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Revista de Folklore número

225



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EL FOLKLORE, CIENCIA DEL SABER POPULAR. HISTORIA Y ESTADO ACTUAL EN ANDALUCÍA

RODRIGUEZ BECERRA, Salvador

Publicado en el año 1999 en la Revista de Folklore número 225 - sumario >



El concepto de Folklore ha evolucionado tanto desde 1881, en que se utilizara públicamente en Andalucía por primera vez, que actualmente no es reconocible. Ha pasado de ser una disciplina científica enraizada en el mundo intelectual de la Europa de la segunda mitad del siglo XIX a ser fundamentalmente una práctica de bailes y cantes rescatados de la tradición con mayor o menor acierto y con técnicas más o menos adecuadas; en cualquier caso, el interés por la danza, el canto y la música populares, con un trasfondo de la vida tradicional predominan sobre cualquier otro. En este texto expondremos la evolución que en aproximadamente cien años ha tenido este término, que como saben, es de origen inglés y se formó de la unión de dos vocablos, folk, saber y Lore, pueblo. Es decir, ciencia del saber popular.

EL INTERES LITERARIO POR LAS CREACIONES POPULARES

El interés por las creaciones del pueblo como hecho diferenciado forma parte de la expresión literaria desde los siglos en que se forman las distintas literaturas nacionales; lo popular y lo culto aparecen mezclados y siempre al servicio del artista-creador que lo utiliza según sus necesidades. El Romanticismo traerá un interés exaltado por lo popular especialmente por su valoración de los objetos estéticos e históricos. Andalucía, por su pasado, va a ser objetivo prioritario para los románticos españoles y extranjeros. Sobre ella escribirán entre otros, Washington Irving autor de Cuentos de la Alhambra (1832) e influirá grandemente en los poetas y escritores granadinos que publicarán libros de leyendas y tradiciones sobre la capital de la dinastía nazarita; Cano y Cueto cantó las leyendas y tradiciones que el pueblo sevillano había conservado oralmente. Otros escritores, por su parte, captaron el espíritu del pueblo y utilizaron parte de sus formas de expresión para sus composiciones literarias, presentando a éste con su habla y sus hábitos en lo que se llamaron "cuadros de costumbres"; así Serafín Estébanez Calderón publicó sus Escenas andaluzas (1847) y Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero), tan sensible a todo lo popular publicó, entre otras, Cuadernos de costumbres populares andaluzas (Sevilla, 1852), y recopiló Cuentos y poesías andaluzas (Sevilla, 1859), Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares e infantiles (Madrid, 1877) y El refranero del campo y poesías populares (Madrid, 1912 y 1919). En esta misma línea cabe citar los trabajos recogidos en la revista Semanario Pintoresco Español, publicación periódica de la segunda mitad del siglo XIX.

La labor de recolección de Fernán Caballero fue reconocida y muy valorada por sus coetáneos e, incluso, fue considerada por alguno como introductora del folklore en España, tarea que como veremos, hay que adjudicar a Antonio Machado y Alvarez (Demófilo); éste reconoció, sin embargo, el mérito de la escritora al decir que abrió "nuevos horizontes al estudio de las coplas populares". La afirmación anterior se basa en el enfoque metodológico y la valoración que hicieron cada uno de las creaciones populares. Para Fernán Caballero las leyendas, las costumbres, las creencias son, aparte de fuente de inspiración literaria, objeto de recolección para el conocimiento de la literatura popular, pero valorando en último término la estética y sin dejar de tener en cuenta la ética de las producciones populares; quedó fuera de su interés la preocupación metodológica sobre el cómo y para qué de la recolección.

ORIGENES DEL FOLKLORE EN ANDALUCIA

El método será, sin embargo, la preocupación central del movimiento folklórico surgido en torno a la Sociedad del Folklore andaluz. Nuestra tarea, dirán una y otra vez los folkloristas sevillanos en el último tercio del siglo XIX, es recoger la producción popular tal y como sale de los labios del pueblo sin añadir ni quitar nada, y así, Machado propuso la utilización de la fotografía al estudio y descripción de los juegos de infancia. Alejandro Guichot y Sierra, amigo y discípulo del anterior, hizo suya la idea de utilizar la taquigrafía para la recolección de cuentos y demás producciones populares llamando la atención de las sociedades de folklore "sobre la conveniencia de organizar un cuerpo de taquígrafos ad hoc, con el objeto de convencer de una vez para siempre a los poetas y literatos eruditos de que no son fábulas sino hechos reales, no producciones mestizas sino las genuinas y exclusivamente populares, las que el folklore se propone coleccionar: la verdad desnuda, no la verdad más o menos caprichosamente vestida, es lo que importa conocer".

