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Revista de Folklore número

086



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Los gitanos extremeños en el siglo XIX

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 1988 en la Revista de Folklore número 86 - sumario >



I

El día 6 de enero de 1836 cruzaba la frontera española el inglés George Borrow, uno de esos viajeros del siglo pasado que, al igual que Irving, Andersen y otros, se encargará de difundir en sus escritos lo típico y lo tópico de la piel de toro en aquella época romántica. Las curiosas aventuras por él vividas, reflejadas más tarde en letra impresa, especialmente las tragicómicas andanzas con los gitanos extremeños, difícilmente las entenderíamos si antes no conociésemos una parte de su vida.

George Enrique Borrow había nacido en East Dereham, Norfolk, un día 5 de julio de 1803. Era el segundo hijo del matrimonio compuesto por Tomás Borrow ,un capitán del Regimiento con escaso futuro, y Ana Preferment, una antigua actriz de origen francés, tal vez gitana, e hija de agricultores bien acomodados. Sus primeros años discurren entre continuos desplazamientos motivados por la profesión paterna. En 1810, cuando George contaba siete años, tiene lugar un acontecimiento que lo marcará para el resto de su vida, ya que es en esa fecha cuando conoce y jura fraternidad con el gitano Ambrosio Smith, el Jasper Petulengro de sus escritos. Estudió en Dereham, Edimburgo, Norwich y en la "Academia Protestante" de Conmel. Aunque dotado de una prodigiosa memoria y de una facilidad nada usual para el aprendizaje de idiomas, el joven Borrow únicamente se halla atraído por la aventura, por los deportes y por la vida errante. Sus costumbres extravagantes comienzan a resultar antipáticas a su padre, para quien ya es un gitano en el sentido literal de la palabra. Esta opinión de su padre era obsesión en él. En 1818 se encuentra de nuevo con el amigo Ambrosio Smith y con su grupo étnico recorre mercados y ferias, aprendiendo su lengua, hábitos y costumbres. Tras un corto paréntesis en el que trabaja de pasante, de traductor de los idiomas más dispares y de escritor de cortos vuelos, nuestro hombre deja la vida sedentaria y vuelve al mundo errante de la tribu. Ha cambiado la pluma por el oficio de herrador y se ha visto prendido en las garras de una enamorada mozuela gitana.

El período comprendido entre 1825 y 1832 es el menos conocido en la vida del inglés, ya que él mismo lo intenta cubrir con un halo de misterio. Sus biógrafos aseguran que esos siete años los ocupó en aventuras y traducciones, así como en algunos viajes por la Europa Occidental para ejercitar su afán políglota. Entonces pisó por vez primera vez la capital de España. Por esas fechas Borrow habla correctamente doce lenguas (galés, danés, hebreo, árabe, alemán, español, armenio, italiano, ruso, manchú...) y es capaz de traducir nada menos que treinta y dos. Al final de esta época se retracta del ateísmo inculcado por W. Taylor, y animado por un reverendo pastor amigo de la que luego sería su esposa, contacta con la British and Foreing Bible Society (Sociedad Bíblica Británica), que le encarga la difusión del Nuevo Testamento sin notas en Rusia. Allí permanece hasta 1835. Vuelto a Inglaterra, la Sociedad Bíblica le envía a finales de ese mismo año a Portugal para acelerar la propagación de la Biblia. Dos meses escasos disfrutó del vecino país, ya que el "ansia de llegar a la romántica, a la caballeresca y vieja España" agilizan sus pies, que acaba poniéndolos en Badajoz un día 6 de enero del año siguiente.

Fruto de su estancia en España, en la que permanecerá hasta 1840, son la publicación de dos de sus libros más conocidos: The Zincali; or An Account of the Gypsies of Spain (Los Zincali. Los gitanos en España) y The Bible in Spain (La Biblia en España), editados en 1841 y en 1842, respectivamente. La segunda de las obras constituyó un auténtico éxito, y Borrow saboreó las mieles del triunfo. En el primer año se vendieron siete ediciones en lengua inglesa, a las que habría que unir otras dos que se despacharon en Norteamérica en 1843. Muy pronto se hicieron traducciones al francés, al ruso y al alemán. Curiosamente tendrían que pasar ochenta años para que los españoles pudieran leer el libro en su propio idioma.

Un repaso a cualquiera .de los dos libros nos pone al descubierto las estrechas relaciones de Borrow con los gitanos españoles, gitanos que no siempre son bien tratados, a pesar del "gitanismo" que rezuma el autor. La comprensión y una indiferencia sui generis hacia este grupo étnico es lo que vamos a encontrar a menudo en las páginas de The Bible in Spain, obra que nos servirá de base para el análisis de los gitanos extremeños.

II

En La Biblia en España dedica Borrow dos capítulos, el 9 y el 10, a narrar su paso por Extremadura camino de Madrid. La bienvenida al más genuino estilo español la recibe George al pisar el suelo de la provincia pacense. "Una voz me saludó desde la otra orilla en el espléndido idioma de España, de esta manera: ¡Oh señor caballero, que me dé usted una limosna por amor de Dios, una limosna para que yo me compre un traguillo de vino tinto! ...Arrojé al mendigo una monedilla de plata y, gritando ¡Santiago y cierra España!, seguí mi camino más de prisa todavía, prestando poca atención, como dice Gil Blas, al torrente de bendiciones derramado por el mendigo a mis espaldas; según más tarde averigüé, aquel tipo era un borracho perdido que se instalaba todas las mañanas junto al vado para sacar a los viajeros unos cuartos y gastárselos por la noche en las tabernas de Badajoz. Pagaba con bendiciones a quien le daba limosna y con maldiciones a quien se la negaba, e igual facundia y habilidad tenía en el empleo de las unas que de las otras". Simpática descripción, que parece sacada de una página de la picaresca. Los pobres menesterosos recorren las principales rutas peninsulares y acechan la dádiva del viajero. Volverá Borrow a toparse en una venta, ya en tierras de Almaraz, a otro "mendigo, que, después de pedir una limosna por las siete llagas de María Santísima, se sentó con nosotros y se instaló muy a sus anchas".

Arrieros, viajeros, contrabandistas, gitanos, salteadores y pobres viven por y de los caminos. Madoz, que redactaba su magna obra cuando don Jorgito el inglés recorría la Península, apunta la metamorfosis del menesteroso extremeño, que acabará sujeto en las redes del bandolerismo: "En una palabra: la decrepitud, la orfandad, la desgraciada viuda, el enfermo pobre, el huérfano, ni el niño abandonado, encuentran un asilo benéfico en que se socorran sus miserias, precaviendo de este modo el extravío de corazón, que conduce como una necesidad y único refugio al crimen".

La primera impresión de Borrow, que refiere con cierto sarcasmo, aumenta en el mismo sentido negativo cuando ha de soportar la insolencia del funcionario de la aduana de Badajoz y con la desagradable sorpresa que le depara el paisaje de la comarca, como él no duda en reconocer: "Los alrededores .de Badajoz no me predispusieron gran cosa en favor del país a que acababa de llegar." Por espacio de tres semanas permanece en aquella capital y en ese tiempo sus relaciones con los "españoles" son nulas, dedicándose por entero a los gitanos. Su falta de contacto lo fundamenta en lo que a la larga se ha considerado una nota antagónica entre las dos razas: "Durante mi estancia en Badajoz tuve poco trato con los españoles; lo más del tiempo se lo consagré a los gitanos..., y con quienes me encontraba más a mis anchas que con los silenciosos y reservados hombres de España; medio siglo puede estar un extranjero entre españoles sin que le dirijan media docena de palabras, a no ser que partan de él los primeros pasos para intimar, y aun así puede verse rechazado con un encogimiento de hombros y un no entiendo, porque entre los muchos prejuicios profundamente arraigados en este pueblo se cuenta la singular idea de que ningún extranjero es capaz de aprender su lengua...".

Pasa Borrow los días traduciendo la Biblia, que posteriormente imprimirá en Madrid, y predicando el Evangelio a los gitanos. La conversión de su raza adoptiva la toma muy en serio, hasta el punto de verter al caló los escritos de San Juan. Los Zincali, incapaces de leerlo, lo usan de amuleto y rápidamente agotan la tirada. Es supersticioso el gitano, que, amén del librillo, sabe usar de la talismánica piedra de imán colgada al cuello, el bar lachí, "la piedra preciosa a que se pega la aguja". Constituye el único pasaporte de Antonio López, el indómito gitano y temprano amigo del inglés, que así alaba sus cualidades: "Hermano, cuento ya cincuenta años de edad y aquí me tienes vivo y sano. ¿Cómo podría ser eso si el bar lachí no tuviera poder alguno? He sido soldado y contrabandista, y he matado y robado también a los Busné (payos). Las balas del Gabiné (francés) y del aira canallis (guardas) me han zumbado en los oídos sin tocarme por llevar conmigo el bar lachí. Veinte veces he hecho cosas que, según la ley busné, debían haberme llevado al filimicha (horca, patíbulo); sin embargo, nunca me ha estrujado el cuello el frío garrote. Hermano, confío en el bar lachí, como los Coloré (gitanos) de otro tiempo: aunque me viera en el golfo de Bombardó (León) sin una tabla a que agarrarme, no tendría miedo; porque llevando tan preciosa piedra, ella me sacaría sano y salvo a la costa. El bar lachí es poderoso, hermano". Los gitanos valoran su uso, pues no en vano tiene la fuerza de una herencia de los antepasados. Y saben, por ser práctica corriente, que las limaduras de la piedra de imán tomadas con aguardiente eliminan las posibles contrariedades de alguna difícil resolución.

De la misión pastoral llevada a cabo por don George entre las gentes del Errate deducimos que sería un regular auditorio el que se embelesaría con la verborrea del Caloró de Londres. Los frutos cosechados debieron estar muy por debajo de los apetecidos. Ni tan siquiera conocemos el número de los gitanos que a la sazón tenían asentados sus reales en Badajoz, si bien especulando a la ligera podríamos convenir una cifra aproximativa. A raíz de la Pragmática firmada por Carlos III, fechada el 19 de septiembre de 1783, tendente a la "reducción" de los gitanos, se hizo el primer censo, y hasta ahora el único, de la comunidad. Unas 12.000 eran las personas que se consideraban legalmente comprendidas en dicho grupo, de las cuales 631 vivían en la entonces llamada provincia de Extremadura, lo que supone un 5,25 por ciento del censo. La proporcionalidad, a pesar de las seguras omisiones que debieron de existir a la hora del recuento, es muy baja. y esta cifra se minimiza aún más si la oponemos al total de la población extremeña, que en aquellos momentos era de 431.648 almas. Esto significa que los gitanos eran tan sólo el 0,14 por ciento del total de los habitantes de la provincia. Cuando Borrow recorre la Península han ascendido a 547.420 los que habitan en Extremadura. considerando un crecimiento paralelo de los gitanos, puesto que aunque es mayor su natalidad también lo es el grado de mortalidad, los miembros de esta comunidad girarían en tomo a los 800. Sin embargo, todos estos datos han de tomarse con cierta cautela. Si complicado resulta saber su número, más difícil resulta averiguar su distribución en la provincia. De La Biblia en España deducimos que el mayor porcentaje de ellos residía en la capital pacense y en Mérida. En Trujillo, a pesar de la tradición gitana, sólo vive una familia. Es posible que otros miembros de la comunidad hubieran huido a lugar seguro tras la publicación de la Pragmática Sanción y de las "persecuciones" derivadas de la misma. La información de Borrow coincide en líneas generales con los datos que se apuntan en el censo citado más arriba. A los grupos sedentarios debemos sumar los ocupados en el bandolerismo, "en los asuntos de Egipto" que frecuentemente repite Antonio López, en el Camino Real, ya en los límites de Chim del Manró (Extremadura), así como los ocupados en el matute y en otras tareas afines.

III

Al decir de mi maestro Luis Cortés, lo que verdaderamente identifica a un pueblo, en este caso a una comunidad, son la vivienda, la comida y, en último lugar, la lengua. Poco nos dice el Caloró de Londres acerca de la casa gitana, aunque sí lo suficiente como para que nos percatemos de su mísera condición. "Humilde choza" llama al habitáculo de la familia gitana, construido de piedras y cerrado con una sólida puerta de madera con no menos fuerte cerradura. "Pequeña y mísera" es la casa que Antonio tiene en Badajoz, de una sola planta y "situada en una calle sucia". Un pasillo de acceso a la vivienda y a la cuadra, independientes entre sí. Es todo lo contrario a lo que dice Madoz en su Diccionario Histórico-Geográfico en relación al conjunto de las construcciones de Badajoz y, consecuentemente, debemos encuadrar a las casas habitadas por los gitanos entre las edificaciones propias de las clases más humildes.

La situación en Mérida es semejante. Borrow se entera por la gitana vieja que le da posada que hay muchas casas de sobra en la ciudad y que los gitanos se posesionan de ellas. Lógicamente estas casas de nadie, "algunas tal como las dejaron los corahanós "moros", se encuentran en estado ruinoso y es de suponer que los gitanos carecen de los medios materiales necesarios para una mínima reparación. Nuestra familia se halla instalada en un viejo caserón del que "la única parte habitable, además de la cuadra, era aquella especie de zaguán donde cenamos, y en el que dormían las gitanas", y en donde se hacían notar el frío y la humedad.

En la casa gitana se reserva una estancia para corral. Los animales, una de las fuentes de vida, han de estar bien acomodados. Pero la cuadra sirve también de cubil a los gitanos que no pertenecen al grupo familiar más íntimo. Las normas que rigen la moral gitana saltan a la vista. Don George y Antonio López, a pesar de ser cuñado de una de las mujeres de la casa, en Mérida han de dormir en el pesebre. Muy utilizado debió de ser por Borrow este charipé (cama) durante su estancia en Extremadura, y seguro que lo encontró confortable para combatir el sueño y los duros fríos invernales, ya que su añoranza en tierras trujillanas así lo evidencia: "Estaba, sobre todo, cansadísimo, y lo que más me apetecía era tumbarme en un abrigado pesebre y entregarme al sueño arrollado por el agradable rumor de caballos y mulas comiéndose el pienso."

El mobiliario está acorde con la casa. La Biblia es poco explícita en este sentido, aunque de las escasas menciones podemos inferir la existencia en cada casa gitana de una mesa pequeña, varias sillas, felpudos o colchonetas para dormir, algunas mantas, tal vez la guitarra, un brasero, una lámpara de barro y unos pocos útiles de cocina; es decir, todo aquello que podría trasladar sin dificultad una tribu nómada, y ello a pesar de que los grupos familiares, como apuntara el yerno del "feroz gitano" Antonio López, "no acostumbran ya a viajar". A consecuencia de la Pragmática a los del Errate se le obliga al sedentarismo, razón por la cual no se alude en La Biblia a jacales o campamentos móviles, excepción hecha de los montados esporádicamente por fugitivos y bandoleros.

El aspecto culinario apenas es esbozado en la obra que nos ocupa. Dejando a un lado los momentos más o menos festivos, como es el caso de la boda celebrada en Mérida que. se describe en The Zincali, en los que el menu es rico y variado, observamos que la comida diaria se presenta escasa, poco cambiante y marcada por los ritmos estacionales. Borrow llega a Extremadura en enero y, lógicamente, comprobará que el condumio tiene por base la carne de la matanza, aunque en las casas más humildes de la comunidad éste es un producto vedado. Una buena cena que el Caloró de Londres se atreve a citar es un cocido "de garbanzos, tocino y otras sustancias", acompañado del trago de la bota. Otras veces llenarán la andorga con vino, pan, aceitunas y queso. La cena es la principal de las comidas del gitano extremeño. Cuando hay sobras, éstas sirven de desayuno. En invierno el plato de la mañana también lo configuran los derivados del cerdo. Borrow y Antonio desayunan en Badajoz "el corazón del balichó (cerdo)" cocido, y la ingestión es aprovechada por el gitano para lanzar un conjuro que se inscribe en el contexto de la más pura magia simpática: "El puerco ha dado muerte a su hermano. Que todo Busnó (payo) corra su misma suerte" El resto del día entretienen el hambre a base de pan y de vino.

En la primera mitad del siglo XIX sigue la persecución de los elementos gitanos reacios a abandonar "traje, lengua y modales". Son conscientes de que "el rey ha destruido la ley de los Calés". Cada vez existe menos diferencia externa entre los "españoles" y los gitanos. Cita Borrow algunas prendas del traje masculino de éstos: zamarra, faja, capa y sombrero andaluz. Son indumentarias iguales a las usadas por cualquier campesino pacense en tiempo de invierno. Otro tanto ocurre con las mujeres. La capa de paño basto es el único indumento, sólo en ocasiones, común a ambos sexos.

A lo largo de La Biblia en España se nos presenta un amplio vocabulario de los Zincali extremeños, común en líneas generales a los del resto de la Península y a los restantes en otros puntos de la geografía europea. No es ahora el momento de analizar los rasgos lingüísticos del caló ni otras peculiaridades, sino .la importancia del habla gitana en el contexto general de la época. El caló "es lengua prohibida", y por ello ha quedado reducida al trato íntimo de la comunidad. La mínima palabra gitana dicha en voz alta arranca las iras de los "españoles" y la represión de la justicia. Don Jorgito el inglés pudo comprobarlo cuando se fue de la sin hueso ante unos tratantes en una venta del Camino Real, entre Mérida y Trujillo: "¿Qué es lo que oigo? ¿Te atreves a hablar en caló delante de mí, que soy chalán y nacional? Malditos gitanos, ¿cómo os atrevéis a entrar en la posada y a hablar en esa lengua delante de mí? ¿No está prohibida por la ley como os está prohibido entrar en el mercado? Amigo, como vuelva a oir de tu boca una palabra en caló, te muelo los huesos a palos, y de un puntapié vas volando al tejado." Para el payo la lengua gitana tiene fama de diabólica, de tal manera que pronunciando algunas palabras a la oreja de un burro apocado hace que éste se convierta en el animal más vivaracho, pero, ya vendido, el jumento vuelve a su condición primitiva. Para un tratante afectado, la solución estaría en poner fin a la infamia, lo que se conseguiría "con sólo prohibir hablar el caló; porque, ¿qué otra cosa sino las palabras en caló dichas a su oído pudo inducir al jumento a portarse de tan inconcebible manera?"

La inquina hacia ellos les ha obligado al abandono de su lengua, uno de los pilares de la identidad gitana. La interpretación de la Pragmática por el pueblo y por las autoridades abren la fosa para enterrar los despojos de lo que ya a finales del XVIII, y más aún en el primer tercio del siglo XIX, no pasaba de ser una jerga de tipo marginal o gremial. El gitano de esta época romántica no tiene el mínimo problema para entenderse con los payos, e incluso maneja los recursos del idioma castellano con mayor soltura que los "españoles". Ya Sebastián de Covarrubias, en los comienzos del siglo XVII se hacía eco de este particular cuando señalaba que "los gitanos deprenden fácilmente la lengua de la provincia por donde passan, y assí saben muchas y fuera de ser ladrones manifiestos, que roban en el campo y en despoblado, de algunos de ellos se puede presumir que son espías..."

IV

¿De qué viven los gitanos extremeños? Don Jorgito el inglés, en su viaje novelado, nos señala muy a la ligera algunas de las ocupaciones gitanas con fines lucrativos. "Allí (Badajoz) fue donde encontré al indómito Paco, hombre que tenía un brazo seco y manejaba las cachas (tijeras) con la mano izquierda; a su astuta mujer, Antonia, diestra en hokkano baro, o engaño maestro". He aquí dos oficios en una misma familia que requieren una cierta especialización: esquilador de animales y timadora. No conocemos cómo es la actuación de la pícara Antonia, aunque no anda muy lejos de la venta encubierta de los objetos provenientes del matute y de la práctica de la quiromancia. Precisamente la buenaventura constituye el principal trabajo de cara al exterior que realizan las Calés adultas y aun las que ya están en la edad de perder su lacha (doncellez), constituyendo el modus vivendi de muchas familias. De una manera harto expresiva el autor del Tesoro de la Lengua Castellana o Española, refleja el componente quiromántico y embaucador de las gitanas: "Las mugeres son grandes ladronas y embustidoras, que dizen la buenaventura por las rayas de las manos, y en tanto que ésta tiene embevidas a las necias, con un buen marido, las demás dan buelta a la casa y se llevan lo que pueden."

La anterior opinión contra la gitanería gozaba de total predicamento todavía en la primera mitad del siglo XIX. Don George puede comprobarlo a lo largo de su peregrinar, como puede comprobar la fama de ladrones que arrastran los miembros de la comunidad, fama que han ganado a pulso y con la que se identifican. La amistad con lo ajeno ellos, los gitanos de Mérida, la hacen gachapla (copla) que, acompañada con guitarra y golpes rítmicos, contornean con sus cuerpos las mujeres:

-Gitano, ¿por qué vas preso?
-Señor, por cosa ninguna;
porque he cogío una ramá
y etrás se bino una mula.

Caminito de Antequera
preso llevan a un gitano,
porque se encontró una capa
antes de perderla el amo.

El trabajo que por excelencia se le ha atribuido al gitano ha sido el chalaneo o tratos con bestias de carga. En La Biblia se alude en bastantes ocasiones a este oficio. Ya vimos cómo un competidor payo recuerda la prohibición a los gitanos de pisar ferias y mercados. No obstante, se las arreglan para mantener, aunque sea bajo cuerdas, la profesión y con este fin, a pesar de la dificultad que ello comporta, se desplazan de unos puntos a otros de la geografía de Extremadura e, incluso, a Castumba (Castilla), donde "las bestias extremeñas son muy apreciadas". Tienen conciencia del precio exacto de cada animal y unas máximas que configuran su código mercantil, como el que "las caballerías resabiadas y mal domadas suelen tener muy buenos pies".

El conocimiento que el gitano tiene del animal es la base del éxito de sus tratos, aunque también en los momentos precisos salgan a relucir la picardía, la triquiñuela, hasta el punto que el comprador se siente víctima del engaño más inverosímil. Con gran colorido vierte Borrow al papel el razonamiento de un engatusado por las mañas gitaniles: "Estando en Mérida o Badajoz, voy al mercado, y allí me veo en un rincón a los malditos gitanos charlando en una lengua ininteligible. "Señor gitano -le digo a uno de ellos-, ¿cuánto quiere usted por ese burro?" "Diez duros, Caballero nacional -me responde-. Es el mejor burro de toda España." "Quisiera verlo andar", replico yo. "Ahora mismo", contesta, y salta sobre el burro y le hace salir andando, no sin haberle murmurado antes al oído no sé qué cosas en caló; el burro tenía un paso magnífico, como yo no había visto otro. "Creo que me conviene", digo al fin, y después de examinarlo un rato, saco el dinero y le pago. "Me voy a mi casa", dice el gitano, y desaparece rápidamente. "Y yo, a mi pueblo", contesto yo, y montando en el burro le digo: "Vámonos", pero el burro se está quieto. En vano le arreo con una varita. "¿Qué significa esto?", exclamo; y me pongo a darle espolazos. Pero el maldito, apenas siente la picadura, al primer corcovo me tira por las orejas en medio del fango. Me pongo en pie y veo al burro contemplándome atentamente, y a la canaille gitana mirándome de través con sus ojos velados. "¿Dónde está el tunante que me ha vendido esta alhaja?", grito. "Se ha ido a Granada", dice uno. "Se ha ido a ver a su familia de Morería", añade otro. "Le acabo de ver corriendo por el campo en dirección de..., perseguido muy de cerca por el diablo", exclama un tercero. En suma, me han robado. Quiero deshacerme del burro, pero no hay quien lo compre; es un burro caló, y todos le huyen. Al cabo, los gitanos me ofrecen treinta reales por él; y después de regatear mucho, me doy por contento vendiéndoselo en dos duros. Todo ello es una pura estafa; el burro vuelve a su dueño, y la cuadrilla se reparte la ganancia..." .

Dos siglos antes, Covarrubias había advertido sobre el particular cuando informaba que "los gitanos son grandes trueca burras, y en su poder parecen las bestias unas cabras, y en llevándolas el que las compra, son más lerdas que tortugas". Sin ningún género de dudas, estamos ante uno de los retratos típicos de los gitanos, que no desaparecerá ni cuando, pasados los años, consigan provisiones para ejercer legalmente el comercio de bestias, apoyándose para ello en el comportamiento heroico de los miembros de la comunidad en ciertos avatares históricos del siglo XIX. No en vano algunos gitanos pacenses habían luchado contra el Gabiné (francés) invasor.

V

La Pragmática de 1783 se apoya en la jerarquía diocesana para alcanzar su máxima difusión y su mayor eficacia. Los libros de visitas parroquiales recogen edictos enviados por obispos y cabildos tendentes, en orden a dicha Pragmática, a que los residentes en la jurisdicción correspondiente vigilen la actuación de malhechores, contrabandistas y gitanos, metiéndose a todos en un mismo saco. Este es un fragmento de la circular que el Deán de Coria remite al cura de Ahigal, pueblo del norte de Cáceres, y de la que se acusa recibo el día 12 de agosto de 1784:

"...la istrucion que S. M. ha mandado espedir para la persecución de Malechores y Contrabandistas en todo el Reino afín de que teniendo la presente Empleemos nro. celo en beneficio de la causa ppca. prebiniendo a los Eclestos. de nro. obispado que no reparen en maura alguna de lo que S. M. manda en este particular sino en la parte qe les toca procure cada uno distinguirse en su obserbancia atendiendo a la utilidad que resultare al servicio de Ds. y del Rei, sise logra el fin de limpiar las Provas. y caminos de facinerosos y contravandistas para ebitar los escesos y de sordenes que frequente mente comete esta mala gente con notable daño del estado, y a los onrados Vasallos de S. M. entre las providencias que se prescriven en dha ynstrución pra. el esterminio de las quadrillas de Malechores y Contravandistas en su articulo trece semandan tambien obserbar los articulos veinte y dos, veinte y tres, veinte y quatro, treinta, treinta y uno, treinta i dos y treinta y tres de la Pragmatica Sanción de diez y nuebe de Spte. del año prosimo pasado de mil setecientos ochenta, y tres Espedida para contener y castigar la vagancia de los que se conozian con el nre. de Gitanos o Castellanos nuebos..." .

Pero ya con anterioridad a esa fecha se había abierto la veda para la caza de estos colectivos marginados. A lo largo del siglo XVIII conocemos ejemplos de cómo se empleaba el rigor de la ley contra los gitanos implicados en el matute y en el bandolerismo. Algunos confesos mueren en la horca. Gómez Alfaro nos habla de gitanos que, tras la ejecución, fueron descuartizados y sus cuartos colgados en los lugares del delito. En el puente sobre el río Tozo, en las proximidades de Trujillo y situado en el Camino Real, se exponen en repetidas ocasiones para escarmiento de facinerosos. Sin embargo, las disposiciones reales no impiden que siga habiendo en Extremadura gitanos, "malechores y contrabandistas" cuando Borrow recorre la provincia.

Todo nos hace suponer que a la segunda de las actividades se dedican principalmente miembros de las comunidades residentes en Mérida y en Badajoz, trasluciéndose una cierta connivencia con las autoridades de ambas poblaciones. El propio don George es presentado a un alguacil emeritense como un gitano matutero y aquél reacciona pidiéndole un poco del tabaco que haya traído. La familia gitana que conocemos en esta ciudad mantiene unas excelentes relaciones con los Busné principales, relaciones nacidas del beneficio del contrabando y de las artes ocultas que practica la gitana vieja, entre las que sobresalen la confección de filtros amorosos que a buen seguro favorecen a las personas más influyentes y poderosas. No hay que olvidar que esa vieja es el arquetipo de la celestina del Errate.

Conforme nos alejamos de la frontera portuguesa se observa que el contrabando como modus vivendi de la comunidad gitana es suplantado por la figura del salteador. Ello no impide que también los gitanos sedentarios se inscriban en el bandolerismo y que puedan alardear de "proezas" sin tino y mostrar su talante violento. Los Calés que Borrow conoce lucen un curriculum de robos, de muertes y de envenenamientos, así como un deseo de aniquilación de los payos. En la existencia del Busné encuentra el gitano la razón de bandolerismo: "...hay demasiados Busné, hermano; si no hubiere Busné, no habría ni robos ni muertes. Los Caloré no se roban ni se matan unos a otros; los Busné, sí; ni son crueles con los animales, porque su ley lo prohibe. Un día, siendo yo chico, pegué a una burra, pero mi padre me sujetó la mano y, reprendiéndome, me dijo: "¡No hagas daño a ese animal, porque dentro de él está el alma de tu propia hermana!" Curiosa creencia gitana en la transmigración, que en este caso sirve para contraponer la maldad de los "españoles" a su bondad innata que le impide atracar a los de su misma etnia.

Los problemas políticos y sociales que se viven en la Península en la primera mitad del siglo XIX juegan un importante papel en el aumento de las partidas de facinerosos gitanos en Extremadura, llevando más inseguridad a una tierra ya de por sí insegura. Así lo explica Madoz: "Contribuye también a hacer la desgracia de este territorio un crecido número de estas familias errantes, conocidas con el nombre de gitanos o mulatos, cuyo poco acomodado género de vida a la seguridad personal y de la propiedad, cuyas costumbres poco escrupulosas, mantienen en jaque continuamente a los encargado de la seguridad pública. No es natural del país esta clase de gente; unos se han aclimatado allí huyendo de la vindicta pública que en otras naciones o pueblos les amenazaba, y los demás hallaron comodidad en las asperezas de los bosques, en las quebradas y barrancos de las montañas, para practicar más impunemente que en otros territorios los actos de su vida airada" Y así se expresa ante don Jorgito una voz gitana: "Los Calés abandonan ya las ciudades y aldeas y se echan al campo en cuadrillas para saquear a los Busné; no hay ley ninguna en estas tierras, y ahora o nunca es la ocasión de que los Caloré vuelvan a ser lo que fueron en tiempos pasados" Coincidencia total con la opinión que a un "español" merece este hecho: "Parece que la canaille gitana trata de aprovechar los disturbios de estos tiempos y se ha constituido en facción. Dicen que a esta cuadrilla van a juntársele muchos de sus hermanos de raza, y lo creo, porque todos los gitanos son ladrones"

¿Dónde actúan los facinerosos gitanos de los que tiene noticia Borrow? El inglés camina desde Badajoz hasta Oropesa, ya en la provincia de Toledo, siguiendo el Camino Real, después llamado Carretera de Extremadura. Aunque no precisa el recorrido con detalle, hemos de suponer que éste fue como sigue: Badajoz, Talavera la Real, Lobón, Mérida, San Pedro, Venta de la Guía, Miajadas, Villamesías, Puerto de Santa Cruz, Trujillo, Casa del Carrascal (despoblado), Jaraicejo, Casas del Puerto de Miravete, Espadañal (dehesa) y Navalmoral de la Mata. Suman un total aproximado de treinta y seis leguas. Hasta Trujillo el viaje se hace sin contratiempos, a pesar de que se cruza por sitios famosos por la frecuencia de malhechores, como son las proximidades del río Búrdalos, entre Villamesías y Miajadas. Es a partir de aquella población cuando se detecta el movimiento. En el despoblado de Casa del Carrascal comparte cena y cobijo al aire libre con una cuadrilla familiar, a la que se une su amigo Antonio, dispuesta a liberar de la cárcel a unos elementos de la comunidad. La aventura termina trágicamente.

Los montes del Tozo, especialmente en las cercanías del río de este nombre y en las del Almonte, así como el despoblado y las estribaciones de la Sierra de Miravete, más allá de Jaraicejo, son buenas guaridas para salteadores. Contaba Francisco Pérez Boyer, allá por 1782, que en estos lugares fue detenida una partida .de ladrones, y tres de los facinerosos acabaron en la horca. No serían los primeros ni los últimos. Un hermano de Antonio López, el inseparable del inglés, detenido por estos parajes, había muerto



Los gitanos extremeños en el siglo XIX

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 1988 en la Revista de Folklore número 86.

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