Revista de Folklore • 500 números

Fundación Joaquín Díaz

Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >

Búsqueda por: autor, título, año o número de revista *
* Es válido cualquier término del nombre/apellido del autor, del título del artículo y del número de revista o año.

Revista de Folklore número

172



Esta visualización es solo del texto del artículo.
Puede leer el artículo completo descargando la revista en formato PDF

EL CONCEJO COMO INSTRUMENTO DE ADAPTACIÓN AL MEDIO

TOME MARTIN, Pedro

Publicado en el año 1995 en la Revista de Folklore número 172 - sumario >



Finalizando la época altomedieval comienzan a entreverse en la Península Ibérica atisbos de una organización administrativa que con el paso del tiempo daría origen a los actuales municipios: los concejos.

En el presente artículo pretendemos analizar, desde un punto de vista antropológico, el funcionamiento de uno de ellos. Nuestro punto de partida será el "Cuadro de costumbres" que en 1910 escribió en "mañegu" J. LÓPEZ VIDAL (1).

Una indagación sobre las implicaciones que en el modo de vida de las personas tenía el concejo, debe comenzar por señalar, en primer lugar, que no hay correspondencia entre los mismos y lo que hoy día entendemos por ayuntamientos. Mientras que los actuales ayuntamientos se encuentran asentados en el concepto de representatividad, ésta no existe en el concejo. La democracia directa, si bien tutelada, permite aseverar que el vecino encuentra una continuidad en el concejo. Por otra parte, las competencias que los concejos tenían eran muy limitadas si las comparamos con las de los actuales ayuntamientos.

La mayor diferencia se halla, no obstante, en su carácter. El concejo se halla imbricado en la vida cotidiana del vecino porque tiene como misión preservar la relación del mismo con la naturaleza. Es decir, el concejo es básicamente un instrumento de transmisión de información "útil" para lograr una mejor adaptación al medio. Para lograr que los participantes en el mismo adquieran una pronta concienciación de las fluctuaciones ambientales, el concejo se servirá de los elementos propios de la religiosidad como "señales" indicadoras. Este carácter de señal "SI-NO" que, según Rappaport, caracteriza a todo ritual religioso, hace posible su utilización como vía rápida para obtener información de parámetros complejos del medio, cuantificables, como mínimo, como más-menos. La simple enumeración de las competencias del concejo nos muestra tal vinculación

COMPETENCIAS ASIGNADAS A LOS CONCEJOS

— Elegir los mayordomos para las fiestas de los diferentes santos.

— Elegir quien lleva las varas del palio.

— Elegir quien lleva las andas en las procesiones.

— Elegir las cantidades de pan y vino que han de aportar los mayordomos a las romerías.

— Elegir la música para las fiestas.

— Elegir el comienzo de la vendimia y de otras recolecciones.

— Todo aquello que tenga que ver con las costumbres.

La religiosidad inherente al concejo procede de que es la "mano de Dios" quien otorga a sus fieles la posibilidad de decidir. El mandato divino asegura, por otra parte, la participación de todo el vecindario en las decisiones que se deben tomar respecto de las relaciones con el medio. La exclusión de la comunidad del vecino que se niega a participar en el concejo posee así, un cierto carácter de excomunión.

La justicia divina aparece ligada a la justicia de los hombres simbolizada en el rollo. Las decisiones que se adopten al pie del rollo han de ser necesariamente justas y, por tanto, reciben la sanción divina.

En todo caso, y por mor de la rigurosidad, conviene diferenciar dos tipos de concejos. Por una parte, el "concilium plenum", concejo abierto, en el que participan todos los vecinos del pueblo sin distinción de categoría, sexo o edad, y un "concejo cerrado" de hombres buenos al pie del rollo. Solamente el "concejo abierto" posee la solemnidad que lo asimila al juicio—decisión divina.

No obstante, el modelo seguido para adoptar una decisión responde a un esquema similar para todos los casos.

MODELO DE TOMA DE DECISIÓN EN UN CONCEJO

Aunque, en última instancia ambos mandatos obligan por igual, la normatividad que acompaña a las decisiones populares es diferente de la que se sigue del cumplimiento de las ordenanzas regias. Tal diferencia proviene fundamentalmente del tipo de sanción y, sobre todo, de las consecuencias que se derivan de ella. En todo caso, la imposición de una pena pretende recuperar de forma inmediata el desaparecido orden establecido tras el quebrantamiento de una norma.

