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Revista de Folklore número

418



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La fiesta del Reinado de Navidad en Hacinas (Burgos)

REY ANTON, Pedro

Publicado en el año 2016 en la Revista de Folklore número 418 - sumario >



Hubo un tiempo y un lugar en el que el sonido de una gaita (o también llamada dulzaina) y un tamboril en una fría noche de finales de noviembre indicaba que esas Navidades no iban a ser para nada anodinas. En la noche del 30 de noviembre, la Ronda de San Andrés indicaba por sorpresa que ese año se iba a desarrollar lo que hoy para nosotros es una de las manifestaciones más importantes de nuestro folclore y nuestra etnografía castellano-burgalesa: el Reinado de Navidad.

Cabe destacar que esta manifestación, al contrario de todas las demás actividades que se daban lugar en los pueblos de la Sierra, no se desarrollaba de un modo periódico, sino que surgía de una forma espontánea cada cuatro o cinco años más o menos, siendo por ello, aun si cabe, más especial y esperado.

El Reinado era un acto que se realizaba en varias localidades de la sierra de la Demanda burgalesa, dándose también variaciones más o menos diversas en localidades del bajo Arlanza o de la zona de pinares soriana[1]. Además, encontramos cierta similitud en costumbres desarrolladas en la montaña leonesa y asturiana, como así nos lo relata Julio Caro Baroja[2].

En la sierra de la Demanda, aunque todo parece indicar que se celebró en varios lugares, solo tenemos constancia de su desarrollo en los municipios de Hacinas (el cual nos ocupa), en Villanueva de Carazo y Barbadillo del Mercado, citados por Federico Olmeda en su libro Folk-lore de Castilla o cancionero popular de Burgos y el testimonio de un último reinado en el libro de actas de Salas de los Infantes en el año 1872, si bien es en Hacinas donde se ha conservado y donde se ha ido desarrollando con mayor o menor frecuencia hasta 1952. Se consiguió recuperar, no sin esfuerzo, en 1993, 1995, 1997 y 2012, y se ha logrado consolidar en este verano de 2016, siendo conscientes de su valor e importancia tanto etnográfica como musicológica. Valgan como prueba las palabras del etnomusicólogo Miguel Manzano en su Cancionero popular de Burgos, donde nos dice acerca de sus estrofas: «… pero viniendo a las músicas, que es lo que aquí nos ocupa, estas tres melodías de El Reinado son tres documentos de lo más valioso», calificándolas tras un breve resumen de las mismas así: «Tres joyas musicales, a cual mejor, contienen este Reinado burgalés»[3].

Su valor, obviamente, no pasó desapercibido para el folklorista Federico Olmeda. De este modo es como nos describe en 1880, en el citado Folk-lore de Castilla o cancionero popular de Burgos, esta costumbre de la que ya a finales del siglo xix nos alertaba del peligro de su desaparición. El sacerdote y musicólogo soriano analiza en concreto la de Villanueva de Carazo:

En Villanueva de Carazo, entre otros pueblos, hay la costumbre inmemorial de establecer en Navidad una junta de mozos que llaman «Reinado de Navidad». Esta institución tiene por objeto recaudar fondos para sufragar gastos de gaita y por otro lado proporcionar algún género especial de diversiones. Para recaudar fondos, además de pedir por todas las casas aguinaldos, incluso la del Sr. Cura, a quien llaman Arcediano, rifan la bandera que, adornada por un vistoso pañuelo de seda, es la enseña del Reinado. Para diversión tienen establecida una cierta lucha entre casados y solteros, y antes forman el Reinado nombrando Rey y Reina a los dos mozos de más ascendiente en el pueblo.

Los casados del pueblo procuran quitar alguna prenda al rey o reina. Si lo consiguen se la llevan a la taberna a donde tienen que ir los mozos a por ella y si la quieren rescatar han de pagar el convite. En cambio los mozos procuran coger a algún casado y, quiera o no quiera este, lo elevan sobre sus hombros y lo llevan en andas y volandas al susodicho café y allí ha de ser el pagador del gasto que le hagan los mozos. Tal es la diversión[4].

