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Revista de Folklore número

047



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LA POESÍA DE TRADICIÓN ORAL EN LA NOVELA ESPAÑOLA CONTEMPORANEA: MIGUEL DELIBES

GARCIA MATEOS, Ramón

Publicado en el año 1984 en la Revista de Folklore número 47 - sumario >



A mis padres:

En el panorama de la novela española contemporánea la obra de Miguel Delibes (Valladolid, 1920) es uno de los ejemplos más sólidos, "cuyo prestigio no ha hecho más que avanzar, con pasos no muy espectaculares, pero sí firmes y constantes, desde que, en 1948, le fue otorgado el premio Nadal correspondiente al año anterior, por La sombra del ciprés es alargada (1 y 2). Su producción literaria es amplia y su prosa, sin ninguna duda el mejor castellano de la novelística actual, sobria y expresiva; Aún es de día (3), 1949, es su segunda novela, a la que seguirán -destaco aquellos libros que, desde mi punto de vista, suponen los hitos fundamentales de su trayectoria como escritor y, a la vez, de la narrativa actual en nuestro país- El camino (4), 1950, Mi idolatrado hijo Sisí (5), 1953, Diario de un cazador (6), 1955, Diario de un emigrante (7), 1957, La hoja roja (8), 1959, Las ratas (9), 1962, Cinco horas con Mario (10), 1966, Parábola de un náufrago (11), 1969, El príncipe destronado (12), 1973, El disputado voto del señor Cayo (13), 1978, Los santos inocentes (14), 1981, Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (15), 1983, su última novela. Ha cultivado también los libros de relatos, de los que dos espléndidas muestras son Siestas con el viento sur (16),1957 y Viejas historias de Castilla la Vieja (17), 1965, y los relacionados con el mundo de la caza -Delibes es un apasionado de la cinegética-, tales como: La caza de la perdiz roja (18), 1964, Con la escopeta al hombro (19), 1970, Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo (20), 1977 y Las perdices del domingo (21), 1981.

En la mayor parte de sus novelas Delibes "se ocupa del hombre como individuo" (22) intentando buscar "aquellos rasgos que hacen de cada persona un ser único, irrepetible (...), la singularidad de cada uno de sus personajes al dotarles de tres cualidades esenciales: un nombre, una manía y un camino" (23). Desde esta singularidad proyecta una aguda observación del campo y la ciudad castellanos desde una conciencia crítica, como escribe Sanz Villanueva (24), presentándose ante el lector como un preciso escrutador de una realidad en torno. Esta característica ha hecho que se haya definido a Miguel Delibes como "el tipo de escritor castellano, correspondiendo su figura a la del provinciano universal al que la ciudad impulsa además, desde la realidad de su existencia y su ser de escritor a una identificación con la naturaleza" (25).

El novelista vallisoletano maneja la lengua rural con seguridad y precisión de maestro y así su prosa cobra "el jugo del áspero rocío de la tierra de secano" (26), logrando que sus personajes -desde Quico, e pequeño protagonista de El príncipe destronado, o Daniel, el "mochuelo", el muchacho en torno al cual gira El camino, hasta el viejo Eloy o la Desi, ejes centrales de La hoja roja- se nos presenten reales, encuadrados en su propio mundo.

Para observar la presencia de la literatura de tradición oral -muestras poéticas- en la obra de Miguel Delibes he tomado una de sus novelas, El príncipe destronado, que analizaré con profundidad, atendiendo especialmente a la ubicación del texto popular en la pieza narrativa, a las características que el escritor le otorga y a su situación específica en el marco general de la novela. He preferido tomar un único motivo de estudio para lograr una mayor claridad y rigor, que, probablemente, se verían disminuidos si multiplicamos el centro de atención a la totalidad de la producción literaria delibeana. El príncipe destronado es una novela corta, que se desarrolla durante la jornada de un niño de tres años -quien sustenta la acción de la obra- en un día de diciembre; el marco de la narración es una familia burguesa, provinciana, que señala el horizonte y el límite de la historia. Junto a Quico, el pequeño protagonista -un niño de tres años, ávido de sensaciones, atento a todo aquello, hechos, palabras, historias, que sucede alrededor-, vamos a tomar la figura de Domi, la vieja criada y niñera -malhumorada, agria de carácter y resabiada-, para centrar el motivo de estas páginas.

A Quico nos lo presenta Delibes en las primeras páginas de la novela:

""No es domingo", se dijo con tenue voz adormilada y estiró los brazos y entreabrió los dedos de la mano contra el haz de luz y los contrajo y los estiró varias veces y sonrió y canturreó maquinalmente: "Están riquitas por dentro, están bonitas por fuera". De repente, cesó el ruido de la aspiradora allá lejos y, de repente, se impacientó y voceó:

-¡Ya me he despertaooooo!

Su vocecita se trascoló por los resquicios de la puerta, recorrió el largo pasillo, dobló a la izquierda, se adentró por la puerta entreabierta de la cocina y Mamá, que enchufaba la lavadora en ese instante, enderezó la cabeza y dijo:

-Me parece que llama el niño.

La Vítora entró en la habitación en penumbra como un torbellino y abrió los cuarterones de las ventanas.

-A ver quién es -dijo- ese niño que chilla de esa manera.

Pero Quico se había cubierto cabeza y todo con las sábanas y aguardaba acurrucado, sonriente, la sorpresa de la Vítora. Y la Vítora dijo mirando a la cuna:

-Pues el niño no está, ¿quién lo habrá robado?

Y él aguardó a que diera varias vueltas por la habitación y a que dijera varias veces: "Dios, Dios, ¿dónde andará ese crío?", para descubrirse y entonces la Vítora se vino a él, como asombrada, y le dijo:

-Malo, ¿dónde estabas?

Y le besaba a lo loco y él sonreía vivamente, más con los ojos que con los labios..." (27).

La Domi aparece, también, unas páginas más adelante, cuando, Como todos los días, llega a trabajar:

"-Abre, Quico -dijo-. Es Domi.

Juan se abalanzó a la puerta. Voceó Quico:

-¡Me ha dicho a mí!

Añadió la Vítora:

-Dila "buenos días, Domi".

Los dos niños se peleaban por abrir la puerta y cuando la Domi apareció en el umbral, con el cuello del abrigo subido, dijo Quico:

-Buenos días, Domi.

Rutó la vieja:

-¿No vino la Seve?

-Nada, ya ve -respondió la Vítora.

-Buenas vacaciones -gruñó la vieja, contrariada, y agregó-: ¡Madre qué día más perro!

Traía la nariz y la parte superior de las mejillas arreboladas. Se desembarazó del abrigo. Quico tiraba de ella y le decía:

-¿Un perro? ¿Qué perro, Domi?

-Vamos, quita -dijo la Domi de mal talante-.

¡Qué chico éste! No la deja a una ni a sol ni a sombra.

Se llegó al cuarto de la plancha, guardó el abrigo en uno de los armarios rojos y regresó a la cocina. Hizo un gesto con el dedo pulgar hacia la puerta de comunicación. Preguntó a la Vítora:

-¿Está mosca?

-A ver.

Quico terció, mirando a los altos, girando la cabecita rubia hacia todas partes:

-¿Dónde está la mosca, Domi?

-¡Vamos, calla la boca tú!" (28).