CONSECUENCIAS DE LA RUPTURA DEL ORDEN

Mandato popular

- Incumplimento del mandato.

- Ruptura del orden natural.

- Sanción social.

- Exclusión de la comunidad (declaración de Villanía).

Mandato real

- Incumplimento del mandato.

- Ruptura del orden jurídico-positivo.

- Sanción legal.

- Las que prevea la ley.

El quebrantamiento del orden jurídico-positivo no rompe la armonía social y es, por tanto, fácilmente superable. Es suficiente con cumplir las sanciones dispuestas para la pena. Sin embargo, el incumplimiento de las decisiones populares atenta directamente contra la estructura sobre la que se asienta la vida social de la comunidad y, por ello, supone siempre una ruptura con el orden natural. Las normas de conducta que el concejo promulga tienen como objetivo asegurar la continuidad de la identidad del pueblo. No seguirlas, supone renunciar a los valores sobre los que se asienta toda la vida de la comunidad. Tal ruptura es difícilmente salvable. Una ley no escrita marca de por vida al villano. La recuperación del orden natural, la imposición del castigo, no se improvisa. Es decir, quien incumple los mandatos del concejo conoce de antemano cuál va a ser el castigo.

La sanción social que se impone desde el concejo posee una doble función. Por una parte, pretende lograr la interiorización de una conformidad con las normas y valores de la comunidad y, así, garantizar la cohesión de la misma. Por otra parte, el rechazo y la exclusión social desalientan cualquier indicio de incoformismo con las normas del grupo. En definitiva, lo que el concejo pretende es conformar un control social que, al asegurar la perviviencia del grupo se manifiesta como un instrumento adaptativo de primer orden (2).

Así pues, el concejo se constituye en sí mismo como el instrumento que permite la concreción de realidades abstractas: los valores sociales y morales. El sentimiento de pertenencia e identidad de un pueblo, queda garantizado por la participación del vecino en el mantenimiento del orden natural y social.

Ahora bien, no es esa la única función que un concejo cumple. La consecución de la adaptación es posible gracias a que el concejo cumple, simultáneamente, con al menos cuatro funciones diferenciadas: favorecer la cohesión, mantener la estratificación social, consolidar la memoria histórica y canalizar lo religioso.

EL CONCEJO Y LA COHESIÓN SOCIAL

El concejo, por su desarrollo, puede equipararse a una ceremonia familiar que recuerda a los vecinos su existencia separada como pueblo diferenciado de los demás. Tal diferenciación de los otros se logra mediante la solidaridad interna ligada al rito del "beber juntos". La unión comienza a manifestarse en el hecho simbólico del pago del vino que se bebe durante la celebración del mismo. En el pago del mismo intervienen todos los vecinos sin exclusión y por riguroso orden.

La apertura del concejo se realiza una vez que la autoridad ha bebido su parte. La participación de los vecinos está asegurada mientras haya bebida. Finalizado el vino, se interrumpe el concejo hasta que se logra reponer el preciado líquido, pagado, una vez más, entre todos. El binomio discusión—bebida va íntimamente ligado: en el contexto del concejo, no se comprende la una sin la otra. La aparición de la palabra está siempre relacionada con la posibilidad de beber. De ahí que si la discusión no ha finalizado, sea preciso reponer vino para poder seguir discutiendo. El vino posibilita tal discusión al desatar las lenguas y romper determinadas inhibiciones. El problema es que, en numerosas ocasiones, conduce a más conflictos que acuerdos.

En suma, el concejo implica el establecimiento de una conexión entre naturaleza y cultura, entre vino y palabra, entre vino y concejo.

A pesar del número de conflictos que origina, el vino es más que vino. Su ubicación al inicio del concejo es suficientemente reveladora: el centro. El vino es el elemento de unión con la tierra, su producto más preciado (3).

No cabe ninguna duda acerca del carácter cuasi-religioso que posee el acto de beber el vino, la sangre de la tierra. Aquello que es sellado con sangre, aunque sea simbólica, está dotado de un componente de sacralidad.

Es, precisamente, la ausencia del vino en los concejos menores lo que hace que estos sean tales, que posean sólo una importancia relativa respecto de los concejos mayores.