En el mismo sentido metodológico y crítico hacia los literatos se expresa J. Antonio Torre Salvador, otro de los folkloristas del grupo sevillano, cuando dice "...por mí, o por personas de entera confianza, fueron recogidas de labios del vulgo todas las producciones que forman este libro, y tengo seguridad completa de que no habrá en él elementos extraños al saber popular, porque no me he fiado de lo que escuché a esos aprendices de literato que creen haber puesto una pica en Flandes cuando estropean con algún cursi retoque alguna producción popular". En estas frases los amigos y discípulos de Machado no hacían sino recoger la idea central en el nacimiento del folklore de que la tarea a realizar, al menos para la primera generación, era recoger materiales, tarea de "tanta importancia, en mi opinión, que lo considero como la característica de la nueva era científica iniciada por Darwin; era en que se exige como la primera de todas las condiciones para poder hacer una afirmación científica, la de presentar los datos en que aquella afirmación se funda". El texto es rotundo en cuanto a la metodología que la nueva ciencia del folklore pretende seguir, al tiempo que se pone por modelo la labor realizada por Darwin en sus estudios de Historia Natural. Se apartan así definitivamente de todo lo que fuera exclusiva creación literaria y entroncan con la corriente antropológica influenciada por las teorías científicas evolucionistas que habían sido seguidas por los primeros antropólogos en el siglo XIX en España. Posteriormente, esta orientación, entrará en crisis, y el folklore como ciencia se limitará exclusivamente a las creaciones literarias populares y se refugiará prácticamente en la Filología.

Machado y Alvarez había mostrado muy tempranamente su interés por las creaciones populares y los resultados de sus investigaciones habían ido apareciendo en la revista científico-literaria "La Enciclopedia", fundada en 1877, en cuyas páginas creó una sección permanente sobre "Literatura popular", en la que ya aparece su interés primordial por reunir materiales recogidos con la mayor fidelidad. Las coplas, decía Machado en 1879, "no han de estudiarse por bonitas, ni raras y curiosas: coplas, adivinanzas, tradiciones, leyendas, trovas, adagios, refranes, proverbios, diálogos, juegos cómicos, cuentos, locuciones peculiares, frases hechas, giros, etc., han de estudiarse como materia científica". Y de la literatura popular pasó Machado al saber popular y a la preocupación intelectual por la vida entera del pueblo. La literatura popular pasaba así a ser una parte del todo, la nueva ciencia -el folklore- cuyo objeto de estudio era lo que el pueblo había aprendido en su larga experiencia.

LAS SOCIEDADES DE FOLKLORE

Inspirado en la "Folk-Lore Society" de Londres constituida en 1878, y considerando que la labor a realizar era amplia y urgente, Machado, decide promover la creación de sociedades culturales con el propósito de recoger el saber popular, y así el 3 de noviembre de 1881 hace públicas las bases de la organización "El Folk-lore Español": "Sociedad para la recopilación y estudios del saber y las tradiciones populares", que especifica sus objetivos en la primera de las citadas bases: "Esta sociedad tiene por objeto recoger, acopiar y publicar todos los conocimientos de nuestro pueblo en los diversos ramos de la ciencia (Medicina, higiene, botánica, política, moral, agricultura, etc.), los proverbios, cantares, adivinanzas, cuentos, leyendas, fábulas, tradiciones y demás formas poéticas y literarias; los usos, costumbres, ceremonias, espectáculos y fiestas familiares, locales y nacionales; los ritos, creencias, supersticiones, mitos y juegos infantiles en que se conservan más principalmente los vestigios de las civilizaciones pasadas; las locuciones, giros, traba-lenguas, frases hechas, motes y apodos, modismos, provincialismos y voces infantiles; los nombres de sitios, pueblos y lugares, de piedras, animales y plantas; y, en suma, todos los elementos constitutivos del genio del saber y del idioma patrios, contenidos en la tradición oral y en los monumentos escritos, como materiales indispensables para el conocimiento y reconstrucción científica de la historia y la cultura española".

Pocos días después de hacer públicas las anteriores bases se constituía la sociedad "El folk-lore andaluz" haciendo suyas las bases de la sociedad nacional, iniciándose la creación de sociedades regionales y locales que trataba de cubrir, en el proyecto de Machado, toda España. Con gran sentido de la realidad cultural y política, propone Machado la creación de tantas sociedades como regiones, en función de sus peculiaridades lingüísticas, geográficas y culturales. La organización comprendería sociedades desde el nivel local al nacional pasando por el provincial y regional, todas con entera autonomía, con la única obligación de intercambiarse las publicaciones que cada centro produjese. La sociedad andaluza, lógicamente fue la primera en crearse, a la que siguieron la extremeña, castellana, gallega, asturiana y catalana; simultáneamente fueron constituyéndose los centros provinciales y locales. Es de hacer notar que algunas sociedades no se constituyeron bajo el rótulo de folklore, o al menos no como único; existía en algunos cierta resistencia a aceptar un término inglés para una actividad que incidía tanto en la cultura propia. Machado combatió cuanto pudo en defensa del neologismo pero dada la autonomía de las sociedades hubo de transigir, y así por ejemplo, la sociedad castellana se tituló "Academia Nacional de Letras Populares" (Folklore Español) y la constituida en Cádiz "Sociedad del saber popular. Folklore provincial gaditano". En Andalucía se crearon, en la provincia de Sevilla, las sociedades locales "El folklore de Guadalcanal", debida a J. A. Torres Salvador, colaborador de Machado desde tiempo atrás, y "El folklore de Mairena del Alcor", ambas en 1884. En Cádiz se constituyó la sociedad en 1885 gracias a la intervención directa de Alejandro Guichot y el patrocinio de las autoridades provinciales. Esta sociedad creó su propio "Boletín folklórico gaditano" (1885), de aparición mensual, del que llegaron a salir cinco números, y una "Biblioteca folklórica gaditana". En otras ciudades andaluzas, no se llegó a la creación de sociedades pero se realizaron por parte de Machado y colaboradores, campañas de concienciación a través de la prensa y de contactos personales, fruto de las cuales fueron algunas publicaciones que aparecieron en los años siguientes.

El órgano de la sociedad sevillana fue la revista "El folklore andaluz", publicado mensualmente desde marzo de 1883 a febrero de 1884; en mayo de este mismo año el órgano de la sociedad de Fregenal de la Sierra (Badajoz) pasó a denominarse "El folklore bético-extremeño", constituyéndose en el portavoz de ambas sociedades según estaba previsto en los estatutos. En 1885, Guichot creó en Sevilla el "Boletín folklórico español" (1885), de aparición quincenal, para promover la comunicación entre los folkloristas españoles, del que sólo llegaron a salir ocho números. Téngase en cuenta que todas estas publicaciones corrían a cargo en gran parte de los propios interesados, y que sus posibilidades económicas eran escasas y en algunos casos, como el de Machado, angustiosas.

LA OBRA DE DEMOFILO Y SUS COETÁNEOS

La aportación folklórica más importante lo constituyen la ya citada revista "El folklore andaluz", volumen de 594 páginas y la "Biblioteca de las Tradiciones Populares" (1833-1888) de la que se publicaron 11 volúmenes en octavo. Ambas publicaciones fueron dirigidas por Machado y Alvarez y contaron con la ayuda editorial y económica de Alejandro Guichot, y con las firmas del propio Machado, Alejandro Guichot, Santiago Montoto, Rodríguez Marín, Cipriana Alvarez Duran -madre de Demófilo-, Machado y Núñez, García del Mazo, García Blanco, Lasso de la Vega, Setenach, Gestoso, Torre Salvador, Romero y Espinosa, y Sales y Ferré, como firmas más asiduas, y se tradujeron trabajos de los primeros folkloristas europeos. La Biblioteca de las Tradiciones Populares está siendo de nuevo publicada por la editorial Renacimiento y la Fundación Machado.

