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Revista de Folklore número

506



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Un nazareno para la parroquia de Villanueva de Jamuz (León): algunas notas sobre su hechura

DE LAS HERAS ALIJA, José Luis

Publicado en el año 2024 en la Revista de Folklore número 506 - sumario >



En ocasiones las escuetas anotaciones en las cuentas que dejan los párrocos en los libros de fábrica parroquiales dejan a los estudiosos con más interrogantes que certezas en sus investigaciones. Afortunadamente, no sucedió así en Villanueva de Valdejamuz, pequeño pueblo de la provincia de León y diócesis de Astorga, con las cuentas dadas por el párroco Ángel San Román cuando se ocupó de la parroquia de San Cipriano de dicha villa. Todos los documentos del archivo parroquial de la localidad se encuentran afortunadamente depositados en el Archivo Diocesano de Astorga y es necesario agradecer antes de proseguir con el artículo a Miguel Ángel González, su director, y Silvia Cobos la amabilidad y atención con la que reciben al investigador.

Coincidió la atención a esta parroquia leonesa con la primera epidemia del cólera en España, que sucedió entre los años 1833 y 1835. Parece ser que el primer brote tuvo un pequeño alcance en Galicia y el segundo se extendió de sur a norte y la culpa fue achacada en zona andaluza a segadores que se movían por sus provincias. En verano de 1834 se expande por todo el centro de la meseta y la zona norte, todo esto coincidiendo con los desplazamientos de tropas carlistas. Injusto sería cargar toda la responsabilidad a segadores y militares, las escasas y tardías medidas tomadas, el descontrol, las miserables condiciones de vida, la falta de saneamientos y el caso omiso a las normas dictadas por las autoridades hicieron el resto del trabajo para que prácticamente todo el país cayese en las garras de esta epidemia[1].

Parece ser que la antigua capital de Valdejamuz salió libre de dicha epidemia, al menos a mediados de 1834, y no hubo que lamentar víctimas entre sus vecinos. Entre las detalladas notas de cargos y datas de la fábrica del templo principal de esta villa quiso su párroco dejar testimonio de lo siguiente:

Ytem el mismo escultor ayudado del actual párroco hizo cuatro imágenes nuevas que son la de Jesús resucitado, la del Nazareno, la de Nuestra Señora del Rosario y la de San José, en cuyas obras empleó treinta y dos días y medio, seis en el Nazareno, seis en la Virgen, y los demás en los otros dos. Ha sido muy notorio que dicho escultor por su muy avanzada edad, pocas fuerzas y quebrantada salud, no podía hacerlas en tan poco tiempo, si no se le hubiera ayudado con más de la mitad del trabajo, mayormente en cosas que necesitaban más fuerzas y delicadeza por estar trémulo y corto de vista; no obstante solamente se cuentan sus jornales que importaron trescientos veinte y cinco reales, que junto con los de arriba compone la suma que expresa su recibo; pues quiere dicho párroco que mediante lo que él trabajó, queden sin coste alguno a la iglesia al menos la imagen de Jesús Nazareno que ofreció si Dios libraba el pueblo del cólera el año anterior, y aun la de la Virgen. Son pues trescientos setenta y cinco[2].

El escultor al que se refiera es Lorenzo Martínez, vecino que era de la ciudad de Astorga, y que aparece en nota anterior al haber sido también el responsable del arreglo de varias tallas que existían en la iglesia, por lo que parece, mutiladas y tullidas. Desconocemos más datos acerca de este «santero», como anteriormente también lo nombra el párroco de la villa, salvo que fue también el artífice de algunos de los pasos de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la Soledad del arrabal de Puerta de Rey de la capital episcopal; en concreto de las escenas de la flagelación, la coronación de espinas y la presentación al pueblo. Escultor con ciertas torpezas técnicas, pero con un indiscutible encanto de lo popular en sus creaciones, que con pocos recursos consiguen llegar al fiel.

Las cuatro imágenes se conservan en la actualidad en la iglesia de Villanueva, nuestro protagonista Jesús Nazareno y la talla de la Virgen son ambas de vestir, mientras que San José y el Resucitado son imágenes talladas de cuerpo entero.

Ante la inseguridad en lo humano, el único remedio que quedaba era el divino, al que acudían con frecuencia tanto laicos como religiosos, a pesar de ocurrir sucesos anticlericales derivados de la propagación de la epidemia como la denominada «matanza de los frailes», motín contra los religiosos de Madrid ocurrido el 17 de julio de 1834, a los que se les acusó de envenenar las aguas y propagar la enfermedad. El monarca Fernando VII ordenaba implorar con rogativas en los templos de sus dominios la misericordia de Dios como medida estrella ante la llegada de la peste. Eran devociones en tiempos de peste los santos Fabián, Sebastián y Roque, y es curioso como aparecen en el parte dado por la Junta de Sanidad de Huelva[3]. No se olvidó el pueblo de sus devociones locales más arraigadas a las que hacía públicas rogativas que, si bien podían aliviar en lo espiritual, en la realidad ayudarían a la propagación de la enfermedad[4]. Estamos pues en este caso leonés ante una donación, un exvoto o imagen votiva que entregó en acción de gracias por verse librados de la epidemia sus parroquianos.

Como era común en el gusto popular de la época, que no el oficial, las obras se hicieron en un estilo barroco y los postizos eran punto clave para fomentar la devoción del pueblo y persuadir los sentidos. Así, se incorporaron en este caso ojos de porcelana, peluca natural y vestido; además del tornillo para poder amarrar la imagen a las andas, pues estas pasaron a formar parte de las procesiones que tenían lugar por el lugar durante la Semana Santa. Todo ello lo dio de limosna también el párroco.

No quedaría la imagen completa sin la policromía; de ello se encargó el dorador Miguel Gutiérrez Diego, que es el encargado de la pintura y dorado de muchas obras de la diócesis durante el siglo xix y también era ya familiar en el lugar de Villanueva, pues se había encargado de dorar y jaspear los retablos colaterales, y ahora iba a hacer lo mismo con todas las nuevas obras que engrandecían el patrimonio del templo:

Ytem Por pintar la mesa del altar mayor, las gradillas, credencias, el Santo Cristo de la cofradía de la Cruz, San Roque, los apóstoles de los lados del tabernáculo, el atril ósea facistol y otras cosas, y además los cuatro santos nuevos, llevó el maestro don Miguel Gutiérrez mil trescientos ochenta reales, como consta de su recibo y minuta de dichas obras, y además de esto los treinta reales que según el régulo valía la leña y carbón que consumieron a cuenta del párroco en los dos meses de octubre, noviembre y parte de diciembre para cocer y templar la cola y poder trabajar. Compone todo 1450 reales, pero rebaja el párroco setenta reales que contó por pintar el Nazareno y así queda a favor del dicho párroco y contra la iglesia y cofradía mil trescientos cuarenta[5].

Como vemos, en lo referido a la obra del Nazareno puso el párroco de sus caudales para toda su hechura. Una muestra de religiosidad popular que ha pasado inadvertida y que es exponente claro y sincero de las actitudes de la sociedad ante la irrupción en el orden cotidiano de enfermedades contagiosas, como en este caso lo fue cólera, culpable de unas 300.000 muertes en España y que en León aún no ha sido lo suficientemente estudiado, sirviendo este sencillo artículo como breve apunte a esta tarea.




NOTAS

[1] Esteban Rodríguez Ocaña, «La primera pandemia de cólera en España, 1833-1835», Jano, n.º 30 (1986), 2421-2434.

[2] ADA, 2/20, F3. Libro de cuentas de la fábrica de la iglesia parroquial de San Cipriano de Villanueva de Valdejamuz. Año 1819, fol. 68v.

[3]https://www.huelvainformacion.es/huelva/Aplausos-atardecer-Huelva-colera_0_1454854877.html

[4] Daniel Leno González. «Prevención simbólica ante la epidemia de cólera de 1834 en Plasencia (España)», ETNICEX, n.º 4 (2012), 155-164.

[5] ADA, 2/20, F3. Libro de cuentas…, fol., 68v.



Un nazareno para la parroquia de Villanueva de Jamuz (León): algunas notas sobre su hechura

DE LAS HERAS ALIJA, José Luis

Publicado en el año 2024 en la Revista de Folklore número 506.

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