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Revista de Folklore número

114



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Interpretación de lo vasco en la Cultura Riojana
(Homenaje a D. José J. Bta Merino y Urrutia)

ELIAS PASTOR, Luis Vicente

Publicado en el año 1990 en la Revista de Folklore número 114 - sumario >



La Rioja como región colindante al País Vasco y tierra situada entre los reinos de Navarra, Castilla y Aragón, ha tenido múltiples influencias de sus tierras vecinas.

A lo largo de la historia muchos son los pueblos que se han instalado en los suelos riojanos, y son varias las pervivencias de sus culturas.

Sobre la influencia de los pueblos se vierten diversas opiniones, y son los científicos y escritores los que han ido creando una opinión sobre el valor de estas aportaciones culturales. y también la tradición oral popular presenta una visión particular de estos fenómenos de aculturación.

Centrándonos en las relaciones entre la cultura vasca y La Rioja, debemos ir desvelando las opiniones de los autores, ver los tópicos que sobre esas relaciones se producen, y sobre todo nuestra intención es expresar la importancia que tienen los trabajos etnográficos comparativos en este tema, ya que generalmente se presupone su existencia y se vierten opiniones erróneas.

En la bibliografía riojana se observa una división entre los que valoran la importancia de la cultura vasca y los que la reducen a escasos puntos. Nuestra intención es exponer la situación y ver, por otro lado, cómo los datos científicos tienen poca relación con la mentalidad popular, que escasamente conoce el enlace entre la cultura vasca y La Rioja.

Partiendo de fuentes antiguas, son varios los autores que reflejan el carácter vasco de La Rioja, basándose en datos históricos y en yacimientos arqueológicos. Entre estos autores surge la polémica de si los antiguos pobladores de La Rioja eran vascos o procedían de grupos celtas e iberos. Como exponente del carácter vasco de los berones (antiguos pobladores de La Rioja), podemos citar a A. Gil del Río, que en todas sus obras clasifica a «Ios berones como una de las primitivas tribus vascas que se asentaron en el norte de la Península Ibérica; concretamente, en la región riojana» (Gil del Río, A., 1981, 25).

Esta opinión que defienden un grupo de escritores y científicos, no está muy de acuerdo con otros arqueólogos e historiadores, por lo que existe una polémica, como lo reflejan estas líneas de prólogo a una obra del escritor antes citado: «A Gil del Río no le perdonan sus detractores o impugnadores el que afirme, con sólidos argumentos, que los berones llegaron a la Cuenca del Ebro y luego se extendieron por el País Vasco y Cantabria, y que, por consiguiente, los vascos actuales conservan muchas analogías y semejanzas con los riojanos así en lo relacionado con el idioma primitivo -nuestra provincia está plagada de nombres patronímicos y toponímicos de abierta raíz euzkérica- como en sus características generales.

El que, en cierto modo, nos consideremos vascos y que de siempre hemos venido manteniendo muy estrechas relaciones así en el orden económico, social, cultural y costumbrista -danzas y bailes- es, parece a algunos, algo así como una blasfemia, una especie de herejía» (Manzanares, A., 1981).

Otros autores se inclinan por opiniones contrarias, basadas en la evolución histórica de la zona, afirmando que «estos acontecimientos históricos vienen a confirmar cómo La Rioja es una zona claramente ibérica, unida íntimamente a Navarra y Aragón y con vocación castellana» (García Prado, I., 1952), siendo el Ebro el límite de esas tierras.

La polémica por este tema existe y los datos históricos son escasos; no obstante, hay otros campos en los que el problema se plantea.

En lingüística, son muchos los ejemplos de términos vascuences en La Rioja; pero debemos valorar estos datos. El gran defensor de la importancia del vascuence en La Rioja ha sido don Juan Bautista Merino Urrutia, quien desde el análisis de la toponimia y de las fuentes escritas, demuestra que hasta la Edad Media se hablaba euskera en La Rioja. Son otros muchos los autores que hablan de la influencia vasca en el dialecto riojano, y sobre todo se basan en los abundantes topónimos vascos que existen en algunas comarcas de La Rioja.

La mayor parte de la toponimia. vascuence se encuentra en la zona occidental de La Rioja, concretamente en las cuencas del río Oja y Tirón, siendo más escasa en las cabeceras del río Najerilla e Iregua, y prácticamente inexistente en el resto de La Rioja.

Curiosamente, la toponimia de origen vasco es abundante, y no es habitual la presencia de esa lengua en otras manifestaciones dialectales. En un estudio lingüístico hecho sobre una población del valle del Najerilla, se da cuenta de la poca importancia de este tipo de términos: «Las únicas palabras de claro origen vasco y no generales en castellano común que encontramos en Anguiano son anavia, caparra, caparrón, perrochico, zagorra, que resultan muy pocas en comparación con las usadas en la zona de La Rioja Alta» (Echaide, A., 1972, 38.) No obstante, en esta comarca más occidental no son tan abundantes el número de palabras de origen vasco, y son muy prolijos los topónimos de origen vasco, como ya se citaba en el siglo XVIII cuando se habla de la designación vasca del monasterio de Arizta o de la Estrella en San Asensio, y se advierte «que no extrañe al lector esa voz vascongada, advierto de paso: que los reyes de Navarra de aquellos tiempos usaron del vascuence como de lengua propia y nativa, y de tal suerte estaba extendida por estas partes de La Rioja, que apenas hay lugar , monte o pago que no tenga su nombre vascongado, aunque ya muchos padecen corrupción y algunos han variado totalmente» (Anguiano, M., 1704,549). Según estos datos, la toponimia vasca en el siglo XVIII era abundante, aunque en los trabajos actuales no aparezca con tanta importancia (González Blanco, A., 1987).

El análisis de la toponimia ha llevado a los estudiosos a buscar el origen de la palabra Rioja en el propio vascuence, haciéndola descender de erria, tierra; eguia, pan: errioja, hoja; rioxa, roja; rivergia, ribera; oyan, bosque; arrioxa, piedra; aunque otros autores, como Madoz o Govantes creen que no es preciso acudir al vascuence para explicar el origen del término Rioja.

En una cierta época se produjo una fiebre de la etimología, buscando un origen vasco a muchas palabras que en muchos casos tenían otro origen, no llegando a ninguna conclusión, y aunque autores tan importantes como Pidal, Alarcos, Llorente, etc., hablan de los restos del vasco en La Rioja, vemos una desproporción entre la toponimia con la abundancia de vasquismos y el resto del habla con muy pocos datos.

En algunos casos, partiendo exclusivamente de citas históricas y de algunos términos de la toponimia, se habla de la importancia de lo vasco en otras facetas de la cultura tradicional riojana. Curiosamente, son varios los autores que citan identidad y coincidencia entre manifestaciones musicales riojanas y vascas, y en otros casos se habla de similitud en las construcciones y en la arquitectura popular.

Una de las personas que más ha trabajado por esclarecer la presencia vasca en La Rioja, nos dice, hablando de la comarca del río Oja: «En toda la cuenca se nota la influencia vasca, sedimento de la primitiva población que ha quedado impreso en su toponimia, en sus costumbres y en sus construcciones» (Merino Urrutia, J. Bautista, 1968, pág. 245), y son muchos los autores que hablan de esta relación. Así, volvemos a oir: «Por otro lado, la arquitectura y costumbres de la Rioja Alta tienen parecido con las del norte de España» (Ortiz Trifol, C., 1982, pág. 17).

En la danza y música se habla también de relaciones culturales. «Las danzas (especialmente los danzadores de Anguiano y otras manifestaciones folklóricas de Santo Domingo de la Calzada, Briones, Viniegra, Albelda, Nájera, etcétera) son el mejor exponente de esa similitud con el País Vasco en las más curiosas facetas de su folklore» (Gil del Río, A., 1981, 123). Otros autores hacen partícipe de la influencia a las dos zonas vecinas: «La música riojana se halla entroncada a la vasca y a la castellana, y viceversa. Es decir, que realmente resulta difícil no encontrar en unas y otras manifestaciones elementos comunes. No se sabe si los pastores de la sierra, trashumantes, llevaron o trajeron. Hay, por ejemplo, una música tradicional vasca, concretamente, en Durango, que tiene toda la apariencia de corresponder a la zona de San Millán y la cuenca del Najerilla; como existen unas melodías en el valle navarro del Baztán, cuya similitud yo creo reconocer en Cervera del río Alhama» (Alonso, J. L., 1986, 45).

Siguiendo con las danzas, Merino Urrutia compara las riojanas de «troquiaos» con las «ezpata-dantzas» de las vascongadas, y nos dice que «examinadas las danzas de los aros y de las espadas, recogidas en la capital, tienen evidente analogía, por su ritmo y giros, a las danzas comentadas de la cuenca del Oja, y tienen, como los anteriores, identidad con las vascongadas» (Merino Urrutia, J. Bautista, 1968,261).

Esta pretendida relación cultural entre el País Vasco y La Rioja, cifrada en la músicadanza y en la arquitectura, se da en muy variados autores, y se hace sin ningún sustento científico. En general, el tópico de identificar manifestaciones culturales riojanas con similares vascas ha surgido de viajeros o de anécdotas sin base científica. En realidad, no se han realizado estudios comparativos que permitan asentar tales afirmaciones, pero en el mundillo cultural riojano y en la lectura de las obras de información se respiran varias corrientes.

La primera es la de la importancia de las influencias vascas en La Rioja, basada en el origen vasco de las tribus pobladoras de la zona, y así se dice que «riojanos y vascongados tenemos desde antiguo muchos puntos de contacto, un parentesco histórico», según M. Ciriaquiain Gonzale.

La segunda corriente es la de la primacía de las influencias castellanas en la cultura regional y una tercera, que prudentemente une las dos corrientes, referidas a Nájera: «La estructuración de sus calles y topología de sus viviendas participan tanto de la morfología de la ciudad castellana como de la marcada modalidad de los pueblos típicos riojanos, con ingerencias del norteño vivir de Vasconia» (Del Pan, I., 1953).

Por último, también se observa el nacimiento de una opinión regionalista, «sosteniéndose el criterio de que los berones eran una de las distintas tribus vascuences que se asentaron en la región que constituye la actual Rioja, que se fusionaron con los celtas, creándose –incluso- una unidad étnica: el riojano» (Gil del Río, A., 1981, 38).

Estas opiniones se mantienen y se esgrimen por distintos autores como ejemplo de relaciones y contactos culturales, entre regiones vecinas. Pero a excepción de los estudios históricos y de los lingüísticos, pocos datos se conocen de relaciones culturales entre La Rioja y el País Vasco, por lo que nosotros nos preguntamos a partir de qué tópicos surgen esas opiniones y por qué en dos campos muy concretos: el musical y el de la arquitectura popular.

Aquí, a nivel personal, podemos decir que para el profano dos músicas pueden parecer similares y pertenecer a pueblos separados por miles de kilómetros, y además que se habla de la música porque es algo externo que pretendidamente todo el mundo conoce.

Por lo que respecta a la arquitectura, veremos más adelante que se crean arquetipos de «casas tradicionales» sacados de calendarios, láminas, grabados o dibujos. En general, la arquitectura tradicional responde a los materiales que hay en la zona, la dedicación de los ocupantes de la vivienda y las condiciones climatológicas; por lo que hemos visto, hay casas serranas en todo el Sistema Ibérico, en los montes de León, en la Sierra de Francia o en las montañas de Avila, que son muy similares a las de las sierras riojanas, a las que se les atribuye caracteres «vascos».

En el resto de las manifestaciones culturales que pretenden tener relación con el País Vasco ocurre igual, ya que no existe un estudio serio de cada uno de los temas. Cuando se habla de costumbres vascas localizadas en La Rioja, como las albadas, las cruces en las puertas, el temor a la lechuza o el respeto a los pozos negros, no podemos admitirlas como tales cuando son generalidades que se observan en todas las culturas mediterráneas. Lo mismo podemos decir de la pretendida identidad entre las brujerías, cuando se afirma «que la imagen de la brujería riojana se identifica .con la vasco-navarra» (Gil del Río, A., 1975, 107).

Estos datos son difícilmente aceptables, ya que no existen estudios comparativos que los sustenten, a excepción del autor citado y de poco más. Con admiración hemos leído un trabajo sobre la localidad riojana de Aldeanueva de Ebro en el que se establecen comparaciones con varias manifestaciones de cultura tradicional vasca, y con abundantes datos se citan relaciones e identidades tales como: «En la época en que los enterramientos se celebraban en el interior de la iglesia, se conserva el recuerdo del lugar que ocupaba la sepultura familiar y en tal lugar se encendían velas el día de «ánimas», de la misma forma que en el País Vasco se hace con las argizaiolak» (Vicuña Ruiz, F , 1977). El problema que se trasluce en estas líneas está en la ausencia de trabajos etnográficos que nos sirven de base para realizar las posibles comparaciones.

Estas son las opiniones que hemos podido recoger en relación con el tema que nos ocupa y alrededor de él nos surgen algunas preguntas de dudosa respuesta.

En primer lugar, cuál es la razón del corte tan brusco que se produce en la toponimia riojana, que separa los topónimos de origen vasco de los restantes.

Otro aspecto que se observa es el de la abundancia de la toponimia vasca y la escasez de términos lingüísticos de habla coloquial que descienden de esa lengua.

Y, por último, nos preguntamos por qué hay escasas referencias en la toponimia, en las leyendas o en los dictados tópicos, a los propios vascos. y aquí hablamos con la experiencia etnográfica personal, aparte de las opiniones de los autores citados anteriormente.

Con relación a este último aspecto, en La Rioja es habitual el atribuir hechos y obras a pueblos que en el pasado habitaron la región. Es común el oir que en tal cerro «habitaron los romanos o que éstos construyeron tal o cual puente»; de la misma forma, encontramos «el camino de los romanos» o en Entrena «el camino de los judíos». Son muchas «las cuevas de los moros», «la botica de los moros», y han sido muy buscados los tesoros que los moros dejaron en estas tierras, así como las imágenes sagradas que escondieron en nuestros montes.

Con respecto a los vascos, en la toponimia aparecen escasamente como grupos. Así, se cita un Valdevascones en Almarza y un Cogote de Vascones en Ledesma (González Blanco, A., 1987, 592) ; el resto de referencias son puntuales a personas determinadas, como la Cruz del Vizcaíno, en Trevijano de Cameros, o la Fuente del mismo nombre, que en muchos casos hacen referencia a personas concretas que por motivos laborales se trasladaron a La Rioja en épocas recientes.

Esta ausencia de referencias orales nos lleva a realizar una encuesta exhaustiva sobre el tema y a preguntarnos las razones, no siendo suficiente la razón de que se hacen referencias orales a los pueblos exógenos que dominan una región y escasas referencias al pueblo que la ocupa habitualmente.

En la zona de mayor incidencia de la toponimia vasca en la región, el valle alto del Oja, hemos intentado obtener algunos datos sobre la presencia euskalduna en la zona, y por información oral son muy escasas las informaciones obtenidas. Hay alguna referencia que trata de identificar a «los chuetes», población asentada en las aldeas de Ezcaray, con un pueblo de dudosa procedencia con escasa relación con el resto de los pobladores y con una fuerte endogamia. Pero intuimos que este curioso grupo humano es de otro origen, y su llegada a la región es más reciente, aunque en las encuestas hayamos oído que «eran desertores vascos, que huyeron a estas tierras para refugiarse», y esto se dice en base a que tenían otra lengua y otra indumentaria diferente a la de los pueblos de la comarca, que, por otra parte, siempre les rechazaron.

El problema está en la ausencia de trabajos sobre el tema, y las generalidades sobre la similitud entre costumbres vascas y riojanas no es de gran utilidad. En la actualidad estamos estudiando comparativamente costumbres del Sistema Ibérico con otras de las montañas de León y encontrarnos grandes coincidencias, ya que partimos de dos grupos humanos que aunque muy alejados viven en medios similares y con una actividad común: la trashumancia. Con relación al País Vasco, los estudios comparativos no se han realizado y creemos que con respecto a La Rioja, se debería partir de comparar, no los aspectos externos de la danza y la arquitectura sino las manifestaciones del derecho consuetudinario, tales como la propiedad comunal, los sistemas de herencia, los tipos de matrimonio, que son temas que nos podrían dar las pautas de la similitud cultural entre los dos pueblos.

Queremos también presentar aquí aquellas escasas manifestaciones culturales, que en algunas zonas de La Rioja se consideran de procedencia vasca. Con respecto a la arquitectura es bastante habitual en la región hablar de las construcciones de estructura de madera vista, «las improntas» o entramados que mantienen la segunda planta de las viviendas serranas son de origen vasco. Lo mismo hemos escuchado de los grandes aleros en las construcciones, a los que se les atribuye un origen similar.

En la alimentación tradicional hay algunos productos que se consideran introducidos por los vascos y en la comarca serrana se habla del bacalao como alimento en salazón, traído por los vascos. Como anécdota diremos que en la sierra de Cameros riojana, hemos oído que en los caseríos vascos tomaban la leche con sal, como medicina. Entre las virtudes que tradicionalmente se atribuyen a los vascos en nuestra tierra, está la laboriosidad y la fidelidad en la amistad, y entre los vicios, la gula.

Estos escasos ejemplos de conocimiento tradicional de un pueblo, que pudo ser el original en nuestra tierra, contrasta con la información que se posee de él en la segunda mitad de nuestro siglo, ya que la mayor parte de la emigración riojana se encaminó hacia los puestos de trabajo que ofrecía el País Vasco.

Con estos datos sólo queríamos esbozar un par de ideas. Por un lado, la escasa veracidad científica que se observa en las manifestaciones escritas, a la hora de hablar de las relaciones entre los vascos y La Rioja. y por otro la poca incidencia que en la cultura tradicional ha tenido la presencia vasca en nuestra región. Ambas se unen a la hora de proponer la realización de trabajos etnográficos conjuntos que sirvan de base para el estudio comparativo de la cultura tradicional vasco-riojana.

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Artífices vascos en La Rioja.



Interpretación de lo vasco en la Cultura Riojana
(Homenaje a D. José J. Bta Merino y Urrutia)

ELIAS PASTOR, Luis Vicente

Publicado en el año 1990 en la Revista de Folklore número 114.

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