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Guitarras y guitarricos,
panderetas y zambombas,
los hierros y las postizas
y villancicos y coplas[1].
Introducción
Las postizas son un instrumento de percusión utilizado para acompañar el baile y la ejecución de piezas musicales representadas en Murcia por las seguidillas (con todas sus variantes), los fandangos y la jota. Si analizamos la clasificación organológica de los instrumentos tradicionales (cordófonos, aerófonos, membranófonos e idiófonos), encontraremos el grupo de los idiófonos, instrumentos percutidos, entrechocados, punteados, frotados y sacudidos, los cuales producen el sonido debido al material con el que están construidos, en este caso la madera.
Dentro de la clasificación de los instrumentos idiófonos aparecen:
- Postizas
- Almirez
- Botella de Anís
- Triángulo
- Castañeta
- Campana y Campanillas
- Platillos
La postiza (con un amplio amalgama de variantes y denominaciones) es uno de los instrumentos de percusión más extendidos en la Península Ibérica. Idiófono entrechocado cuyo sonido se produce al chocar dos piezas cóncavas y ahuecadas de madera atadas a una pequeña cuerda en las manos. Las postizas son un instrumento musical utilizado por los bailaores para llevar el ritmo de sus mudanzas o empleado simplemente para acompañar una pieza musical cantada o sorda[2]. Con el paso del tiempo, las postizas evolucionaron en su forma, ya que, tradicionalmente abundaba un tipo de postiza más pequeño que el actual. Este pequeño instrumento, también podía adornarse con cintas de colores o pompones, a gusto personal del propietario.
De igual forma, la postiza fue usada como elemento de percusión en la pandereta. En muchas ocasiones, los músicos encargados de tocar este instrumento membranófono le ponían cintas de colores, cascabeles y una postiza atada a la misma, con la intención de obtener su sonido al entrechocado de los dedos en la membrana. Sin duda alguna, era un recurso sencillo, imaginativo en el que se obtenían dos sonidos interesantes durante la ejecución de jotas, parrandas, malagueñas o cantos de aguilando durante el tiempo navideño.
La presencia de las postizas elaboradas por los maestros posticeros[3] ha conseguido perdurar a eternas visicitudes, en nuestros días, grupos de ritual festivo (cuadrillas o auroros) y agrupaciones folklóricas (peñas huertanas, grupos folklóricos o rondallas), siguen empleando las postizas para acompañar el baile y las músicas tradicionales de la Región de Murcia. El arte de posticear hace alusión al «acto de tocar las postizas», una definicion recogida[4] en 1919 por Alberto Sevilla en su imprescindible Vocabulario murciano.
Estado de la cuestión
En cuanto al análisis del Estado de la Cuestión, destacaremos el creciente interés que durante las últimas décadas esta suscitando la recuperación y puesta en valor de todo lo relacionado con las fiestas populares, tradiciones, patrimonio inmaterial, etc., no solo en la Región de Murcia, sino en lo que respecta a toda la geografía española, ya que son cada vez más los testimonios de fiestas y ritos que a través de la UNESCO son declarados patrimonio inmaterial de la humanidad, o el recibimiento de fiesta de interés turístico regional, nacional o internacional[5].
Hasta el momento, en la comunidad científica, existen escasas publicaciones que de forma global aborden el tema objeto de esta investigación. A lo largo de la historia se han ido publicando pequeños escritos, comentarios sobre el arte de las postizas, su elaboración por los maestros artesanos o la historia del instrumento, pero siempre a falta de realizar un documento que aglutine la historia y determinados aspectos etnográficos del propio isntrumento.
Para analizar el estado del arte se ha consultado la literatura científica sobre el tema, de modo que ha sido preciso una amplia y profunda búsqueda de fuentes. Las tesis doctorales que hay recogidas en Tesis Doctorales en Red (TDR), la página web de TESEO del Ministerio de Ciencia e Innovación y las recuperadas en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Para ello se han realizado búsquedas en TDR (Tesis Doctorales en Red), para conocer el número de tesis publicadas sobre folklore. TDR es un repositorio cooperativo que contiene, en formato digital, las tesis doctorales leídas en las universidades españolas. A través de este repositorio se pretende difundir, por todo el mundo y a través de Internet, los resultados de la investigación universitaria. Son las propias universidades que participan en TDR. La consulta de las tesis es de libre acceso y a texto completo. La integridad del texto se garantiza también mediante las opciones de seguridad que incorpora el formato de almacenamiento utilizado: PDF. Tras la consulta realizada en este repositorio el resultado obtenido ha sido parcialmente negativo, obteniendo cinco aciertos relacionados con la materia. También se han consultado las tesis doctorales en Teseo, base de datos referencial con la información de las Tesis Doctorales desde el año 1976.
A) Tesis doctorales
Algunas de las tesis doctorales más representativas que forman parte de nuestro estudio son:
Luna Samperio, Manuel. Cuadrillas y hermandades de ánimas en el sudeste español. Universidad de Murcia. Murcia. 2000.
La preocupación por parte de algunos científicos sociales en dar explicación a los avances y deterioros de lo que se ha dado en llamar «sociedad civil» en los países desarrollados, nos ha permitido conocer la Actividad de muchos colectivos humanos que, asociados bajo una multiplicidad de signos, religiosos o laicos, matizan y dan forma al entramado del conjunto social. El crecimiento del asociacionismo es un fenómeno de alta significación en el ámbito de las sociedades complejas, que viene a integrarse en el ámbito de la organización social, ubicando su espacio vital ente las instituciones del Estado y los grupos domésticos y familiares, acercándose a unos u otros según los casos. Las cuadrillas son unos grupos de músicos vinculados a rituales festivos de ampliar raíz histórica, con unos comportamientos y repertorios musicales similares, que habitan en el Sureste de la península ibérica. Sobre esta perspectiva y la que comporta el concepto de cambio cultural en antropología, se explica que la vida de nuestras cuadrillas actuales, a pesar de operar con elementos rituales y organizativos de marcado matiz laico, hereden buena parte del ornato que acompañó desde el siglo xvii a las Cofradías de ánimas y todo su continente de actividades, representaciones iconográficas y simbólicas, en relación con la doctrina católica del Purgatorio. Como rasgo distintivo, las cuadrillas poseen una marcada filiación cultural a los modos de vida campesina. Esta perspectiva será una de las claves a la hora de interpretar las maneras de la fiesta y los lenguajes propios de sus rituales, bailes y cantos. El profesor antropólogo Manuel Luna, fue de los primeros investigadores en hablar de los instrumentos de cuerda y percusión empleados por cuadrillas y auroros.
Tomás López, Miriam. Diseño y construcción de un tesauro conceptual de folklore de la región de Murcia. Universidad de Murcia. Murcia. 2003.
Se crea una herramienta de control terminológico que permita indizar y buscar la información pertinente relacionada con el folklore murciano. Para ello se ha procedido al diseño y construcción de TEFOLKMUR, un tesauro conceptual de folklore de la Región de Murcia. Los objetivos se han centrado en el desarrollo del Trabajo tomando al usuario como elemento activo del proceso. La recopilación terminológica se ha llevado a cabo a partir de fuentes originales (tradición oral y protocolos notariales) y fuentes documentales impresas e inéditas. Se ha utilizado metodología de carácter mixto: investigación cualitativa y experimental de carácter lingüístico o cognitivo. Como resultado se ha obtenido un tesauro estructurado en ocho familias generales: vestuario, instrumentos musicales, cancionero, comarca de la Región de Murcia, juegos infantiles, manifestaciones de folklore y oficios populares. Cada una de estas familias se ha subdividido en categorías más concretas, llegando al grado de especificidad requerido para la comprensión del árbol conceptual del tema de la Tesis. El Tesauro Conceptual de Folklore de la Región de Murcia forma una primera fase para que eruditos y profesionales puedan usar esta herramienta terminológica para recuperar, analizar y construir documentación relacionada con su actividad, es un trabajo de investigación instrumental, punto de partida para otras investigaciones.
B) Repositorios institucionales
Los artículos de revista encontrados en DIALNET aportan una rica bibliografía para la realización del presente ensayo. Aparecen artículos relacionados con la temática a tratar en el tiempo de Navidad abordando el origen de las cofradías en Murcia a través del estudio de Abad[6]; los auroros de la Huerta de Murcia, por Flores Arroyuelo[7] y Tomás Loba[8], grupos peculiares de la Huerta de Murcia con un ritual navideño peculiar; el ciclo festivo de la Navidad y los rituales de Inocentes, abordado por García Martínez[9] y Luján Ortega donde se estudia todo lo relacionado con la fiesta de locos y rituales de inocentes; la organología popular utilizada por las agrupaciones de música tradicional en la Región de Murcia, un interesante trabajo abordado por estos autores[10], nuevo y renovador realizado en el año 2007, así como estudios de los diferentes Autos de Reyes Magos que Trapero[11] elabora cuidadosamente, o las letras populares interpretadas en este tiempo de Navidad, trabajo desarrollado por Travel Montoya[12]. Entre los trabajos efectuados por Luján Ortega y García Martínez, destaca el catálogo[13] producido de la exposición Legado Instrumental en el Sureste, un interesante trabajo donde las postizas fueron protagonistas. En relación al instrumento musical que estamos abordando (las postizas), cabría reseñar los últimos trabajos[14] publicacos sobre el tema «las postizas en la Región de Murcia: Técnicas y toques», redactado por el profesor de baile tradicional Miguel Ángel Montesinos. De igual forma la Exposición «marcando el baile» una muestra fotográfica y documental efectuada por Joaquín Zamora, Carmen María Martínez Salazar y Clara Alarcón, con el objeto de reivindicar la importancia de este instrumento en la música tradicional murciana. Por último hablamos de la reciente publicación sobre la presencia de la mujer en la tradición oral de la Región de Murcia. Los documentalistas María Luján y Tomás García, realizan un pormenorizado estudio en la obra «La Voz de la Mujer en la Región de Murcia» (2023) y por ende sobre el instrumento de las postizas.
Las postizas
Sí analizamos las fuentes documentales, podremos comprobar como las postizas aparecen asociadas a los festejos y a los bailes populares acontecidos en el territorio de la Región de Murcia. De igual forma, se hace alusión a su construcción, a través del oficio desempeñado por los posticeros, ubicados en barrios obreros y artesanos de la ciudad de Murcia. La prensa histórica, los cancioneros musicales o los relatos de viajeros, constituyen una fuente de información primordial para estudiar y analizar la presencia de este instrumento musical utilizado por músicos, bailaores y grupos de ritual festivo: cuadrillas.
El profesor de música Julián Calvo editaba en el Semanario murciano[15] un artículo dedicado a una de las costumbres huertanas admiradas por propios y extraños, así como de las distintas clases de la sociedad «El Baile». La intención de dicho artículo pretendía mostrar la importancia de la música y el baile para aquellos huertanos de la Murcia del siglo xix «sabido es que sus cantares son de una antigüedad remota y que las Parrandas, las Malagueñas murcianas, el Paño y otros se encuentran en el mismo ser que la tradición se los legara, debiendo tener presente que estos destellos de la inspiración popular no han sido alterados ni en sus marchas tonales, ni en lo marcado en sus ritmos. No sucede con los cantares de la huerta de Murcia lo que, con los Zorzicos, las Jotas y Rondallas aragonesas y con las Malagueñas andaluzas, cuyos preciosos cantos han dado lugar a miles de composiciones de igual género y carácter. Mucha es la afición que estos hijos de la Agricultura tienen a la música, no siendo menos su pasión por el Baile, Las Torrás, el Bolero (según su usanza) y el Zángano; siendo este más común en el campo de Corvera». De esta forma Calvo indica algunos géneros musicales extendidos por Murcia entre los que se encontraba Las Torrás (enmarcadas hoy día en La Mancha), El Bolero y el Zángano (localizado en el campo de Corvera), sin olvidar Las Parrandas, que a juicio de Calvo «pueden ser bailadas por una, dos, tres o más parejas (llegando a veces a más de veinte). Siendo de una, no varían de puesto los hombres, más cuando es de dos en adelante, al iniciar la copla, ellos dan la vuelta por la espalda de su pareja viniendo a colocarse frente a su contraría, empezando el baile en ese momento y en esa forma». Observamos una descripción precisa sobre el desarrollo de un baile de parrandas, lo que nos lleva a pensar que Julián Calvo presenció o le informaron de dicho ritual para realizar la descripción del mismo.
Tras la interpretación de varias coplas se formaba una tanda, tras la ejecución de varias tandas, se concluía el proceso con el cante del Retal «se cantan tres coplas haciendo una ligera suspensión el que toca, de una a otra; el mozo mudase a cada copla en la forma ya indicada, y a manera que se bailan las Mollares (danza andaluza) o Manchegas, al terminarse las tandas de esta clase de baile se canta el Retal que se baila brincando». La música de este baile en la huerta, era bulliciosa y animada, empleándose solo la guitarra, o con guitarros o timpliquios, la bandurria o el violín. Instrumentos musicales que unidos formaban rondalla o cuadrilla para la fiesta. Pero detengámonos en la apreciación de «empleándose solo la guitarra», es decir, la posibilidad de estar acompañado de guitarros, bandurrias o violines no era usual, por lo que una guitarra o un guitarro, bastaban para hacer fiesta.
Las coplas, indica Calvo, eran cantadas por algún trovador o se alternaban «según el interés de los Cantaores». En el campo (¿hace distinción entre huerta y campo?) se usan unas parrandas llamadas del uno, del tres y del medio; diferenciándose entre sí algún tono en que las tocan y los falsos que hacen (así llaman a las ligeras modulaciones que introducen); siendo su carácter más grave, y por lo tanto el baile un poco pausado, por lo que se les conoce con el nombre de las Pesadas. Las Seguidillas, Torrás y el Bolero, los bailan solo una pareja en la forma que las Parrandas y con los mismos instrumentos.
En el artículo dedicado al baile menciona las malagueñas, bailadas por una sola pareja y «generalmente son a cansar», relevándose en ellas los mozos en muchas ocasiones. Dicha pieza requería para su interpretación los mismos instrumentos musicales que para las parrandas. Así Calvo, alude a las seguidillas, torrás o el bolero «los baila una pareja en la forma que las parrandas y con los mismos instrumentos». Y es que la música en la Huerta era imprescindible para el baile, los huertanos cantaban sin acompañamiento en el trabajo, durante la trilla, la siega, en las fábricas de seda o hijuela, en las conserveras, etc. Para el huertano, la música era fundamental para ejecutar un baile. En la descripción que Julián Calvo hizo sobre los instrumentos musicales menciona las postizas, usadas en los citados bailes «siendo estos pequeños instrumentos de boj, palo santo o marfil; sabiendo la generalidad de las jóvenes, sacar primorosos efectos de ellas».
Las fiestas tradicionales efectuadas a lo largo del calendario anual, estaban repletas de bailes sueltos organizados de forma libre o con motivo de algún acontecimiento concreto: Inocentes, Reyes o Santo Patrón. De esta forma, la organización y celebración de los bailes de inocentes acontecidos a final de año, tenían lugar en casi todos los pueblos de la huerta y el campo de Murcia, En ellos, hombres y mujeres mostraban su maestría en el baile, tal era el caso de Vicenta Ortín Agustín (Guadalupe, 1848 - 1935) la cual contrajo matrimonio con José Castaño Plaza (La Ñora, 1848 - 1917). Vicenta fue conocida por tener habilidad en el toque de las postizas de forma magistral a la vez que bailaba las malagueñas y las jotas murcianas[16].
En la España del Romanticismo, los maestros de música seguían componiendo obras musicales. Músicos como Mariano Esbrí creaban seguidillas obtenidas del pueblo, para interpretarlas en cafés, casinos y teatros[17] «en el concierto que mañana noche tendrá lugar en el Café Oriental, se ejecutarán la gran sinfonía del Dominó Negro y unas Seguidillas de D. Mariano Esbrí, con acompañamiento de panderas y postizas». El Café Oriental de Murcia era punto de encuentro para los murcianos capitalinos, provistos de sus mejores galas acudían a presenciar las actuaciones musicales, para esta ocasión una interesante propuesta era llevada a las tablas de dicho espacio, unas seguidillas con acompañamiento de panderas y postizas, dos instrumentos presentes en los bailes populares de parrandas y malagueñas. De esta forma podemos ver como la utilización de las postizas empleada en los bailes populares de la huerta y el campo de Murcia, se usaba de igual forma en los ambientes cultos de la sociedad.
Sin duda alguna, las descripciones aportadas por los viajeros ingleses, franceses o daneses, son de relevada importancia, ya que describen puntos de vista no comentados en otras fuentes documentales como la prensa escrita del momento. El célebre escritor danés Hans Christian Andersen realizó un viaje por varias regiones españolas entre septiembre y diciembre de 1862. El viajero anotó[18] en su cuaderno de viaje la presencia del baile por seguidillas y el sonido producido por las postizas «tan solo en las calles y en los zaguanes de las casas, en Murcia y Cartagena, había escuchado el repiqueteo de las castañuelas y visto bailar boleros y seguidillas, por cierto, con una gracia que rayaba en pasión». Datos interesantes los mostrados por Hans, ya que en 1862 documenta la presencia del baile bolero y las seguidillas en la zona de Murcia y Cartagena.
A finales del siglo xix, la corriente romantica de Murcia hizo renacer concursos de bailes populares, construcción de barracas, celebración de bandos de la huerta, etc. Dentro de aquella corriente, en los barrios de la ciudad de Murcia se celebraban «bailes de la Huerta» junto a las barracas levantadas ex profeso[19] «en la puerta del postigo de la barraca de la exposición, se celebró el domingo en la tarde el baile de la Huerta, que alegró aquel recinto con el repiqueteo de las castañuelas y el rasgueo de la guitarra de los aires populares del pais». En aquellas reuniones organizadas por los mayordomos de las fiestas o autoridades de la ciudad, acudían músicos de la huerta de Murcia con sus instrumentos de cuerda, junto a ellos los bailaores y bailaoras, dispuestos a ejecutar las mejores piezas de su repertorio.
Para la Feria de septiembre[20], en los puestos y casetas se instalaban vendedores ambulantes y artesanos de todo tipo. Los huertanos y huertanas que visitaban la ciudad hacían acopio de útiles y alimentos. La venta de postizas era un clásico, como de otros instrumentos musicales (guitarros, guitarrillos, guitarras), ya que los mozos tenían por costumbre invitar a su pretendida a un refresco, comprarle un abanico florido o unos sonorosos pares de postizas «el día de la Virgen vino a la feria mucha gente de la huerta, pero no en aquel número, ni en aquella bizarra confusión de otros años. Como están, en tantos partidos, dados a la quinina... no están para fiestas. De esto nos acordamos anteanoche, viendo una caseta donde solamente venden postizas de todas clases y tamaños. Las postizas, o castañuelas, alegran el baile, y con el baile todo un partido, cuando en el resuenan con su picante repiqueteo».
En el Plano de San Francisco habían ubicadas casetas de venta artesana y productos diversos. Los vecinos de las pedanías cercanas a Murcia acudían a realizar sus compras en los días de mercado. En algunos de estos puntos de venta, artesanos posticeros o comerciantes vendían postizas[21] «la pareja de orden público que hace servicio en San Antolín, detuvo a las tres de la madrugada de ayer a un individuo de la huerta a quien, al registrarlo por si llevaba armas, se le encontraron diferentes piezas de quincalla, como gemelos, navajas, etc., y entre ellas un par de postizas. Ayer mañana, cuando el dueño de una de las casetas situadas en el Plano, se disponía a abrirla, se encontró que habia sido robado. El autor, que era el mozo detenido pocas horas antes, por los guardias Benito García y José Bernal, ha sido puesto a disposición del juzgado de la Catedral, convicto y confeso».
A finales del siglo xix se organizaron muchas veladas artísticas, culturales y benéficas en honor a los murcianos. En el Teatro Romea de Murcia, un 8 de enero de enero de 1897[22] se celebró una velada artística y literaria en la que participaron diversos grupos y artistas de Murcia. En 5º lugar hizo acto de presencia un cuadro de costumbres murcianas, donde se bailaron las parrandas por distinguidas señoritas y jóvenes de la ciudad ataviadas con ricos trajes de la Huerta «sabemos que hay señoritas de esta ciudad y de sus pueblos de la Huerta, que por tener la función el objeto benéfico y patriótico que tiene, están dispuestas á vestir con los ricos trajes de las huertanas, hacerse rizos y moño de picaporte y bailar en fin las parrandas. Este popular baile que es de los que se van olvidando, es el más típico y característico de la Huerta de Murcia. es muy fácil, se baila el sólo, como tenga su oportuno acompañamiento de guitarra, bandurria, guitarro, violín y postizas». Sin duda alguna esta fiesta fue un alarde de costumbrismo murciano, repleto de signos caracteristicos del romanticimos de finales del siglo xix basado en: trajes de huertano, moños de picaporte, baile de las parrandas, etc. acontecimiento social y benéfico en el que los instrumentos musicales de cuerda y percusión fueron necesarios para desarrollar los bailes.
Mariano García fue maestro de capilla de la Catedral de Murcia. Durante su estancia en tan reconocida institucion religiosa compuso infinidad de obras musicales, siempre antendiendo a las melodías populares de Murcia (cantos de pasión, Navidad, melodías de parrandas o malagueña, etc.). En diciembre de 1897[23], presentaba en sociedad una de sus últimas obras en las que las postizas, los platillos, panderetas y otros instrumentos de cuerda, estaban presentes: «la que para los días de esta Pascua ha compuesto el inteligente Maestro de Capilla, nuestro amigo D. Mariano García y que se cantará en la iglesia del Carmen, es de lo más apropiado y característico que se puede hacer en música para las fiestas de Navidad. Según un amigo nuestro que la ha oído ensayar, la obra lleva en su estructura el sello grandioso de su autor y aunque la sencillez domina en todas sus partes, su armonización es profunda y sus melodías muy agradables. Está basada en los cantos populares de este país, oyéndose, en medio por su carácter religioso, algo de las originales parrandas, aguinaldo, estrofas de la Pasión, y otros motivos de los que siempre ha cantado el pueblo en sus expansiones, glosado todo con acompañamiento de hierros, panderas y postizas». En esta línea de misas de Navidad, las monjas del convento de San Antonio de Murcia capital celebraban a finales de diciembre de 1889 una misa con motivo de la festividad de los Santos Inocentes. Para tal celebración a las voces se unió el acompañamiento de instrumentos musicales entre los que destacaban postizas, pitos y panderetas.
Dentro de las fiestas patronales conmemoradas en los pueblos de la huerta de Murcia, las de San Roque venían a representar otro de los momentos más esperados por los vecinos de los partidos de la Huerta. En esta ocasión hacía 1888[24] las noticias nos llevan a la localidad de El Palmar. Aquel año acudieron diversos grupos de mozas para bailar las parrandas y la malagueña «multitud de grupos formados por las mozas más garridas de nuestra huerta, bailando aquí y allá en artístico desorden colocados. Se bailó la clásica parranda de nuestra hermosa vega y la airosa malagueña, que, con su alegre repiqueteo de postizas y sentidos acordes de la guitarra, nos hacía recordar la bella Andalucía. Y es que aquí (aunque esté mal decirlo) hay gracia para todo el mundo, tratándose de nuestras paisanas inolvidables». Dentro del calendario festivo, las crónicas periodísticas relacionadas con las fiestas de San Roque de El Palmar eran un clásico. Las mozas de la huerta acudían a bailar parrandas y malagueñas al son de la guitarra.
La calle[25] de San José pertenecía a la parroquia de San Juan. En su momento (inicios del siglo xix) recibió la denominación de «San Antonio el Pobre», debido posiblemente a la presencia de una hornacina dedicada al Santo en la esquina de la calle Sociedad y Simón García. En la Calle de San José, que unía la plaza de dicho templo con la Ronda de Garay se produjo un artecado en agosto de 1890[26] «dos jóvenes llamados Jesús Céspedes (el Posticero) y Agustín Hernández Domingo, entre quienes existía cierta rivalidad, por cuestión de amores, se encontraron anteanoche en un baile que se verificaba en la calle de San José, y después de cambiar breves palabras se acometieron mutuamente, resultando el primero herido de dos tiros en el muslo izquierdo. Varios vecinos condujeron al hospital en una silla al Jesús Céspedes. Los agentes de vigilancia han detenido al otro contendiente». El apodado como «posticero» se vió enfrentado con un joven murciano durante un baile, espacio para la fiesta y para rendir cuentas los mozos, tal y como hemos podido comprar en el relato periodístico.
El maestro bolero Pedro Leandro impartía clase en algunos pueblos de la huerta de Murcia. De esta forma acudía al Reretive Garden (Espinardo) el 28 de noviembre, para mostrar su espectáculo con dos parejas de niños dirigidas por el mismo. Para dicho evento celebrado en el año 1897 interpretaron, según las noticias[27] periodísticas, bolero, malagueñas y otras danzas del país, todas ellas acompañadas con música de cuerda y castañuelas. La presencia de estos maestros de baile era una realidad a finales del siglo xix en los pueblos de Murcia, hombres que ofrecían su servicio académico de baile a niños y niñas de clase media – alta con la intención de enseñarles el repertorio básico de jota, malagueña, toreras, bolero y parrandas.
Para los actos[28] del Entierro de la Sardina de 1899, el Marques de Aledo conseguía reunir a las cuadrillas del canto de la aurora para que participaran en dicho festejo, junto a un grupo de huertanos, con la intención de salir bailando parrandas durante el desfile «el marqués de Aledo ha conseguido que las cuadrillas del Canto de la Aurora, pertenecientes al Cabezo de Torres y de Churra, entonen aquel típico y antiguo aire regional, así como el que los huertanos bailen las parrandas con sus vistosos trajes, contribuyendo a dar amenidad a los festejos». Noticia de relevada importancia documental ya que indica la presencia de auroros en las localidades de Churra y Cabezo de Torres, así como la exposición del baile de las parrandas representado por huertanos de Murcia. El Marqués de Aledo tenía por aquel tiempo posesiones de recreo, tanto en la localidad de Churra[29], como en la zona del campo. Concretamente la posesión ubicada en Churra era denominada «Lo Casas» y la ubicada en el Campo era la hacienda «El Escobar», una casa con oratorio en la que se oficiaba culto religioso y se hacían fiestas privadas con asistencia de músicos[30]. De esta forma podemos comprobar como a finales del siglo xix el Marqués de Aledo estaba relacionado con los cantores de la aurora de ambas localidades. Los Señores Marqueses eran muy queridos, sobretodo en el Cabezo y poblaciones cercanas, debido a los beneficios que realizaban a la población. Aquel Entierro de la Sardina fue especial, ya que desfilaron sobre una carroza alusiva a la obra María del Carmen, grupos de huertanos bailando parrandas[31] acompañadas de guitarras y postizas[32] «carroza María del Carmen iba presentada por algunos personajes del drama del inolvidable Feliú y Codina, con un esbozo de barraca y huertanos que bailaban parrandas con acompañamiento de guitarro y de postizas. ¡Lástima que esta carreta, tirada por un hermosísimo par de vacas, no hubiese ido más alumbrada». Lo que no sabemos es si esos grupos de huertanos que bailaron, serían los mismos pertenecientes a las cuadrillas del Canto de la Aurora de Cabezo de Torres y Churra.
Pedro Díaz Cassou[33] efectuó un importante trabajo a finales del siglo xix, entre sus publicaciones dedicadas a la materia objeto de estudio habría que mencionar el Cancionero Panocho, obra en la que indicaba que para captar la verdadera esencia de los cantos que recoge en notación musical, habría que escucharlos en el contexto apropiado «los maestros López Almagro y García López, profesores eminentes y murcianos entusiastas por su país, han hecho cuanto podían para notar musicalmente coplas y cantares; pero reconocen y declaran que no han vencido un imposible, e imposible era reducir a nota el acento, la expresión que imprime carácter en estos cantos populares.... Ni produce su efecto un canto de esta clase, escuchado fuera del medio que lo inspiró, y en el que naturalmente ha surgido. Ese canto con que el labraor entretiene sus impaciencias o el cogeor de hoja sus esperanzas, no impresionan en un salón; ni el canto de la trilla, cuando se le oye sin estar bajo la influencia del enervante estío murciano, y sin el acompañamiento del chascar de la mies y el chirriar de la cigarra». Notaciones presentadas a finales del siglo xix por Díaz Cassou de la mano de uno músicos que estaban «de moda» por aquel tiempo.
El siglo xx irrumpe con una obra[34] literaria y musical de gran importancia. A través de la Literatura popular murciana: el cancionero panocho: coplas, cantares, romances de la huerta de Murcia, podemos conocer un universo de coplas, romances, oraciones, melodías e interpretaciones históricas relacionadas con el folklore musical de Murcia. Un trabajo iniciado a finales del siglo xix por Díaz Cassou y López Almagro «estos nuestros queridos amigos y paisanos están escribiendo una obra que no solo ha de merecer la aceptación de muchos murcianos, sino también las de aquellas personas amantes de las tradiciones patrias». La obra en su origen, tal y como reflejó la prensa[35] de 1896 se tituló Coplas, cantares, romances y bailes de Murcia y su huerta, documento con 20 páginas de música. Díaz Cassou, con residencia en Madrid, sentía por aquel tiempo que los tradicionales cantos de Murcia y su huerta no podían quedarse sin música, de esta forma pensó en un murciano «que a su fama musical reuniese el cariño a la tierra y el recuerdo de todo lo que en ella hay de artístico y bello», así planteó a López Almagro dicho trabajo. Músico murciano a quien la Infanta Isabel, cuando fueron enviadas las dos figuras características de los huertanos realizadas por Sánchez Araciel, se le encargó el envío de instrumentos musicales del país y la escritura de algunos cantos. Con aquel material, y el perfeccionado a finales del xix crearon un cancionero literario – musical con cantos festivos y religiosos. Para Díaz Cassou «la producción de coplas en la huerta de Murcia es prodigiosa y continua; y como se las canta solo por dos aires, malagueña o parranda, no ayuda la especialidad de la música a conservar y recordar la letra, y se la reemplaza con igual facilidad que se la inventa y produce». Es decir, para el escritor murciano, los dos géneros para el cante eran la malagueña y la parranda «ya he indicado que las coplas se cantan por dos aires solamente: las cuartetas octosilábicas, por malagueña; las seguidillas, por aire de parranda, que es un alllegretto de tres por ocho y en tonalidad mayor». Unas parrandas formadas por un periodo musical de tres freses repetidas tres veces seguidas. Pedro Díaz Cassou (1843 - 1902) contó con la ayuda de los músicos Antonio López Almagro (1839 - 1904) y Mariano García López para incluir en su cancionero la notación musical de las parrandas. A colación de estas variedades, Cassou anotaba «pero como estas variedades de la parranda en el tono y movimiento más o menos tardo, no modifican el carácter y distintivo especial de la música, y por otra parte no tiene hoy, este canto, similar en otras localidades y en Murcia se va perdiendo, los Maestros, mis colaboradores (Antonio López Almagro y Mariano García López) han notado solamente las parrandas del uno y tres, poniendo en ellas un esmero especial». Sin duda alguna, en la clasificación realizada aparece un importante número de letras para ser interpretadas por el estilo de seguidilla parranda.
Las partituras que Pedro Díaz Cassou incluyó en su cancionero fueron realizadas por los maestros López Almagro y García López, profesores eminentes y murcianos encargados de transcribirlas musicalmente las coplas y cantares. En sus anotaciones Díaz Cassou hacía mención a la dificultad de reflejar en la partitura los elementos improvisados de los interpretes, así como el conflicto de reflejar en el pentagrama[36] todo aquello que existía a la hora de su interpretación: cantares, sonido ambiente, sentimientos, melismas, etc. En este caso sobre las parrandas indicaba «¡y no digamos de unas parrandas sin guitarra ni postizas!», y es que en las notaciones musicales por lo general no se documentaban ninguno de estos dos instrumentos, salvo excepciones, ya que se armonizaba para piano y voz. Indicamos que no todas las obras documentadas en el presente trabajo son presentadas para piano y voz, la que en este cancionero se muestra, la denominada parranda del uno, «tal y como se ejecuta por la gente del pueblo para tenor, timple, bandurria y castañuelas», aparece con alguno de los instrumentos cordófonos de acompañamiento (timple y tenor), así como melódicos (bandurria); y el idiófono de las castañuelas. Por el contrario, la parranda del tres, se muestra solamente armonizada para piano y voz.
Esta parranda del uno, tiene varios patrones rítmicos. El de la introducción, es también el acompañamiento musical entre coplas, con alguna variación en la parte de las castañuelas.
Con motivo de las fiestas[37] acontecidas en el popular barrio de San Antolín del año 1902, los vecinos de la calle de Vidrieros organizaban entre el 31 de agosto y el 2 de septiembre festejos para honrar a su titular. La programación estuvo repleta de acontecimientos entre ellos la charamita, los bailes populares los juegos de sartén, cahcarros o lebrillo, fuegos artificiales, cucaña, etc. Gracias a la prensa histórica custodiada en el Archivo Municipal de Murcia podemos conocer aspectos de gran interés en la materia objeto de estudio, de esta forma el programa de fiestas remitido al Diario de Murcia apuntaba «por la tarde, gran concurso de huertanas, adjudicandose un premio a la que se presente con el traje más típico de la huerta, consistente en unas magníficas postizas, con grandes cordones de seda, valoradas en 30 pesetas, regalo de D. José Vidal Torralba, maestro posticero de dicha calle».
Era común la conmemoración de bailes populares con motivo de la festividad de la Cruz durante el mes de de Mayo, tanto en la huerta de Murcia como en el campo, de esta forma no lo atestigua la siguiente información publicada en El Liberal. 8 de mayo de 1909, «la tradicional fiesta de la Cruz va perdiendo cada año mayor número de adeptos. En el presente, apenas se ha bailado, según costumbre, en aquellos modestos recintos en que se colgaban los pañuelos de crespón y los rosarios de la vecindad, y en torno de una mesa, atestada de jarros con flores y lamparillas de aceite, se tocaba la guitarra y sonaba las postizas a compás de unas parrandas o malagueñas que eran bailadas por la gente moza. Las gentes de buen humor recorrían estas modestas reuniones y de esta manera se festejaba profundamente el día tres de Mayo».
Siguiendo el calendario festivo anual, con motivo de la festividad de San Antón, acontecía fiesta en el eremitorio de Nuestra Señora de la Luz. A mediados de enero del año 1900, los religiosos y fiestas de los contornos al Eremitorio «las fiestas populares se verificaron con gran regocijo. Bailándose mucho y cantándose más, todo al son de guitarras y postizas», y es que los vecinos de La Alberca, El Palmar, Patiño, Santo Ángel y Algezares tuvieron la costumbre de subir en romería al recinto religioso a rendir culto al Santo y bailar jotas y malagueñas[38].
El 11 de septiembre del año 1900 la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia, subía a su santuario con motivo del tradicional traslado en Romería conmemorado desde hace siglos. Aquella mañana «un gentío extraordinario» llegado de la huerta y el campo de Murcia, se unió a los vecinos de la propia ciudad, para acompañar a La Fuensanta. A su llegada al Santuario, cientos de personas la esperaban fervorosamente. La costumbre, hasta hace unas décadas, indicaba que se montaran tenderetes o pequeños campamentos familiares con lumbres para hacer el arroz y pollo. Los que allí se daban cita, se extendían por las inmediaciones del Santuario, debajo de una olivera, así como por el Eremitorio de La Luz, Santa Catalina o San Antonio El Pobre. La fiesta no podía faltar, así se dieron los «bailes de malagueñas con postizas y guitarras», interpretados por los músicos locales, vecinos inmediatos al entorno serrano. Las crónicas del Diario de Murcia[39] de aquellos días apuntan la ejecución de estos bailes al son de la guitarra y las postizas «después de almorzar fuerte, que es cuando más se brinca y repiquetea». La fiesta duró hasta caer la tarde en el que los tartaneros y propietarios de carruajes de Murcia, así como de la cercana Alberca, «echaron un gran día, pues no cesó en todo él el ir y venir por los caminos de Algezares y Santa Catalina».
En la noche del 3 de noviembre del año 1903 suceció un cruel encuentro entre el obrero posticero Jesús Vera Nicolás, 27 años de edad, domiciliado en la calle de la Yedra, y Rafael Martínez, de 42 años de edad. Ambos eran obreros posticeros del mismo taller, ubicado frente a la fábrica grandes de sedas. Las causas de la agresión fueron promovidas por rivalidades en el oficio, ya que ambos trabajaban juntos en el mismo taller y hacia algunos días Jesús Vera (maestro) despedía al agresor Rafael Martínez.
A pesar de los avances técnicos y científicos en la crianza de gusano de la seda, un sector determinado de la población huertana seguía poniendo su fe en el santo capuchino abogado de los gusanos de la seda: San Felix Cantalicio, con la intención que les echara su bendición y les librara de los males que acometían contra los gusanos. José Alegría, ilustre murciano, restauraba a principios de siglo xx, la Fiesta en la histórica ermita de Zarandona, situada el camino viejo de Monteagudo. Cientos de murcianos salían caminando por la Puerta de Orihuela a la ermita de Zarandona en la tarde del 5 de junio de 1904[40]. Música, pólvora y puetos de almendras con las tradicionales rifas, fueron la principal distracción para los vecinos de Murcia llegados a Zarandona. Al cabo de la jornada, la música y el baile tradicional estuvieron presentes: «antes y después de la procesión, mucho baile de malagueña. Los bailes, con el aquel del ese, es decir con mucha castañuela, mucho contoneo y un pisar tan firme de las mozas, que daba gozo».
Luís Orts[41] describe a principios del siglo xx un momento importante del baile, donde el lenguaje de los signos esta presente, en la secuencia mientras la bailaora unida a sus castañuelas sale a bailar con el mozo de turno, ésta interactúa a través de unas miradas con el cantaor: «...Sale a danzar una garrida moza, y , al abrir los brazos y mover las castañuelas, lanza el cantador su piropo, que ella agradece por medio de una sonrisa picaresca. Brota la improvisación sin artificio, con espontaneidad suma...». «...Entonces, cuando su mirada se cruza con la del bailador, por encima del hombro, y tiembla su busto y se enarcan sus brazos...».
En el Derecho Consuetudinario de la Huerta y Campo de Murcia (1912), tesis doctoral de Mariano Ruiz-Funes García[42], se describe la relación entre los mozos y las mozas de la huerta de Murcia «un medio de comunicación de los mozos y las mozas en la huerta son los bailes, que se dividen y varían en atención al instrumento que tocan en ellos. Los hay lentos y lánguidos, como la malagueña murciana, acompañada de un monótono rasgue de guitarra, y apasionados y graciosos, de viva movilidad, como las <<parrandas>>, bailadas al son de <<postizas>>». Observamos que una de las principales formas de relación eran los bailes en los que la malagueña murciana y las parrandas eran el hilo conductor.
Los maestros posticeros
Las postizas o castañuelas murcianas se rigen por las leyes de la madera, de las distancias, de las realaciones con los espacios e intensidades. Cada instrumento es un pozo de secretos donde el intérprete debe poco a poco descubrir y conocer. Las postizas son expresión del alma popular, un medio de comunicación y de acompañamiento empleado durante siglos por hombres y mujeres, son la raíz sonora de la esencia de un pueblo.
Las manos de los artesanos posticeros de Murcia elaboraron postizas a través de materias primas obtenidas de los árboles cercanos a su entorno: boj, el palosanto, jinjolero, olivo, etc. Las postizas se vendían en los talleres de los maestros posticeros, en las tiendas de música, puestos ambulantes o en las casetas de la Feria de Septiembre, dando prueba de la importancia que tenían entre los ambientes festeros.
Los registros periodísticos localizados para el trabajo que presentamos dan a relucir la presencia de algunos profesionales encargados de elaborar postizas, tal es el caso de
José Vidal Torralba, maestro posticero de la calle Vidrieros mencionado en el año 1902; Jesús Vera Nicolás, de oficio posticero, citado[43] en la Puerta de Castilla en 1903 y cuyo taller estaba situado frente a la fábrica de sedas; Rafael Martínez, posticero, aludido[44] en 1903, trabajaba en el mismo taller de Jesús Vera Nicolás. Por último cabría citar a Juan Céspedes Lozano, de oficio posticero, en la calle de la Frenería, mencionado[45] en el año 1959, desgraciadamente acabo con problemas mentales, retirado de su oficio a finales de los años 50 del pasado siglo xx.
Desde que existen las fiestas, el hombre efectuó algún instrumento musical para expresar sentimientos y emociones relativos al momento del año o al ritual representado. La postiza o castañuela fue un elemento esencial del folklore, con capacidad por sí solo para marcar los pasos, en muchas ocasiones creados por carpinteros. Para la elaboración de las mismas se necesita seleccionar una madera de jinjolero, consiguiendo arrancar con pequeños golpes de gubia y escofina una oquedad de superficie limada, mientras que su cara externa, a modo de concha, facilita el golpe reputado de los dedos.
En la Región de Murcia los ejemplos de artesanos dedicados a confeccionar este instrumento ha ido en completa decadencia. En los años 80 - 90 se podían encontrar algunos en las zonas de Lorca (Ginés Ibáñez, Pericales), Calasparra o Murcia (Lajarín Vidal, Manuel Gallego). Si hacemos balance en el presente, hablar de postizas es mencionar a Antonio Navarro «el postizas» residente en la pedanía huertana de La Arboleja. Antonio presenció en los años 80 la elaboración de las postizas en Lorca, y motivado por el interés producido, se puso manos a la obra hasta nuestros días. Tal y como indica Navarro, para la elaboración de unas buenas postizas se necesitan varios factores: buena madera, paciencia y un par de días. El trabajo con la gubia es fundamental para que la parte interior de la postiza sea perfecta y así podamos obtener buen sonido. De sus manos han salido miles de pares a lo largo de su vida, siendo la medida estandar de diez centímetros de largas y cinco centímetros de anchas.
Manuel Gallego Gallego «el Nicasio» es conocido popularmente como «Manolo el de las postizas». Ebanista de profesión, tras sufrir una enfermedad decidió dedicarse al oficio de posticero. En la Murcia de finales de los 70, con el auje de los coros y danzas y la creación de las Peñas Huertanas a inicios de los años 80, provocó que Manuel Gallego tuviera trabajo en su taller, ya que fue uno de los principales proovedores de postizas para los Grupos de Coros y Danzas de Murcia. Manuel se apoyó en sus hijos para la fabricación semanal de postizas[46].
Dentro del coleccionismo contemporáneo cabría destacar la importante colección de postizas que dispone Francisco Javier Nicolás, componente de la Cuadrilla de Patiño, el cual atesora un significativo legado sobre este instrumento musical. El popular trovero y auroro de Patiño, atesora en su poder un importante legado sobre postizas y castañuelas.
Las postizas en la tradición oral
Si analizamos coplas y el romancero vemos como la presencia de las postizas es una realidad. En el romance La duda de San José, interpretado por Josefa Ruíz Nicolás (Guadalupe, Murcia) apuntaba[47] la historia de un viejo romance en el que la forma métrica es asonante pareado, su estilo denota que su origen fue un poema escrito en pliegos con variantes lingüísticas murcianas. Este romance de ciego de la tradición española cuenta la historia de una forma detallada y completa, predominando lo narrativo. Es un tema de inspiración bíblica que aparece en el Evangelio de san Mateo 1: 18-25 y trata de los celos que tenía san José hasta que el ángel san Gabriel le revela la verdad acerca de la concepción de su mujer. El pasaje se refiere a la marcha a Belén donde no es recibido por el mesonero, al que una serie de adversidades le suceden como castigo. El romance se denota que es mucho más largo de lo que se ha recogido. Este tipo de romances es la manera de enseñar al pueblo el catecismo con la narración de la vida de santos o en este caso, el Nacimiento de Jesús. En uno de los fragmenco del romance religioso apuntaba: «platillos, guitarras, zambombas, panderos, postizas, sonajas y muchos cacharros», acertada descripción en la que relata la presencia de instrumentos de cuerca y percusión utilizados por las cuadrillas de ánimas y los aguilanderos durante el tiempo de Navidad.
En palabras de Emilio Rey y Víctor Pliego[48], los cancioneros musicales son «los libros que constituyen o contienen una colección de canciones con toda o parte de su música». Documento de carácter histórico, confeccionado con unos criterios estéticos y científicos muy dispares a como en nuestros días se elaboraría, siguiendo una estructura científica y con remarcado carácter tecnológico. En estos tratados debía aparecer «el carácter popular y la presentación melódica sobre la originalidad e intención artística o científica del autor», intentando respetar al máximo el carácter popular del tema objeto de estudio.
Los cancioneros de música popular y folklórica editados en Murcia entre finales del siglo xix y principios del siglo xx, constituyen en la actualidad el único recurso documental para la reconstrucción sonora de unas melodías interpretadas por el pueblo, muchas de ellas desaparecidos en nuestros días. Esa documentación de carácter musical y etnográfica en algunas ocasiones, se contrasta con otros recursos documentales como la prensa histórica, las primeras grabaciones realizadas en discos de pizarra o cilindros de cera o los informantes mencionados en los cancioneros. En cuanto a las recopilaciones realizadas en la huerta y ciudad de Murcia han sido varias desde finales del siglo xix hasta nuestros días, siendo las obras más conocidas las publicadas por Julián Calvo García[49] en 1877, con el tratado Alegrías y tristezas de Murcia, colección de cantos populares que canta y baila el pueblo de Murcia en su huerta y campo, una obra muy estimable para su tiempo, incluso para la etnografía, ya que en ella destacan importantes anotaciones musicales, literarias y folklóricas. Otro cancionero de incalculable valor fue editado once años más tarde por el compositor y académico José Inzenga. En el año 1888 redacta tres cancioneros regionales correspondientes a Galicia, Valencia y Murcia, junto a la recopilación del cancionero, se hace una descripción etnográfica de aquellos lugares donde se documentaban melodías, acompañado siempre de importantes interpretaciones en partitura. Esta interesante obra constituyó en su época un avance en la metodología expositiva del cancionero regional.
El periodista José Martínez Tornel en 1892, publica un pequeño volumen con el título Cantares populares murcianos[50], un cancionero literario de coplas distribuido como obsequio a los suscriptores del Diario de Murcia.
En 1900 Pedro Díaz Cassou[51] publicó El cancionero panocho (Literatura popular murciana), en la Imprenta Fortanet de Madrid, en el que según dicta el autor, la copla propia de la huerta de Murcia «debe ser breve y además sólo debe contener un pensamiento, ser cantable y bailable».
En estos cancioneros de finales del siglo xix se evitó en la medida de los posible, recoger coplas groseras, malsonantes, etc., la principal idea de los costumbristas murcianos (Martínez Tornel o Díaz Cassou) era acopiar coplas netamente murcianas, dedicadas a los barrios de Murcia, a los pueblos de la Huerta, a las fiestas, al amor, al tiempo de la Semana Santa o a las advocaciones religiosas más populares de aquel tiempo (Virgen del Carmen, Virgen del Rosario, San Antón, San Blas, etc.).
Siguiendo por este recorrido de los cancioneros publicados con temática murciana, podríamos indicar que en el año 1919-20, se editaba el Cancionero musical popular de Predell, destacando tres canciones de faena agrícola transcritas por el músico lorquino Bartolomé Pérez Casas. Alberto Sevilla[52] publicó cinco libros muy relacionados con la cultura popular como fueron Gazapos literarios (1909), Vocabulario murciano (1919), Cancionero popular murciano (1921), Sabiduría popular murciana (1926) y una obra póstuma, llamada Temas murcianos publicada en 1955 en la revista Murgetana. Al igual que hicieron Martínez Tornel en el siglo xix y Pedro Díaz Cassou en el año 1900, Alberto Sevilla utiliza otra clasificación extensa, en las que aparecen desarrolladas las coplas en metro de seguidilla, cuarteta o quintilla.
I. Infantiles (de cuna y rimas)
II. Geográficos
III. Religiosos
IV. Amorosos
a. Piropos y ternezas
b. Ausencia y constancia
c. Desdenes, celos, penas y desengaños
d. Trovos, serenatas y valentías
V. Jocosos y satíricos
VI. Sentenciosos, circunstanciales y diversos
Alberto Sevilla documentó en su Cancionero popular murciano infinidad de coplas para ser interpretadas por malagueña, jota o seguidilla. Coplas recogidas del pueblo, de huertanos y campesinos con los que se encontró a lo largo de su vida.
Entre las coplas documentadas por Sevilla donde se hace mención a las postizas, podríamos citar:
Guitarras y guitarricos,
panderetas y zambombas,
los hierros y las postizas
y villancicos y coplas[53].
Templa pronto la guitarra,
que ya suenan las postizas,
y quiero romper el baile
pa que la gente no diga.
La guitarra es de sarmiento,
sus cuerdas de lana gorda,
y las postizas de paño
¡vaya una música sorda!...
Ya no se tocan postizas
se acabó la diversión,
a confesar, a oir misa
y un pedacico de sermón.
Prensa histórica
Archivo Municipal de Murcia
Diario de Murcia
Heraldo de Murcia
Heraldo del Segura
Línea
La Correspondencia
La Paz
Semanario murciano
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
[1]Heraldo del Segura. 25 de diciembre de 1927, p. 1.
[2] Cuando hablamos de «música sorda» se hace referencia a las piezas musicales no cantadas en las que la voz del laúd, bandurría, violín, clarinete, flauta o la propia guitarra punteada, hacen la melodía principal. En esa «música sorda», las postizas son ejecutadas por algunos intérpretes de forma magistral.
[3] Posticero: que hace o vende postizas. En: SEVILLA PÉREZ, A.: Vocabulario murciano. Murcia: Sucesores de Nogués, 1919.
[4] SEVILLA PÉREZ, A.: Vocabulario murciano. Murcia: Sucesores de Nogués, 1919.
[5] El Ministerio de Industria, Turismo y Comercio otorgó la fiesta de invierno celebrada el último domingo de enero en la pedanía de Barranda (Caravaca de la Cruz), fiesta de Interés Turístico Nacional. Este encuentro es uno de los festivales de música tradicional más antiguos de España, pionero en este tipo de encuentros, que ha revolucionado el mundo de las cuadrillas y contribuido de forma decisiva a renovar la cultura de la transmisión oral Esta Fiesta, que comenzó a celebrarse en Barranda en 1979 como Festival Comarcal de Música de Cuerda, al amparo de las Fiestas locales en honor a la Virgen de la Candelaria, Patrona de la localidad. En esta Fiesta de la Música las cuadrillas portan importantes instrumentos musicales de cuerda, viento y percusión, entre los que destacan las postizas.
[6] ABAD, F.: «Una aportación al estudio de las cofradías murcianas en el siglo xviii». Revista Murcia. N.º 11, Murcia: Diputación Provincial de Murcia, 1977.
[7] FLORES ARROYUELO, F.: «Los auroros de la Huerta de Murcia». Narria. N.º 49-50, Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 1988. TOMÁS LOBA, E. C.: «Rasgos comunes de los Auroros de Murcia y el sur valenciano». Revista Valenciana de Folklore. N.º 6, Alicante: Grup Alacant. Associació d’Estudis Folclòrics, 2005.
[8] TOMÁS LOBA, Emilio del Carmelo. «Rasgos comunes de los Auroros de Murcia y el sur valenciano». Revista Valenciana de Folklore. Alicante: Associació d’Estudis Folclòrics Grup Alacant. N.º 6, 2005.
[9] GARCÍA MARTÍNEZ, T.: «El ciclo festivo de la Navidad en Murcia». El Filandar. N.º 15, Zamora: Asociación etnográfica Bajo Duero, 2004.
[10] GARCÍA MARTÍNEZ, T.; LUJÁN ORTEGA, M.: «La organología popular en el levante español». Revista de Folklore. N.º 318, Valladolid: Fundación Joaquín Díaz, 2007.
[11] TRAPERO, M.: «Sobre un auto de Navidad pretendidamente anónimo e inédito. Tierras de León». Revista de la Diputación Provincial. Vol. 27, N.º 66, 1987.
[12] TRAVEL MONTOYA, J.: «El folklore visto a través de las letras de las canciones». Caravija. N.º extra, Murcia: Peña Huertana La Crilla, 1993.
[13] LUJÁN ORTEGA, M.; GARCÍA MARTÍNEZ, T.: Legado Instrumental en el Sureste. Murcia: Dirección General de Cultura, 2006.
[14] MONTESINOS SÁNCHEZ, M.: «Las postizas en la Región de Murcia: Técnicas y toques». Revista de Folklore. Valladolid: Fundación Joaquín Díaz, 2021.
[15] Julián Calvo. «El baile». Semanario murciano. 21 de diciembre de 1879, p. 2 y 3.
[16] Línea. 23 de diciembre de 1979, p. 102.
[17]La Paz. 27 de diciembre de 1879, p. 1.
[18] HANS CHRISTIAN ANDERSEN. Viejes por España. Alianza editorial, 2005.
[19]Diario de Murcia. 12 de septiembre de 1882, p. 2.
[20]Diario de Murcia. 10 de septiembre de 1885, p. 1.
[21]Diario de Murcia. 21 de enero de 1887, p. 3.
[22] Señoritas. Diario de Murcia. 16 de diciembre de 1896, p. 1.
[23] Noticias Locales. Misa de Pastores. Diario de Murcia. 22 de Diciembre de 1897, p. 2.
[24] El Palmar. La Fiesta de San Roque. Diario de Murcia. 18 de agosto de 1888, p. 2.
[25] ORTEGA PAGAN, N.: Callejero murciano. Murcia: Nogés. 1973.
[26]Diario de Murcia. 23 de agosto de 1890, p. 2.
[27]Las Provincias de Levante. 27 de noviembre de 1897, p. 2.
[28] Las fiestas en Murcia. La Correspondencia. 25 de febrero de 1899, p. 2.
[29]Heraldo de Murcia. 5 de enero de 1900, p. 2.
[30]Provincias de Levante. 22 de marzo de 1900, p. 1.
[31] El Entierro de la Sardina. Diario de Murcia. 4 de abril de 1899. p. 2.
[32]Heraldo de Murcia. 4 de abril de 1899, p. 1.
[33] DÍAZ CASSOU, P; LÓPEZ ALMAGRO, A. y GARCÍA LÓPEZ.: El cancionero panocho. Madrid: Imprenta Fortanet, 1900.
[34] DÍAZ CASOU, P.: Literatura popular murciana: el cancionero panocho: coplas, cantares, romances de la huerta de Murcia. Madrid: Imprenta de Fortanet, 1900.
[35]Diario de Murcia. 28 de agosto de 1896, p. 1. Un artículo sin firmar, realizado posiblemente por Martínez Tornel. Durante la Murcia de finales de siglo xix se hicieron en Murcia fiestas de exaltación patriótica en las que se incluían cantos regionales (parrandas entre otros géneros), era una manera de hacer patria española desde el costumbrismo.
[36] La voz humana no es un instrumento temperado como pueda ser la guitarra española, el guitarro o el laúd. La voz interprete de géneros folklóricos de igual forma tenía una temperatura inestable por lo que para recogerlo en el pentagrama era muy difícil por el músico o compositor encargado de esta tarea. De esta forma podríamos indicar que los melismas del cantaor, las frases largas repletas de subidas y bajadas, su estado de ánimo, situación laboral o festiva a la hora de ejecutar el estilo, era (y sigue siendo) imposible de reflejar en el pentagrama. Todos estos detalles vienen a formar parte de la estética del folklore murciano.
[37]Diario de Murcia. 31 de agosto de 1902, p. 3.
[38]Las Provincias de Levante. 19 de enero de 1900, p. 1.
[39]Diario de Murcia. 12 de septiembre de 1900, p. 2.
[40] José Martínez Tornel. En la ermita de Zarandona. El Liberal. 6 de junio de 1904, p. 1.
[41] ORTS, L.: La vida huertana. Artículos de costumbres de la Vega Murciana. Tip. N. Ortega, 1908.
[42] Posteriormente se edita el libro Derecho Consuetudinario y economía popular de la provincia de Murcia. El capitulo 2 está dedicado a las relaciones personales, uno de los epígrafes hace mención a las rondas de los mozos, los bailes y juegos de escarnio. RUÍZ-FUNES GARCÍA, M. Derecho Consuetudinario y economía popular de la provincia de Murcia. Editora Regional de Murcia. Murcia. 1983. [Edición del original de 1916].
[43]El Liberal. 4 de noviembre de 1903, p. 1.
[44]El Liberal. 4 de noviembre de 1903, p. 1.
[45]Hoja del Lunes. 7 de diciembre de 1959, p. 2.
[46] Línea. 6 de octubre de 1977, p. 39.
[47] Entrevista oral realizada a Josefa Ruiz Nicolás el 4 de marzo de 1999, 96 años de edad, informante natural de la pedanía de Guadalupe (Murcia).
[48] REY GARCÍA, E.; PLIEGO DE ANDRÉS, V.: «La recopilación de la música popular española en el siglo xix: Cien cancioneros en cien años». Revista de Musicología, vol. 14. Madrid: Sociedad Española de Musicología, 1991.
[49] Julián Calvo fue organista de la Catedral, compositor y maestro de importantes músicos murcianos recibiendo de él primeras lecciones. Entre sus obras destaca Alegrías y Tristezas de Murcia (1877), acreditándolo de esta forma con este trabajo como uno de los primeros folkloristas de Murcia que trabajo este tema, ya que en ella se recoge una intensísima colección de cantos populares de la tierra murciana. OLIVER, A.: 1900-1950. Medio siglo de artistas murcianos. Madrid: Diputación provincial de Murcia, 1952.
[50] MARTÍNEZ TORNEL, J.: Cantares populares murcianos. Murcia: Diario de Murcia, 1892.
[51] Investigador y erudito de Murcia abordó temas sobre la literatura popular murciana en La literatura panocha (1895), y las canciones tradicionales vinculadas a festejos y costumbres en Cancionero panocho (1900). Abarcó también el campo de las historias en sus Leyendas murcianas (1902), y todo aquello que en torno a la meteorología tenía que ver en el Almanaque folklórico de Murcia (1982).
[52] Alberto Sevilla Pérez (10 de diciembre de 1877 – 8 de agosto de 1953) nació en el Barrio del Carmen de Murcia.
[53]Heraldo del Segura. 25 de diciembre de 1927, p. 1.