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Revista de Folklore número

394



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La mantis verde en Madrid: la magia del simbuscarle

FRAILE GIL, José Manuel

Publicado en el año 2014 en la Revista de Folklore número 394 - sumario >



De entre el arcano mundo de los insectos, la mantis religiosa no pasa desapercibida a ojos de quien la contempla. Acaso la desazón que produce la fijeza de su mirada, la capacidad que tiene para girar su hocicuda cabeza y seguirnos con su gesto, o los variados tonos con que tiñe su cuerpo para camuflarse, hacen de esta bestezuela una inquietante criatura1.

De la infinita nomenclatura con que se la denominó en el ámbito popular van quedando pocos restos, pues los reportajes televisivos y la general escolarización han difundido el nombre de mantis o amantis religiosa en amplias zonas rurales de España y, cómo no, de Madrid. El apelativo ‘mantis’ tiene la misma raíz griega que ‘mancia’ o ‘arte de predecir’, por lo que viene a significar ‘adivinadora’. No fue sino hasta fines del siglo xviii cuando empezó a ser tenida en cuenta por los científicos españoles, y es de 1846 la primera referencia escrita que he encontrado, centrada en el reino de Galicia, al describir el laboratorio de Juan Gutiérrez de la Cruz: «... si sorprende el número de los géneros, más debe admirar el que se encuentren especies que hasta aquí se consideraban como indígenas de las Indias, cuales son entre ellas, la Mantis religiosa, la Mantis gongilodes de Cuvier, y una de las especies de género espectros de Stoll»2. Así pues, en nuestro trabajo de campo, y para evitar confusiones, decidimos mostrar vía teléfono móvil una imagen de este insecto en demanda de su nombre, y muchas personas incluso de edad avanzada afirmaron con categoría que era una mantis lo que enseñábamos, algunos la apellidaban ya de religiosa y otros muchos aseguraban que tras la cópula engullía al macho; hábito este que no es siempre cierto y que tampoco es exclusivo de esta sola especie. Pero, aun desafiando a estos dos asertos tan extendidos, conseguimos allegar todavía un buen manojo de apelativos madrileños ―que desgranaré en este artículo― y del resto de España, que irán en las notas al pie3. Además, en esta provincia central recogimos un par de formulillas para hostigarla a que mueva las manos, e interesantes informes sobre la ooteca o estuche que fabrica para depositar en ella su puesta.

A partir del conjunto de nombres que recibió este insecto en tierra madrileña, podemos establecer una básica división, aplicable a otras zonas de la península, y teniendo siempre en cuenta que esa antigua nomenclatura se inspiró a menudo en el movimiento que la mantis realiza con sus dos patas delanteras para atrapar y devorar sus presas, a veces de gran tamaño para su talla. En el primer grupo estarían los que la comparan con otros animales de mayor porte y diferente orden; a él pertenecen caballito (Guadalix de la Sierra, Miraflores de la Sierra, Patones y Villavieja del Lozoya), cierva (Guadalix de la Sierra), cervatilla (Algete) y cervata (El Atazar, Valdelaguna y La Puebla de la Sierra)4; y es precisamente en este pueblo, llamado antaño La Puebla de la Mujer Muerta, donde recogí la única rima madrileña, en forma de doble pareado, inspirada en ese nombre:

Cervatita, pon tus manos,
que se han muerto tus hermanos,
y si no las pones bien
te morirás tú también.

Un segundo apartado se integraría con las denominaciones caprichosas o enigmáticas que tuvo la mantis en pueblos como Colmenar de Oreja, donde la nombran sampedro, Estremera de Tajo, donde se la llamó señorita del espartal5, Fuentidueña de Tajo, donde se le dijo muerte, o Fresnedillas de la Oliva, lugar en que se personalizó como la muerte misma6; así como los apelativos que aluden a la persistente idea de que devora al macho tras el emparejamiento: viuda7 o viudita (Alcalá de Henares) y dejaviuda (Braojos).

El tercer apartado va ganando terreno a los anteriores, y comprende los nombres inspirados en Teresa de Cepeda y Ahumada (Ávila, 1515-Alba de Tormes, 1582), canonizada por la Iglesia de Roma en 16228. Todos ellos apuntan a la posibilidad de que el insecto esté orando cuando mueve sus manos; como en Villavieja del Lozoya, donde el apelativo santateresa va desplazando al antiguo de caballito, y en El Atazar, donde la llaman teresa y dicen, además, al verla:

Teresa, teresa,
ponte la pata tiesa9.

La primera mención escrita que encuentro a este nombre popular de teresa se halla en un interesante artículo referido a la pequeña fauna malagueña y a los términos vulgares que allí recibe, fechado en 1875: «... todos los ortopteros o corredores, á los cuales pertenecen como especies típicas el Forficula gigantea ó corta pico, tigereta, el Blatta orientalis Blatta americana ó cucaracha, curiana, y el Mantis religiosa ó teresa…»10. Curiosamente, este recuerdo a la santa doctora llegó incluso a las juderías sefarditas de Marruecos y, así, en Tánger: «… las llamábamos santateresa, los judíos y los cristianos; si veías una decíamos “una santateresa”, y daban bastante shenfina [grima]»11. La idea de que la mantis reza cuando junta o alza sus patas delanteras12 no fue, claro está, privativa de la religión cristiana. A este respecto he recogido un interesante testimonio proveniente de la capital argentina que combina además la nomenclatura local con la importada desde España: «Cuando veíamos un mamboretá, que debe ser el nombre autóctono, le preguntábamos: “Mariquita, ¿dónde está Dios?”, y levantaba una manito señalando al cielo»13. Pero, en general, la mantis no tuvo buen cartel14, llegando incluso a afirmarse que pica o muerde: «A mí me decían de pequeño que si te picaba una era peor que un escorpión, imagínate» (Madrid, barrio de Aluche)15; «Una vez, cuando yo tendría siete u ocho años, se me puso una en la espalda en la terraza de casa, y claro, yo no la veía, pero sentí el golpe. Y mi hermana y mi madre empezaron a dar voces, y después la rebeca de lana que llevaba no sé cuántas veces la lavaron, como si hubiera tenido el veneno de una cobra» (Madrid, barrio de Retiro)16. Esa mala prensa se veía a veces justificada por la creencia general en que la mantis muerde, o más bien pica, mito que alcanzó dimensiones exageradas, resto sin duda del miedo ancestral provocado por su forma y actitud: «Cuando se te ponía una teresita en el pelo o en la espalda, decían que si te picaba echabas a correr, y te ibas quitando la ropa, una por una, y cuando te quitabas la última ya no sabías ande te habías dejao la primera de tanto como habías corrío» (Castilblanco de los Arroyos, Sevilla)17.

Pero sin duda la que más nos sorprendió de cuantas noticias oímos referentes a la mantis fue la que surgió de modo espontáneo mientras preguntaba yo por los remedios para el mal de muelas, tan temido antaño como ahora pero entonces con mal arreglo. Y fue precisamente en El Atazar donde me dijeron: «Cuando te dolían las muelas y tenías la suerte de dar con un simbuscar, que los llamábamos simbuscares, pues te lo echabas al bolsillo y ya no te dolían. Y aquello no era una planta, era como de un bicho y tenía el color del barro, del barro cuando está seco»18. Mucho me hizo pensar aquella certera pero difusa información sobre el simbuscar (simbúscalo en Extremadura), y fue al cabo la ayuda de Emilio Blanco quien me despejó el camino: lo que mi informante intentaba describir, sin conseguirlo del todo, era la ooteca o cápsula donde la mantis encierra sus huevos y que, adherida normalmente a una piedra y medio oculta, es imposible buscar a propio intento, de ahí el nombre de simbuscar tan cabalmente puesto por el habla popular. Y fue a partir de esa hebra cuando pude ir reuniendo un ovillo no pequeño de referencias a su uso. Las primeras, concentradas en el ángulo noreste de la provincia: «A eso lo llamábamos un simbuscarle, y eso se encuentra cuando menos te lo esperas, no cuando vas a buscarlo. Y eso decían que era bueno pa el dolor de muelas, y como se guardaba, cuando te dolía te lo pasabas por la cara, por donde dolía. Eso decían...» (Serrada de la Fuente)19. «Pues eso es que cuando íbamos al campo, que yo iba muchas veces con mi abuela, y te encontrabas una espumilla de esas pegada a una piedra, pues me decía “mira, un simbuscarle”, y se lo echaba en la faldiquera ―en la faldiquera sería, porque otro bolsillo no llevaban las mujeres― y era pa cuando te duelen las muelas. Ahora, yo no sé si eso sería verdá o mentira» (La Puebla de la Sierra)20. A fuerza de preguntar fueron apareciendo nuevos testimonios al respecto ya en la margen izquierda del camino que sube a Francia; y, así, en Braojos me contaron: «A eso lo llamábamos un simbuscar, y eso se encontraba cuando a lo mejor ibas a mover un portillo de un prao o a arreglar los chozos, que eran de piedra; pues a lo mejor allí te lo encontrabas, pero eso no servía buscarlo, era que te lo encontrabas, y la echábamos al bolsillo porque era bueno pa el dolor de muelas. Y yo creo que alguna vez, cuando me empezaron a doler, todavía lo hice»21. Y en Villavieja del Lozoya allegué este breve relato, más sorprendente si cabe por la edad de mi informante: «Yo sé que había una cosa que se cogía en las piedras o en las tejas, en la madera no estaba, y lo llamaban un simbuscar, y lo cogían para llevarlo en el bolsillo y que no dolieran las muelas. Yo se lo oí decir a mi madre, que lo aprendería de la suya, y también a algún pastor mayor de los de antes»22. Y ya más al sur, en el área de presierra, aunque el recuerdo se iba desdibujando, comprobé todavía una cierta pervivencia: «Había una cosa que lo buscaban mucho, y como era muy difícil de encontrar lo llamaban un nolebusques o algo así. Y era una cosa... ¿qué señas te daría yo? Eso estaba siempre pegao a una piedra y era algo más grande que un dedal, algo más grande que una bellota. No sé qué señas darte; lo que sí te digo es que lo llamaban nolebusques porque eso te lo encontrabas cuando no lo buscabas, si tú buscabas eso no lo encontrabas, a lo mejor lo veías una vez al año, no te puedo dar más detalles. Pero desde luego lo buscaban y lo cogían para remedios caseros, lo que no sé ya es para qué. Se parecía algo a eso que hacen las avispas con aujeritos, pero sin aujeros» (Guadalix de la Sierra)23. Pero el uso farmacéutico de estas ootecas fabricadas por la mantis no se limitó en nuestra provincia al área de la Somosierra y camino de Francia; en las estribaciones últimas de la sierra que linda con Ávila hallé aún constancia de su uso como alivio para la dentadura enferma: «Eso es una cosa que llamaban nuncalebusques, y está pegado a las piedras, pero no sé lo que es, porque no está hueco por dentro. Y eso lo cogían y lo metían en un pañuelo dentro del bolsillo, y según se iba deshaciendo se pasaba el dolor de las muelas o los dientes que te dolieran» (Fresnedillas de la Oliva)24. Y en los confines de Madrid con la tierra de Cuenca el eco de esta práctica era ya tan tenue que rozaba la ensoñación: «Era como una cosa de barro, pegadito a una piedra, y mi padre decía que lo cogían. Yo creo que para cuando había una herida, o un golpe, o algo así. Pero sí, lo cogían» (Fuentidueña de Tajo)25.

A la vista de tan interesantes relatos, cabría preguntarse por qué a partir de la ooteca (del griego ᾠόν = ‘huevo’ y θήκη = ‘depósito’) formada por la mantis con su secreción proteínica solidificada al contacto con el aire surgió el mito de su propiedad lenitiva sobre el dolor de dientes y muelas, objetivo primario e indiscutible para el que se usó, a pesar de que la huella del tiempo haya ido desdibujando sus propiedades, pero conservando en la memoria colectiva su carácter protector. Quizá fuera el misterio que envolvía su procedencia (pues ninguno de mis informantes supo explicarme su origen y ni remotamente lo asociaban con la mantis religiosa) lo que confirió a este pequeño objeto poderes mágicos. Pero ¿por qué se lo asoció con el agudo dolor de las piezas dentales? Es algo que se me escapa, pero sé que son los últimos brotes de una profunda raíz que aflora aún en territorios tan alejados como la sierra madrileña y la meridional Andalucía: «... en algunos pueblos de Andalucía, hay gente que cree que poner una ooteca de mantis en el bolsillo de la camisa alivia el dolor de muelas»26.



NOTAS

1 A otras, en el ámbito madrileño, he ido dedicando una serie de opúsculos nesta misma revista: «La golondrina en el cancionero tradicional madrileño», 1994, n.º 167, págs. 166-170; «Lagartijas, lagartos y culebras por la tierra madrileña: rimas y creencias», 1996, n.º 185, págs. 162-170; «La mariquita: un destello encarnado en el aire madrileño», 1997, n.º 192, págs. 197-200, y «Cigüeñas blancas en el cielo madrileño. El primer aleteo primaveral», 1997, n.º 203, págs. 154-162.

2 A. de Faraldo, «Miscelánea». Eco del Comercio. Edición de Madrid. N.º 1061.

3 El lector encontrará también nesas notas varios términos en lengua catalana recogidos por Romà Senar Lluch, quien me los cedió amablemente. Debo agradecer también su colaboración a David Mariezkurrena Iturmendi y a Jorge Luis Cobos Marco. Además, y por miedo a dejarlas en el olvido, publico también ―tras el nombre de su localidad― las rimas que he ido recogiendo dedicadas a este insecto, que fueron generalmente de uso infantil. En su inmensa mayoría riman en é-a, y por ello tomando como protagonista al grupo de las teresas.

4 Al grupo de los «équidos» pertenecen: caballico (Alguazas, en Murcia), caballito (barrio de San Gabriel, en Alicante; Robleda, en Salamanca), caballete (Alesanco, Albelda de Iregua, Galilea, Sotés y Tobía, en La Rioja), caballejo (Casalareina, en La Rioja), caballo del diablo (Roma de la Vega, en Valencia), caballito del diablo (Arroyo de Cuéllar, en Segovia; Cútar, en Málaga; Llamas de la Ribera, en León; Riogordo, en Málaga), caballico del diablo (Valdepeñas de Jaén), caballito de San Juan (Cantalojas, en Guadalajara) o cavallet de serp (Campanet, Consell, Felanitx, Lloret, Palma, Portocristo y Sant Llorenç des Cardassar, todos en la isla de Mallorca); y al de los «cérvidos»: cervanta (Santa Cruz de la Zarza, en Toledo), cervata (Fuente de Pedro Naharro, en Cuenca) o cervatana (San Martín de Pusa, en Toledo).

5 A este tipo corresponden cantamisa (Fuensanta de Martos, en Jaén), cigarrera (Corés, en Álava), mariagarcía (Porcuna, en Jaén), mariquita (Laujar de Andarax, en Almería), mariquita del campo [mariquita del campo, / enséñame la saya] (Frigiliana, en Málaga), marta (La Nava de Arévalo, en Ávila), papagüelo (Almuñécar, en Granada), plegamans (Castelló de la Plana, Costur, Sant Mateu y Vinaròs, en Castellón; Ribera y Sagunt, en Valencia; Reus y Ulldecona, en Tarragona; Lleida), saltaojos (Valdecaballeros, en Badajoz), tabaresa (Viñas de Aliste, en Zamora), trinquitesa [trinquitesa, / pon la mesa, // y si no / te corto la cabeza] (Las Hurdes, en Cáceres) o torero (Iniesta, en Cuenca). Los nombres de género masculino son siempre minoría frente a los femeninos que han sido siempre mayoría, al menos entre los por mí recogidos. Otro grupo de nombres asocian el movimiento de sus manos a oficios religiosos, como: pregadéu (Barcelona, Igualada, Manresa, Osona, Santa Perpètua de Moguda y Sils, en Barcelona; Tavernes Blanques, en Valencia), rezadora (Lécera, en Zaragoza), tocacampanes (Alicante, Beneixama, Callosa d’en Sarrià, Onil, Pego, Pedreguer, Vall d’Alcalà y Xaló, en Alicante; Batea, en Tarragona; Ontinyent y Tavernes de la Valldigna, en Valencia), voltacampanes (Vall d’Uixó y Vila-real, en Castellón; Algemesí, en Valencia) o revoltacampanes (Gandia, La Marxuquera, Simat y Moixent, en Valencia).

6 Santiago Serrano Alonso, nacido en 1946 en Fresnedillas, me comunicó además que: «Los mayores nos decían: “No las toquéis, que ese bicho es la muerte”; pero nosotros, cuando éramos pequeños, las llamábamos aviones». El apelativo muerte se recoge también en Arroba de los Montes (Ciudad Real) y La Alberca (Salamanca).

7 Viuda se le dijo también en Mora de Toledo.

8 Es, sin duda, la nomenclatura más extendida en la península, e incluso fuera de ella, como veremos más adelante: santateresa (Almoharín, en Cáceres [si te pica una santateresa // vete a por las andas a la iglesia]; Algar, en Córdoba [teresa, // pon la mesa, // que viene tu marido / con la pata tiesa // y te corta la cabeza]; Almuñécar, en Granada; Candeleda, en Ávila; Gaena, en Córdoba; La Alquería de Adra, en Almería; Lebrija, en Sevilla [santateresa, // pon la mesa; // si no tienes pon / pon la cabeza]; Sancti-Spiritus, en Salamanca; Valdeverdeja, en Toledo; Villarta de los Montes, en Badajoz), santateresita (Arevalillo, en Ávila; Cañamero, en Cáceres), teresa (Aceitunilla, en Cáceres [teresa, // baila en la mesa, // y si no, / te corto la cabeza]; Alosno, en Huelva [teresa, // pon la mesa, // que viene tu marido / con la pata tiesa]; Castil de Campos, en Córdoba [teresa, // pon la mesa, // que viene tu marido / y te corta la cabeza]; Nuez de Aliste, en Zamora [teresa, // pon la mesa, // que viene el rey de espadas / y te corta la cabeza]), teresita (Castilblanco de los Arroyos, en Sevilla; Cuevas de San Marcos, en Málaga; Fuente de Cantos, en Badajoz; Guaro, en Málaga; Hoyocasero, en Ávila; Talavera de la Reina, en Toledo) o teresica (Canillas de Albaida, en Málaga). En Berzocana (Cáceres) le dan el curioso nombre de santacara (¿Verónica?).

9 Dictado por Pepi Lozano Herranz. Recogido el día 8 de diciembre de 2012 por José Manuel Fraile Gil, Marcos León Fernández, Cristina Eguía Bernal y Andrés Nogal Bravo. El Atazar es un claro ejemplo de cómo el apelativo teresa ha ido arrinconando a las viejas denominaciones locales, pues la madre de Pepi, Francisca Herranz Herranz, nacida en 1934, denonima aún cervata a la mantis.

10 Luis Parody, «Apuntes de selección artificial para la provincia de Málaga: animales útiles y perjudiciales». Revista de Andalucía. Málaga, 1875. Segundo año. Tomo III.

11 Informes dictados por Abraham Pimienta Toledano, de unos 75 años de edad, nacido en Tánger (Marruecos). Recogidos en agosto de 2014 por José Manuel Fraile Gil.

12 Como botón de muestra, de los muchísimos que podría exponer al respecto, diré que en serbio se la denomina bogomolka, que significa que está rezando (bog = ‘Dios’ y molka = ‘que reza’). Debo estos informes a Eliezer Papo.

13 Informes dictados por Susana Weich-Shahak, de 76 años de edad, recogidos el día 13 de octubre de 2014 por José Manuel Fraile Gil. Susana, incansable investigadora de la tradición judeo-española allá donde quede un sefardita vivo, me aportó un valioso dato al respecto de la mantis y la tradición semita: en hebreo se la llama gamal Shelomó, es decir, ‘camello de Salomón’, pues al parecer el rey sabio se enojó con su camello y lo convirtió en este insecto.

14 De ahí los apelativos demoníacos como diablico (Frailes, en Jaén), cuerno del diablo (San Román de los Caballeros y Villaviciosa de la Ribera, en León) o marisorgin en zonas de lengua eusquérica; a más de las diferentes referencias a caballos del diablo que ya conocemos.

15 Informes dictados por Marcos León Fernández, de 46 años de edad, recogidos el día 6 de octubre de 2014 por José Manuel Fraile Gil.

16 Informes dictados por Paloma Palacios Peláez, de 71 años de edad, recogidos el día 14 de octubre de 2014 por José Manuel Fraile Gil. Para la gente moza, diré que la rebeca es una chaqueta ligera que han venido usando las mujeres españolas desde que en 1940 la actriz Joan Fontaine la lucía en Rebeca, película dirigida por Alfred Hitchcock.

17 Informes dictados por Remedios García Moreno, de 95 años de edad, recogidos en Barcelona el día 12 de octubre de 2014 por Eliseo Parra García.

18 Informes dictados por Francisca Herranz Herranz, de 78 años de edad, recogido el día 8 de diciembre de 2012 por José Manuel Fraile Gil, Marcos León Fernández, Cristina Eguía Bernal y Andrés Nogal Bravo.

19 Informes dictados por Fernanda García González, de 71 años de edad, recogidos en enero de 2014 por Mario Vega Pérez, a quien debo siempre su generosa colaboración. En Montejo de la Sierra recogió a su vez un vago recuerdo de este uso, donde no quedaba ya más que el nombre del remedio: «A eso lo llamábamos un simbuscar, y eso sale en las piedras y así... pero no sé yo que se usara para nada».

20 Informes dictados por Alejandra Bernal Martín, de 70 años de edad, recogidos el día 31 de julio de 2014 por José Manuel Fraile Gil, Marcos León Fernández, Cristina Eguía Bernal, Begoña Peco y Jamie Benyei. Su abuela fue Isabel Bravo García (1888-1964), y de ella aprendió Alejandra un sinfín de oraciones, cancioncillas y usos arcaicos como este que narra su testimonio.

21 Informes dictados por Luis García Siguero, de 65 años de edad, recogidos el día 29 de noviembre de 2013 por José Manuel Fraile Gil.

22 Informes dictados por Félix Álvarez Carretero, de 46 años de edad, recogidos el día 12 de octubre de 2014 por José Manuel Fraile Gil. El pastor aludido en su testimonio era Blas García. Félix es un inquieto conocedor de su tradición local; ha organizado en ocasiones encuentros con sus mayores donde ha obtenido de ellos curiosas investigaciones que, permaneciendo inéditas, pone al servicio de quienes tocamos a su puerta.

23 Informes dictados por Valentín García González, de 84 años de edad, recogidos en el verano de 1998 por José Manuel Fraile Gil.

24 Informes dictados por Santiago Serrano Alonso, de 68 años de edad, recogidos el día 14 de octubre de 2014 por José Manuel Fraile Gil.

25 Informes dictados por Ana Terrés Chacón, de 65 años de edad, recogidos el día 6 de noviembre de 2013 por José Manuel Fraile Gil. Su padre fue Rufino Terrés Rojo, nacido en 1905, extraordinario conocedor de su tradición local. Cuando yo lo entrevisté era ya de avanzada edad, pero cantaba aún con incansable y afinado dejo una increíble cantidad de romances, canciones seriadas, líricas... y con delicada caligrafía escribió para cada uno de sus hijos un cuaderno conteniendo su dilatado repertorio.

26 Tomo esta imprecisa noticia de la página http://museodelaciencia.blogspot.com.es/2008/11/mantis-no-hay-peligro.html [consulta: 16/10/2014].


La mantis verde en Madrid: la magia del simbuscarle

FRAILE GIL, José Manuel

Publicado en el año 2014 en la Revista de Folklore número 394.

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