La mitología griega, sin embargo, ya nos había advertido que los efectos del vino no son siempre los que se buscan. En "Las Bacantes" de Eurípides, Penteo, al intentar impedir el culto a Baco, es despedazado por su propia madre quien, en pleno frenesí dionisíaco, lo confunde con un animal. En el concejo, el alcohol que, al desatar la lengua, permite la participación, termina condenando a los participantes a la pena máxima: la destrucción de la reunión. No se trata aquí, de una suspensión temporal. El concejo pierde toda su capacidad decisoria y obliga a los vecinos a recurrir a dioses ajenos, a poderes extraños, a los nobles que, por su ligazón con el rey, son poseedores de la palabra sin necesidad de vinculación a la tierra.

Los conflictos que genera la ingestión de alcohol en los concejos no son totalmente inocuos. Cuando la discusión racional es sustituida por la emocional, los intereses del pueblo son reemplazados por los particulares. Como bien señala uno de los refranes de la Sierra, "el vino no respeta bragas ni de seda ni de lino". La ingesta desmesurada saca a relucir problemas personales. En el momento en que el concejo deja de hablar de los problemas de la comunidad y los sustituye por los intereses propios, pierde su carácter de sacralidad y se destruye. Esta destrucción puede ser más violenta de lo que podamos hoy día suponer.

Las estadísticas criminales que Madoz nos ofrecía hace casi siglo y medio revelaban claramente que el "mundo tradicional" no era tan armonioso como algunos nostálgicos parecen creer:

Estadística criminal del partido judicial de Hoyos. Año 1843

Acusados 97
Absueltos de instancia 10
Absueltos libremente 1
Penados presentes 83
Penados contumaces 3
Reincidentes en el mismo delito 2
Reincidentes en otro delito 10
Delitos de homicidios y heridas 106

El mismo Madoz, al describir las costumbres de los gateños achaca al vino un papel de gran importancia: "Los naturales de la Sierra de Gata o partido de Hoyos son sobrios en la comida, laboriosos y apegados a su país, pues con dificultad creen que hay otro mejor; pero dados a riñas y pendencias, consecuencias de su carácter duro y áspero y por el abuso de vino, siendo frecuentes los golpes de navajas y palos, de que resultan repetidas muertes, cuyos excesos suceden casi siempre en los días festivos" (4).

EL CONCEJO Y LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL

Como elemento de cohesión, el concejo persigue el mantenimiento del orden mediante el control social. La pervivencia de tal orden sólo es posible si se puede asegurar que determinados niveles de jerarquización se mantienen. A ello contribuye el concejo de manera decisiva.

Un observador ajeno al concejo podría distinguir a simple vista una serie de diferencias entre los participantes en el mismo. La vestimenta de los concelebrantes permite un fácil reconocimiento social del status que la comunidad asigna a cada individuo. Las diferencias en el modo de vestir se refieren tanto a la calidad, como al tipo de adornos que se utilizan para embellecer la vestimenta.

La "gibona" o chaleco, por ejemplo, varía de color en función de la edad. Mientras los más jóvenes utilizan el color verde, la respetabilidad oscurece el color hasta transformar los chalecos de los ancianos en azul. Algo similar ocurre con los zapatos. Mientras que los ancianos los utilizan de color negro, el blanco es el color que domina entre los de los jóvenes.

Ahora bien, la indumentaria y sus diferencias no hacen sólo referencia a aspectos cronológicos, por más que éstos sean importantes en una sociedad donde la sabiduría y la prudencia en el obrar van ligadas a la edad. La vestimenta también pone de manifiesto la importancia económica de quien la usa. Un análisis de algo tan sencillo como los cordones con que se ata la "gibona" así lo muestra: seda en los acaudalados, lana para el resto. Algo similar ocurre con la calidad de los lienzos caseros de los que saldrán las camisas, la aspereza de la estopa que forra las calzas o el paño pardusco de la chaqueta. La adquisición de gran parte de los elementos que componían la indumentaria habitual del gateño -cintas rojas cosidas a las mangas de la chaqueta, pasadores metálicos que ciñen los zapatos, o sombreros de Talavera—, se hacía en los mercados semanales que servían así de ocasión propicia para ejecutar alardes y demostraciones que marcaran diferencias sociales de base económica.

No obstante, quizás el mayor distintivo externo de rango no tenga que ver directamente con la indumentaria, sino con una característica físico-cultural: el pelo.

Según narra el "Cuadro", el elemento que marcaba más claramente las diferencias era la coleta que utilizaban los hombres. Con el objeto de permitir un fácil trenzado, el pelo era rasurado por el frente, mientras que crecía libre por el resto de la cabeza. Tamaño y longitud de la coleta permitían distinguir a primera vista la importancia del interlocutor.