El gran esfuerzo que supuso la creación de las sociedades del folklore y la propia continuidad de los estudios folklóricos no hubiese sido posible sin la colaboración estrecha y firme de Alejandro Guichot y Sierra (1859-1941) amigo íntimo de Machado y cultivador del folklore, en solitario, después de la muerte de aquél en 1893. Guichot, fue captado desde los comienzos por las ideas de Machado y pronto comenzó la tarea publicando "Supersticiones populares andaluzas, comparadas con las portuguesas", aparecidas en la revista "El folklore andaluz" (1882-83) y en la "Biblioteca de las tradiciones populares" (1883), y seguidamente un gran número de obras entre las que destacamos por su importancia para la antropología y el folklore, Antroposociología. Vulgarización enciclopédica de sus elementos (Sevilla, 1911). Esta obra que ha permanecido desconocida fue pionera en su género y es comparable a las que se escribieron en esa época en Europa. El propósito de la obra era formarnos un concepto total, pero sencillo, de lo que es la humanidad en el presente, en sus manifestaciones principales; al decir de Isidoro Moreno "constituye un muy completo manual de antropología social que, desgraciadamente, no tuvo la trascendencia que merecía. Además, los ejemplos que en ella se citan no versan exclusivamente sobre pueblos primitivos, como aún hoy es habitual en los textos, sino que engloban también casos pertenecientes a sociedades modernas, especialmente referidas a la Península Ibérica, de los que Guichot tenía buen conocimiento, debido a su intensa actividad como folklorista".

La última publicación folklórica de Guichot fue Noticia histórica del folklore. Orígenes en todos los países hasta 1890. Desarrollo en España hasta 1921 (1922), primera hasta ahora y única historia de la ciencia folklórica. Este trabajo fue posible gracias a la biblioteca que a lo largo de su dilatada vida consiguió reunir. Termina el libro con una "Proposición a los gobiernos, a las corporaciones y a los científicos españoles" en donde plantea la necesidad de crear, puesto que las sociedades regionales del folklore no se habían constituido sólidamente, una institución común que incluyera una Biblioteca General, un Archivo y un Museo General que impidan la desaparición de aquellos, como se perdieron en todas partes, muchos materiales recogidos y ordenados en el período de iniciación folklórica (1882 a 1886). Alejandro Guichot hombre de carácter difícil, murió sin dejar discípulos.

Los intelectuales agrupados en torno a las revistas "Botica" (1913-1917) y "Andalucía" mostraron más interés por los temas artísticos y literarios o políticos que por los científicos, a pesar de que por estos años cobró fuerza el movimiento regionalista andaluz, cuya figura más destacada fue Blas Infante.

Finalmente, diremos que la valoración de la obra de Machado y Guichot, como máximos exponentes del movimiento científico del folklore, no va tanto a la obra publicada que aunque valiosa "queda en segundo plano ante la labor que, iniciando y organizando metódicamente los estudios de cultura popular en España, determinó la formación de muchos investigadores que han constituido después la representación nacional de estos estudios". Esta tarea no fue continuada por los folkloristas, carentes de la doble formación que tuvieron sus creadores, aferrándose a una línea que no pasó de la curiosidad y la erudición, llegando consecuentemente a una vía muerta.

EL FOLKLORE EN EL SIGLO XX

La pronta muerte de Machado y Alvarez supuso el olvido de su obra y la de los folkloristas que le acompañaron en su aventura. En el rico panorama intelectual del primer tercio del siglo, el interés por las creaciones populares fue muy débil; sólo las figuras universitarias de Telesforo de Aranzadi y Luis de Hoyos destacan para el conjunto de España en materias muy próximas como son la etnografía y la antropología. También destacaron otras figuras en Cataluña, el País Vasco, Cantabria y Extremadura, por citar algunas de las comunidades que más desarrollaron estos estudios, surgidos en torno a las sociedades de excursiones, ateneos y centros regionalistas. Andalucía por razones que no se nos escapan, pero que convendría estudiar con más profundidad, constituyó un verdadero erial. Entre las causas que pueden explicar este fenómeno, apuntamos: la falta de identificación de la burguesía andaluza con el pueblo llano, y el fuerte antagonismo de clases que impedía una aproximación, siquiera a nivel intelectual, a la cultura popular. Sólo la publicación de la ya mencionada, Noticia histórica del Folk-lore de Alejandro Guichot, será la excepción, y más bien parece una reacción de protesta por el olvido en que había caído la "Escuela Sevillana" y, en general, el movimiento folklórico andaluz. Tras la guerra civil desaparece todo interés por los estudios de etnografía y folklore. Las personas identificadas con esta tarea se exiliaron o fueron reprimidas, las instituciones suspendidas y cualquier preocupación por el saber del pueblo fue considerado sospechoso. Esta situación es probablemente más cierta en el caso de Andalucía donde la cultura popular se identificaba especialmente con los pequeños campesinos y jornaleros sin tierra, cuya clara alineación con las ideas anarquistas y socialistas les ponía del lado de los vencidos.

El concepto de folklore va paulatinamente empobreciéndose hasta el punto que nada queda de la aportación teórica de la escuela sevillana; por un lado los lingüistas y lexicógrafos sólo se ocuparán, desde sus métodos científicos, por la literatura oral: romances, cuentos, adivinanzas, etc.; y por otra el término se circunscribe paulatinamente a la música, la danza y los trajes populares a cuya recuperación se va a dedicar oficialmente la Sección Femenina de Falange Española a través de sus "Coros y Danzas". En los últimos años del régimen de Franco, y en cierta manera como reacción a la actividad que venía desempeñando la institución oficial, surgen grupos y personas estudiosos de la música popular que luego reproducen y difunden como grupos "folk". El término folklórico se ha degradado hasta tal punto que aparece usado en no pocas ocasiones como sinónimo de algo poco serio o, en todo caso, ha pasado a designar la música popularizada que interpretan las cantantes llamadas "tonadilleras" o "folklóricas".

La situación tras la llegada de la democracia y el Estado de las Autonomías, lo conocen Vds. mejor que yo, pues son los verdaderos protagonistas de la recuperación y la trasmisión de las tradiciones musicales de nuestro pueblo. Los congresos de folklore de Andalucía, cuya séptima edición, se ha celebrado recientemente en Jaén, son buena prueba de la pujanza e interés por este tipo de actividades que han circulado por todas las ciudades capitales de provincia y que dentro de dos años culminará en Córdoba.

Fuera de esto, los estudiosos del folklore en Andalucía entre las décadas de los cuarenta y los setenta han constituido una exigua minoría que sólo ocasionalmente y por afición se han dedicado a este tipo de estudios, según puede deducirse de su escasa presencia en las revistas de etnografía y folklore y en los congresos especializados. Asimismo, se ha carecido de personalidades de prestigio en el campo de la etnografía y el folklore que hubiesen actuado de fermento, como ha ocurrido en otras regiones; así el País Vasco ha contado con un Julio Caro Baroja o un José Miguel Barandiarán, Cataluña con un Ramón Violant y Simorra o un Joan Amades, Cantabria con un Luis de Hoyos, Extremadura con un Antonio Rodríguez Moñino, etc. Estos estudiosos han servido de puente entre el surgimiento del interés por las creaciones populares en el siglo XIX y la institucionalización de la antropología cultural a partir de la década de los setenta.

En 1985 y como fruto de la confluencia de estudiosos procedentes fundamentalmente del campo de la antropología social y cultural y la filología, interesados en el conocimiento de la cultura tradicional, de la literatura de tradición oral, del flamenco, como expresión genuinamente andaluza, organizados en torno a la Fundación Machado, decidimos sacar una publicación con la misma cabecera: "El Folklore andaluz". Segunda época, que constituyera un permanente homenaje a la figura de Antonio Machado y Alvarez "Demófilo". Esta revista actualmente rebautizada Demófilo, que dirijo desde su fundación y que lleva publicados 30 números de doscientas cincuenta páginas aproximadamente, no pretende ni puede ser sólo un homenaje a "Demófilo", ni añoranza de un paisaje intelectual surgido en nuestra ciudad en el último tercio del siglo XIX. Queremos entroncar con el pasado, es cierto, pero mirando al futuro. Por ello, sin renunciar a lo que significó el folklore como disciplina, incluyen otras disciplinas estrechamente relacionadas con él, tales como la Antropología Social y Cultural, la Filología, la Historia, la Sociología, la Geografía Humana, la Musicología y todas aquellas ciencias sociales y humanas que tienen clara la existencia de una cultura total formada tanto por las aportaciones de la llamada cultura de élite, como por la cultura tradicional y popular; a su conocimiento, divulgación y conservación dedicamos nuestros conocimientos, esfuerzos y anhelos.

PRESENTE Y PERSPECTIVAS DE FUTURO

El folklore es una de las expresiones que más identifican y singularizan a un pueblo y constituyen parte del patrimonio que hemos de dejar a nuestros hijos, a ser posible mejorado. Andalucía, los andaluces, como todos los pueblos, se expresa y se ha expresado durante generaciones por sus modos y maneras de cantar y bailar, de divertirse y de asociarse festivamente, que es tanto como decir, que se ha expresado a través de su folklore. Es cierto que ya pocas veces surge como manifestación espontánea con ocasión de fiestas, y más frecuentemente, como actos organizados fuera de sus contextos y por tanto, más que rituales constituyen representaciones. Es posible que mis palabras escandalicen a muchos que hablan continuamente de pureza, de tradición, de conservación de las esencias del pasado. Pero esto es una quimera, y no estoy proponiendo que tiremos por la borda nuestras tradiciones sino, que más bien las conservemos actualizándolas. Claramente, si el folklore es un espectáculo, hagamos un espectáculo atractivo, bello y con calidad.

El reto está en entusiasmar al espectador ofreciéndole variedad, buena ejecución y, en definitiva, arte, para que disfrute, conozca y ame las manifestaciones folklóricas. Se trata, desde mi punto de vista, de ofrecer tanto para el goce de los actores participantes como para los espectadores, un producto que enraizado en la tradición, y para ello hay que estudiar el pasado, sea capaz de entusiasmar y divertir. Esta consideración del folklore como espectáculo, que por otra parte responde a la realidad actual, por mucho que nos empeñemos en camuflarla, no es negativa en sí misma: la ópera, la zarzuela, el jazz, o la música son espectáculos en los que puede darse un alto grado de identificación de los actores con el público; y nadie lo rechaza por ello. Debemos de hacer del folklore una expresión cada vez más artística y por tanto más refinada, un arte de nuestro tiempo y de nuestro pueblo, y para ello hay que alcanzar el mejor nivel de expresión posible, más calidad, sin dirigismos espúreos, bebiendo en las fuentes, ahondando en su sentido y funciones originales, conociendo el contexto sociocultural donde surgió y se reelaboró; sin reproducciones miméticas, enseñándolo a todo el que se interese en su aprendizaje, porque siempre será mejor crear que imitar.

Finalmente, quiero concluir con algunas reflexiones, someras y que sólo constituyen un punto de partida, sobre la situación y la práctica del folklore en Andalucía:

1.a) Creo necesario distinguir entre la práctica del folklore y los estudios sobre el mismo, pero sería un error separarlos. La necesidad de dialogar y debatir con musicólogos, coreógrafos, historiadores, antropólogos, pero también con psicólogos, sociólogos, asistentes sociales, etc., parece indispensable para evitar su empobrecimiento.

2.a) La práctica del folklore constituye a la vez una labor de protección del patrimonio cultural, sin olvidar la proyección económica que actualmente tienen estas formas patrimoniales.

3.a) Las asociaciones folklóricas y los grupos tradicionales (pandas, cuadrillas, danzantes, etc.) cumplen una importante función social, porque: a) agrupan a varias generaciones en torno a una actividad común, el cante y el baile tradicionales, en un tiempo en que las barreras generacionales están tan altas, b) facilitan el asociacionismo a todos los grupos de edad, especialmente a jóvenes y ancianos, c) inhibe o ayuda a evitar ciertos comportamientos antisociales y d) da salida y encauza las aspiraciones artísticas de muchos sectores de la población. Por ello deben ser objeto de atención por parte de la sociedad y las administraciones públicas.

4.a) Parece conveniente que estas asociaciones y grupos se federen para mejor defender sus intereses, debatir su situación actual y perspectivas de futuro y presentar propuestas unitarias ante las administraciones públicas. A la actual Federación Andaluza de Agrupaciones de Folklore y a todas las asociaciones corresponde conducir estas propuestas.



EL FOLKLORE, CIENCIA DEL SABER POPULAR. HISTORIA Y ESTADO ACTUAL EN ANDALUCÍA

RODRIGUEZ BECERRA, Salvador

Publicado en el año 1999 en la Revista de Folklore número 225.

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