En estas pocas líneas, mediante el diálogo ágil apoyado en breves instantáneas narrativas, el escritor castellano esboza el retrato de ambas figuras literarias; el niño que deja escapar la imaginación ("Giraba sobre sí mismo sosteniendo el tubo de dentífrico entre dos dedos e imitando con la boca el zumbido de un motor y, al cabo de un rato, cesó de dar vueltas, arrastró el tubo por el fogón rojo de sintasol durante un trecho y le detuvo. -Mira, Juan -dijo-, ha aterrizado.") (29), y vuela entre las historias urdidas al calor de su mente infantil; la niñera arisca y distante, de vuelta ya en el camino de la vida ("-¡Ya no sé más cosas, Domi, déjame! -chilló, de pronto, Quico. La Domi levantó la mano: -Te metía un testarazo así -dijo-. Anda, que cuando quieres, buen pico te gastas. Quico se agachó junto a las chapas. Repitió:
-Claro, si ya te he dicho todas las cosas, Domi. La mirada de la Domi encerraba ahora un brillo maligno: -¿No quieres orinar? -No. -Si te repasas otra vez te corto el pito, ya estás enterado.") (30), que sin embargo ha sabido captar el cariño -tal vez más la admiración que el cariño- del pequeño Quico con sus historias antiguas y trágicas ("-Mamá, yo no quiero que se marche Domi. -Que lo diga -dijo Mamá. Quico aguardó un rato antes de hablar: -Si se va Domi -dijo-. ¿Ya no vuelve nunca, nunca? -Otra vendrá -dijo Mamá. -Yo no quiero que venga otra.") (31). Porque la Domi, en la novela de Delibes, es la poseedora de ese inmenso tesoro, de esa mágica sabiduría, sobre todo para la ávida imaginación de un niño, que son los viejos romances.

"Para mí -ha escrito Delibes- la novela es el hombre y el hombre en sus reacciones auténticas, espontáneo, sin mixtificar, no se da ya a estas alturas de la civilización sino en el pueblo" (32), en el pueblo y en los niños, añadiría yo, y ahí está la atención del novelista hacia el mundo de la infancia como centro de algunas de sus obras; Quico es auténtico porque es un niño y la Domi lo es como oposición a los personajes típicamente de ciudad -los padres de Quico, sobre todo- de la novela, en muchos de sus rasgos no deja de ser una aldeana, sin ningún matiz peyorativo, trasplantada a un medio urbano. Son, en definitiva, dos figuras trazadas impecablemente, verosímiles en su literariedad, que van a centrar mi atención en las líneas que siguen.

Aparecen en la novela dos romances, cantados por Domi a los niños, fiel reflejo de una forma de literatura que se ha venido denominando "de cordel"; son los "romances de ciego", difundidos, aunque fueron impresos muchos de ellos en pliegos, mediante la tradición oral. "En nuestros días, durante la niñez y adolescencia de las personas que andamos sobre los cincuenta años -escribe Caro Baroja-, era una cosa bastante corriente ver en calles y plazas de villas y ciudades, en la misma capital de España, a ciegos cantando, salmodiando, distintas clases de composiciones: romances sobre todo. El "ciego de los romances" es figura popular en España desde la Edad Media. Durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, también en las fechas ya aludidas, no sólo recitaba, sino que vendía en pliegos de cuatro caras o "planas", aquellas composiciones y otras en metros diferentes o escritas en prosa llana" (33).

El primero de los romances viene a colación, en el desarrollo del relato novelesco, mediante una relación, sugestiva por lo inocente, del pequeño protagonista:

"-Yo quiero ir a San Sebas, Domi.

-Cuando haga calor. Ahora hace frío.

-En San Sebas hay vacas, ¿verdad Domi?

-Claro.

Quico permaneció unos momentos meditabundo.

Dijo:

-Domi, cántanos lo del niño que comía con las vacas, anda.

Juan cerró el álbum.

-Sí, Domi -dijo-, cántalo.

La Domi sostenía a la niña sobre la mesa-camilla y la niña gateaba y hacía "a-ta-ta" o se volvía y hurgaba a la Domi en la nariz, y en los ojos, y en las orejas.

-Calla, Cris -dijo Quico-. La Domi va a cantar.

-Siéntate en tu silla -dijo la Domi imperativamente.