Por otra parte, el mismo desarrollo del concejo marca unas pautas tendentes a una clara diferenciación jerárquica. El acceso a la bebida siguiendo un orden riguroso es prueba de ello:

Inicio del Concejo:

- Abre el alcalde ordenando se reparta el vino
- Bebe el alcalde
- Bebe el más viejo
- Beben los demás ancianos
- Bebe el resto
- Se inician las discusiones

La ubicación y disposición de los asistentes indican, igualmente, la existencia de una jerarquía.

Los ancianos, poseedores de la sabiduría, toman asiento en los escalones del rollo, posición que nadie osa usurpar. Perder su sitio en el rollo es perder la honra. Así lo señala el antiguo dicho que afirma que "los honrados tienen plaza en el rollo".

En todo caso, la justicia de la decisión queda asegurada al ser los guardianes de la misma los poseedores del saber. Con ello, el rollo, adquiere el mismo carácter que los postes totémicos, que permiten la autoidentificación a una comunidad.

La proximidad o lejanía respecto de tal poste implica una mayor identificación con el origen y valores de la comunidad.

Distribución de los asistentes (por orden de cercanía al rollo):

Ancianos
Alcalde y regidores perpetuos
Regidores ordinarios
Mayordomos de Santa Clara, San Blas, San Martín y otros santos menores
Resto

EL CONCEJO Y LA MEMORIA HISTÓRICA

La memoria histórica actúa como el más consumado agente de identificación social al proporcionar a los individuos los rasgos que posibilitan la propia identidad. No obstante, la memoria histórica y, por tanto, para los vecinos la verdadera historia, no tiene que coincidir con el auténtico decurso de los acontecimientos. La historia de una comunidad se transmite de forma oral por los ancianos y, en el transcurso de la transmisión, puede sufrir numerosas alteraciones. Igualmente, hechos nunca ocurridos son incorporados por el acervo de conocimientos de un pueblo a situaciones históricas concretas. El paso del tiempo generará una confusión que hará que, para los vecinos los hechos inventados y los ocurridos, contengan la misma verdad. La historia se aparta así de la relación con los hechos históricos y se convierte en leyenda. Ello, sin embargo, no la aleja de la realidad. La peculiaridad de esta historia efectual es esa realidad no real.

Al dejar de ser los hechos históricos la referencia de la historia, su lugar es ocupado por los cuentos históricos, por los mitos. Los participantes en el concejo se hacen contemporáneos de los habitantes de ese tiempo mítico en el que se fundan sus comunidades. Esos personajes históricos de rasgos heroicos, como la condesa Teudosinda -que fundara el cercano pueblo de Santibáñez-, o aquel freire de nombre Miguel Sánchez que levantó una torre en un paraje cercano donde hoy está el pueblo de Torre de Don Miguel, se hacen contemporáneos. Es decir, el participante en el concejo, con sus decisiones, reactualiza el momento de fundar, de crear, el pueblo. El concejo supone, por tanto, el encuentro del tiempo cronológico y el tiempo mítico de sus orígenes. La participación en el mismo permite imitar a esos modelos ejemplares que sólo se pueden hallar en la historia. En todo caso, tal transmisión crea una serie de elementos simbólicos que son continuamente reactualizados. El concejo cumple, en este caso, la primordial función de reactualización de la historia propia al convertirse en un rito recurrente.

De la misma forma que los ritos reducen la ansiedad que proporcionan los momentos conflictivos de la existencia humana (nacimiento, matrimonio, etc.), el concejo cumple tal función en los casos de conflicto colectivo. Así, el concejo, gracias a la intervención de los ancianos, regula las relaciones entre la propia vida social y lo que la supera. El lugar central que ocupan los ancianos durante la celebración del concejo, pretende asegurar que la reactualización ritual se hace conforme a las reglas establecidas en el pasado.

Su preeminencia jerárquica, manifestada en numerosos órdenes, nos remite a la figura del sabio prudente, casi del chamán oficiante de ritos cuasireligiosos de fines terapéuticos, debido a que su sabiduría del pasado le permite prever con mayor facilidad el futuro.

Con ello, la historia reactualizada y la prevista confirman la existencia de la comunidad por un tiempo indefinido al generar una dependencia del individuo respecto de los valores morales del pasado que incluyen la necesidad de participación en el concejo para que la comunidad exista.

