzas, adornando sus rítmicos movimientos con el entrechoque del palo que llevan en su mano derecha, ya que en la izquierda sujetan una castañuela. Su letrilla parece comportar una velada petición de lluvia:

Fuentecita, mana y mana
y cogeré,
que me está esperando mi amor,
y tardaré.

Para las danzas que siguen a continuación los danzantes tomarán ahora dos palitroques, uno en cada mano, los que entrechocarán bien al frente, bien en cruz, paloteando en diagonal o marcando igualmente evoluciones de contradanza.

Las letras de estos bailes son de un bello lirismo y guardan en su entraña curiosa referencia a extraños personajes, como Martín de Antón, y a lugares lejanos, como Amusco, la Trinidad, Castroverde, etcétera, por donde transitaban los sanleonardinos con sus afamadas carretas cargadas de troncos. Claman así:

¿Cuál es la venada
que por la montiña va?
Es la más morenica.
¿Cuál es la venada,
que por la montiña va?
Es la más morená.

* * *

Cantaba Leonor
al señor San Gil;
la iglesia es pequeña,
como la reducís, Leonor,
cómo redobláis,
redobláis el amor.

* * *

Tengo una viña
en Cantalapiedra;
tengo una mala,
tengo una buena
por podar Policarpo
andar.

* * *

Aquel fraile, aquel,
el de las mangas anchas,
no quiere comer.
Que coma o que no coma!
palo y soga en él.

* * *

Gaspar y Baltasar
tres reyes con Melchor
y Martín de Antón:
zapatero, mondonguero,
albañil y zarragón
es Martín de Antón.

* * *

Santa Marta en Fombellida
en Amusco San Millán;
Trinidad en Villafuerte
y en Castroverde San Juan.

Aquel caballero, madre,
que de mí se enamoró;
habiéndole dado el sí,
¿cómo darémosle el no?

En la ejecución de los tres últimos actos cobra singular importancia la sustitución de uno de los palos por una especie de plancha de madera, la que produce un sonido fuerte y seco al chocar con su semejante, y que recibe el nombre de «cobertera».

Tris, tris, traina,
tiruriru, tiruri,
tiruriruri ti ti ti.

* * *

Altísimo Señor,
que supiste juntar
a un tiempo en el altar
ser cordero y pastor,
confieso, con dolor,
que hice mal en huir
de quien por mí quiso morir

* * *

Al verde, al verde, al verde,
al verde retamar, pulidito andar.
Mi amante duerme
a la sombra de aquel olivar.
Pulidito andar
mi amante duerme.
Adiós, Juan, mozo galán,
Corregidor, lindo señor.

Concluidas las danzas, desde la iglesia se trasladan las imágenes de la Virgen de las Candelas y de San Blas, en multitudinaria procesión, hasta una ermita que queda a las afueras del lugar. Durante el trayecto de la misma los acompañantes, contracorriente, dando en todo momento la cara a las imágenes, que van portadas en andas, bailan, brazos en alto, a los compases de la jota que toca intermitentemente una orquestilla.

LOS PROTAGONISTAS DEL CEREMONIAL

El referido dance de las Candelas y San Blas de San Leonardo supone una de las manifestaciones más características de los bailes tradicionales de nuestra tierra, los que se fueron extenuando poco a poco con la partida de una gran remesa de jóvenes cuando el período desarrollista, si bien últimamente hemos podido asistir a una interesante recuperación que ha permitido revitalizar algunos de los que habían dejado de representarse (Las Casas, Valdeavellano de Tera, etc.).

Cierto que en San Leonardo también sufrieron altibajos, estando a punto de perderse definitivamente a principios de siglo, siendo salvadas del olvido gracias al entusiástico esfuerzo de unos viejos lugareños.

El actual grupo de danzantes, integrado por meros aficionados, hombres todos ellos, se compone de cuatro,parejas que se disponen cara a cara, en dos filas iguales. Los situados en las cuatro esquinas reciben el nombre de «guías», y el de «llaves», los que ocupan la parte central.

Chocante, cuando menos, resulta la indumentaria que portan, la que apenas si deja resquicio para vislumbrar las galas originarias de tipo pastoril. La mudanza, al parecer, se debió a la creación del señorío y marquesado de la villa, troncándosenos los susodichos en majos dieciochescos: chaquetilla adamascada, faja de seda, camisa blanca con remates, pechera y puños de puntilla, corbata, pantalón tojo, medias blancas y zapatos negros con hebilla de plata, anudando el pañuelo a un lado de la cabeza. Cuando desfilan van provistos de capa pluvial, de la que se desprenden, lógicamente, para bailar.

Tampoco conviene perder de vista a esos curiosos ayudantes del grupo: los «bobos», pues si bien sus cometidos se ven reducidos a los de meros palilleros, su chillona vestimenta arlequinada -con a modo de levita y pantalón cuarteados en verde y granate- nos los emparienta con la familia de los zarrones, zarragones y máscaras carnavalescas, de indudable protagonismo en este tipo de danzas de paloteo, por lo que resulta llamativa aquí su gran ausencia, máxime cuando en la sexta de las letrillas de sus danzas hemos podido observar se atribuye tan ridículo oficio al desconocido Martín de Antón. E igualmente sobre su muerte simbólica en el último de los palos, privando de maestro de ceremonias a los danzantes, se hacía mención expresa en una de sus viejas canciones al decir:

Ya se murió el zarragón,
ya no podemos bailar,
y el bendito San Miguel
lo ha vuelto a resucitar.

Troncos y coles, pepinos y melones,
clavo y canela, pimienta y azafrán.
¿Quién le mandó tocar al gaitero?
¿Quién le mandó que le diera dinero?

Por desgracia, el zarragón de San Leonardo, muerto y requetemuerto, no volvería nunca más a levantar cabeza.

De otra parte, las melodías de los bailes, que han venido siendo habitualmente interpretadas por un dulzainero y uno o dos tamborileros de la zona (San Leonardo, Fuentearmegil, Santervás...), no hace mucho eran acompañadas a coro por los cánticos de las mujeres que declamaban las letras antes transcritas.

SOBRE UN POSIBLE ORIGEN

No obstante, tal vez a la ya de por sí vistosidad y atractivo de la sola contemplación del dance haya que sumar el impacto emocional que proporciona la incógnita de su desconocido origen.

Diferentes autores, que se han dado en cavilar sobre el mismo, son coincidentes en afirmar su posible entronque celtibérico, confiriéndoles importancia en su vertiente guerrera, para lo que alegan conexiones y similitudes con las danzas de armas. Por tal dirección resulta cómodo asociar los palitroques como elementos sustitutivos de las espadas, al igual que las «coberteras» instrumentizan la presencia manifiesta de los escudos.

Hasta nosotros han llegado numerosos testimonios (Jenofonte, Silio Itálico, Estrabón...) referidos a las danzas armadas, que pudieran constituir los antecedentes lejanos del paloteo. Entresacamos la noticia que Sebastián de Cobarrubias nos da en su «Tesoro de la Lengua» (1611) al comentar: «Danza había de hombres armados, que al son del instrumento y a compás iban unos contra otros y trataban una batalla. Estos se llamaron pyrricos, del nombre de pyrro, inventor de este género de danza, para acostumbrar a los mancebos a sufrir las armas y a caminar y a saltar con ellas...Este género de danza es muy antiguo en España.»

Como vemos, esta clase de baile o juego bien pudiera comportar en su momento originario un ritual de pasaje no exento de connotaciones religiosas, por el que los adolescentes se adiestraban en las artes del combate, a los efectos de poder incorporarse en la categoría de guerreros de la tribu.

Sebastián Febrel, en 1974, asemejaba las danzas de espadas de Iruecha y Casarejos (estas últimas muy similares a las de su vecino San Leonardo) con la «Ezpatadanza» vasca, que, según su opinar, bailaban los eúskaros cuando en la lucha contra los romanos enterraban a sus muertos, ensalzando el valor y las virtudes del guerrero caído.

Más aún, las coberteras o tapaderas han dado que pensar a algunos de una relación directa con el tan ligero como eficaz escudo celtíbero, por lo que cabría asimismo asociarlas con una supuesta danza de las rodelas, una de cuyas manifestaciones supervivientes la encontramos en la villa de Vinuesa cuando durante la ceremonia de «La Pinochada» los dos bandos enfrentados de solteros y casados entrechocan hasta por tres veces sus espadas y escudos.

ULTIMA TRAYECTORIA

Tras de lo hasta aquí dicho, únicamente quedaría referirnos a cómo en su ya larga andadura la cuadrilla de danzantes de San Leonardo actuó en Madrid, en 1932, con motivo de las fiestas de la proclamación de la República. Y en ese mismo año, el 21 de mayo, fue contemplada su exhibición in situ por Federico García Lorca, quien se acercó a nuestra provincia acompañando al ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos y Urruti.

Que otras veces, de nuevo, acudirían a la capital de España, y también cursarían visita a otros varios lugares. Todo ello gracias a la labor meticulosa desarrollada por Felipe «el Purea», Gabriel y Antonio Ayuso, los hermanos Muñoz, Julio Sanz y tantos otros que asumieron el compromiso de restablecerlas y continuarlas, transmitiéndolas de generación en generación.

Por ello, ahora quizás el sentido de estas danzas no parece ser otro que el del reforzamiento orgulloso de unas señas propias de identidad (ritual de identificación).

Y como va siendo hora pongo punto final a esta relación, pues quien quiera degustar la descrita demostración artística, hágalo en su justa salsa, ya que nadie se lo impide, acudiendo a la villa de San Leonardo: si no el 2 de febrero a las Candelas, al otro día, San Blas.

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BIBLIOGRAFIA:
ALLO, Félix: “Las danzas tradicionales de San Leonardo de Yagüe" en Campo Soriano, 7 noviembre de 1970, pág. 3.

CALVO, Bienvenido: "¿Es tierra de danzas y canciones nuestra provincia?" en Soria Hogar y Pueblo, 29 diciembre de 1958, pág. 4; 26 enero de 1959; 2 febrero de 1959, pág. 3 y 9 febrero de 1959, pág. 4.

DANZAS SORIANAS: Amplia información literaria y gráfica en Duero, 3 diciembre de 1944.

ORTEGA DEL CASTILLO, Alfredo: "Danzas de San Leonardo" en Soria Hogar y Pueblo, 9 y 12 febrero de 1964, págs. 7 y 4 respte.

TUDELA, José: "Los bailes de Soria" en La Voz de Soria. 29 de febrero de 1924, pág. 2.



LAS INVETERADAS DANZAS DE SAN LEONARDO

MARTINEZ LASECA, José María

Publicado en el año 1990 en la Revista de Folklore número 112.

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