Quico arrastró la butaquita de mimbre a los pies de la mujer y se sentó. Juan y Quico levantaban sus caritas expectantes. La Domi carraspeó; entonó al fin:

-Prestad mucha atención
al hecho criminal
de un padre ingrato, degenerado,
hombre sin corazón,
que en Valdepeñas ha secuestrado
a un hijo suyo
este hombre infame
en un establo y sin comer,

La Domi imprimía a la copla unas inflexiones, unos trémolos que subrayaban el patetismo de la letra. Quico le miraba el hueco negro en la fila de dientes de abajo, aquel vano oscuro que acentuaba la gustosa sensación de terror que le recorría la espalda como un escalofrío:

cuando las vacas toman el pienso,
alfalfa fresca come él también,
pues los mendrugos no son constantes
no suficientes para comer.
El padre que cuenta se da
y la madrastra por igual,
palos le daban al inocente,
su cuerpo es pura llaga por
este padre tan cruel
la bestia humana del siglo veinte.

La Domi los miró un instante y, por un momento, se ablandaron sus pupilas, aceradas e inmóviles como las de un halcón. Suavizó la voz para rematar:

Llorad, madres, llorad,
porque hijos tienes tú,
que es una pena ver la criatura
sin pan, agua, ni luz
cargar con esta cruz
medio enterrado entre la basura (34).

Quico y Juan escuchaban con la boca abierta. Tardaron unos segundos en reaccionar. Quico miró a Juan y sonrió. Juan dijo a la Domi:

-¿Ya está?

-Ya. Por una perra gorda no dan más.

Quico se agarraba al borde del asiento de su butaquita de mimbre y la arrastraba sin cesar de sonreír. Dijo:

¡Qué bonito!, ¿verdad, Juan?

El mismo asentía a sus palabras con la cabeza" (35).

La evocación de San Sebastián lleva al pequeño Quico a pensar en vacas -"-!En San Sebas hay vacas, ¿verdad Domi?"- y a relacionarlo con el romance donde aparecen estos animales; el engarce literario, para incluir el texto tradicional en el relato delibeano, no puede ser más acertado. Domi, mientras desgrana la canción, aparece caracterizada por el novelista, mediante algunos paréntesis narrativos que detienen el romance, inmersa en su papel de intérprete de la historia: "La Domi carraspeó; entonó al fin", "imprimía a la copla unas inflexiones, unos trémolos que subrayaban el patetismo de la letra", "suavizó su voz para rematar". Y, finalmente, se consigue en el "auditorio" el efecto esperado: "acentuaba la gustosa sensación de terror que le recorría la espalda como un escalofrío", "-¡Qué bonito!, ¿verdad, Juan?".

Hay, también, una indicación que subraya su origen, del romance, como "pliego de cordel"; cuando Domi dice "por una perra gorda no dan más" está señalando de qué forma ha llegado a conocer los versos que termina de cantar.

Y de un romance a otro, sin más interrupción que la ilusión infantil, que la espera anhelante:

"Súbitamente se puso en pie, agarró a la Domi los bajos de la bata negra y exigió:

-Lo de Rosita Encarnada, Domi, anda.

El rostro de Juan Irradió:

-Sí, Domi, lo del puñal de dos filos.

Cris dijo "a-ti-ta" y Quico dijo, feliz: "Ha dicho Rosita, Juan, ¿la has oído?" Y rió mientras volvía a sentarse y repitió: "Cris ha dicho Rosita". Miró a Domi: "Cris ya sabe hablar, ¿verdad, Domi?".

La Domi cortó:

-Bueno, ¿canto o no canto?

-Sí, Domi -dijeron los dos niños a coro.

La Domi se aclaró la voz que salió, no obstante, de sus labios un poco gangosa, un poco arrastrada, como la de los ciegos:

Ya venimos de la guerra de Africa
y todo esto lo trae la pasión.
Ya venimos del Africa todos
a encontrarnos con el viejo amor.

La Domi oscureció la voz. Siempre que hablaba el Soldado bajaba la voz tanto que parecía que cantaba dentro de una caja de muerto:

Me juraste Rosita Encarnada
que con otro hombre no te casabas,
ahora vengo a casarme contigo
y me encuentro que ya estás casada.

La Domi hizo un alto estudiado y miró a los dos pequeños, inmóviles, como hipnotizados. Su voz se aflautó, se hizo implorante y desgarrada, de pronto:

¡No me mates, por Dios, no me mates!
No me mates, tenme compasión:
ese beso que tú a mi me pides
ahora y siempre te lo he de dar yo.

Juan denegó con la cabeza. Sabía que el soldado no la besaría. Siempre temía, sin embargo, que cediera y terminara besándola. Quico le miró con el rabillo del ojo y denegó también sin saber bien a qué. La voz de la Domi se tensó y, aunque brumosa, se hizo más vivaz y dramática:

yo no quiero besos de tus labios,
lo que quiero es lograr mi intención,
y sacando un puñal de dos filos
en su pecho se lo atravesó (36).

Los rostros de los dos niños resplandecían. Dijo Juan arrugando la cara:

-Dos filos. ¡Dios, Domi, cuánta sangre encharía!

-Calcula -dijo la Domi-. Una mujer joven, bien criada y en sazón, pues ya ves, hijo, como un choto.

Quico miraba a la mujer, concentrado, obstinadamente.

-Un choto -dijo-. Cántanos otra vez lo del niño que comía con las vacas, anda, Domi.

-No -respondió la vieja-. Ya no canto más.

Luego se me irritan las anginas y no me puedo dormir" (37).

Los niños exigen a la vieja criada un nuevo romance que ella entonará con voz "arrastrada, como la de los ciegos". Hay todo un rito, representación preparada, en la ejecución de Rosita Encarnada para dar fuerza y ambiente propicio a la canción: "La Domi oscureció la voz", "hizo un alto estudiado y miró a los dos pequeños... Su voz se aflautó, se hizo implorante y desgarrada", "la voz de la Domi se tensó y, aunque brumosa, se hizo más vivaz y dramática" ...Los comentarios últimos inciden sobre los aspectos trágicos del romance, resaltando su tremendismo (38); los jóvenes oyentes no se conforman con lo que ha quedado explícito, quieren ir más allá, saber qué pasó después -"Dos filos. ¡Dios, Domi, cuánta sangre echaría!"-, el poema es la llave que abre el camino de la imaginación que volará libre, transformando los hechos, deformando la historia escuchada a su modo y manera. Imaginación que hará aparecer en cualquier momento a los personajes literarios convertidos en seres amenazantes: "-¿Qué pasa, Quico? ¿Tienes miedo? -Sí -musitó Quico. -¿Y a qué tiene miedo mi niño? Quico sacó la mano por el embozo y, a tientas, buscó la de Mamá. Mamá se la oprimió entre las suyas y él notó en seguida el calor protector: -Venía el demonio cuando tú no estabas y me llevaba de los pelos al infierno, con el Moro, y luego Longinos me pinchaba y el Soldado iba con el puñal de dos filos, y el Fantasma... -Huy, cuántas historias; ¿quién te cuenta esas historias, Quico? La voz de Mamá amansaba sus nervios y, en la penumbra, todo tenía ahora su perfil normal. Dijo Quico: -La Domi... -Esa ,Domi...-dijo Mamá" (39).

Miguel Delibes logra, en los fragmentos comentados de su novela, crear el ambiente propicio, el clima literario ideal en el que situar los textos tradicionales; la Domi cantando los romances a los niños en el cuarto de los juegos no es más que el trasplante de una situación, trasplante no manipulado en el que se mantiene intacta la autenticidad de la transmisión oral; no se trata, por lo tanto, del desplazamiento desvirtuado de esencias -Delibes pone en boca de la niñera una forma de literatura tradicional propia tanto de las zonas rurales como urbanas-, sino tan sólo del encuadre situacional. Las secuencias narrativas señaladas son, tanto por la aparición de los poemas como por el contexto de la novela, de verdadero interés para el estudio de la literatura tradicional.

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(1) Miguel DELIBES: La sombra del ciprés es alargada, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1948. La nota es mía.

(2) Engenio Gª DE NORA: La novela española contemporánea (III), Ed. Gredos, Madrid, 1971 (2), págs. 110-111.

(3) Miguel DELIBES: Aún es de día, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1949.

(4) Miguel DELIBES: El camino, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1950.

(5) Miguel DELIBES: Mi idolatrado hijo Sisí, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1953.

(6) Miguel DELIBES: Diario de un cazador. Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1955.

(7) Miguel DELIBES: Diario de un emigrante, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín) , Barcelona, 1957.

(8) Miguel DELIBES: La hoja roja, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1959.

(9) Miguel DELIBES: Las ratas, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1962.

(10) Miguel DELIBES: Cinco horas con Mario, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1966.

(11) Miguel DELIBES: Parábola de un náufrago. Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1969.

(12) Miguel DELIBES: El príncipe destronado. Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1973. En adelante citaré por la edición de 1982 (23) de esta misma editorial y colección.

(13) Miguel DELIBES: El disputado voto del señor Cayo, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1978.

(14) Miguel DELIBES: Los santos inocentes, Ed. Planeta, Barcelona, 1981.

(15) Miguel DELIBES: Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1983.

(16) Miguel DELIBES: Siestas con el viento sur. Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1957. En este libro se incluye un cuento, La mortaja, considerado por muchos críticos como una pieza maestra del relato breve.

(17) Miguel DELIBES: Viejas historias de Castilla la Vieja, Ed. Lumen, Barcelona, 1964.

(18) Miguel DELIBES: La caza de la perdiz roja, Ed. Lumen, Barcelona, 1964.

(19) Miguel DELIBES: Con la escopeta al hombro, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1970.

(20) Miguel Delibes: Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1977.

(21) Miguel DELIBES: Las perdices del domingo, Ed. Destino (Col. Ancora y Delfín), Barcelona, 1981.

(22) Ramón BUCKLEY : Problemas formales en la novela española contemporánea, Ed. Península ,Barcelona, 1973, pág. 85.

(23) Ibidem, pág. 85.

(24) Santos SANZ VILLANUEVA: "La prosa narrativa desde 1936", en Historia de la literatura española (Vol. IV. Siglo XX), Ed. Taurus, Madrid, 1980, pág. 271.

(25) Emilio SALCEDO: Escritores contemporáneos en Castilla y León, Ed. Ambito, Valladolid, 1982, pág. 77.

(26) Ibidem, pág. 78.

(27) Miguel DELIBES: El príncipe destronado, págs. 10-11.

(28) Miguel DELIBES: El príncipe destronado, págs. 41-42.

(29) Miguel DELIBES: El príncipe destronado, pág. 23.

(30) Miguel DELIBES: El príncipe destronado, págs. 112-113.

(31) Miguel DELIBES: El príncipe destronado, pág. 125.

(32) Emilio SALCEDO: Escritores contemporáneos en Castilla y León, op. cit., pág. 78.

(33) Julio CARO BAROJA: "Estudio preliminar" a Romances de ciego (Antología), Taurus, Madrid, 1980 (2), pág. 7.

(34) Indudablemente se trata de una composición literaria de cordel, como lo fundamentan sus recursos expresivos, el encabezamiento -"Prestad mucha atención / al hecho criminal"- y el final -"Llorad, madres, llorad, / porque hijos tienes tú "-, por ejemplo, y estilísticos -no existen paralelismos y si abundantes hipérbaton-. De estructura métrica irregular, tanto en el ritmo como la rima, es uno de aquellos textos romancísticos que "quienes han estudiado ese monumento colosal que es el Romancero español llamaron, acaso despectivamente,"romances vulgares" (Julio CARO BAROJA, op. cit., pág. 8). Desconozco otras versiones de este romance.

(35) Miguel DELIBES: El príncipe destronado, págs. 92-94.

(36) Se trata de otro "romance de ciego" que presenta aquí una versión reducida con referencia a otras muestras del mismo texto; Luis DIAZ VIANA, Joaquín DIAZ y José DELFIN VAL: Catálogo Folklórico de la provincia de Valladolid ("Romances Tradicionales", vol. II), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1979, págs. 174-176, incluyen dos versiones completas del romance, recogida una de Hipacia Rodríguez, en La Mudarra, y otra de Marina López, en Traspinedo. Esta segunda versión, cantada también por Joaquín DIAZ en su álbum Romances de ciego (Madrid, 1979), es la más interesante por su fuerza expresiva y dramática: "Ya venimos de la guerra de Africa, / porque todo lo trae la pasión, / ya venimos de la guerra de Africa, / porque todo lo trae el amor. / Al marcharme, Rosina encarnada, / me decías que tú me esperabas / y ahora vengo a casarme contigo / y me encuentro que ya estás casada. / Casadita, casada me encuentras / porque todo lo trae el querer; / casadita, casada me encuentras / con un hombre al que yo nunca amé. / ¿No te acuerdas del mantón de grana / que de novios yo te regalé? / Sí me acuerdo del mantón de grana / y de varios regalos también. / ¿Te acuerdas del pañuelo de seda / que de Africa yo te mandé? / Si es verdad que tú me has olvidado, / el pañuelo devuélvemele. / Sí es verdad que yo a ti te he olvidado / y mis padres la culpa han tenido / pues trataron de darme la muerte / si seguía yo hablando contigo. / Si tus padres la culpa han tenido / y de muerte a ti te amenazaban, / ellos van a pagar con la vida / y también tú, Rosina encarnada. / Como tienes puñal de dos filos, / si mi pecho quieres traspasar / matarás a una fiel criatura / que en mi vientre inocente está. / Yo no mato a una fiel criatura / que es un ángel que vive inocente; / cuando nazca y en el mundo viva / a ti sola te daré la muerte. / Ya dio a luz la Rosina encarnada / una niña más bella que el sol / y Rosina le puso por nombre / como así su padre la mandó. / A los quince días se va a misa / y el Antonio al encuentro salió: / -Buenos días, Rosina encarnada, / ahora vengo a lograr mi intención. / Si tú tienes puñal de dos filos / y la muerte me vienes a dar, / mira, mira que te llevan preso / y la Guardia Civil par detrás. / -No me importa que me lleven preso. / Y el infame rápido sacó / un terrible puñal de dos filos / que en su pecho mil veces clavó. / -Ya has pagado Rosina encarnada / el estarme engañando dos años, / si tus padres la culpa han tenido / tú solita por ello has pagado. / Al oír este crimen tan grande / su marido al encuentro salió: / -Dime, dime. Rosina encarnada, / dime, dime quién te asesinó. / Dime, dime, Rosina encarnada, / dime, dime quién fue tu traidor."

(37) Miguel DELIBES: El príncipe destronado, págs. 94-96.

(38) Julio CARO BAROJA (op. cit., pág. 10) escribe respecto a esta apreciación: "El tremendismo no es de hoy. El tremendismo ha constituido siempre parte del instinto literario popular".

(39) Miguel DELIBES: El príncipe destronado, págs. 165-166. Los subrayados son míos.

Este artículo fue presentado como comunicación en el "I Congreso Internacional sobre la Juglaresca". Pastrana, julio de 1984.



LA POESÍA DE TRADICIÓN ORAL EN LA NOVELA ESPAÑOLA CONTEMPORANEA: MIGUEL DELIBES

GARCIA MATEOS, Ramón

Publicado en el año 1984 en la Revista de Folklore número 47.

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