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Resulta una obviedad decir que una parte de las personas que participan en la tradicional costumbre de las procesiones de Semana Santa en España no realizan determinadas prácticas religiosas indicadas por la Iglesia Católica (como, por ejemplo, la misa dominical). Esta realidad plantea reflexiones desde diversas vertientes. Una es la sociológica, donde ya se han realizado interesantes análisis[1]. Otra, la histórica, y no podemos dejar de mencionar que un gran historiador como Antonio Domínguez Ortiz ya observó que algo similar sucedió en Andalucía en el siglo xix[2]. Otra más es la religiosa o, más específicamente, la eclesial, lo cual es natural, habida cuenta de que las autoridades eclesiásticas ven que algo que se entendía como práctica católica se va convirtiendo en otra cosa, una costumbre o tradición que cada vez tiene menos que ver con la religión y su vivencia[3], y no es extraño que en ciertos ámbitos clericales pudiese existir preocupación ante el hecho de que una parte de las personas que portan a hombros imágenes de simbología cristiana lo efectúen de una manera similar a la de, por ejemplo, quienes desde el Renacimiento encargaban o realizaban obras artísticas de temática mitológica, es decir, sin creer en lo representado. También existe otra vertiente, la etnohistórica, que es la que vamos a analizar.
¿Por qué, como indicamos en el título del presente artículo, nos fijamos en Inglaterra para nuestro análisis comparativo con España? Porque entendemos que hay elementos que sirven para la reflexión en la obra de José María Blanco White, conocido escritor andaluz de origen irlandés que vivió a caballo entre los siglos xviii y xix, el cual prestó una gran atención a temas religiosos de los dos países mencionados (lo que es natural si se recuerda que fue primero sacerdote católico y capellán magistral nada menos que en la bella Capilla Real de la Catedral de Sevilla[4], posteriormente clérigo anglicano y honorary fellow del Oriel College de Oxford[5] y, finalmente, unitario en Liverpool, ciudad en la que falleció). Fue un personaje de gran talla intelectual y John Henry Newman, clérigo anglicano antes que cardenal católico, coincidió con él en Oxford y expresó sobre el mismo una opinión tan positiva como la siguiente: «Es un hombre culto, ardiente, ingenioso, cordial, sencillo y piadoso»[6].
Como indicamos anteriormente, las procesiones de Semana Santa, en su evolución diacrónica, conservan formas religiosas externas, pero las prácticas y creencias religiosas católicas de los cofrades son cada vez son menores, al menos cuantitativamente. José María Blanco White hizo interesantes descripciones, en sus Letters from Spain – Cartas de España, de las prácticas religiosas de lugares como Sevilla, tanto de la Semana Santa como de otras festividades. Precisamente en relación con una de ellas, la Cruz de Mayo, escribe:
Como muchas de las fiestas de la Iglesia vinieron a sustituir los ritos paganos que los sacerdotes no podían abolir de otra manera, todavía tenemos restos del sagrado árbol de Mayo en las pequeñas cruces que los niños adornan con flores y ponen sobre unas mesas en las que arden velas compradas con los donativos recibidos de sus amistades.
He oído contar que en Cambridge los niños visten una figura llamada la señora de Mayo, que colocan también sobre una mesa, y piden dinero a los transeúntes. La diferencia entre esta costumbre y su análoga española se deriva probablemente del hecho de que en un país ha prevalecido el árbol de Mayo, y en otro, la Maya. La figura de la Virgen María, que la Reforma convirtió en una muñeca sin nombre, tomó el sitio de la última, en tanto que la cruz fue empleada para desterrar al primero. Creo que las grutas iluminadas hechas de conchas de ostras para las que piden por las calles los niños de Londres son los restos de algún símbolo católico que en su día sustituyó a otro ídolo más clásico. En Londres me sorprendió la semejanza del alegato que los niños de ambos países recitan para pedir dinero[7].
Sin entrar ahora en el tema, tan interesante, de la cristianización, lo cierto es que esta cita muestra cuestiones como, por ejemplo, que algunas tradiciones (o elementos externos de las mismas) perduran diacrónicamente pero cambiando su significado religioso; asi, lo que era pagano (en el sentido de precristiano) pasa a ser cristiano; lo que era católico pierde, en un país anglicano, su carácter original.
Siguiendo la línea de análisis comparativo que hemos visto en la cita anterior de José María Blanco White, de similar manera a las procesiones de Semana Santa en España que van perdiendo su esencia religiosa católica, una arraigada costumbre originada en el siglo xvii como es la de Guy Fawkes Night, en origen esencialmente anticatólica, ha ido evolucionando de tal modo que para muchos participantes ya no tiene tal carácter, hasta el punto de que no pocos católicos ingleses participan en la celebración[8].
Las formas de expresión y de vivencia de las creencias religiosas cambian. Es normal. A veces, de forma considerable. Por citar un solo ejemplo, cuando Thomas Becket fue asesinado en la catedral de Canterbury se vio que su cuerpo tenía «pediculorum multitudo», una multitud de piojos, «y los monjes se dijeron unos a otros que el martirio a espada era más tolerable que ese otro martirio continuo»[9]. Se entendía como algo admirable ese voluntario y premeditado descuido en el aseo por la molestia corporal que le ocasionaría. En el cristianismo del siglo xii aquella mortificación se veía positivamente. Hoy nada de esto se percibiría así. Pero la cuestión es que tanto la «descatolización» de las procesiones de Semana Santa como la pérdida del carácter anticatólico de la costumbre de Guy Fawkes Night tienen su raíz en un proceso común: la pérdida de influencia social de la religión en las sociedades de Europa Occidental. La constatación de esto se refleja de diversas maneras y, por citar solo una, cabe recordar los cientos de redundant churches que ha habido en Inglaterra en los últimos años o las no pocas casas religiosas de diversa índole que han ido cerrando en España, utilizándose una parte de ellas para otros usos (centros culturales, residencias de ancianos, etc.).
Tempora mutantur. En definitiva, algunas costumbres permanecen en su forma externa pero variando diacrónicamente tanto las razones para participar en ellas como su percepción y su efecto en la sociedad, algo a lo que el estudio de folklore ha de prestar singular atención.
NOTAS
[1] Por ejemplo, PEDRO GARCÍA PILÁN, «Tradición católica y ritual festivo: secularización y metamorfosis de lo sagrado»: Sociología Histórica, 11 (2021) 9-41,
[2] ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ, España, tres milenios de historia, Madrid 2004, p. 280: «La práctica religiosa, ya no obligatoria, descendió en cuantía variable, menos en las clases altas y medias que en las bajas, menos en el norte que en sur. En Andalucía la población campesina empezó a desertar de la misa dominical, aunque se mantuvieron las manifestaciones de religiosidad popular con un contenido más folklórico que auténticamente religioso. Y este proceso no hacía más que comenzar.» Esto lo escribió Antonio Domínguez Ortiz en referencia al siglo xix, cuando España estaba pasando del Antiguo al Nuevo Régimen.
[3] A modo de muestra, citaremos un texto escrito por un sacerdote que ocupó importantes cargos en la Diócesis de León:
Pero no podemos ser ilusos que ignoran que la identidad de nuestras Cofradías y Hermandades corre el riesgo de diluirse entre los criterios e intuiciones dominantes en la posmodernidad, el relativismo, la superficialidad y la nesciencia de lo nuclear de este fenómeno. Para que se mantenga su genuinidad, habrán de permanecer fieles al origen y a la evolución histórica propia. Es cierto. Pero también han de saber acomodarse a los tiempos actuales. […] No es negociable (sin dejar de lado nuestra debilidad de mente, corazón y boca) la exigencia de que los cofrades […] que ya tengan uso de razón, sean gente de calidad humana, personas cabales, buenos ciudadanos y ejemplares miembros de sus respectivas familias, que lleven en su equipaje las virtudes de la hondura y de la solidez en cuanto a su fe cristiana.
-ANTONIO TROBAJO DÍAZ, »En la cocina cofrade»: La Nueva Crónica (25/03/2018)-.
[4] DORIS MORENO, La invención de la Inquisición, Madrid 2004, p. 116.
[5] TOD E. JONES, The Broad Church. A Biography of a Movement, Lanham 2003, p. 62: «Blanco White, who was made an honorary fellow of Oriel in 1826.»
[6] JOSÉ MORALES MARÍN, Newman (1801-1890), Madrid 1990, p. 43.
[7] JOSÉ MARÍA BLANCO WHITE, Sevilla (1801). 2ª parte de Cartas de España, Madrid 1991, pp. 76-77.
[8] THEO HOBSON, «It´s time that Guy Fawkes is cancelled»: Catholic Herald (5-XI-2021): «Most Bristish Catholics have never felt excluded by the tradition. We just saw it as part of English culture, and didn´t feel at all bothered by it», says one of my Catholic friends who grew up in the 1970s…».
[9] DAVID KNOWLES, Thomas Becket, Madrid 1980, p. 216.