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Revista de Folklore número

102



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De molinos, molineros y molineras: Tradiciones folklóricas y literatura en la España del siglo de Oro

REDONDO, Agustín

Publicado en el año 1989 en la Revista de Folklore número 102 - sumario >



El molino -y más directamente el molino de viento- ha venido a ser el símbolo de la civilización rural tradicional. Basta con tener en las manos un tomo de la «Revista de Dialectología y Tradiciones Populares» para notar que figura en la cubierta, a modo de verdadero emblema. Y, sin embargo, lo extraño es que en dicha revista no han salido trabajos sobre el tema, si se exceptúa el artículo pionero. de carácter general y técnico. escrito por Julio Caro Baroja en 1952 (1). Tampoco parece que en España se haya dado a la estampa ningún libro sobre el particular, como el que Claude Rivals, con un enfoque socio-etnológico, preparó a partir del dominio francés y publicó en 1976 (2). De la misma manera, muy poco se ha escrito en castellano sobre las tradiciones folklóricas unidas al universo del molino, del molinero y de la molinera (3).

Nuestro trabajo intenta, pues, echar alguna luz sobre dichas tradiciones y poner de relieve, a través de varios textos españoles de los siglos XVI y XVII, las huellas que han dejado y la elaboración literaria a que han dado origen.

El molino va ligado a las civilizaciones agrarias. Pero en el área mediterránea el que ha dominado durante largo tiempo ha sido el de agua (la «aceña»). El de viento ha correspondido más bien a tierra de amplias perspectivas, como las llanuras del norte de Europa. Ello no quiere decir que este último tipo de ingenio no existiera en las zonas meridionales; sin embargo, hay que reconocer que servía sobre todo para compensar la falta de corriente de los ríos (4). Por lo que hace a España, la extensión de los molinos acompaña el desarrollo agrícola y urbano del siglo XVI. No obstante. las Relaciones topográficas de 1575-1578 ponen de manifiesto que en esa época todavía imperaban las aceñas en Castilla, ya que pocas veces se mencionan molinos de viento y el número de éstos resulta insignificante comparado con el de los de agua, aun en sectores en que los ríos, durante varios meses del año, tenían poca corriente para moler (5). Además, no se señalan en diversos pueblos manchegos donde han existido. Esta situación ha dejado rastros en varias adivinanzas que corren por tierras ibéricas, como la siguiente:

Bebe agua
porque no tiene agua,
que si tuviera agua,
bebiera vino.
(El molinero y el molino) (6).

Así, pues, los molinos de viento sólo se extendieron por Castilla en los últimos veinte años del siglo XVI (7).

Por su importancia económica vital -no hay que olvidar el papel desempeñado por el trigo en las civilizaciones agrarias- como por su implantación en un lugar aislado al cual, sin embargo, tenía que ir la gente, el molino (y el oficial que trabaja en él) originó la formación de una serie de creencias y leyendas que se ampliaron con la aparición del ingenio de viento.

Envuelto en un ruido infernal (el de la rueda y las muelas), muy concurrido y por ello frecuentado por mujercillas, centro de comentarios y de hablillas, el molino, a la par que el horno, tenía muy mala fama (8). Bien lo subrayan varios refranes:

"Ni horno ni molino tengas por vecino» (9).

“Guarte de molino por confín y de puerco por vecín» (10).

De la misma manera, el molinero era un personaje malvado y ladrón. Verdad es que tenía mala reputación, pues se le acusaba de quedarse con más grano de lo que merecía su trabajo (la maquila). De ahí una serie de refranes despectivos :
“No fíes en makila de molinero ni en rrazión de despensero" (11).

«Zien sastres i zien molineros i zien texedores son trezientos ladrones» (12).

Ese robo específico del molinero llevaba el nombre de sangría, como lo indica Gonzalo Correas:

«Sangrar: por hurtar parte de algo, sisar; aplíkase a los molineros que sangran los kostales" (13).

Este motivo aparece con suma frecuencia en el folklore europeo (14). Según varias tradiciones estudiadas en Francia por Paul Sébillot, el molinero ladrón se halla condenado a quedarse en la luna expuesto a la mirada de todos y lleva con frecuencia en los hombros la talega con la cual ha cometido el hurto (15). En Castilla, el motivo ha cuajado en «el cuento del molinero ladrón» recogido por Aurelio M. Espinosa en que el dueño del molino compra trigo con una medida algo grande. San Pedro le condena a restituir lo robado y a usar para ello una medida escasa. Pero el hombre se transforma entonces en tabernero y vende vino, de manera que sigue hurtando (16). El molinero malvado y ladrón también figura en el cuento aragonés de «medio pollico» (17).

El tema ha sido muy utilizado en la literatura de los diversos países europeos. Se encuentra tanto en el cuento del mayordomo de Chaucer como en los escritos de varios autores italianos de los siglos XV y XVI (18). Por lo que hace a España, pasa lo mismo. El caso más conocido es tal vez el del Lazarillo de Tormes, en que el padre del héroe «tenía cargo de proveer una molienda de una aceña» y se ve castigado por ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían» (19). Pero el motivo también lo emplean en el siglo XVI diversos escritores como Diego Sánchez de Badajoz en la Farsa del molinero (20) o Alejo Venegas en la Agonía del tránsito de la muerte (21). En el siglo XVII hay permanencia del tema. Cervantes, por ejemplo, al evocar a una de las rameras con las cuales topa don Quijote en la venta en que ha de armarse caballero, dice socarronamente: «Era hija de un honrado molinero de Antequera» (22). De la misma manera, en el Entremés del molinero y de la molinera, atribuido a Quiñones de Benavente, en que el autor pone frente a frente a la mujer del molinero y a la del sacristán que viene a reclamar un costal, aparece el diálogo siguiente:

MOLINERA:

Me ha tratado de ladrona,
diciendo que yo tenía
un costal suyo; esto es ser
ladrona, es decir amiga
de hacerme con cosa agena.

MUJER (del escribano):

Esa es verdad conocida (23).

Además, en La gitanilla, Cervantes desarrolla el motivo con características que hacen pensar en una de esas tradiciones estudiadas por Paul Sébillot (24). Una noche en que los gitanos han puesto el aduar entre unas encinas oyen ladrar a sus perros con mucho ahínco. Van a ver lo que pasa y he aquí cómo describe la escena don Miguel:

...vieron que se defendía dellos [los perros] un hombre vestido de blanco, a quien tenían dos perros asido de una pierna: llegaron y quitáronle, y uno de los gitanos le dijo:

-¿Qué diablos os trujo por aquí, hombre, a tales horas y tan fuera de camino? ¿Venís a hurtar por ventura? Porque en verdad que habéis llegado a buen puerto [...].

Hacía la noche clara con luna, de manera que pudieron ver que el hombre era mozo de gentil rostro y talle; venia vestido de lienzo blanco, y atravesada por las espaldas y ceñida a los pechos una como camisa o talega de lienzo (25).

Andrés, que se teme que este personaje sea un rival enamorado de la gitanilla Preciosa, le suelta poco después a ésta, al hablar del recién llegado:

-¿Qué puedes imaginar, Preciosa? Ninguna otra cosa sino que la misma fuerza que a mí me ha hecho gitano le ha hecho a él parecer molinero y venir a buscarte (26).

Como puede notarse, todas las particularidades evocadas por Sébillot (molinero ladrón, luna que permite mirar al autor del robo, vestido blanco, talega ceñida al cuerpo) salen a relucir en el texto cervantino. Tal vez tenga que ver también la inserción de este motivo en el relato con otro aspecto del molinero, visto como personaje amoroso (ya lo vemos).

El aspecto del molinero enharinado suscitaba la risa -el teatro se ha valido a menudo de este recurso (27)-, pero también cierto malestar. cierta aprensión. Es lo que siente don Quijote en el episodio del libro encartado al ver a los operarios de las aceñas situadas en el Ebro:

como salían enharinados y cubiertos los rostros y los vestidos del polvo de la harina, representaban una mala vista.

Por ello exclama de manera significativa:

Mira que de malandrines y follones me salen al encuentro; mira cuántos vestigios se me oponen; mira cuántas feas cataduras nos hacen cocos...(28).

«Hombre del diablo» le llaman al molinero en el entremés que hemos citado ya (29). y en efecto varias leyendas le unen al mundo diabólico (30). Es lo que refleja también el cuento de «Siete Rayos de Sol». en que el héroe, ayudado por la hija del demonio, ha de habérselas con éste. Una de las pruebas que le impone consiste en construir un molino con siete piedras moliendo a la par de modo que el ruido le despierte (31). Ya sabemos que el ruido del molino es infernal. Bien lo experimentan Sancho y don Quijote en la aventura de los batanes -verdaderos molinos utilizados para desengrasar los paños-, ya que oyen en medio de la noche.

unos golpes a compás con cierto crujir de hierros y cadenas, acompañados del furioso estruendo del agua (32).

El estrépito es tal que un gran miedo se apodera de Sancho y le hace «ver las cosas debajo de tierra » (33).

Estas relaciones del molinero con el universo demoníaco explican por qué en algunos sitios tenía fama de ser brujo (34). No es, pues, de extrañar que en ciertas ocasiones defendiera ideas netamente heterodoxas. Este fue el caso de Menocchio, ese molinero friulano de la segunda mitad del siglo XVI, cuya insólita cosmogonía (vinculada a ritos agrarios) ha estudiado Carlo Ginzburg hace unos años, a partir del proceso inquisitorial (35). Y para justificar su posición. Menocchio afirmó varias veces que era el diablo el que le hacía creer en lo que decía (36). Tampoco extraña ya que en un grabado francés del siglo XVII se asocie al molinero y al protestante (37).

Pero el descrédito del molinero se hallaba reforzado por el marco en que se efectuaba la molienda. El ingenio estaba aislado en el campo o instalado a orillas del río, no lejos de la parte baja y vil de la ciudad, allá donde radicaban las tenerías y residían Celestina y sus hijas (38). Al molino venían las mujeres a traer el trigo y entraban en un mundo sospechoso, frecuentado además por rameras. El molinero, personaje más o menos diabólico, no podía sino participar de la lubricidad del demonio. Diversas tradiciones folklóricas lo presentan de tal modo (39), y lo mismo ocurre en la comedia de Lope de Vega San Isidro labrador de Madrid, en que se ve a la campesina Constanza salir precipitadamente del molino perseguida por el molinero Bartolo, que quiere abrazarla (40).

El molino es indudablemente un lugar de amoríos, como Tirso de Molina también lo pone de relieve en La dama del Olivar (41). De ahí que el teatro español del siglo XVII haya utilizado con alguna frecuencia el tema del molino de amor y que éste, al integrar elementos de la lírica tradicional, haya cuajado en animadas escenas campesinas con rústicos devaneos o refinados galanteos cortesanos (42).

Sin embargo, las metáforas y los juegos verbales unidos al universo de la molienda no eran inocentes. Es lo que demuestra toda una tradición cazurra, tanto folklórica como literaria (43). El mundo del molino está relacionado con el simbolismo sexual por varios de sus componentes: movimiento giratorio, agua, harina (blancura y proyección), transformación de una sustancia en otra generadora de vida (pan), etc. El término molino es un término «marcado», Es, paralelamente a pan, la palabra clave de un núcleo de metáforas eróticas: molino, molinillo (cunnus), moler (moveri, futuere), cerner (moveri), harina (semen, pero también, a veces, valor femenino), enharinar, cedazo, harnero, etcétera (44).

Este sentido figurado bien se desprende de varias frases proverbiales recogidas por Correas:

-Las dos ermanas ke al molino van, komo son bonitas, luego las molerán (45).

-El abad y su vezino, el kura y el sakristán, todos muelen en un molino (46).

-Molinillo. kasado te veas, que ansí rrabeas (47).

También se desprende del delicioso villancico glosado por Juan de Molina en 1527:

Muele molinico,
molinico del amor,
que no puedo moler non (48),

así como de los dos estribillos apuntados por Correas:

-Molinero sois, amor,
i sois moledor (49).

-Molinillo, ¿Por ké no mueles?
-Porke me beven el agua los bueies (50).

Se podrían aducir muchos casos del ejemplo ambiguo del vocabulario unido al mundo de la molienda, tanto en el romancero como en la comedia. Lectores y oyentes no podían sino comprender el significado cazurro de tales empleos. Sólo daremos unos cuantos ejemplos breves de esta utilización. (51).

En la Farsa del molinero, el operario dice a las mujeres que vienen a traer el trigo al molino:

Andá, andá, que cernís mucho
para her bollos abades

Las campesinas bien entienden lo que sugiere y por ello comenta el molinero:

Algunas se van riendo,
otras me dizen «vellaco» (52).

En una glosa burlesca del romance «Tiempo es el caballero», escrita hacia finales del siglo XVI, aparecen los siguientes versos:

Un fraile y dos sacristanes
concertaron de moler
más trigo que dos gañanes
y sobar muy bien los panes
y hazer el horno arder...(53).

El Romancero general de 1605 encierra una canción erótica cuyo estribillo es significativo:

Déxeme cerner mi harina
no porfie, déxeme,
que le enharinaré (54).

Quevedo no podía sino jugar con este vocabulario. Así pone estas quejas en boca de una cortesana que se ve ociosa:

Y viendo que ganan otras
con lo mismo que ella pierde,
aplicando la letrilla,
cantaba de esta suerte:

«Molinico, ¿por qué no mueles?
Porque me beben el agua los bueyes»

Agua viniera al molino
de loS canales corrientes.
si loS casados celaran
las que les dieron en suerte (55).

Y en otro lugar escribe:

Y mirando a su molino.
donde la espiga se muele
y de los granos se saca
la harina blanca de leche...(56).

En tales condiciones. ¿cómo no iba a ser lasciva la que vivía en el molino. enharinada a lo largo del año, o sea la molinera? En efecto, así la presenta el folklore europeo (57), y bajo tal aspecto aparece en la literatura occidental (58). Por lo que se refiere a España, también ocurre lo mismo.

La madre de Lázaro de Tormes viene a ser mujer amancebada y una de las dos prostitutas que don Quijote ve en la venta en que ha de armarse caballero es hija de un molinero. Lleva el significativo nombre de La Molinera, símbolo casi del oficio. Cervantes acentúa todavía más el carácter burlesco del apelativo, ya que el hidalgo le ruega que se ponga «don» y se llame «doña Molinera» (59). En el ya citado Entremés del molinero y de la molinera, la mujer le engaña al molinero con el sacristán (60), y en un villancico del siglo XVII la molinera comete el adulterio con el cura (61).

La situación es parecida en un romance recogido de la tradición oral, el molinero y el cura. Sólo que al llegar el oficial al molino, el clérigo tiene que esconderse en un costal. Lo descubre el molinero, y su venganza consiste en obligarle a trabajar para él durante unas horas, de manera que el cura desiste de sus amoríos con la molinera (62).

Es interesante notar, además, que en la Comedia del molino, escrita por Lope de Vega, Laura, la hija del molinero, coquetea sucesivamente con tres hombres, aunque la cosa no pase a más antes de casarse (63). De la misma manera, cuando se verifica la boda de la joven y de su hermana, al final de la obra, los del molino salen cantando una canción, cuyo carácter ambiguo. con relación a las dos mujeres, llama la atención a causa de los juegos verbales sobre moler (64).

Esta visión de la molinera casquivana ha de llegar hasta el siglo XIX (65). Es Pedro Antonio de Alarcón quien, a finales de ese siglo, va a invertir la perspectiva en la literatura al hacer de ella, en El sombrero de tres picos, un modelo de fidelidad conyugal (66).

Frente a todos estos motivos negativos del tema del molino y del molinero o de la molinera, aparecen otros más bien positivos.

El carácter erótico y diabólico del universo de la molinera está presente en las festividades de Carnestolendas.

Sabido es que el Carnaval, fiesta "primaveral" de renovación del hombre y del mundo, permitía. gracias a disfraces y máscaras, una expansión que se traducía por comidas y bebidas abundantes, así como por el recrudecimiento de la actividad sexual en el marco de un breve período de inversión. Pues durante los tres días que correspondían al paroxismo de los festejos carnavalescos se tiraba harina sobre la gente, y ante todo sobre las mujeres. Este rito está perfectamente documentado en la España de los siglos XVI y XVII (67) -y en los demás países de Europa también (68)-. Se trata de un rito de fertilidad y abundancia en que la harina, sustancia regeneradora por excelencia, es el elemento básico.

Por otra parte, en ciertos Carnavales salían los molineros enharinados arrojando harina (69), como verdaderos símbolos de renovación. Además, por su aspecto, representaban tal vez el contacto con el mundo de los muertos, con el mundo «infernal». En efecto, los fantasmas, los espíritus de los difuntos aparecen envueltos en un largo manto blanco (no hay que olvidar que durante mucho tiempo el color blanco fue el de la muerte). Y según diversas tradiciones, la semana del martes de antruejo era "la semana infernal" (70). En época de Carnestolendas, el pneuma circula (71). Sería éste el período privilegiado en que los vivos pueden entrar en contacto con el espíritu de los difuntos. La vida supone la muerte; la renovación fundamental del cuerpo y del mundo implica una relación con la muerte, con el reino de abajo, el del "infierno". Es acaso lo que significaba la actuación de los molineros en el Carnaval de Limoux, en Francia. Esos molineros circulaban en fila india y cada cual, con un fuelle dirigido hacia la parte trasera de su predecesor, parecía captar las ventosidades, o sea el pneuma que llenaba el cuerpo de éste, y convertirlas luego en una rociada de harina (72).

Otro aspecto positivo del tema que venimos estudiando es el que corresponde al motivo del «molino a lo divino». Este motivo, muy difundido por tierras germánicas e italianas, tuvo menos extensión en España. pero también existió y ha llegado hasta nuestros días en el folklore oral catalán (73). Presenta dos variantes: el molino de los pecados y el molino místico.

La primera modalidad nace en la Edad Media y la ilustra una obrilla de devoción escrita en lengua catalana hacia finales del siglo XIV o principios del siglo XV por fray Antonio Canals, cuyo título es Tractat del molí espiritual (74). El autor utiliza una serie de metáforas. El molino es el lugar de la verdadera contrición. El alma dolorida se presenta con sus pecados, pero gracias al canal de la confesión. el agua la conduce hacia la gracia de la pasión de Cristo. La rueda es la memoria de los beneficios divinos, las dos muelas son el temor del Juicio y la esperanza del perdón. Por fin, el grano de trigo es el alma, llena de contrición, que se deshace en dolor. Este molino de los pecados figura todavía en unas estampas italianas de los siglos XVI y XVII (75) y hasta hace unos años se hallaba representado en una pintura mural del antiguo convento franciscano de Petra, en España, en que se veía a varios personajes venir al ingenio a descargar los costales de sus culpas (76). Además, perdura el tema en el romance popular mallorquín (que también existe en Cataluña) llamado El molinet (77).

La segunda modalidad se desarrolla en los albores del siglo XVI. El molino místico insiste sobre la pasión de Jesús y exalta la Eucaristía. Se transforma en verdadera alegoría dramática que evoca la venida de Cristo, el pan eucarístico (78). El tema aparece en una composición de Chacón, organista de la catedral de Córdoba entre 1531 y 1545. Se trata de una pieza a seis voces titulada El molino y publicada en Praga en 1581 en el libro de ensaladas de Mateo Flecha el Viejo. Es posible que la compusiera Chacón para la capilla de música del duque de Calabria, virrey de Valencia (79). También surge en la Farsa del colmenero de Diego Sánchez de Badajoz, que es ya una prefiguración del auto sacramental, como puede verse en los siguientes versos:

Ves, hermano, por los ojos,
cómo nasció Christo trigo
y creció tan si abrigo
hasta segarlo en manojos;
al tiempo de sus despojos
que del huerto fue sacado
y con açotes trillado,
con mill ynjurias y enojos,
¡O. qué paciencia divina!
molido, hecho harina heñido,
en horno de amor cozido
con fuego de sus dolores,
¡o, dichosos labradores,
que tal pan avéis comido! (80).

Un motivo diferente de los precedentes, que debió de divulgarse sobre todo con la extensión de los molinos de viento, es el del molino de la locura.

El loco tiene la cabeza vacía, llena de aire. No es extraño, pues, que Sebastián de Horozco haya asociado locura y molino de viento, «motejando a uno de loco y vano»:

Es lo que yo de vos siento,
que pisáis tan de liviano
que podéis dar bastimento
a dos molinos de viento.
aunque fuese en el verano (81).

Tampoco es extraño que Velázquez haya representado al truhán Calabacillas, uno de «los.locos» del rey, con un molinete en la mano (82).

Por otra parte, si la cabeza es un molino, como lo afirma la pícara Justina, la de un loco no puede ser sino un molino de viento. El célebre episodio cervantino de los molinos de viento está íntimamente relacionado con la locura de don Quijote (83). Es lo que dice Sancho a su amo después de la aventura:

-No eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar, sino quien llevase otros tales en la cabeza (84).

Tiempo es ya de intentar reunir los diversos elementos presentados en un sistema que permita dar una explicación global y coherente de las particularidades evocadas. Este sistema es el de la iniciación; los diversos temas que hemos estudiado con relación al universo de la molienda remiten al simbolismo iniciático.

Baste con recordar que la iniciación supone la separación del mundo ordinario y el paso a un sitio diferente aislado, que permite el acceso al mundo del Más Allá, al otro mundo. Pero ese viaje dificultoso implica la muerte iniciática y varias pruebas, única manera de alcanzar un nuevo saber antes de renacer, de resucitar renovado (85).

En muchos cuentos maravillosos estudiados por Vladimir Propp, en que aparece el motivo de la iniciación, ésta se verifica en una cabaña aislada que en varias ocasiones es una cabaña giratoria (86). Además, la muerte iniciática se acompaña de ruidos espantosos, los del infierno, y de un descuartizamiento sangriento (87). Por otra parte, a los novicios se les echa encima, muchas veces, una capa de cal para que estén completamente blancos y se parezcan a los espíritus de los muertos (88).

El apartamiento del molino giratorio, el ruido. el descuartizamiento del grano, según un proceso típico que supone muerte y resurrección, la transformación de una sustancia en otra generadora de vida, el enharinamiento del operario, todo indica que el mundo de la molienda está regido por el simbolismo iniciático.

Ahora se comprenderá mejor por qué el molinero puede estar en contacto con el universo diabólico, y en algunos casos tener fama de ser brujo; por qué también puede inspirar cierto malestar. Y las sangrías que hace a los costales, ¿no tendrán nada que ver con el descuartizamiento sangriento que hemos evocado? Merece la pena señalar que uno de los motivos folklóricos recogidos por Stith Thompson, vinculado a un mito irlandés, es el del molino sangriento (89). De la misma manera, ya se comprenderá más fácilmente por qué el erotismo desempeña un papel tan importante con relación al molino que viene a ser un centro de iniciación sexual.

Por fin, el mismo simbolismo iniciático permite la utilización «a lo divino» del tema de la molienda con referencia a la pasión, a la muerte y a la resurrección de Cristo.

____________

(1) Cf. "Disertación sobre los molinos de viento" (R.D.T.P., VIII, 1052, págs. 212-368). Véanse también unos cuantos elementos interesantes en otro artículo de Julio Caro Baroja, publicado en la misma revista: "Sobre maquinarias de tradición antigua y medieval" (R.D.T.P., XII, 1956, págs. 114-175).

(2) Claude Rivals, Le moulin à vent et le meunier dans la societé française traditionnelle (Iviy, Ed. Seg., 1976). El interés por los molinos ha ocasionado la creación de un término nuevo ("molinología") y la reunión de varios congresos internacionales: cf., por ejemplo, Transactions of the second international symposium on molinology (Brede, Danska molers venner, 1971).

(3) Cf., con relación al ámbito francés sobre todo, el libro de Paul Sébillot, Legendes et curiosités des métiers (Marseille. Laffitte Reprints, 1981; ed. que reproduce la de París, 1894-1895). Acerca del molinero, cf., págs. 1-32.

(4) Cf. J. Caro Baroja, "Disertación sobre los molinos de viento", págs. 300-301.

(5) Ibid., págs. 293-296.

(6) Cf. Aurelio M. Espinosa (hijo), "Algunas adivinanzas españolas" (R.D.T.P., VIII, 1952, págs. 31-55), pág. 7, nº 108. Cf. también: "Vino no bebo,/porque agua no tengo,/ que si agua tuviera,/vino bebiera " (El molinero y el molino): pág. 47, nº. 109. Ambas adivinanzas las recogió Espinosa en Castilla.

(7) Posteriormente, llegarían a dominar (recordemos que el emblema de la Revista de Dialectología y tradiciones Populares es un molino de viento).

(8) Jacques Le Goff bien se ha dado cuenta de la importancia y de la mala fama del molino ya que escribe en su libro La civilisation de l'Occident médieval (Paris, Arthaud, 1964, pág. 385): "A la campagne, le moulin où le paysan doit porter son grain, faire la queue, attendre sa farnie, est un lieu de recontre. J'imagine volontiers que les innovations rurales s'y sont commentées souvent, et à partir de la diffusées, que les révoltes paysannes y on couvé. Deu faits nous prouvent l’importance du moulin comme foyer de rassemblement paysan. Les statuts des ordres religieux du XII siecle prévoient que les moines iront y queter. Les prostituées hantent leurs parages au point que saint Bernard, pret a faire passer la morale avant l’interét économique, incite les moines à detruíre ces foyers du vice".

(9) Cf. Luis Martínez Kleiser, Refranero general ideológico español (Madrid, Real Academia Española, 1953), nº. 31.536. Cf. también: "Ni mulo, ni molino, ni señor por vecino" (ibid, nº. 14.336), etc.

(10) Ibid, nº. 41.040. Este refrán ya lo había registrado Hernán Núñez. Notemos de paso que para burlarse de la mesonera Sancha la Gorda (la cual se llamaba Sancha Gómez), el autor de La Picara Justina (1ª. ed.: 1665) hace derivar el apellido Gómez de "los goznes de un arquetón de un molino" (utilizamos la ed. de Antonio Rey Hazas. 2 ts., Madrid, Nacional, 1977; cf. III, pág. 556).

(11) Cf. Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales (ed. Louis Combet, Bordeaux, Institut d'Etudes Ibériques et. Ibero-Américaines, 1967), pág. 233a, Cf. también: "Bendígote, sako, i un zelemín te sako; buélvote a bendezir, i sakote otro zelemín; kuando te molieres, pagarás lo ke devieres" (ibid., pág. 351b), lo que Correas comenta de la manera siguiente: "kon esta chanzoneta makilan tres veces los molineros; da a lo menos a entender ke algunos son largos en makilar, i más fuera si no uviera peso".

(12) Ibid., ;pág. 300a. Cf. además: "Molinero y ladrón dos cosas suenan y una son" (L. Martínez Kleiser, Refranero general, nº. 42.071).

(13) Vocabulario de refranes, pág. 656b. Cf. también: "Molinero y sangrador algo parecidos son: éste sangra a los mortales, y aquél sangra los costales" (L. Martínez Kleiser, Refranero general, nº. 42.074).

(14) Cf. Stith Thompson, Motif-Index of Folk-Literature (2. ed., 6ts., Bloomington & London, Indiana Universiry Press, 1966). Los elementos reunidos son abundantes.

(15) Cf. Paul Sébillot, Le folklore de France (4 ts., Paris, Ed. Maisonneuve et Larose, 1968), I, pág. 11. Cf. también I, págs. 15-22; I, pág. 67; III, pág. 66; etc.

(16) Aurelio M. Espinosa, Cuentos populares españoles (3 ts., Stanford Universiry, California, 1923-1926), cuento nº. 36. Juan de Timoneda, en El sobremesa y alivio de caminantes (ed. B.A.E., Madrid, Atlas, 1944), inserta un cuentecillo parecido (cf. I, 48, pág. 173b). Para la clasificación del cuento, cf. Ralph Boggs, Index of Spanish Folktales (Helsinki, Academia. Scientiara Fennica, 1930), nº. 1800. Para otro tipo de cuento, cf. ibid, nº. 1720.

(17) Cf. Arcadio Larrea Palacín, (Cuentos de Aragón (R.D.T.P., III, págs. 276-301), págs. 276-278.

(18) Utilizamos la traducción francesa de los cuentos de Geoffrey Chaucer: Les contes Canteorbéry (París, Le livre de poche, 1974), págs. 137 y sigs. Cf. también el prólogo en que se indica que el molinero era buen ladrón ya que cobraba tres veces la maquila (pág. 63, como en la "chanzoneta" recogida por Correas (cf. supra nota 11). Acerca de los narradores italianos, véase D. P. Retunda, Motif-Index of the Italian Novella (Bloomington, Indiana University Publications, 1942), nº. 211.

(19) Cf. Lazarillo de Tormes (ed. Alberto Blecua, Madrid, Castalia, 1972), tratado 1º., págs. 91-92. Sobre el particular, véase Fernando Lázaro Carreter. "Lazarillo de Tormes" en la pícaresca (Barcelona, Ariel, 1972), pág. 104.

(20) Cf. Recopilación en metro (Sevilla, 1554) (ed. de Frida Weber de Kurlat, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas, 1963). La Farsa del molinero, que tal vez corresponda al año 1508, está entre las págs. 403 y 411. Véase lo que dice el molinero al salir al escenario con el rostro enharinado: " ¿Reysos de verme ansina? / Ya dirá algún adevino : / “De hurtar vien del molino" (pág. 403, y s. 1-3). Acerca de su penoso oficio, añade: "si no huese el maquilar / ya tuviera dado el cuero. / [...] que al maquilar no ay dolores: / ¡si no uviese secutores/ ya ell ombre estuviera rico! (ibid., pág. 404, vs. 39-40 y 46-48).

(21) Agonía del tránsito de la muerte (la ed.1537; Madrid, Bailly. Baillère, 1911; N.B.A.E., XVI), pág. 181b: "A los molineros pone delante [el diablo] cuantas veces entremetieron arija para suplir la falta que ellos hicieron".

(22) Citamos por la edición de Francisco Rodríguez Marín, llamada "edición del Centenario" (10 ts., Madrid, Atlas, 1948). Cf. I, 3;,t, I, pág. 144. Lo mismo había dicho Chaucer en el prólogo de sus cuentos, ya que, después de haber presentado al molinero como un gran ladrón, lo calificaba de "honrado molinero" (cf. ed. citada, pág. 62).

(23) Entremés del molinero y de la molinera" (publicado en Colección de entremeses, loas, jácaras y mojigangas, ordenada por Emilio Cotarelo y Mori, Madrid, Bailly-Baillere, 1911; N.B.A.E., 17-18; II, págs. 689-690), pág. 690a.

(24) Cf. Supra nota 15 y texto correspondiente.

(25) Novelas ejemplares (ed. de Mariano Baquero Goyanes, 2 ts., Madrid. Editora Nacional, 1976), I págs. 142-143,

(26) Ibid; I, pág. 144.

(27) Cf., de manera significativa, la Farsa del molinero, ya citada (véase nota 20). Cf., sobre todo, el libro de Noël Salomón, Recherches sur le theme paysan dans la comedia" au temps de Lope de Vega (Bordeaux Institut d'Etudes Ibériques et Ibéroamericaines, 1965), págs. 23-25.

(28) Don Quijote, I, 29; t. V, pág. 301.

(29) Entremés del molinero y de la molinera, pág. 689a.

(30) Cf. Stíth Thompson, Motif-Index of Folk-Literature, motivos A 677 (molinero del infierno), G. 303 (el diablo construye un molino), F 615 y F 106 (el diablo en el molino). Cf. también Paul Sébillot, Le folklore de France, II, pág. 332.

(31) Cf. Aurelio M. Espinosa, Cuentos populares españoles, cuento nº. 122.

(32) Don Quijote, I, 20; II, pág. 86. Acerca del batán, cf. el articulilo ya citado de Julio Caro Baroja, "Sobre maquinarias de tradición antigua y medieval", págs. 115-116.

(33) Don Quijote, I, 20; t. II, pág. 93. Notemos una adivinanza sobre el ruido del molino apuntada por Aurelio del Llano Roza de Ampudia: "Qué cosa tiene el molino/ precisa y no necesaria,/no puede moler sin ella/y no le sirve de nada" (Es el ruido que hace al moler). Cf. Cuentos asturianos recogidos de la tradición Oral (Oviedo, Ed. La Nueva España, 1975), nº. 146, pág. 265.

(34) Cf. Paul Sébillot, Légendes et curiosités des métiers, pág. 16.

(35) Cf. Carlo Ginzburg, Le fromage et les vers. L'univers d'un meunier du XVI siecle (París, Flammarion, 1980). El libro se publicó en italiano en 1976.

(36) Ibid., pág. 63.

(37) Cf. Paull Sébillot, Légendes et Curiosités des métiers, pág. 5,

(38) Cf. La Celestina (ed. de M. Criado de Val y G. D. Trotter, Madrid, C.S.I.C., 1965), autor I, pág. 41: "Tiene esta buena dueña al cabo de la ciudad, allá cerca de las tenerías, en la cuesta del río, una casa apartada, medio cayda...".

(39) Cf. Paul Sébillot, Legendes et curiosités des métiers, pág. 27.

(40) Cf. San Isidro labrador de Madrid (in Obras de Lope de Vega publicadas por la Real Academia Española, 15 ts., Madrid, 1890-1913: I:. IV), pág. 570.

(41) En La dama del Olivar, el comendador don Guillén requiebra a la campesina Laurencia, Este tiene celos y le dice que está él enamorado de Isabel pues lo ha visto con ella en el molino y la estaba abrazando (Cf. Tirso de Molina, Obras dramáticas completas, 3 ts., Madrid, Aguilar, 1969; t. I, pág, 118).

(42) Cf. Noel Salomón, Recherches sur le theme paysan..., págs. 581-588.

(43) Cf. Claude Allaigre y René Cotrait: "La escribana fisgada": estratos de significación en un pasaje de La picara Justina" (in Hommage des Hispanistes Français à Noël Salomón, Barcelona, Ed. Lais, 1979, págs. 27-47), pág. 27. Cf. también Claude Allaigre, Sémantique et Litterature. Le "retraato" de "La loçana andaluza" de Francisco Delicado (Echirolles, Imprimerie du Néron, 1980), cap. IV, págs. 85 y sigs. (Quatre veines du cazurismo).

(44) Sobre los estratos de significación de este vocabulario, cf. Louis Combet, "Lexicographie et sémantique: quelques remarques a propos de la réedition du Vocabulario de refranes de Gonzalo Correas" (in Bulletin Hispanique, LXXI, 1969, págs. 231-254), pág. 230, nota 38; Claude Allaigre, Sémántique et Litterature, op. cit.; José Luis Alonso Hernández, Léxico del marginalismo del Siglo de Oro (Universidad de Salamanca, 1977) y sobre todo: Pierre Alzieu, Yvan Lissorgues, Robert Jammes, Poesía erótica del Siglo de Oro (Toulouse, France-Ibérie Recherche, 1975). Esta última obra, que hemos de citar bajo la forma P.E.S.O., lleva un utilísimo índice.

(45) Vocabulario de refranes, pág. 210b.

(46) lbid., pág. 85a. Cf. también: "El abad i su vezino, todos muelen en un molino" (ibid.).

(47) Ibid., pág. 538a. Cf. otra variante: "Kasado te veas, molino" (ibid. ). Según José Luis Alonso, el rabeo es "el hecho de andar de una parte a otra sin parar" (Léxico del marginalismo, pág. 561b). como rabo tiene el significado de culus (véanse varios ejemplos en P.E.S.O.), rabear cobra el sentido específico de movere.

(48) Cf. Canciones de Juan de Molina (1ª ed.: 1527); utilizamos la ed. de Eugenio Asensio, Valencia, Castalia, 1952), pág. 49.

(49) Vocabulario de refranes, pág. 558a.

(50) Ibid.

(51),Por lo que hace a la comedia, remitimos al estudio de Noël Salomón (Recherches sur le theme paysan..., págs. 581-188), aunque este autor no pone de relieve la ambigüedad del vocabulario y de los giros utilizados. Es necesario, pues, leer los textos citados de una manera diferente.

(52) Farsa del molinero, vs. 71-74, pág. 405. Sobre el sentido erótico de pan o bollo y las relaciones de estos términos con el mundo de la clerecía, cf. Louis Combet, "Lexicographie et sémantique...", págs. 247-248.

(53) Cf. Blanca Periñán, Poeta ludens. Disparate, perqué y chiste en los siglos XVI y XVII (Pisa, Giardini, 1979), pág. 143. Esta glosa no puede sino hacer pensar en las dos frases proverbiales recogidas por Correas (cf. nota 46 y texto correspondiente). Acerca del significado erótico de horno (hornaza) y arder, cf. P.E.S.O., págs. 72 y 273-176.

(54) Cf. Romancero general (ed. de Angel González Palencia, 2 t, Madrid, C.S.I.C., 1947), II, pág. 310. Véase también este texto con el comentario que le acompaña en P.E.S.O., págs. 142-143. El manuscrito 15.765 de B.N. de Madrid. incluye un Baile del molinero (de letra del siglo XVIII) que
acaba por los expresivos versos siguientes : "i Abaté, abaté! / Que soy molinerillo / y te enharinaré" (cf. Noël salomón, Recherches sur le theme paysan..., pág. 581).

(55) Francisco. de Quevedo, Obras completas. I. Poesia original «Ed. de José Manuel Blecua, Barcelona, Ed. Planeta, 1963). págs. 928-829. Sobre el sentido erótico de agua, canal y correr, ci. P.E.S.O., págs. 98, 282 y 164.

(56) Quevedo, Poesia original, pág. 887. El significado erótico de leche (semen) es evidente. Cf. P.E.S.O., págs. 70 y 155.

(57) Cf. Paul Sébillot, Légendes et curiosités des métiers, págs. 27-28; Id., Le folklore de France, IV, págs. 291-292; Ch. Marcel-Robillard, Le folklore de la Beauce. I. Moulins et meuniers du pays beauceron (París, Maisonneuve et Larose, 1965),,págs. 62-64; etc.

(58) Es el caso, por ejemplo, del cuento del mayordomo de Chaucer en que la molinera y su hija "muelen". durante buena parte de la noche con dos clérigos (cf. Les contes de Cantorbéry, págs. 142-145).

(59) Don Quijote, I, 3; t. I, pág. 144.

(60) Al llegar a casa de la molinera, el sacristán le pregunta, "¿dónde está tu marido?, a lo cual contesta la mujer: "En el molino". El galán replica entonces: "Pues a moler también me determino" (pág. 689b).

(61) Cf. P.E.S.O., págs. 172-173. He aquí los versos que nos interesan: "Al cura fui a demandar / cierto costal de harina,/y él metióme en la cocina / para haberse de pagar" (pág. 174).

(62) Cf. la versión publicada por Narciso Alonso Cortés en Revue Hispanique, L, 1920: "Romances tradicionales", págs. 198-268. El romance al cual aludimos se titula El cura burlado (págs. 241-242) y se recogio en Reinosa (Santander). Véase otra versión presentada por Juan Martínez Ruiz: Romancero de Güéjar Sierra (Granada)" (in R.D.T. P., XII, 1956, págs. 495-543), págs. 514-515. Este lleva por título El molinero y el cura. Paul Benichou también dio una versión muy parecida en la Revista de Filología Hispánica, en 1914: "Romances judeo-españoles de Marruecos"; se trata del romance LIII.

(63) Cf. Comedia del molino (in Obras de Lope de Vega publicadas por la Real Academia Española. Nueva edición, 13 ts., Madrid, 1916-1930, t. XIII, págs. 60-94.

(64) Cf. pág. 93b: "Esta novia se lleva la flor, / que las otras no. / Bendiga Dios el molino/que tales novias sustenta. / Muelan su harina sin cuenta, / a costa de tal padrino. /Del trigo que muele amor / estas muelen de lo fino, / que las otras no.

(65) En 1859 ha de publicarse en Barcelona una Canción del Corregidor y la Molinera. Chanza sucedida en Xerez de la Frontera y poco después, en 1862, en la misma ciudad, un Sainete nuevo: "El Corregidor y la Molinera". En ambos textos, el Corregidor comete el adulterio con la molinera que accede a ello, gustosa. Lo nuevo es que el molinero se venga, obrando de la misma manera con la corregidora. Sobre estos textos, cf. Raymond Foulché-Delbosc. "D' oú dérive El sombrero de Tres Picos" (in Revue Hispanique, XVIII, 1908, páginas 468-487).

(66) El texto salió a luz en 1874. (67) Cf. Julio Caro Baroja, El Carnaval (análisis histórico-cultural), Madrid, Taurus, 1965), págs. 67. 68 y 114. En Galicia, esta costumbre llevaba el nombre de "correr a fariña" : cf. Xesús Taboada Ghivite, Etnografía galega (Vigo, Ed. Galaxia, 1972), pág. 57. En los siglos XVI y XVII; hubo en España varias prohibiciones de los ritos carnavalescos, entre los cuales figuraba el de tirar harina (cf. nuestro artículo, "Tradición carnavalesca y creación literaria. Del personaje de Sancho Panza al episodio de la ínsula Barataria en el Quijote" in Bulletin Hispanique, LXXX, 1978, págs. 39-70, y más directamente, pág. 48).

(68) Cf. Arnold Van Gennep, Manual de folklore français, tome premier; III: Cérémonies périodiques cycliques. I: Carnaval-Carême-Páques (París, A. et J. Picard et Cie, 1947), págs. 1051 y sigs.; André Varagnac, Civilisation traditionnelle et genres de vie (París, Albin Michel, 1948), págs. 89-91; etc.

(69) Cf. Robert Jalby, Le folklore du Languedoc (parís, Maisonneuve et Larose, 1971), pág. 143; Daniel Fabre, La féte en Languedoc (Toulouse, Privat, 1977), págs. 162-163.

(70) Cf. A. Varagnac Civilisation traditionnelle. ...,IPág. 90.

(71) Cf. Glaude Gaignebet, Le Carnaval (París, Payot, 1974), págs. 117-130; A. Redondo, "Tradición carnavalesca...", págs. 47-48 y 63.

(72) Cf. Robert Jalby, Le folklore du Languedoc, pág. 143; Daniel Fabre, La fete en Languedoc, pág. 163. Existieron tales ritos en otras partes de Francia: cf. A. Van Gennep, Manuel de folklore français...Carnaval-Caréme-Páques, págs. 1051-1061.

(73) Para esta parte de nuestro trabajo utilizamos las aportaciones de Gabriel Llompart, "El molinet. Aspectos religiosos de un popular romance mallorquín" (R.D.T.P., XXV, 1969, págs. 251-272); (Addenda al artículo El molinet" (R.D.T.P., XXVI, 1970, pág. 63); "Otra nota sobre el molino místico" (R.D.P.T., XXIX, 1973, págs. 163-168).

(74) G. Llompart:, "Otra nota sobre el molino místico", págs. 164-165. El tratado figura en el apéndice, págs. 166-168.

(75) Ibid., págs. 163. 164. Cf. la reproducción de una estampa del siglo XVI enfrente de la pág. 164.

(76) G. Llompart, "Addenda al artículo El molinet", pág. 63.

(77) Id., " El molinet. Aspectos religiosos. y sigs.

(78) Ibid., págs. 260-262). págs. 251

(79) Ibid., págs. 257-259.

(80) Cf. Recopilación en metro (Sevilla, 1554), págs. 235-236), vs. 377-392. La Farsa del colmenero corresponde a las págs. 227-242.

(81) Cf. Sebastián de Horozco, El Cancionero (ed. Jack Weiner, Bern und Frankfurf, Herbert Lang, 1975), pág. 73b. Cf. también lo que escribe sobre el particular Francisco Márquez Villanueva, "La locura emblemática en la segunda parte del Quijote" (in Cervantes and the Renaissance, Pa. pers of the Pomona College Cervantes Symposium. Eastern, Pennsylvania, Juan de la Cuesta, 1980), págs. 105-106.

(82) Cf. el retrato en José Moreno Villa, Locos, enanos, negros y niños palaciegos, Siglos XVI y XVII (México, La Casa de España. en México, 1939).

(83) Cf. nuestro artículo: "El personaje de don Quijote: tradiciones folklórico-literarias, contexto histórico y elaboración cervantina" (in Nueva Revista de Filología Hispánica, XXIX, 1980, págs. 36-58), págs. 52-53.

(84) Don Quijote, I, 8; t. I, pág. 250.

(85) Sobre el tema de la iniciación, cf. por ejemplo: Mircea Eliade, Initiation, rites, sociétés secretes, Naissances mystiques (París, Gallimard, 1976). Cf. también lo que hemos escrito: "El proceso iniciático en el episodio de la cueva de Montesinos del Quijote" (in Iberomanía, 13, 1981, págs. 47-61).

(86) a. Vladimir Propp, Las raíces históricas del cuento (Madrid, Ed. Fundamentos, 1974), pág. 79.

(87) lbid., págs. 85, 101, 132.

(88) lbid pág. 102; Mircea Eliade, Initiations...,pág. 90.

(89) Stith Thompson, Motif-Index of Folk-Literature, motivos S 116 y Z 141.



De molinos, molineros y molineras: Tradiciones folklóricas y literatura en la España del siglo de Oro

REDONDO, Agustín

Publicado en el año 1989 en la Revista de Folklore número 102.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz