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Revista de Folklore número

079



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TRES RITOS ALBERCANOS

PUERTO, José Luis

Publicado en el año 1987 en la Revista de Folklore número 79 - sumario >



Muchas son las costumbres y tradiciones que perduran aún en el pueblo salmantino de La Alberca, otras se han perdido sin embargo, no en balde ha sido una comunidad fuertemente afectada por dos de los fenómenos que, en nuestro tiempo, más han cambiado la faz del mundo rural: la emigración y el turismo. Hoy La Alberca es un pueblo que vive en gran parte del turismo, lo que le hace entrar en contacto con nuevas costumbres urbanas, de consumo, que hacen poner en crisis muchas de sus tradiciones, hábitos, indumentos, formas de construir, etc. Aunque los albercanos, en el contacto con esa cultura que les ha ido llegando de fuera mediante la emigración y el turismo se han ido dando cuenta, muchas veces intuitivamente, del valor de su cultura y de su folklore, y gracias a ello aún se conservan costumbres, ritos, construcciones, alhajas, trajes..., que de otra forma ya se hubieran perdido.

En este trabajo vamos a hablar de tres ritos albercanos: uno, carnavalesco, táurico, y los otros dos, ligados a una virgen y a un santo, con mezcla de elementos religiosos y supersticiosos. No forma parte ninguno de los tres de los aspectos folklóricos más difundidos de La Alberca, de ahí, creemos, su interés y su curiosidad.

EL "PATA-HENO"

Entre las celebraciones y ritos carnavalescos albercanos, destaca, sin duda alguna, la ceremonia del "pata-heno" (pronunciado el nombre en el pueblo con la h aspirada), una suerte de tauromaquia grotesca, celebrada en la plaza del pueblo, rodeada de soportales en tres de sus flancos y con un crucero granítico en medio del otro, crucero que preside todo el recinto, al estar elevado por una escalinata. Un mozo se disfrazaba de toro, pintándose la cara y poniéndose en la cabeza una cornamenta de macho cabrío o de borrego; en el torso, una zamarra de oveja; en la cintura, una correa llena de cencerras, que, al correr, sonaban abundantemente, y saliendo de la misma cintura llevaba una falda hecha del bálago de la mies, y en los pies, unas abarcas ("albarcas" en el pueblo). Este mozo-toro tenía que arrancarse a coger y empitonar, con una horca de madera de las de dar vueltas a las parvas, a los "pata-henos", varios mozos que iban vestidos por todo el cuerpo, de pies a cabeza, con sacos llenos de paja, lo que les daba un enorme volumen y una gran dificultad de movimientos, que provocaban risas y abundantes carcajadas entre los espectadores. El mozo-toro los pinchaba con la horca, tirándolos al suelo y revolcándolos, o intentando elevarlos por el aire; los "pata-henos" volvían a levantarse y se exponían a nuevas acometidas de este toro humano; y todo entre el sonar de las cencerras y el gritar del pueblo, asistente al ritual y espectador desde los balcones o los soportales de la plaza. Tras mucho empitonar el toro a los "pata-henos", los sacos llenos de paja de que iban vestidos se reventaban, alcanzando un alto efecto cómico y grotesco. Y éste es el rito carnavalesco del "pata-heno", rito táurico, ceremonia relacionada indudablemente con la abundante y rica tradición peninsular de la tauromaquia y con la tradición carnavalesca de los peleles, grotesca y bufa. Se trata de una tauromaquia grotesca, un rito colectivo en el que estaba presente todo el pueblo, alegre, bullanguero, festivo.

EL MONTON DE CANTOS

En el camino que va desde el pueblo a la ermita en que se venera la primitiva y hermosa virgen románica de Majadas Viejas o Maralviejas, se atraviesa por un robledal lleno de árboles y de variadas especies de matorrales -la "Dehesa"-; a poca distancia ya de la ermita y bastante cerca de unas rocas berroqueñas, en las que se representa la Loa en la fiesta de romería de la Virgen (Loa recogida por Camilo José Cela en su libro Páginas de geografía errabunda), se halla un montón de piedras, justo al borde del camino, en la parte izquierda según se va, montón que los albercanos han ido creando en sus continuos itinerarios devotos hacia la ermita, montón al que corona una tosca cruz hecha de palos de madera, y al que se conoce como Montón de Cantos.

Al pasar por el lugar, los grupos de personas que hacían el camino rezaban algunas oraciones marianas, entre ellas la "Salve" a la Virgen, y en el rezo lanzaban una o varias piedras, que cada uno cogía del contorno, al montón, ya bastante colmado de ellas. Se iba así formando, a golpes de oraciones y peregrinar, el Montón de Cantos. La gente siempre decía que la finalidad de ese montón de piedras era la construcción de una nueva ermita que habría de edificarse; finalidad extraña, ya que la existente era un edificio restaurado no hacía mucho y enclavado en un delicioso y apartado paraje.

Existen en otros lugares de la Península, especialmente en Galicia, otros montones de cantos. En el Bierzo leonés se halla, en concreto, la Cruz do Ferro, en el Camino de Santiago; de ella dice Fernando Sánchez Dragó:"Hasta hace algunos años, grupos de segadores bajaban a trabajar en los trigales castellanos por la vereda de las Portillas y, precisamente al llegar al Bierzo, volvían los ojos atrás y tiraban una piedra al pie de la Cruz do Ferro"(*). Este autor relaciona estos montones de cantos con ritos prehistóricos de culto a la piedra (litolatría) y también con el culto a Mercurio y dice que estos montones suelen estar situados en las encrucijadas de los caminos.

Sea lo que sea, en La Alberca, el Montón de Cantos del camino de la ermita de Maralviejas lo conocemos relacionado con la devoción a la virgen, es decir, lo conocemos cristianizado. Es un rito unido a las oraciones marianas y, por ello, es un rito de religiosidad popular.

EL "ORIEGANO"

Y al tercer rito que queremos describir está relacionado con la planta del orégano, con la fiesta del mártir San Lorenzo y con el fuego. Los albercanos llaman "oriégano" a esta planta aromática, abundante en los contornos del pueblo y muy usada en la condimentación del embutido y en los vahos contra los resfriados; "oriégano", palabra con una peculiar diptongación, que no posee el término usual castellano: orégano.

¿En qué consiste este rito albercano? El día diez de agosto, fiesta de San Lorenzo, mártir de la Iglesia, quemado en una parrilla, salen las mujeres a los huertos y a los alrededores del término a buscar "oriégano" antes del amanecer, todavía de noche. Recogen manojos de la planta y con ellos vuelven al pueblo, antes de salir el sol, pues de regresar cuando ya los rayos solares caen sobre la tierra no valdría el efecto benéfico del "oriégano". Y en su vuelta al pueblo, aún no salido el sol, lo van dando a las personas amigas con las que se encuentran por las calles y ellas mismas lo llevan a sus casas. Por intercesión del santo, el "oriégano" recogido en su fiesta, traído antes de la salida del sol y colocado en las casas, impide que éstas se quemen, que haya fuego en ellas, según la creencia albercana.

Es el del "oriégano", por tanto, un rito contra el fuego, contra los efectos nocivos de dicho elemento, es un rito contra los incendios; por eso en la recogida de la planta se evita la presencia del astro solar, símbolo precisamente de la lumbre, del abrasarse. Es un rito de sombra, de amanecer, y en él se mezclan la presencia y utilidad práctica de la planta, muy usada en el pueblo, la existencia de creencias y supersticiones ancestrales, y el elemento religioso, muy presente también en La Alberca. Lo que se nos escapa es precisamente el papel que en este rito tiene la planta, el "oriégano", ¿por qué interviene? , ¿por estar granada en este tiempo de agosto, por tener alguna propiedad atribuida entre la gente contra el fuego, o por mera superstición?

Este rito del "oriégano", así como el del Montón de Cantos, es posible observarlo aún en La Alberca. El del "pata-heno", sin embargo, se ha perdido; aunque quizás los albercanos, que todavía mantienen de él viva memoria, hagan que algún día vuelva a resurgir.

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(*) Fernando SANCHEZ DRAGO: Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España. I. Los orígenes, Madrid, 1978, página 152.



TRES RITOS ALBERCANOS

PUERTO, José Luis

Publicado en el año 1987 en la Revista de Folklore número 79.

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