A menudo se dice que ya no se canta como antes porque se han perdido esos momentos o actividades en las que se cantaba. Así pues, antaño se cantaban cantos de esquileo, de matanzas, de trilla, de siega, de ir a lavar… Con la desaparición de esas actividades y oficios, esos cantos se han casi perdido y los pocos que no han llegado a desaparecer se han descontextualizado. Sin embargo, desde que el hombre es hombre y hasta que lo sea, hay una actividad que se ha hecho, se hace y se hará por más que los tiempos cambien. Esto no es otra cosa que el cortejo, el agasajo… lo que llamamos «ronda». Ya sea con dulzaina y tamboril o a ritmo de rock o blues; con camisa blanca y trajes de sayal y estameña o con cazadora de cuero y camiseta de colores, da igual: la ronda (sea como fuera) es y será algo vivo.

Aunque el Reinado de Navidad tenía una fuerte componente religioso-navideña, está catalogado como profano y el tema principal y motriz del mismo no era otro que la ronda, capital en el folclore castellano en general y de las zonas de sierra en particular. Como expone Manuel García Matos, no hay objeto del que derive mayor cantidad y variedad de canciones que la dimanada de ese sentimiento tan humano y universal que es el amor. El principal campo de acción de la especie es el que en bastantes regiones se conoce con el nombre de «la ronda». Esta es, fundamentalmente, el acto nocturno de pasear los mozos enamorados por las calles del pueblo cantando y deteniéndose a hacerse oír al pie de las ventanas de sus novias o amadas, para quienes, fundamentalmente también, hacen la ronda[5].

En algunos lugares, para llamar la atención y mostrar coraje y arrojo, se hincaron mayos para que todos percibieran la fuerza y virilidad de los mozos, se hizo la «fiesta de los gallos» para mostrar bravura, se enramaba para hacerse notar o se cantaron las marzas porque llegaba la primavera con todo su esplendor y fertilidad... En Hacinas, además de otras manifestaciones, se dio el Reinado. Por ello no podemos entender la costumbre de rondar en nuestra zona sin el «relincho». Como signo desafiante y para marcar territorio, los mozos realizaban un grito elevado y sostenido que remata descendiendo de tono con rapidez al comienzo y al final de la ronda. Así nos lo describe Olmeda:

Este es una serie de gritos enlazados e indefinibles: parecen una risa hecha forzosamente sobre tonos muy elevados y que va descendiendo por grados a manera de una cascada; el nombre que le dan despierta la idea del relincho de los caballos y no le falta parecido. Lo cierto es que antiguamente al terminar el baile se quedaba brevemente mirando la pareja y no se separaba de su sitio hasta que el bailador lanzaba el «relincho»[6].

El grito tenía una clara señal de reto, más aún si cabe en este tipo de rondas cantadas al unísono y sin acompañamiento instrumental. Los engallados y celosos enamorados se encuentran y acometen en abierta lucha, que no da fin hasta que uno de los grupos ha sido vencido o puesto en fuga por el contrario. La ronda sigue su curso[7].

Así pues, la ronda ha constituido un uso básico en el sistema de nuestros pueblos. Dicha palabra se usa tanto para denominar al hecho en sí como grupo que lo realiza[8]. De ello se desprende que es una manifestación grupal, colectiva; es algo de conjunto, nadie ronda solo. La unión y sociedades de mozos han sido algo normal en nuestras localidades a lo largo del tiempo, realizando actividades y ocupando un espacio social imprescindible del que dependían tradiciones y costumbres, siempre de la mano de los mozos.

María Isabel Jociles Rubio, en su estudio sociológico Niños, mozos y casados a través de sus fiestas en La Rioja, nos dice que «las sociedades de mozos se han concentrado en la zona serrana (de la parte de La Rioja, se entiende), hallándose también algunas en el área de transición entre el llano y la montaña»[9], siendo algo normal y esencial en los municipios serranos. En el pasado en nuestros pueblos, los adolescentes que acababan la escuela se encontraban en un limbo social, ya que aún no eran mozos y habían dejado de ser niños. Ya desde la Antigüedad, en cada lugar se desarrollaron mecanismos variopintos para concretar este paso. En el caso concreto de Hacinas, se pagaba una «entrada» el día de la fiesta del patrón de la localidad que solía consistir en un pellejo con una cuartilla de vino en su interior. El pellejo se ponía en un círculo y debía de ser defendido por uno de los mozos armado con un cinturón ante los intentos de robo del resto del pueblo. Este hecho marcaba el hito de la niñez a la mocedad. Después de esta prueba era aceptado como mozo y ya podían participar en todas las actividades propias de ellos, entre ellas, claro está, el Reinado[10].

Es interesante ver el importante papel que tenían los mozos en la pirámide social de nuestros pueblos. Eran los encargados de determinadas funciones a lo largo del año, lo cual les dotaba de unos deberes y derechos que ayudaban a la estabilidad cotidiana del municipio. Pero en el caso del Reinado es interesantísimo cómo se les daba una mayor potestad, igualando prácticamente su poder al poder político de la villa hasta el punto de crear un «ayuntamiento ficticio»[11] para esos días, con derechos nada desdeñables, lo cual nos da una idea del mando que podía llegar a tener. Así pues, encontramos en el Archivo Municipal de Salas de los Infantes, con fecha 24 de diciembre de 1872 (seguramente el último Reinado que allí se constituyó), la siguiente acta de sesión que aquí transcribo, en la que se puede ver esta concesión de poderes de un modo totalmente anómalo y sorprendente, más aún en esa época:

En el Archivo de Salas de los Infantes, con fecha 24 de diciembre de 1872, se describe que se «admite a los mozos tener Reinado observando las reglas siguientes»:

1ª Que en las cosas que corresponden al Reinado y durante las horas de Baile por espacio de un año, todos los Mozos han de obedecer y estar a las órdenes del que fuera Rey y Alcalde.

2ª Que ha de ser obligación de los mozos del Reinado tener Baile todos los días de costumbre durante un año.

3ª Que el Baile ha de dar principio tan luego como se salga de vísperas o Rosario continuando los Mozos en él como en tiempo que dure el Reinado, dejándole después de puesto el Sol.

4ª Que durante altas horas no podrá mozo alguno del Reinado separarse del Baile, no siendo para alguna diligencia precisa.

5ª Que si durante las horas del Baile algún mozo del Reinado se viese jugando a las cartas, se le exigirán por cada vez dos pesetas para el fondo de Mozos, y si se negase a pagarles, sufrirá un día de prisión en el Calabozo de la Cárcel, cuyo permiso dará el Señor Alcalde popular.

6ª Que el Mozo que durante las horas de reunión de mozos se le oyese jurar o maldecir, sele exigirían otros dos pesetas en la forma antes dicha.

7ª Que se le prohíbe a otros mozos el uso de toda arma o Navaja que no sea igual ala de las Casas de sus Padres, teniendo obligación el Rey de recogerlas y entregarlas a la autoridad.

8ª Que no se permite correr la Bandera ni Silla del Rey o Reina, ni el Sombrero después de metido en la taberna, ni tampoco ser tirado y si solamente corrida.

9ª Que si el cumplimiento de otras reglas hubiera alguna falta al Rey y Alcalde serán responsables del castigo que el Señor Alcalde popular les impusiese.

10ª Igual este acuerdo les sea leído antes de dar consentimiento para que haya Reinado y no prometiendo su cumplimiento se consienta que le haya.

Todo ello nos muestra la importancia que el colectivo de mozos tenía. La ordenanza no solo ve el hecho del Reinado como un derecho, sino también como un deber, por lo que dicta obligaciones sobre el comportamiento y sanciones bastante notables. Incluso, como hemos visto, algún punto tiene la intención de lograr mantener esa homogeneidad e igualdad y que nadie se descarriara. Sobre esa idea de conjunto, es interesante la reflexión de Antonio Aragonés Subero, quien nos dice que «en la ronda nadie es menos que nadie; todos se sienten protegidos por el grupo, y además aunque la insinuación sea pública, casi siempre se hace con nocturnidad, y a la distancia que da la casa, la calle y la ventana cerrada, aunque se tenga la certeza de que pegada a ella está la novia en potencia, pretendiendo escuchar hasta la última copla»[12].

Aunque tenemos que tener en cuenta que la estructura dentro del Reinado no deja de ser jerárquica, desde mi punto de vista esa razón de unidad y de idea grupal es la que propiciaba que este volviera a realizarse cada cierto tiempo. Hay que entender la dificultad de volver a concebirlo sin ser de un modelo periódico; ello también provocó muchas variaciones de edición en edición. Sin duda, el hecho que marcaba la realización del Reinado era la aparición de uno o varios mozos con cierto carisma (en ocasiones, quizás, fueron nombrados rey, virrey o abanderado; en otras, se quedaron formando parte del grupo) que promovieran y lograran su realización. Al fin y al cabo, en una sociedad más o menos monótona la realización del Reinado les dotaba de un gran número de actos y de una gran diversión en los duros inviernos serranos. Aunque había fiestas y rondas vinculadas a las fiestas establecidas, la aparición del Reinado de una forma sorpresiva otorgaba diversión «sin un motivo especial, como mero entretenimiento. Cuando van asociadas a una fiesta tienen generalmente fines petitorios o de cuestación, bien para sufragar los gastos ocasionados por la propia fiesta, bien para organizar una comida comunitaria entre ellos»[13]. Importante era la ronda, pero también lo era el aguinaldo que traía y que, junto a la donación del Ayuntamiento de un carro de leña (normalmente un roble seco que el guarda se encargaba de enseñarles), se sufragaba la fiesta.

A continuación voy a describir cómo se desarrollaba y cómo se lleva a cabo el Reinado en la actualidad. Como he comentado, la Ronda de San Andrés, a una hora tardía de la noche, marcaba la realización de Reinado en ese año. Desde ese día hasta la fecha de Navidad se concretaban los detalles de la celebración: elección del rey y virrey, nombramiento de abanderado, preparación de la bandera o «seña», contratación de músicos, etc.

Así lo describe Abdón de Juan González, sacerdote y musicólogo de la localidad, en su libro El folklore de Hacinas, en el que se recogen tanto el modo de proceder que tenía el Reinado como multitud de canciones de esta celebración:

El día 24 de Diciembre, si el proyecto se mantiene, se da un pasacalles al anochecer. Es el comienzo de la celebración del Reinado.

El rey tiene como misión presidir todos los actos del Reinado, así como realizar otras funciones de las que se hablará más tarde.

El virrey asiste al rey en todo lo que necesite y colabora con él en todo momento.

El abanderado lleva y cuida la bandera en los actos y momentos en que esta se utiliza.

La bandera o «seña» —de la palabra «enseña» o bandera— está compuesta por un mástil de madera pintado de rojo, de unos dos metros de largo, con un remate de lanza en su parte superior. De él cuelga en forma de bandera un trozo de tela blanca de forma rectangular en la que se fija un vistoso pañuelo de seda, de vivos colores.

El mismo día 24, alrededor de las nueve de la noche, los mozos del Reinado se distribuyen en grupos de dos o tres cada uno y van a todas las puertas de las casas habitadas. En cada una de ellas los mozos cantan una entradilla, una canción y una despedida. Esta intervención en cada caso empieza y termina con el ¡Jijiji! grito en dos impulsos a modo de relincho, que en Hacinas se llama sencillamente ¡Jiji!. Los cantores eligen las canciones o letrillas más adaptadas a cada caso entre las existentes en el repertorio. Tienen en cuenta las circunstancias de la familia, el día de la fiesta que se celebra y el humor de cada momento.

En el silencio de la noche suenan briosas las voces de los mozos a la luz de la linterna, del farol en otro tiempo, estimulados por el frío, la lluvia o la nieve, que condicionan de algún modo la duración del canto y también su calidad.

Finalizado el canto en cada una de las casas, escuchado con frecuencia desde el otro lado de la puerta, siempre cerrada, los mozos son obsequiados con una propina.

Ya han terminado la ronda. Se reúnen en el bar o taberna, donde intercambian anécdotas habidas, hacen el recuento de fondos recogidos y se reponen con unos vasos de vino o una cena de confraternidad. El Ayuntamiento les dona un roble seco del monte público para que tengan combustible abundante y convivan alrededor del fuego.

El día de Navidad, 25 de diciembre, los componentes del Reinado se reúnen al toque de misa. Suelen llevar como distintivo un pañuelo al cuello o cruzado desde el hombro por el pecho y la espalda. El rey y el virrey llevan, además, sombrero.

A la hora oportuna entran en la iglesia con la bandera que lleva el abanderado. Parece obligado que se lo hayan comunicado al párroco, así como al alcalde. Terminada la misa, salen los primeros todos los mozos del Reinado, porque llega un momento importante: la elección de la reina.

Colocados en la parte exterior de la puerta de la iglesia la mitad a cada lado, en dos filas encabezadas por el rey y el virrey, mirando al centro, esperan la salida de las mozas que han ido a misa.

En no pocas ocasiones, dicen las «crónicas», las mozas que no suelen apetecer ser elegidas, se iban a misa a otro pueblo. Ante esa posibilidad que les haría difícil la elección, los mozos montan una vigilancia discreta.

La reina no siempre está elegida previamente, pero sí se ha pensado en alguna como posible candidata.

En el año 1947 tras una operación pintoresca de espionaje, la reina fue elegida en Castrillo, donde se había desplazado a oír misa con otras compañeras precisamente para no ser elegida.

Si todo se desarrolla normalmente, al salir la moza prevista, o la improvisada en su caso, el rey que tiene el sombrero puesto, se lo quita cortésmente y se lo coloca en la cabeza a la elegida reina. Suele haber una cierta resistencia, que se demuestra, algunas veces, rechazando el sombrero. Este acto está precedido y seguido del ¡Jijiji!. En caso de necesidad suele haber una negociación con la interesada y después con sus padres, que termina, casi siempre, con la aceptación de todos y total colaboración.

La misma ronda de canciones por todas las casas descrita para el día 24 se da el día 25, Navidad; el día 31 de diciembre, el 1 de enero, así como el 5 y 6, víspera y festividad de los Reyes, respectivamente.

Además del día de Navidad, como se dijo, los mozos del Reinado van a misa y al rosario a media tarde, con sus distintivos y la bandera, todos los días de fiesta antes citados.

A continuación del rosario, los días mencionados, van a la casa de la reina donde acude también la virreina. Después de allí parten en grupo hacia el lugar llamado el Baile, al lado del Castillo como se sabe, en la fachada sureste.

En la explanada que allí existe, al abrigo de la roca, se coloca el abanderado en el centro, sosteniendo la bandera. A uno y otro lado se colocan el rey y la reina. Junto a ellos los músicos rodeados todos por el público presente. Cuando están preparados, el rey y la reina bailan a la «seña» o bandera. Es una danza con ritmo de jota al modo castellano, sin que se conozca melodía propia. Terminada esta, el abanderado deja la bandera junto a la roca, en el lugar llamado la Cueva.

Inmediatamente después empieza el baile público, que se prolonga hasta una hora después de anochecer aproximadamente.

Desde el comienzo hasta el anochecer es tiempo hábil para que, aprovechando cualquier descuido de los del Reinado, los casados intenten arrebatar la bandera o algún objeto o prenda personal preferentemente a la reina. Si logran introducirla en la taberna, los mozos del Reinado tienen que pagar un litro de vino o algo equivalente, que los casados saborean con fruición. Naturalmente, los del Reinado, tienen derecho, y lo ejercen, a impedir ese rapto, por lo que además de vigilancia permanente, corren tras los casados a toda velocidad, en caso de que estos hayan conseguido presa, para recuperarla a tiempo.

Así pasan la tarde en animado baile, en el que participa como actor o como espectador la mayor parte del pueblo.

Finalizado el baile, el rey y el virrey acompañan a la reina y virreina a sus respectivas casas.

A la hora de costumbre, comienza, como se ha dicho, la ronda de canciones por todo el pueblo.

El día de Reyes, último día del Reinado, después del baile de la «Seña», tiene lugar la carrera de garrochas. Son estas dos astas de un metro de longitud aproximadamente que terminan en uno de los extremos en un abultamiento en forma casi esférica de unos diez centímetros de diámetro.

La reina y la virreina se trasladan al Alto de Sancirbián con la bandera que mantienen enhiesta. El rey con la mitad de sus «muchachos» y el virrey con la otra mitad, compiten en velocidad y fuerza por un recorrido previsto. El recorrido se hace desde el Baile al Rollo, Plaza Antigua, Sancirbián, escuelas, el Baile. Este es el recorrido del rey. El virrey hace el mismo en sentido inverso. Preparado el rey y el virrey en el Baile, y los demás mozos del Reinado en dos grupos colocados estratégicamente en el trayecto descrito, a una señal convenida, lanzan al siguiente la porra con toda la fuerza. Este la recoge cuanto antes y la lanza al siguiente. Ha de llegar hasta el lugar donde se encuentran la reina y la virreina con la bandera y regresar por el otro trayecto hasta el Baile. El equipo ganador, el primero que llega, tiene la satisfacción del triunfo.

A continuación comienza el baile que se prolonga hasta la hora ordinaria, como se ha dicho. Terminado este, los mozos del Reinado acompañan a casa a la reina y a la virreina, se despiden y finaliza el Reinado.

El día de Año Nuevo la reina invita a comer en su casa a la virreina, al rey y al virrey. Terminada la comida, acuden también los demás mozos del Reinado a los que invitan a café y copa.

A su vez, los del Reinado invitan a comer el día de Reyes a la reina y a la virreina.

El reinado efímero se disuelve y queda el rescoldo de la tradición en cada hacinense para ser reavivado por otro grupo entusiasta que tome el relevo en una sucesión de siglos y generaciones[14].

Además de su complejo factor etnográfico, en lo que respecta a su parte musical cinco melodías dan soporte a seis letras que cubren los diferentes momentos y circunstancias de la celebración anteriormente descritos. Una de ellas, llamada en Hacinas «entradillas», pero conocidas en el mundo musical como «villancicos glosados», es de especial valor. Fueron categorizados por José Manuel Pedrosa y Marguit Frenk, catedrática alemana de la Universidad de México y presidenta de la Asociación Internacional de Hispanistas, como los únicos villancicos glosados vivos que creían desaparecidos desde 1903, cuando se interpretaron por última vez en Marmelete, pequeño pueblo del Algarve portugués. Se trata de una forma de versificar de los siglos xiv y xvi, ya desaparecida[15].

Valgan las siguientes estrofas como muestra de las tres tipologías de versos que en las rondas del Reinado de Hacinas se dan cabida:

Entradillas

A la reina:

Recuerde la reina amores

que vien sus embajadores.

Recuerde la reina amores

dos horas antes del día,

que vien sus embajadores

a calzarla y a vestirla.

A calzarla y a vestirla

recuerde la reina amores

dos horas antes del alba,

que vien sus embajadores

a vestirla y a calzarla.

A vestirla y a calzarla

recuerde la reina amores

que vien sus embajadores.

Al señor alcalde:

Esta casa es de palillo

y está fundada en el aire.

Esta casa es de palillo

y la puerta da a la calle,

donde está la gallardía

y la vara del alcalde.

Y la vara del alcalde

esta casa es de palillo

y está fundada en el viento

donde está la gallardía

y la del Ayuntamiento.

Y la del Ayuntamiento,

esta casa es de palillo

y está fundada en el aire.




Canción central-melodía

Cristalina, dama hermosa:

Cristalina, dama hermosa,

hija de padres honrados,

te venimos a cantar

estos tus enamorados.

Estos tus enamorados,

cara de luna serena,

te venimos a cantar

en esta que es Noche Buena.

Esta noche es Noche Buena

y bueno mi pensamiento,

mejor sería, señora,

si lograra lo que intento.

Lo que yo intento, señora,

es el casarme con vos.

Eso será si tú quieres,

primero si quiere Dios.

Quiera Dios, hermosa dama,

que tu talle y hermosura

conmigo se haya juntado

por orden del señor cura.

Por orden del señor cura

conmigo te hayas juntado,

y, si conmigo no quieres,

aquí vengo acompañado.

Aquí vengo acompañado,

hermosa, de muchos mozos.

Nos tienes embelesados

con esos hermosos ojos.

Con esos hermosos ojos

y esas arqueadas cejas

y ese cantar tan sonoro

a todos nos embelesas.

Embelesados nos tienes

y nos tendremos que ir.

A muchas hay que cantar,

con todas hay que cumplir.

Con todas hay que cumplir,

a muchas hay que cantar.

Si tú te casas conmigo,

los demás han de buscar.

A buscar doncellas vamos,

doncellas de nuestro agrado,

y tú eres una de ellas

de las que yo he señalado.

Señaladita te tengo,

te llevo en el corazón.

Mañana por la mañana

tú me darás la razón. (bis)




Despedidas

A una moza:

Despedidas a la niña

no se las sabré yo dar

para que no me despida

cuando la venga a buscar.

Despedidas a la niña

no se las sabré decir

para que no me despida

cuando la venga a pedir.

Una despedida basta

para dar gusto a la niña,

una despedida basta

y no tanta despedida.

Una despedida basta

para dar gusto y contento,

una despedida basta

y no tanto cumplimiento.

Una despedida basta

para dar gusto al amor,

una despedida basta

y no tanto reclamor. (bis)

Como se ha dicho, el Reinado se daba cita en el ciclo festivo de Navidad, en los doce días que van del día de Navidad al día de Reyes. Sin embargo, en la actualidad el despoblamiento, unido al diferente modo de vivir dichas fiestas navideñas, ha hecho casi imposible su realización en ese tiempo. El escenario natural del Reinado son las fiestas de Navidad, algunas de sus letras tratan sobre estas celebraciones, aunque su escenario no es imprescindible. Por ello, ya en los anteriores intentos de retomar la fiesta se fijó en verano. En este 2016, se decidió partirlo en dos bloques, los fines de semana anterior y posterior al 15 de agosto, logrando así un mejor entendimiento.

De este modo, la Ronda de San Andrés «casi» pasó a ser la ronda de San Aniceto de Nicomedia (el 12 de agosto) y no solo cambió la climatología del duro invierno al caluroso verano, sino que la Ronda no fue reveladora del secreto del Reinado: fue certificadora de lo que la noticia que se había propagado por las redes sociales y de boca en boca durante todo el verano. En los tiempos de Internet y la tecnología tampoco podíamos pretender otra cosa[16]. El festivo volteo de campanas anunció igualmente la fiesta, seguido con un pregón desde lo alto del campanario, como los de antaño, para mostrar la alegría y la singularidad del evento. Como colofón, una explicación de lo que esta costumbre era y es puso punto y seguido a la fiesta.

El sábado, una cena organizativo-festiva dio paso a las rondas que tiñeron el pueblo de un tiempo atemporal. Los mozos se unieron alrededor de las brasas para decidir en cónclave quiénes debían ser los máximos protagonistas de la fiesta. Se eligió al rey y este al virrey, no sin la ayuda de sus nuevos súbditos.

Al día siguiente se desarrolló la elección de la reina con la misma expectación y nerviosismo que se dio en tiempos pretéritos. Las mozas se atrincheraron en la salida del pórtico al atrio de la iglesia hasta que el rey y el virrey se hicieron paso entre ellas para poner su gorro a dos de las mozas entre el tumulto. La recién estrenada comitiva descendió acompañada por toda la localidad el empedrado de la iglesia para presidir una actuación del grupo del grupo de danzas «Santa Lucía» de la localidad, que completó el programa.

El segundo fin de semana, otra cena dio paso al segundo día de Rondas. Al día siguiente se desarrolló después de un vermut popular ofrecido por los jóvenes. Posteriormente, el tradicional baile de la bandera en la cueva del castillo adyacente a la iglesia y la carrera de garrochas pusieron fin al Reinado.

Como no podía ser de otro modo, no faltaron varias tomas de café en casa de la reina y de la virreina; además, se jugó a juegos autóctonos como la tuta y la calva con los mismos piques que siempre se dieron, acentuados si cabe por ser el Reinado. Destaca cómo los mozos iban vestidos de blanco y con pañuelos distintivos de la celebración, creando así una gran homogeneidad y aires de fiesta que dieron bonitos tonos al pueblo durante todos los días[17].

La pérdida de las costumbres en nuestros pueblos es algo que se podría definir como una gran plaga, pero bien es cierto que Hacinas ha sabido preservar y conservar sus costumbres. En palabras de Ortega y Gasset, «el progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino, al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor». Hacinas ha sabido conservar sus carnavales, canto de novios, enramadas o su Romería de Santa Lucía, consiguiendo mantener la esencia del ayer e incorporando las novedades que trae el hoy, logrando conservar esas costumbres muy vivas. Este Reinado no ha hecho sino unirse a esa lista y no solo es visto como una importante herencia etnográfico-cultural, sino que además se ve como un tema de identidad y no es raro ver a sus mozos o ya no tan mozos entonando sus canciones cuando se agrupan, ya sea en el pueblo o fuera de él, oír el «relincho» o usar la tonada de las coplillas del Reinado para crear otras más pícaras o burlonas. Al fin y al cabo, la tradición es eso, algo vivo. ¡Ji, ji, ji!



NOTAS



[1]Ángel Montenegro Duque y Jesús María Palomares Ibáñez (coords.), Historia de Burgos (Burgos: Caja de Ahorros Municipal de Burgos, 1985), 233-240.

[2] Julio Caro Baroja, El carnaval: análisis histórico-cultural. (Madrid: Alianza Editorial, 2006).

[3]Miguel Manzano Alonso, Cancionero popular de Burgos. Tomo I (Burgos: Diputación Provincia de Burgos, 2001), 283.

[4]Federico Olmeda San José, Folk-lore de Castilla o cancionero popular burgalés (Sevilla, 1903 - Reedición Valladolid, 2001).

[5] Manuel García Matos, Música y danza popular. Folleto: artículo encargado por Bruselas para la participación de España en la Exposición Universal e Internacional de 1958. Recogida en el libro: Artículos y aportaciones breves. Edición conmemorativa del centenario de Manuel García Matos. Recopilación y selección: Carmen García Matos, 2012.

[6]Federico Olmeda San José, Folk-lore de Castilla o cancionero popular burgalés (Sevilla, 1903 - Reedición Valladolid, 2001).

[7] Manuel García Matos, Música y danza popular. Folleto: artículo encargado por Bruselas para la participación de España en la Exposición Universal e Internacional de 1958. Recogida en el libro: Artículos y aportaciones breves. Edición conmemorativa del centenario de Manuel García Matos. Recopilación y selección: Carmen García Matos, 2012.

[8]Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Joan Corominas.

[9] María Isabel Jociles Rubio, Niños, mozos y casados a través de sus fiestas en La Rioja, (Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, Gobierno de La Rioja, 1992).

[10]Revista Amigos de Hacinas, núm. 143 (2014): 9.

[11] Mará Asunción Lizarazu de Mesa, Música popular tradicional en la provincia de Guadalajara: análisis del proceso de innovación y cambio cultural (tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Geografía e Historia. Departamento de Prehistoria y Etnología, 1991), 139.

[12] Antonio Aragonés Subero, Danzas, rondas y música popular de Guadalajara (Guadalajara: Inst. Marqués de Santillana, 1973).

[13] Mará Asunción Lizarazu de Mesa, Música popular tradicional en la provincia de Guadalajara: análisis del proceso de innovación y cambio cultural (tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Geografía e Historia. Departamento de Prehistoria y Etnología, 1991), 139.

[14] Abdón de Juan González, El folklore de Hacinas (Madrid, 1985), 45-52.

[15]Revista Amigos de Hacinas, núm. 60 (1993): 29.

[16] Santamaría, Diego. «El Reinado vuelve a Hacinas... para quedarse». El Correo de Burgos. 05/08/2016.

[17]Revista Amigos de Hacinas, núm. 153 (2016).



La fiesta del Reinado de Navidad en Hacinas (Burgos)

REY ANTON, Pedro

Publicado en el año 2016 en la Revista de Folklore número 418.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz