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Revista de Folklore número

188



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CAMPO Y CIUDAD, UNA DISCUSION SOBRE LO RURAL Y LO URBANO EN UN PUEBLO DE VALLADOLID

DIAZ VIANA, Luis

Publicado en el año 1996 en la Revista de Folklore número 188 - sumario >



He sido invitado a una "charla-coloquio" que debe girar sobre "Lo urbano y lo rural" en un pueblo próximo a la capital. Una de esas poblaciones en que las líneas entre campo y ciudad -nunca tan claras como en otros tiempos pudo creerse- se van desdibujando paulatinamente. El tema de la tertulia -que pronto se convertirá en un animado debate sobre identidades- no podía ser, pues, más apropiado. Un asunto que nos lleva, también, a hablar de lo propio y lo extraño o de lo "propio extraño" desde una inesperada perspectiva.

TT- Yo creí que los antropólogos eran los que desenterraban cráneos y cosas así.

(Dado que he sido presentado como tal por mis anfitriones me esfuerzo en explicar -en pocas palabras- las diferencias entre antropología física y antropología social o cultural. y una vez que despojamos de su solemnidad y distancia a la palabra "cultura" la mayoría de los presentes parecen tener algo que decir sobre ciudades y pueblos así como sobre los diferentes modelos culturales que, en teoría, representan).

LD- La antropología debe ser, hoy, algo más que manosear cráneos y tiene otra utilidad que "proporcionar medios para distinguir a los amigos de los monos" -cito casi textualmente a Kluckhohn-. Con ella podemos aprender a conocernos a través de los otros o descubrir que los "otros" también somos "nos-otros" (yo mismo me arrepiento de la pedantería académica de la primera respuesta y del galimatías que me he armado con la segunda; mis contertulios, sin embargo, escuchan muy amables e interesados).

TT- ¿y quiénes son "nuestros otros"? ¿Los "otros" de quienes vivimos en un pueblo como éste? ¿La gente "de la ciudad" acaso? Ya no parece estar tan claro quién es "de ciudad" o "de campo". Es como si los de ciudad se esforzaran por resultar de campo -aunque en el fondo siguen estando muy orgullosos de su procedencia- y a los que viven en el campo no les avergonzara esto tanto como antaño.

LD- Todavía hay a quienes les avergüenza.

TT- Sí. Y ¿por qué?

LD- Porque, durante mucho tiempo, la educación estuvo dirigida a la "desruralización" de la gente, a arrancarles la cultura de su entorno e imponerles otra pretendidamente "elevada" y "universalista".

TT- Lo de "te vamos a quitar el pelo de la dehesa" que tanto decían los maestros antiguamente.

LD- Pero es que, además, las gentes que vienen a los pueblos los fines de semana, en vacaciones, o incluso por una larga temporada porque están hartos de las ciudades grandes, idealizan a menudo el campo.

TT- Recuerdo que, el otro día, llamaba a la radio un joven hablando de las maravillas del campo y que él era mucho más feliz desde que vivía en un pueblo. Y cuando le preguntaron que desde dónde llamaba, dijo... (risas) que llamaba desde...

(Más risas porque el pueblo al que se estaban refiriendo era identificado por todos los contertulios como lo más opuesto a un "pueblo rural", es decir, que les parecía una verdadera "ciudad dormitorio").

TT- Bueno, tampoco nuestro pueblo es típicamente rural, pues ya muy pocos, entre los que somos de aquí -de toda la vida-, seguimos trabajando en la agricultura.

LD- Yo recuerdo que, hace unos treinta años, las "categorías" -por así decirlo- de gentes que coincidían durante ciertos periodos de tiempo en este pueblo eran fundamentalmente tres: vecinos, veraneantes y forasteros. Los primeros habían nacido aquí y, normalmente, trabajaban en su lugar de nacimiento; los veraneantes solían tener buena relación con los vecinos aunque sólo residieran en el pueblo por vacaciones; y los forasteros venían por razones de trabajo -como temporeros o a desempeñar algún oficio- y, también, en fiestas.

TT- Fueron algunos de los que venían de afuera quienes, dejando a un lado lo que antes se ha dicho sobre la manera de educar -que es verdad-, nos hacían sentir como "paletos" y avergonzarnos de "ser de pueblo". Ahora esto ha cambiado mucho, porque los jóvenes se visten y hablan de una manera parecida tanto si viven en el campo como en la ciudad.

LD- ¿Pero no se da una cierta contradicción entre lo que podríamos llamar "urbanización " -y no utilizo la palabra en el sentido convencional, sino antropológico- más bien externa de pueblos como éste y la desestructuración interna en lo que se refiere a la pérdida de una serie de servicios que, en otro tiempo, sí existían?

TT- Algo hay de eso. Pero es que también se trata de la "típica pescadilla que se muerde la cola". Por ejemplo, cada vez van menos chicos a la escuela porque sus padres prefieren mandarles a los colegios de la capital que les recogen en autobuses todos los días. Veterinarios, parece que no hacen falta desde que la gente, prácticamente, no tiene animales de trabajo y médico hace ya mucho que dejó de haber. El horario de trenes, aparte de los que nos están quitando, cada vez coincide menos con las necesidades de quienes quieren ir en ellos a trabajar o estudiar.

LD- ¿y qué me decís, sin embargo, de la influencia de modelos ciudadanos en otras manifestaciones de la vida diaria, como -por ejemplo- las casas?

TT- Ahí lo que más importa es la comodidad y el ahorro. En muchos pueblos la gente que viene de la ciudad critica, precisamente, que se tienda a lo práctico y que se cambien las viejas maderas o baldosas por materiales más modernos. Pero habría que ver si ellos no harían lo mismo. Es que a veces da la impresión de que querrían que siguiéramos haciendo las necesidades en los corrales para que les resulte a ellos más bonito.

LD- Bueno, quizá el conseguir casas confortables no está reñido con respetar un cierto estilo de la zona, incluso si se utilizan materiales nuevos.

TT- En esto estamos de acuerdo, pero las normativas tampoco son muy claras en ese sentido algunas veces y -casi siempre- resulta más caro el restaurar las casas en plan, digamos, "tradicional" que agarrarte a lo de ahora.

LD- Puede que lo que haga falta sea crear un nuevo modelo de pueblos para las poblaciones que se hallan en la situación de ésta, entre campo y ciudad. Un modelo que armonice acertadamente el respeto de lo que hay con la modernización. Y ello en todos los órdenes.

TT- ¡Puffl Eso sí que parece difícil.

Ya de vuelta a casa me fijo en el aspecto escasamente armónico que han llegado a tener, en las últimas décadas, los pueblos de esta zona: casas que imitan chalets, chalets que imitan malamente "lo tradicional" y recuerdan con sus portones y aleros alguna posada de las de Curro Jiménez; residencias para el fin de semana en un dudoso estilo "Navacerrada"; capiteles jónicos clavados en columnas de hormigón o el decrépito helenismo de la meseta; apoteosis de columnatas a lo "Falcon Crest". El caos de afuera como metáfora de la confusión de adentro.

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NOTA

* Con las iniciales LD identifico mis propias intervenciones y con las letras TT las de otros tertulianos.



CAMPO Y CIUDAD, UNA DISCUSION SOBRE LO RURAL Y LO URBANO EN UN PUEBLO DE VALLADOLID

DIAZ VIANA, Luis

Publicado en el año 1996 en la Revista de Folklore número 188.

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