CONCEJO Y RELIGIOSIDAD

La fusión del tiempo mítico y el tiempo histórico termina convirtiéndose en el concejo en una historia cuasisagrada. Nos transporta ello al ámbito de una religiosidad siempre presente donde las relaciones sobrenaturales son frecuentemente expresables en términos de relaciones sociales o extraíbles del contexto social:

Funciones del símbolo religioso:

- Distinguir al fiel del no fiel
- Fomentar la relación mítica con los dioses
- Regular las relaciones con lo sobrenatural, generalmente mediante establecimiento de relaciones interpersonales
- Diferenciar lo sagrado y lo profano

Funciones del concejo:

- Diferenciar al vecino del villano
— Fomentar la "solidaridad mística" de la identidad social.
— Elegir entre los fieles vecinos a aquellos que han de representar a la comunidad en sus relaciones con la divinidad.
— Establecer los diferentes hitos históricos que han de marcar el tiempo de la vida comunitaria.

Así entendido, el concejo repetido en incontables ocasiones al pie del rollo, sirve para construir un espacio sagrado, un espacio que reproduzca y permita el mantenimiento de la obra divina, del orden natural. La toma de posesión del rollo por parte de la comunidad como centro del mundo comunitario equivale a la erección de un altar que consagra la comunicación con lo sobrenatural. Ahora bien, como señalara Durkheim, lo que en realidad acontece cuando los grupos humanos entran colectivamente en comunión con las fuerzas sobrenaturales, lo que se experimenta es la fuerza misma de la vida social. Lo sagrado expresa, en estos casos, el consenso social.

En este sentido, no puede obviarse el hecho de que la llamada al concejo mayor no se realiza mediante pregón, tal y como se divulgan sus decisiones, sino que se realizan por medio del toque de campana. La campana supone, a decir del "Cuadro", la encarnación de los propios vecinos. Cuando la campana habla, es como si cualquier vecino lo hiciera. El código de sonidos que utiliza es perfectamente conocido por todos los vecinos. No hay posibilidad de distorsión alguna en la comunicación social realizada por este canal. Cuando la campana habla, los vecinos la entienden perfectamente, porque son ellos mismos los que hablan.

De ahí, que los vecinos no sólo sean capaces de diferenciar los distintos toques de la campana, sino también las distintas campanas de los diversos lugares de la sierra.

Toques de campana

Religiosos

— A misa
— A rosario
— A ánimas
— A procesión
— A dar Ntro. Señor

Socioreligiosos

— A concejo

Sociales

— De quintos
— De queda
— A pagar
— De fuego

La vinculación de lo sagrado, entendido al modo durkheimiano, y lo profano en el concejo, de lo mítico y lo histórico, permite un control del tiempo cronológico por parte de los vecinos (5). Los diversos hitos cronológicos tanto diarios como anuales aparecen sacralmente investidos: en el calendario no hay fechas, sino festividades religiosas. No existe, por ejemplo, el veintiséis de septiembre, sino el día de San Cosme y San Damián. La apelación al calendario sagrado supone una reactualización periódica de los actos creadores de los seres divinos. Es decir, los actos creadores de los hombres tienen que retrotraernos a los actos creadores de la divinidad en un tiempo originario. Por ello, el inicio de las actividades de las que depende el sustento del pueblo debe coincidir con alguna festividad religiosa señalada. El que la vendimia comience el día de San Francisco, incluye la idea de repetición del hecho en la siguiente celebración del santo. Se asegura así, la vivencia de un tiempo cíclico. La continuidad del tiempo sagrado permite la pervivencia del orden natural, pero sobre todo, genera un conocimiento de fácil transmisión generacional que permitirá la pervivencia del grupo.

En definitiva, la celebración ritual del concejo posibilitaba a los vecinos el mantenimiento de un sistema de creencias y, especialmente, un conjunto de prácticas a ellas ligadas, que garantizaban una adecuada adaptación a las fluctuaciones del medio ambiente bajo la forma del equilibrio entre el orden natural y el orden moral.

____________

NOTAS

* Este trabajo es parte de una investigación realizada conjuntamente con M. A. VALENCIA GARCÍA en la Sierra de Gata (Cáceres), gracias a la concesión de la Beca Luis Romero de Espinosa por parte de la Asamblea de Extremadura en 1988.

(1) El mismo año en que se daba a conocer el "Cuadro de Costumbres", el lingüista D. Berjano pretendía escribir un primer vocabulario del dialecto de la Sierra de Gata. Aunque toda la comarca mantiene similitudes lingüísticas, se puede hablar de bilingüismo en el caso de tres localidades: San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno. En el caso de la primera localidad, de la que aquí nos vamos a ocupar, la lengua propia del lugar recibe el nombre de "mañegu", mientras que se conoce como "lagarteiru" a la de Eljas y "valverdeiru" a la de Valverde.

(2) Control social y adaptación no son ideas muy alejadas en localidades "estáticas", especialmente, en aquellos lugares que, por sus características ambientales, mantienen un equilibrio inestable con el medio. La pérdida de una de las familias vecinas, por declaración de villanía o cualquiera otro motivo, produce un aumento del desequilibrio al hacer que el trabajo que desarrollaba el "villano" deba ser compensado por el resto de los vecinos, lo que no siempre es posible.

(3) Sobre el papel que juega el vino en la ecología de la Sierra de Gata, puede verse TOMÉ MARTÍN, P. y VALENCIA GARCÍA, M.A.: "Introducción a la ecología cultural de la Sierra de Gata"; en Revista de Folklore, n° 147 (1993).

(4) MADOZ, P.: Diccionario histórico geográfico de Extremadura", Cáceres, 1955.

(5) Durante siglos el control del tiempo cotidiano dependía directamente de la campana de la Iglesia. La campana se introducía en la vida de los hombres marcando las diversas horas del día, dividiendo la jornada y los trabajos. No es de extrañar pues, que la llegada de movimientos ilustrados a los municipios supusiera un arduo combate en las ondas. En la transación del pasado siglo al presente, la mayor parte de los ayuntamientos de nuestro país fueron coronados con relojes y carillones. La fuerza de su campana debía ser superior a la de la Iglesia. En todo el término municipal debía oirse con nitidez la "campana del concejo", la campana que marcaba la "nueva hora". En suma, la campana que otorgaba el control del tiempo a los hombres.

BIBLIOGRAFÍA

ACEVES J. y DOUGLASS, W. A.: Los aspectos cambiantes de la España rural", Ed. Barral, Barcelona, 1978.

ARDENER, E. (Comp.): Antropología social y modelos de lenguaje, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1976.

BERJANO, D.: "Ensayo de un vocabulario del dialecto de la Sierra de Gata, Revista de Estudios Extremeños, Badajoz, 1910.

CHRISTIAN, W.: Religiosidad popular, Ed. Tecnos, Madrid, 1978.

DURKEIEIM, E.: Las formas elementales de la vida religiosa, ed. Akal, Madrid, 1982.

ELIADE, M.: Lo sagrado y lo profano", Ed. Labor, Barcelona, 1983.

ESPINA BARRIO, A.: "Dos claves de la antropología freudiana: la cultura y el símbolo", Cuadernos de Realidades Sociales 25, Madrid, 1985.

GARCÍA MOGOLLÓN, E.; "Viaje por los pueblos de la Sierra de Gata", Diario de Extremadura, 1987-1989 (Serie de artículos semanales iniciada el 29-9-1987).

LEVI-STRAUSS, C.: El totemismo en la actualidad, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1980.

LÓPEZ VIDAL, J.: "Cuadro de costumbres", Revista de Estudios Extremeños, Badajoz, 1910.

MADOZ, P.: Diccionario histórico geográfico de Extremadura, Cáceres, 1955.

PÉREZ PRENDES, J. M. y AZCARRAGA, J.; Lecciones de historia del derecho español, ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1989.

RAPPAPORT, R.: "Cerdos para los antepasados", Ed. Siglo XXI, Madrid, 1987.

REDONDO GONZÁLEZ, A. y DEL RIO LAFUENTE, I.: "Estudio geográfico de Cáceres", en Martínez de Pisón, E. (Comp.): Los paisajes naturales de Segovia, Avila, Toledo y Cáceres, Ed. Instituto de Estudios de la Administración local, Madrid, 1977.

RODRÍGUEZ MOÑINO, A.: Diccionario geográfico popular extremeño, Ed. Excma. Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz, 1965

TOME MARTÍN, P. y VALENCIA GARCÍA, M. A.: "Del olivo al olvido Introducción a la ecología cultural de la Sierra de Gata", Revista de Folklore, nº. 147, Valladolid, 1993.



EL CONCEJO COMO INSTRUMENTO DE ADAPTACIÓN AL MEDIO

TOME MARTIN, Pedro

Publicado en el año 1995 en la Revista de Folklore número 172.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz