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Revista de Folklore número

076



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ANTIGUAS PALABRAS CASTELLANAS

MARTIN VIANA, José León

Publicado en el año 1987 en la Revista de Folklore número 76 - sumario >



En el número 64 de «FOLKLORE» fueron publicadas algunas palabras castellanas, bien en desuso ya en vías de extinción, como se decía en la presentación de las mismas.

Ahora constituye un placer para el autor haber podido recopilar otro grupo de palabras que, como aquellas, unas han caído en desuso y total olvido -aromas de pasados siglos-; otras -ribetes de añoranzas-, resbalan por el tobogán que conduce inexorablemente a formar parte del pasado al haber desaparecido su causalidad.

Resulta hermoso y hasta apasionante rescatar del profundo y oscuro pozo del pasado vocablos que yacían sepultados en el óxido del olvido y aflorarlos para, con ellos y a su través, contemplar, aunque sea por un instante, toda la lozanía del expresivo contenido que tuvieron antaño. Como las que hasta hogaño han tenido y que se perderán sin remedio. Porque las lenguas vivas son así. A ellas se incorporan frecuentemente nuevas voces que corresponden a realidades anteriormente inexistentes, y de ellas se alejan otras cuyo significado ha dejado de existir.

Vamos ya, sin más, con este ramillete filológico castellano.

A

ABACOMITE.-Proviniente del latín «abbas, abatis», abad; y de «comes-comitis», compañero, conde, se llamaba así en el medievo al abad que ostentaba al tiempo el título de conde, o bien al señor que tenía encomendada una abadía.

ACARREAR.- Se deduce por sí mismo: transportar en carro. Sin embargo, en otros tiempos significaba específicamente el transporte en carros de la mies segada, desde la tierra a la era, para ser trillada. Era ésta una labor penosa que para buscar las horas de menos calor se hacía de noche. Entonces, los labradores dormían dos o tres horas diarias, y para no dormirse durante el acarreo nocturno, cantaban por el camino. Palabra y costumbre ya en completo desuso por la mecanización del campo.

ACEMILA.- Del árabe, «al-zamila», la bestia de carga. Se refería al macho o mula de carga, que era la más común utilización de la palabra respecto del concepto. Sin embargo, también se llamaba así antiguamente a una carga o tributo que se imponía al pueblo.

ADAFINA.- He aquí el ascendiente del «cocido». Entre los judíos castellanos de los siglos XIV y XV, la adafina se llamaba a un alimento compuesto por distintos ingredientes, a saber: fideos, garbanzos, habas, verduras, carne de ternera o de ave, el cual se tomaba de forma perfectamente diferenciada: primeramente los fideos: después, los garbanzos o verduras y, finalmente, la carne.

Aunque aún no ha desaparecido la palabra «cocido» como realidad culinaria, sí tiende a ello por dos motivos: primero, por la evolución alimentaria en la dieta del castellano rural, que lo elimina, y segundo, porque es un plato caro si se hace como se decía en el siglo pasado: «Si quieres que sepa, dale que duela». En este «dale que duela» estaba comprendida la carne de gallina vieja para mayor sustancia de la sopa, así como el codillo de jamón, el chorizo, etc.

ADOBE.- Procedente del árabe «al-tub», se llama así -existe aunque ya no se hace- a unas determinadas proporciones de tierra, paja trillada y agua, que se mezclaba al ser pisada por el hombre hasta ofrecer una masa homogénea. Esta se vertía sobre unos moldes de madera de unas dimensiones aproximadas a las del ladrillo y se dejaba secar al sol retirando el molde. Una vez seco, se empleaba en la construcción de tapias y casas, tanto en pueblos como en ciudades

AJORCA.- Del árabe «al-surqa», el brazalete. Así se llamaba el anillo o argolla de alquimia, oro, plata o cobre que hasta el siglo XVI las mujeres se ponían como adorno en tobillos, muñecas y cuello.

ALACENA.- Vocablo con el cual se designaba el hueco o huecos abiertos en una pared y provistos de puertecitas, hechos para guardar objetos: en las iglesias, libros, cálices, copones y útiles para el culto, como naveta, incienso, incensario, vino, formas para consagrar, etc.; en las casas, vajillas, cubertería, vasijas, etc.

ALARIFE.- Del árabe «al-arif», con esta palabra se llamaba prácticamente hasta el siglo XVIII inclusive al maestro de obras.

ALCACER.- Derivado del árabe «al-qasil», así se llamaba en Castilla a la cebada cuando aún estaba verde en los sembrados. A veces, al diezmar, se hacía constar que se hacia el diezmo de cebada en alcacer .

ALCANCIA.- Proviniente del árabe «al-qanziyya», es decir, la caja propia para atesorar, de este modo se llamaba a la vasija normalmente de barro cocido en cuya parte superior se abría una corta hendidura por la que se introducían monedas para guardarlas. Son lo que hoy se conoce con el nombre de huchas, pero la palabra alcancía ha dejado de usarse.

ALFEIZAR.- Su procedencia es del árabe «al-fasha». Con esta palabra se hacía referencia al hueco abierto en una pared para colocar en él una ventana, si bien el alféizar se ubicada más concretamente en la parte inferior de la misma, sobre la que una persona podía acodarse o poner una maceta.

ALIENDE.- Término que en ciertas zonas de Castilla la Vieja se utilizó hasta las postrimerías del siglo XVIII y que era sinónimo de: habida cuenta de..., teniendo en cuenta que..., puesto que..., ya que..., etc.

ANSINA.- Antiguamente y en el lenguaje vulgar, equivalía a ansí; hoy, así. Como ansí aún se usa, aunque muy limitadamente y sólo por personas mayores en alguna zona muy aislada de Castilla.

ANTIER.- Procedente de los adverbios latinos «ante» (antes) y «heri» (ayer), se utilizaba vulgar y familiarmente para expresar lo que hoy decimos anteayer. .

APRECIADURA.- Esta palabra se utilizaba para significar el hecho de estimar el valor de una cosa, tasarla, calcularla, apreciarla.

APRISCO.- Palabra de evocación bucólica, pero que hoy casi no se usa porque el rebaño se guarda generalmente en las cijas. El aprisco, antiguamente, era el lugar del campo en el que el rebaño pasaba la noche dentro de un recinto llamado redil.

ARADO.- Tal como fue hasta la mecanización del campo, ya no se menciona. Durante siglos y siglos constituyó el medio del que el hombre se valió para romper la superficie de la tierra, surcándola para la siembra de los cereales fundamentalmente.

Su aspecto aún perdura, vivo, en la memoria de los labradores; pero su utilización le arroja inevitablemente al olvido por su falta de uso, tal como fue.

El arado estaba compuesto por numerosas piezas: cama, clavija, barzón. dental, belorta. mediana, estacón, etc., y otras dos fundamentales: timón y reja.

Hoy sólo es un recuerdo en muchos; ni aun esto en niños, adolescentes y hasta en jóvenes.

ARAMBOL.- Palabra antigua solamente usada en las provincias de Palencia y Valladolid, con la que se señalaba el pasamanos de una escalera.

ARREJACAR.- Con este infinitivo se significaba, el hecho de romper con azadilla, grada o rastra la costra de tierra de los sembrados ya nacidos. Es sinónimo de aricar, que sí se utiliza, o de rejacar, que ha caído en desuso.

ARTESA.- Vocablo con el cual se designaba una, especie de caja de madera, de forma piramidal truncada. invertida y rectangular, donde se amasaba harina y levadura para hacer el pan. Se usaba también para mezclar carne, tocino, ajo y pimentón para hacer los chorizos. Igualmente. pero de modo exclusivo, servía para lavar la ropa en la casa. utilizando también una pieza de madera de superficie ondulada, contra la que se frotaban las prendas enjabonadas para aclararlas en el agua que contenía la artesa.

AVEJUNO.- Con esta voz se nombraba especialmente en el siglo XVIII a las abejas, como ganado, palabra utilizada especialmente en la época de diezmar cosechas. Completamente en desuso, puesto que las abejas no son hoy consideradas como ganado. Estaba muy en consonancia con la costumbre, ya que había ganado «ovejuno, cabruno y vacuno». Este último es el que persiste.

AVENTAR.- Una de las múltiples actividades agrícolas antes de la era de la mecanización del agro, consistente en lanzar con el gario al aire el grano y paja trillado para que el viento alejase ésta de aquél, habida cuenta de la diferencia de peso de ambos elementos. A esto se llamaba aventar.

B

BADIL.- Del latín «batillum», también conocido como badila, era -aún es, aunque cada vez menos-, un instrumento manual constituido por una barra delgada de hierro cuyo extremo se ensanchaba circularmente, cóncava en su centro, que servía para cubrir la superficie externa de las brasas y carbón de encina del brasero con ceniza.

BECERRO.- No nos referimos a la cría de la vaca, sino al libro en que en iglesias y monasterios antiguos se manuscribían sus privilegios y propiedades. Si se trata del Becerro de las behetrías, es el libro manuscrito conservado en la Real.Chancillería de Valladolid, en el que minuciosamente se describe la naturaleza y origen de la nobleza española en el último tercio de la Edad Media, mandado hacer por Pedro I de Castilla, y antes por su padre, Alfonso XI, en el año 1340.

BEHETRIA.- Antiguamente con este vocablo se significaba el hecho jurídicamente reconocido en virtud del cual los vecinos de un pueblo, no vasallos, sino libres y dueños absolutos de sí mismos, podían hacer cesión provisional de su libertad en favor de un señor, a cambio de su protección en «casus belli», situación que se dio fundamentalmente en la época de la Reconquista.

En la relación de las villas y lugares de behetría efectuada hacia 1335 por mandato de Pedro I de Castilla, se consignan 1.914 poblados más 488 despoblados, ubicados entre el Cantábrico y el río Duero en las distintas Merindades.

BLANCA.- En siglos pasados, moneda de ínfimo valor, que equivalía a medio maravedí. De aquí la expresión «estoy sin blanca», para significar la ruina total o la carencia de dinero. Hoy equivaldría a unos pocos céntimos de peseta.

BELLACO.- De dudoso origen, pero probablemente derivado del celta «bakkollarkkos», significaba campesino, y en sentido peyorativo, palurdo; pero en la Edad Contemporánea se aplicaba a la persona de baja estofa, ruin, taimado. Era uno de los peores calificativos que se le podían aplicar a alguien, para designarle como perteneciente a lo más abyecto y despreciable.

BOTIN.- Expresión de procedencia galicista con la que se conocía el calzado de cuero o tela que cubría la parte superior del pie y tobillo y que se ajustaba con botones, hebillas o correas.

BRASERO.- Recipiente de hierro o de cobre, circular, con dos asas, un tanto profundo, en el que se depositaban las brasas de carbón de encina que, cubierto por una capa de ceniza, servía para calentarse en los crudos inviernos castellanos. Hoy se sigue dando esta denominación a lo que en su seno alberga unas resistencias enrojecidas por la electricidad; indebidamente, porque ésta no produce brasas, de donde le vino el nombre a aquél.

C

CABRUNO.- En pasados siglos, así se llamaba al ganado caprino; de igual modo que al ganado ovino se le llamaba ovejuno y a las abejas, ganado abejuno. Sólo se conserva el término vacuno.

CANGILON.- Del latín «congius», medida romana para los líquidos, capaz para tres azumbres, es decir, seis litros; de esta forma se conocía cada uno de los recipientes metálicos que, unidos a la rueda de la noria, servían para extraer el agua del pozo y elevarla al exterior para el riego de las huertas. Palabra hoy en vías de extinción, puesto que actualmente el agua de los pozos se extrae por medio de motores.

CANTARERA.- Así se conocía el armazón de madera más o menos sencillo, más o menos artístico, de una o dos plantas y distintas capacidades, que servía para colocar los cántaros.

La cantarera, como los cántaros, están en desuso. pues se han venido utilizando hasta hace muy poco en Castilla, en la que la mayor parte de los pueblos tienen agua corriente; hasta entonces había que ir al caño o a la fuente con los cántaros a por agua, y reservarla en la cantarera para todos los usos domésticos.

CARRETA.- Carro alargado, estrecho y bajo, provisto de un tronco o lanza, a la que se sujetaba el yugo, y ruedas sin llantas de hierro, tiradas generalmente por bueyes.

CARROZA.- Carruaje que admitía toda clase de adornos y lujos, servía antaño para el transporte de personas o personajes.

Hoy en museos, o utilizadas en actos de protocolo diplomático, ya no existen las carrozas y, al no existir su nombre no se usa.

CARRUQUERO.- En los siglos XVI al XVIII, por este nombre se conocía al que conducía un carro; es decir, al carretero.

CEBAR.- Voz desaparecida en cuanto que antes de existir la electricidad en los pueblos había velas y candiles. Estos eran unos instrumentos provistos de mecha y aceite, que servían para dar luz, aunque fuera mortecina. Al hecho de reponer el aceite sin el cual la mecha que debía impregnarse de él no daba luz, se llamaba cebar: cebar el candil.

CELOSIA.- Derivada del latín «celo-as-avi», celar, ocultar, encubrir, era el enrejado de madera o hierro que formaban huecos romboidales y servía para proteger las ventanas de miradas indiscretas desde el exterior de la vivienda. Hoy, en Castilla, sólo existen en los conventos de clausura femeninos erigidos en pasados siglos.

CENTIMO.- Aunque hoy esta palabra aún no es obsoleta, sí lo es en cuanto a su sentido numismático, ya que céntimo, del latín «centesimum», hasta hace medio siglo era una moneda de curso legal, que equivalía a la centésima parte de la peseta. Hasta mediados del presente siglo circularon monedas de un céntimo y de dos céntimos. Hoy, ya no existen.

COBERTOR.- Vocablo hasta no hace muchos años en uso, que significaba el equivalente a colcha, o manta de abrigo para la cama, o cubretodo. Fue un término normalmente utilizado hasta pasado el primer tercio del siglo XX.

COLLERA.- En el medio rural siempre se ha conocido esta palabra como la indicada para señalar el aparejo que se ponía al pescuezo de los animales de labranza para que no le hiriese al tirar del carro o del arado.

COSTAL.- Envase en forma de saco más alto de lo normal, hecho de tela ordinaria muy tupida, que servía para transportar especialmente el trigo en los carros, de la era a la panera o a cualquier otro lugar .

CUCHARRENA.- Así se conocía especialmente en las provincias de Soria y Segovia al útil doméstico consistente en una especie de paleta metálica agujereada, utilizada en la cocina para volver los fritos y escurrir con ella el exceso de aceite.

D

DENTAL.- Palo que se encajaba en la reja del arado. Como todas las piezas de éste, palabra completamente en desuso en el medio agrícola, en el que tenía su estricto significado.

DOBLON.- Moneda de oro acuñada en tiempos de los Reyes Católicos, concretamente desde 1497, acuñación que se prolongó hasta 1868, en que se adoptó el sistema de la peseta como unidad monetaria.

El doblón podía ser de a ocho = 301, 17 reales; de a cuatro = 150,58 reales; de a dos = 75,29 reales; de a uno = 37,64 reales.

Independientemente de estas valoraciones, ha tenido siempre fluctuaciones a lo largo de más de cuatro siglos.

DUCADO.- Así se denominaba la moneda de oro que tuvo su curso legal en España hasta finales del siglo XVI. Posteriormente tuvo un valor ficticio equivalente a once reales de vellón, recuperando su valor real a mediados del siglo XVII, cuando se fijó su valor en cuatro duros; es decir. veinte pesetas.

EPISTOLERO.- Así se conocía al clérigo ordenado de Epístola; es decir, al subdiácono.

ESCUDILLA.- Del latín «scutella», antiguamente consistía en un recipiente a modo de cuenco de barro cocido o de madera, no muy grande que servía, a modo de plato, para contener el alimento que había de ser tomado.

ESQUENA.- Sinónimo de raspa; es decir, espina principal de los peces que viene a ser como la columna vertebral de éstos, es hoy un vocablo ausente del lenguaje ciudadano y escasamente utilizado en el ámbito rural.

ESTEVA.- Derivado del latín «stiva», con este nombre se conocía hasta la desaparición del arado romano y su sustitución por el incorporado al tractor, la pieza de aquél situada en el extremo del mismo, acomodada a la mano del hombre, para ser asido fuertemente por el labrador para hacer fuerza apretando contra la tierra al arar.

EXCUSADO.- Fundamentalmente, con este término se conocía a la persona labradora que en cada parroquia era elegida por el Rey para que pagase los diezmos a la real hacienda. Este labrador estaba excusado de diezmar como el resto de sus convecinos; de aquí el nombre.

EXPRESION.- Vocablo muy utilizado en amplias zonas de Castilla hasta el siglo XIX, sinónimo de obsequio («lleva a Alonso una expresión de un pavo y una cuartilla de vino») .

EVANGELISTERO.- De este modo se conocía al clérigo encargado de cantar en las misas solemnes el santo Evangelio, para el que estaba ordenado. Hoy se le conoce como diácono.

F

FALSILLA.- la falsilla, o pauta, era una hoja de papel en la que se habían señalado muy marcadamente unas líneas paralelas que servían para no torcer los renglones de la escritura cuando se ponía otra hoja de papel encima, en la que se escribía la carta o el escrito, bien particular ya oficial, costumbre observada desde el siglo XVI, y aun desde antes, por los escribanos aun reales.

FALLEBA.- Procedente del árabe vulgar «halleba», consistía en una varilla de hierro más o menos larga según fuera destinada a ventana o balcón, la cual presentaba en sus extremos superior e inferior un ángulo que, girado sobre unos anillos por medio de un mando soldado a la varilla hacia su parte central, servía para cerrar las ventanas y balcones.

FARDEL.- Con este nombre se conocía el talego en el que los pobres, caminantes o pastores llevaban consigo para guardar en él los alimentos u objetos de uso personal, como ropa, etc.

FIDALGO.- Esta voz significaba «hijo de algo» (de fijo: hijo. y de dalgo: de algo) .Pero este algo, de algo, quería decir que disponía de algo, y este algo no era otra cosa que vasallos; por tanto, fijodalgo era una persona perteneciente a la nobleza, aunque fuera de la más baja escala de ella.

FIJO.- En pasados siglos, la letra f sustituía a la actual h. por lo que fijo era lo que hoy es hijo.

G

GALERA.- Carro grande provisto de cuatro ruedas, generalmente cubierto por una lona, que servía para el transporte de viajeros o presos y que se utilizó hasta bien entrado el siglo XIX.

GARIO.- Instrumento agrícola que fue utilizado en las provincias de León, Valladolid, Palencia y Segovia, consistente en un mango o palo largo, en uno de cuyos extremos se encajaba otro, corto, transversal, del que arrancaban cuatro palos en forma de púas, el cual servía para mover la paja de la era, acarrearla y vaciarla del carro al pajar a través del bocín.

GAVILAN.- Pieza de hierro aplastado hasta tomar la forma de media luna en su extremo, al que se unía un palo largo con el que el labrador limpiaba la reja del arado de la tierra adherida a ella.

GAVILLA.- Provinientemente del celta «ganail», ya completamente en desuso, significaba el manojo de mieses que el segador, hoz en mano, formaba y ataba durante la siega de las mismas.

GRADERO.- Así se llamaba en pasados tiempos a quien recibía la tonsura en el orden clerical.

H

HATILLO.- Pequeño envoltorio de ropa o efectos personales que los mendigos llevaban cuando iban pidiendo de pueblo en pueblo, y que frecuentemente portaban al extremo de un palo que apoyaban en el hombro.

HAZANA.- Término que aún se conserva, pero de forma ya residual, en algunas zonas rurales castellanas, especialmente en las provincias de Salamanca y Segovia.

HORCA.- Del latín «furca», era un palo recto que terminaba en uno de sus extremos en dos o cuatro más cortos y que los labradores utilizaban para faenas agrícolas, tales como hacinar las gavillas en la tierra, levantarlas al carro para llevarlas a la era, remover la parva durante la trilla, etc.

HORCATE.- Aparejo de madera o hierro que se ponía a las caballerías encima de la collera, al cual se sujetaban las correas o cuerdas de tiro.

HORCO.- Se llamaba así en los siglos XVII y XVIII al manojo de ajos o cebollas.

HOSPITALERO.- Así se llamaba a la persona encargada no solamente del aseo y cuidado del hospital, sino de la atención de los enfermos que en él se alojaban en siglos pasados; por esto recibía un salario generalmente pagado por la Cofradía que tenía a su cargo el hospital.

INFANZON.- Del latín «infans-antis», infante, se llamaban infanzones los hidalgos o hijosdalgo que en sus heredades tenían un poder de señorío limitado. A diferencia de los caballeros, que eran hechos infanzones, éstos nacían ya caballeros. Los infanzones constituían parte de la baja nobleza.

J

JICARA.- Proviniente de la voz mejicana «xicalli», se llamaba jícara a la pequeña vasija hecha de loza, que servía para tomar chocolate.

JOFAINA.- Del árabe «yufaina», así se llamaba antes de conocerse como palangana o palancana. No era sino un recipiente de loza o de porcelana destinado a lavarse cara o manos cuando, al menos en los pueblos, se carecía de agua corriente.

JURO.- Derivado del latín «ius-uris», significaba tener derecho de propiedad perpetuamente sobre algo, y por tanto podía ser enajenado. La venta de juros era frecuentemente una fuente de ingresos para la real hacienda en pasados siglos.

L

LACAYO.- Criado vestido de librea, cuya ocupación principal era la de servir a su amo acompañándole bien a pie ya a caballo, pero principalmente en el coche o carroza que aquél utilizara para ayudarle a subir o bajar de la misma. Hoy, esta palabra sólo se utiliza en sentido estrictamente peyorativo para indicar un excesivo servilismo.

LIBREA.- Se llamaba así a una especie de uniforme que los amos daban e imponían usar a sus criados, ya fueran mayordomos, caballerizos, lacayos, etc.

M.

MARROTAR.- Raramente se puede escuchar hoy esta voz, que aún es utilizada por personas de avanzada edad en el medio rural, por lo que no tardará en desaparecer por completo y que significa estropear, deteriorar una cosa.

MEMORIAS.- Saludo verbal o escrito que una persona enviaba a otra a través de una tercera. Dar memorias era antes lo que hoy es dar recuerdos.

MENCIAR.- Palabra utilizada en los siglos XVIII y XIX en algunas provincias castellanas, pero principalmente en la de Segovia, con la que se significaban los trabajos hechos en el campo, desde arar la tierra hasta sembrarla, ambas labores incluidas.

MERCADER.- Del latín «mercator-oris», es una palabra en desuso o muy escasamente utilizada, en cuyo lugar se emplea algún sinónimo, como comerciante, negociante, traficante, etc. Mercader era el que compraba para luego vender, que podían ser telas, vinos, frutas, libros, etc.

MERCAR.- Del latín «mercari», comprar, esto es a lo que equivale, pero que ahora se dice comprar, no mercar, por lo que ha caído en completo desuso.

MERCED.- Este vocablo se aplicaba como simple cortesía al referirse a personas que carecían de otro título. Vuestra, vuesa merced,su merced, equivale al usted que hoy en día se utiliza.

MESTA.- Del latín «mixta», como abreviatura de «animalis mixta», animales mezclados, la Mesta era la asociación de ganaderos del reino de Castilla que bajo el reinado de Alfonso X el Sabio surgió en 1273, y que tuvo vigencia hasta 1836, en que fue abolida y disuelta.

MIEJA.- Corrupción de «miaja», y ésta, de migaja, aún se emplea por personas mayores en algunos pueblos castellanos, con lo cual quiere darse a entender la insignificancia de algo; por ejemplo, le ha tocado una mieja de casa; tengo una mieja de majuelo, hace una mieja de frío, etc.

MODORRO.- Recipiente de barro cocido de forma ligeramente panzuda, que se utilizaba en casas y bodegas en los pueblos castellanos, destinado a contener vino. Subsisten aún en algunas bodegas modorros pequeños -modorritos o modorrillos-, para dar a probar el vino de las cubas, habiendo proliferado últimamente su fabricación como un resurgimiento del pasado.

MONTERA.- Prenda para abrigar la cabeza que los hombres utilizaban entre los siglos XVII y XIX, hecha de paño y de formas varias, según los gustos o costumbres de cada provincia.

MORISCOS.- Por este nombre se conoció en Castilla a los musulmanes que quedaron en España después de la Reconquista, y especialmente los que llegaron a tierras castellanas como consecuencia de la guerra de Las Alpujarras.

MUGRE.- Aún se utiliza en medios literarios, pero no populares, para indicar con ello la suciedad y repugnante aspecto de una persona.

MULLIDOR.- En la actualidad, y de forma decreciente, persona que cava alrededor de las cepas de la viña para ahuecar o mullir la tierra; pero antiguamente, y en este sentido ya no se usa en absoluto, persona que ahuecaba los pies de uva en el lagar para seguir pisando los racimos y obtener así el mosto para elaborar el vino por fermentación.

N

NORIA.- Del árabe, «naura», rueda movida por agua era -es aún, aunque muy raramente usada ya en Castilla- un artilugio introducido por los árabes en España, consistente en una rueda grande a la que estaban unidos los cangilones, y que a su vez engranaba a otra horizontal de la que partía un palo grande cuyo extremo se ajustaba a una caballería, la cual, dando vueltas y más vueltas en derredor del pozo, iba extrayendo el agua del mismo para el riego de las huertas. Hoy, esto se consigue de forma motorizada.

NOVAL.- Así se llamaba en otros tiempos a la tierra cultivada por primera vez; era una tierra nueva. Voz utilizada en el medio agrario, citada frecuentemente en los libros de diezmos.

O

OLLA.- Del latín «olla», de esta forma se llamaba a la vasija de barro cocido, más honda que ancha, con dos asas, que se utilizaba para guisar. Aunque hoy este vocablo perdura (olla a presión), no subsiste como referencia a la de barro descrita y que fue de general uso en Castilla. .

ORUJO.- Se llama así aún al residuo compuesto por rampojos, hollejos y titos de los racimos de uva, que quedan después de ser pisados o prensados.

ORZA.- Vasija de barro cocido alta y sin asas, destinada a contener aceite en el medio rural antiguamente, o bien las «tajadas, como se llamaba a los trozos de lomo de cerdo conservados en el líquido oleaginoso.

A veces. en casas acomodadas, en las que había muchos hijos y criados, y segadores en su tiempo, una orza podía alcanzar hasta casi dos metros de altura; en su parte inferior había una «canilla» o grifo, que servía para la extracción del aceite.

OVEJUNO.- Así se llamaba al ganado ovino antiguamente, como ya se ha indicado anteriormente en los términos abejuno y cabruno.

P

PAN.- Aunque tiende a desaparecer por ser llamado cada cereal por su propio nombre (trigo. cebada, etc.), aún en algunos pueblos castellanos se llama pan a cualquier cereal.

Lo que aún se conserva es el término panera, derivada de pan, para indicar el edificio en el que se guarda el trigo, cebada, centeno avena.

PAPON.- Principalmente en las provincias de Burgos y Segovia, venía a ser como un insulto porque papón era una persona desagradable, fea, algo así como el ser imaginario con el que se asusta a los niños.

PERLESIA.- Del latín «paralysis», es una enfermedad en que los músculos pierden su vigor y su movimiento y, a veces, la sensibilidad, produciéndose lo que hoy se conoce como parálisis, y antaño. como perlesía.

PERRA.- Por este nombre se conocía vulgarmente la moneda de cobre que podía tener el valor de cinco céntimos, y entonces se llamaba «perra chica», o de diez, en cuyo caso se conocía como «perra gorda». Muchos lectores de «FOLKLORE» podrán recordarlo aún.

PICON.- Por este nombre se conocían las ramitas o ramas poco gruesas, generalmente de encina, que, carbonizadas previamente, servían para preparar el fuego en los braseros: sencilla calefacción en Castilla, sustituida por otros medios modernos: gas, electricidad, etc.

PIE.- Procedente de la palabra latina «pedem», así se llamaba antiguamente a la masa de racimos de uva contenidos en un lagar, para pisarla y obtener el mosto con que elaborar el vino.

PILON.- Así se llamaba en los pueblos castellanos a un gran receptáculo de agua, generalmente rectangular, que servía de abrevadero a las caballerías, si bien otros estaban acondicionados exclusivamente como lavaderos de ropa.

PORTILLO.- Puerta pequeña que se abría en el recinto amurallado de una ciudad, villa o fortaleza. En Valladolid aún perdura -si bien sólo testimonialmente en la rotulación de dos calles-, Portillo de Balboa y Portillo del Prado.

PORTON.- Aparte de significar como su propio nombre indica una puerta grande, así se conocía la que separaba el zaguán del resto de la vivienda.

POSITO.- Derivada del latín «positum», o sea depósito, así se llamaba al edificio en el que se guardaban los granos, para prestarlos a los labradores en época de escasez. De origen medieval, tuvieron su auge en el siglo XVIII. A partir del XIX fueron decayendo por la intervención progresiva del Estado, que transformó el «status» municipal primigenio en un organismo dependiente del Ministerio de Agricultura.

PUCHERO.- Como tal, no solamente se conocía la vasija de barro en la que se cocían los alimentos, sino el típico plato castellano de sopa de fideos, garbanzos y menestra vulgarmente conocido como «cocido». Decir puchero equivalía a decir «cocido».

R

RAMPOJO.- Va decayendo mucho este término, que significa lo que queda de un racimo de uvas al que se le han quitado éstas.

RASERO.- Cuando en otros tiempos se medían los cereales con los celemines, las medias fanegas o las fanegas, que se colmaban de grano, se rasaba éste con un palo cilíndrico, que se llamaba rasero.

RASTRO.- Del latín «rastrum», aún se utiliza para recoger hierba, paja o broza, así como para allanar pequeñas parcelas de tierra en huertos o jardines, y que consiste en un mango de palo largo y delgado provisto en un extremo de un travesaño con púas o dientes normalmente de hierro.

RECUA.- Palabra derivada del árabe «rakba», o sea caballería o más propiamente «rakuba», caravana, era un corto número de caballerías que iban una tras otra para transportar vino, cereales, aceite, etc., los arrieros.

REDECILLA.- Red que en los siglos XVIII y XIX se ponían los hombres frecuentemente para tener recogido el cabello.

REFAJO.- Falda basta, ordinaria, de bayeta o de paño, con vuelo y corta, que las mujeres castellanas llevaban en los pueblos encima de las enaguas.

ROMPIMIENTO.- Derivada del latín «rumpere», con esta palabra se entendía el derecho que la parroquia tenía en pasados siglos de recibir una cantidad en metálico por «romper» (abrir) una sepultura para proceder a un enterramiento.

ROPILLA.- Se llamaba así a la prenda de vestir masculina ajustada a la parte superior del cuerpo, sobre el jubón, provista de mangas y de otras sueltas sin función alguna, sino la de adornar, que nacían de los brahones; es decir de una especie de dobles en la manga fija, que se ceñía al brazo. A partir del siglo XVII, los brahones fueron eliminados de la ropilla.

ROPON.- Especie de telas gruesas unidas por costura, que se ponían bajo la sábana inferior de la cama para evitar que los niños o los ancianos enfermos mojasen con sus micciones el colchón. Aún se utiliza en algunos asilos.

S

SANGRADOR.- Antiguamente asociado al médico y al cirujano, su misión era la de sangrar al enfermo por prescripción médica mediante corte en vena. Este oficio solía ir asociado en los siglos XVI al XVIII al de barbero.

SAYA.- Falda que si en las ciudades las mujeres se ponían como ropa interior, en los pueblos era externa. Hoy, ni aun las más ancianas llaman a esta prenda por el nombre con el que se la conoció, por lo que está en completo desuso.

SERON.- Util generalmente de esparto, alargado, provisto en ambos extremos de un receptáculo a modo de sera y que al ponerlo sobre una caballería para transportar fruta, hortalizas, etc., colgaba a ambos costados del animal.

Si era de mimbre, con dos senos a cada lado para recibir cuatro cántaros, se llamaba aguadera, porque así se transportaba el agua desde el caño o la fuente a las casas de los pueblos.

SEXMO.- Nacido hacia el siglo XIII, sexmo se llamó en las provincias de Avila, Salamanca, Segovia y Soria, principalmente, a la división territorial que comprendía cierto número de pueblos asociados para la administración de sus bienes comunes. Esta institución fue fomentada por los Reyes Católicos como medio de combatir el poder abusivo de la nobleza.

Cada sexmo nombraba un sexmero, que le representaba en la Junta de sexmeros; Juntas que desaparecieron en 1813 al ser absorbidas por los jefes políticos (hoy, gobernadores) y las Diputaciones provinciales, cargos creados en 1822, fecha a partir de la cual la palabra sexmo dejó de utilizarse.

SOBRADO.- Lo que sobra de la casa; la parte alta de ésta que tiene como techo el tejado y donde en los pueblos se guardan cosas inservibles, se secan los ajos y se cura la matanza. En la ciudad se conoce más como desván, que, por otra parte, también es una palabra que se va perdiendo por no existir en las edificaciones modernas.

SOLANO.- Así se le llamaba normalmente, al menos en los pueblos, al viento que sopla de Levante, de donde sale el sol; de aquí el nombre solano, del latín «solanus-i».

SOLDADA.- Dinero que en otros tiempos se pagaba al soldado. Proviene de sueldo, y ésta, del latín «solidus», moneda antigua de valor variable.

T

TAMBORITERO.- Palabra no usada en parte alguna ya, y con la cual se designaba al tamborilero, persona que tocaba el tamboril en las fiestas.

TENTEMOZO.- Así se llamaba a los dos palos articulados y recogidos mediante una argolla a las dos varas del carro y que se dejaban colgar hasta apoyarse en tierra verticalmente cuando se desenganchaba de aquélla caballería, pudiéndose mantener así las varas casi horizontales.

TENADA.- También se llamaba tinada a la leña amontonada a modo de rimero, especialmente si la leña eran ramas de pino con su tamuja.

TIMON.- Del latín «temo-onis», era la pieza más larga del arado, a uno de cuyos extremos se sujetaba el animal, mientras que al otro se acomodaba con la cama, la reja, que era un triángulo de hierro y más antiguamente, de madera.

TINAJA.- Esta palabra procede de tina, y ésta, a su vez, del latín «tina-ae». No es sino una vasija grande de barro cocido, de forma apanzada y boca muy ancha, utilizada fundamentalmente para contener agua.

TOQUILLA.- Pieza de abrigo generalmente de color negro, de lana, cuadrada, la que, unidos dos ángulos opuestos, formaba un triángulo y que puesta sobre los hombros servía a las mujeres castellanas en el medio rural para abrigarse la espalda en época de frío.

TRASANTIER.- Lo mismo que se decía «antier» por anteayer, «transantier» equivalía a señalar el día inmediatamente anterior al de anteayer .

TRILLAR.- Por ser tan próxima a nosotros en el tiempo, parece innecesaria su descripción; pero se incluye como palabra en desuso al haber sido sustituida esta labor agrícola por las cosechadoras. Hoy ya no se trilla, salvo rarísimas excepciones. Véase a continuación la palabra trillo.

TRILLO.- Es la traducción de la palabra latina «tribulum». El trillo, prácticamente desaparecido, estaba íntimamente vinculado a la agricultura, y especialmente a los cereales. Consistía en un tablón o tablones ensamblados hasta una anchura aproximada de un metro por 1,70 m. de longitud. En uno de sus extremos, la madera se levantaba en ligera curvatura para facilitar la trilla de la parva. Unos tirantes servían para ser enganchados a los asnos, mulas o bueyes, los que, al dar vueltas en círculo sobre la parva, la mies era triturada por las numerosas esquirlas de cortante pedernal incrustadas en la parte inferior del trillo, lo que hacía se soltase el grano de la espiga y la paja fuera desmenuzada.

TUMBO.- Esta palabra, que procede del griego «tymbu», era utilizada para indicar con ella el libro grande de pergamino en el que iglesias, monasterios y concejos transcribían fielmente los privilegios que tenían concedidos, así como aquellas escrituras que se referían a sus posesiones.

U

USARCED.- Es un vocablo en total desuso, metaplasmo de vuesarced, vuesa merced y vuestra merced, todas ellas también ya olvidadas.

V

VASALLO.- Con esta palabra se conocía en pasados tiempos a la persona que tenía un vínculo de dependencia respecto de otra, ya fuera noble o rey, a quien debía fidelidad y a quien besaba la mano rodilla en tierra como señal de vasallaje.

VASAR.- Del latín «vasarium-ii», significaba la vasija o utensilios de cocina que en ésta o en la despensa se colocaba sobre baldas de ladrillo, adobe o yeso que sobresalían de la pared.

VESTIBULO.- Del latín «vestibulum», ya sólo se emplea en hoteles, salas de cine o teatro y un muy corto etcétera; es palabra con la cual se señalaba en una vivienda el espacio más o menos amplio situado al traspasar la puerta de la misma. Hoy se ha renunciado generalmente a esta hermosa palabra castellana para utilizar, en su lugar. la inglesa «hall», pronunciada «jol».

VOS.- Su uso actual se limita a una manifestación de respeto como tratamiento. Antiguamente formaba parte del lenguaje vivo en Castilla. Vos es el usted de nuestros días.

Y.

YUSO.- Del latín «deorsum», hacia abajo, significaba en los escritos lo que se decía posteriormente, más abajo (yusodicho), en contraposición de la palabra suso, que significaba lo escrito anteriormente, más arriba (susodicho) y que aún se usa normalmente, en especial en escritos oficiales.

Z

ZAGALEJO.- Diminutivo de zagal, era muy castellano decir zagalejo en vez de zagalito o zagalillo. Se refería al adolescente ayudante del pastor.



ANTIGUAS PALABRAS CASTELLANAS

MARTIN VIANA, José León

Publicado en el año 1987 en la Revista de Folklore número 76.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz