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Revista de Folklore número

191



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CUATRO FIGURAS EN LA HISTORIA DEL DEPORTE VALLISOLETANO

ARRIBAS CUBERO, Higinio y BERZAL DE LA ROSA, Enrique

Publicado en el año 1996 en la Revista de Folklore número 191 - sumario >



A la hora de adentrarse en la actualidad del deporte vallisoletano es imprescindible conocer sus orígenes más remotos. En breves líneas trazamos cuatro aspectos esenciales en este sentido, y que en su día constituyeron una parte esencial de la vida deportiva en Valladolid: la figura del «sportman», los paseos, las actividades que se desarrollaban en el río Pisuerga y la escasa presencia de la mujer.

Breve aportación, que es deudora del trabajo y la entrega de todos aquellos hombres y mujeres que en su día dedicaron (y siguen dedicando) gran parte de su tiempo a dar a conocer todos estos eventos deportivos que animaban la vida vallisoletana; desde aquí, nuestro más sincero agradecimiento a J. M. Ortega, Angel Mª de Pablos, B. Sanz de la Rica, Teresa Isla, Francisco de Borja Lara y Alfredo Lahuerta Carrere.

Como podemos imaginarnos, la población vallisoletana de principios de siglo no era masivamente adicta o practicante de actividad física; eran más los casos anecdóticos y aislados que la práctica masiva de la misma. No obstante, una dedicación habitual para mantener el cuerpo sano eran los paseos: por la tarde, los vallisoletanos salían de su casa y paseaban en tres lugares privilegiados a tal efecto: el Campo Grande, el Paseo del Prado de la Magdalena y el Paseo de la Acera.

Al referirnos a los pioneros de la práctica deportiva en Valladolid, no podemos olvidar a una figura esencial: el «sportman». Ya lo dice Allúe: «El Deporte entonces era cosa de "chalaos" o de "spormans"» (A. Allúe, 1984).

Los primeros años del deporte vallisoletano son deudores de una figura relevante a este respecto: D. Julio Alonso, primer "sportman" de la ciudad. Empresario con tiempo para la práctica deportiva («señorito ocioso dado a los deportes», dirá M. Delibes), D. Julio era un personaje admirado por la población gracias a sus continuas exhibiciones; éstas se centraban en el fútbol, el ciclismo y la natación:

«Había adquirido sus aficiones deportivas viajando por Francia, Bélgica e Inglaterra. En cada uno de estos países aprendió el idioma y algo más. De Francia se trajo la técnica de los más avezados ciclistas; de Inglaterra sus conocimientos futbolísticos, muy superiores a los que por entonces se tenían aquí, y de Bélgica la patente para fabricar galletas, instalando junto al Paseo Zorrilla la primera fábrica de estas características que hubo en Valladolid» (J. M. Ortega, 1990).

D. Julio Alonso fue el primer futbolista vallisoletano (de los pocos que podía hacer sombra a los seminaristas británicos afincados en Valladolid) e incluso llegó a actuar como refuerzo en equipos foráneos, tales como el San Sebastián Foot-ball Club (1906) y Sociedad de Foot-ball (1910), antecesores de la Real Sociedad. Por si fuera poco, en 1911 nos le encontramos en las filas del Real Madrid.

Como ciclista participó en múltiples carreras y excursiones junto a figuras de la relevancia en este primer ciclismo vallisoletano, tales como los Hermanos Sigler, Narciso Alonso Cortés, J. Velasco Martín y Adolfo Delibes (padre de Miguel Delibes).

Y no faltaban las admirables gestas de D. Julio como nadador, pues "hacía del agua su elemento hasta el punto de parecer un tritón corpulento y bigotudo» (J. M. Ortega, 1990).

En Don Julio se llegaron a fundir el deporte y la actividad humanitaria, pues su destreza como nadador hizo que salvase múltiples vidas y fuese reconocido por ello en las playas de Suances, del Sardinero, de La Concha y de Deva. Así, en Santander (1909), salvó aun veraneante madrileño que estaba apunto de ahogarse; en Suances a una muchacha y en 1928 a dos pescadores cuya embarcación se fue a pique. Labor nada desdeñable que obtuvo su merecido reconocimiento, pues en 1945 la Sociedad Española de Salvamento de Naúfragos le condecoró con la Medalla de Salvamento.

Por último, J. M. Ortega nos señala otra cualidad de este "sportman" vallisoletano: "fue también un andarín incansable»; no es en absoluto exagerada esta afirmación, pues D. Julio llegó a realizar andando el trayecto Valladolid-Lourdes en quince etapas con objeto de cumplir una importante promesa. Feliz evento éste para D. Julio, pues su hija había sobrevivido a una terrible epidemia de tifus que asoló la población infantil vallisoletana.

«Para mi y para muchos niños como yo que aún no conocíamos el mar, la vista del Pisuerga, del correr de sus aguas siempre inquietas, era como un misterio que tiraba de nosotros con la fuerza telúrica que siempre ejerce el agua sobre el hombre» (Mª T. Yñigo, 1986).

Es lógico que en las primeras épocas el río fuese el único lugar donde practicar la natación; esto fue así hasta 1945, en que se inauguró la primera piscina en Valladolid -la Piscina Samoa-, que asumiría el protagonismo del Pisuerga.

En esta primera etapa de la natación en Valladolid no podemos olvidar dos nombres importantes: D. Juan Barbotán y, de nuevo, D. Julio Alonso; ambos fueron los precursores de numerosos clubs, con el objetivo de promocionar este deporte entre los jóvenes vallisoletanos (clubs como el “Rana”, “Cangrejo” o “Deportiva Castellana”).

Sabemos que no pocas familias pudientes de la ciudad se trasladaban hacia el Norte para bañarse en el mar; y como aquí no queríamos ser menos, se instalaron las primeras casetas de baños en el Pisuerga, con el fin de atender la creciente demanda. Tenemos así “La Carola” y “El Niágara”, exclusivamente para hombres, y “El Jordán” para las mujeres. Allí se bañaban, tomaban el sol, se arrojaban desde los trampolines y participaban en las primeras competiciones (años 30).

El evento más importante que acogieron las aguas del río vallisoletano tuvo lugar en 1945; nos referimos a la travesía del Pisuerga, con la que tristemente acabaron los vertidos y la suciedad del río en 1972.

Y no podemos pasar por alto la primera exhibición de water-polo, en 1918, junto a las casetas; exhibición en la que no faltaron las anécdotas divertidas y una cierta -y comprensible- falta de organización:

“El río Pisuerga (...) volvió a ser escenario de esta confrontación water-polista que no estuvo tan bien preparada (. ..) ya que el terreno lo delimitaron las barcas abarrotadas de espectadores que no se resignaban a mirar solamente y en más de una ocasión alargaban los remos en auxilio de los jugadores, agotados de tanto bracear y tragar agua en la ardorosa disputa por la posesión del balón.

La corriente movía las barcas y el campo de juego oscilaba constantemente la posición, circunstancia que obviamente también obligaba al público congregado en las orillas a corregir la suya para no perderse ripio del divertido espectáculo en el que eran frecuentes las "aguadillas" entre los jugadores de ambos bandos” (J. M. Ortega, 1990).

Otro espectáculo a tener en cuenta fueron las tres regatas Universitarias de bateles que se llevaron acabo en los años 40-50, impulsadas por el Rector de la Universidad. Fueron creadas a imagen y semejanza de las famosas regatas Oxford-Cambridge, con la diferencia de que las vallisoletanas ya no se volverían a celebrar.

En el campo de la actividad física y el deporte, la mujer ha estado relegada al mero anecdotario hasta los años 70; e incluso en nuestros días queda bastante camino por recorrer en este sentido. A la altura de los años 40 de nuestro siglo no sorprendían afirmaciones como la siguiente:

«No es, pues extraordinario, que el deporte, actividad viril por excelencia, haya llegado a ser objeto de los deseos femeninos» (P. Benoit, J. Bickel, 1943).

Antes de la década de los 60, existían en Valladolid pequeños grupos de intrépidas que se dedicaban al deporte, algo tan mal visto para la mujer en esa época. Las razones que se esgrimían para relegar a la mujer de la actividad deportiva se basaban en la retórica impuesta por el bando vencedor en la Guerra Civil:

«El deporte, que además de "masculinizarla", no la permite atender las labores propias de su sexo, desviando las inclinaciones innatas y llevándolas a otros planos perfectamente opuestos a los propios» (A. García Figar, 1939).

De ahí que hasta tiempos más o menos recientes, los casos de mujeres dedicadas al deporte fuesen si no anecdóticos, sí bastante aislados y particulares.

En los años 40, los equipos de baloncesto del SEU y la Sección Femenina de Valladolid efectuaban los entrenamientos a primeras horas de la mañana para evitar la presencia de curiosos:

«Siguiendo órdenes muy estrictas de los mandos de la Sección Femenina, sus uniformes constaban de camisa de manga corta, falda pantalón con los inefables "pololos" debajo y unas modestas zapatillas blancas con calcetines del mismo color.

Aquella vestimenta estaba obviamente muy lejos de ofender la moral y buenas costumbres, tan rígidas, de la época» (J. M. Ortega, 1990).

En esta misma época podemos destacar a la tenista Pilar Sánchez Huerta, que llegó a quedar subcampeona de España; ella y su marido, Federico Couder, disputaron, en la modalidad de dobles, varios partidos internacionales.

En 1936 se celebró en nuestra ciudad un partido de hockey femenino; en esta ocasión no eran vallisoletanas las que jugaban, sino mujeres de los equipos de la capital, Madrid y Atlético. Este evento arrastró tanto público como si de un partido de fútbol se tratase. Fue un gran espectáculo tanto por la belleza de las jugadoras como por el entusiasmo y ardor con que disputaron el partido.

Hemos de tener en cuenta que ya a principios de nuestro siglo, Carmen del Olmo (considerada por la prensa como la primera ciclista vallisoletana), había sido fotografiada pedaleando junto al académico Narciso Alonso Cortés, uno de los grandes impulsores de este deporte en Valladolid.

Mucho ha llovido desde aquellos tiempos que la nadadora Concha Barrera se erigiera en 1974 como la primera vallisoletana internacional. Más tarde, la también nadadora Gloria Casado sería, en Moscú 80, la primera mujer olímpica de Valladolid (J. M. Ortega, 1992).

«Correr, jugar, reir, cantar y vivir en gracia de Dios. Este sería un buen programa deportista para la juventud femenina» (A. García Figar, 1939).

BIBLIOGRAFIA

ALLUE, A.: Valladolid en la nostalgia, Ed. Ambito, Valladolid, 1984.

ALLUE, A.: "La vida cotidiana, en el Valladolid de Ayer", en VV. AA., El Valladolid de Ayer, Ed. Universidad de Valladolid, 1993, pp. 35-37.

BENOIT, P. y BICKEL,J.: "Deporte y feminismo" en Religión y deporte, Ed. Studium de Cultura, Madrid, 1943.

DELIBES, M.: Mi vida al aire libre, Ed. Destino, Barcelona, 1989

GARCIA FIGAR, A.: Cultura física y deportes, Zaragoza, 1939.

OTEGA, J. M.: Valladolid. Viejas historias deportivas, Ed. Gráficas Andrés Martín, Valladolid, 1990.

ORTEGA, J. M.: Olímpicos vallisoletanos, Ed. Ayuntamiento de Valladolid, Fundación Municipal de Deportes, 1992.

REPRESA, A.: "Crónica de veinte años. El desastre del 98 y el arranque de un nuevo siglo", en Testigo de la Historia. 135 años de El Norte de Castilla, pp. 45-49.

SANZ DE LA RICA, B.: Los cincuenta primeros años de la natación vallisoletana, Ed. Ayuntamiento de Valladolid. Fundación Municipal de Deportes, 1994.

Testigo de la Historia. 135 años de El Norte de Castilla, nº extraordinario de El Norte de Castilla, Valladolid, 24 de enero de 1990.

VALDEON BARUQUE, J.: "Las grandes transformaciones. El despegue económico y los cambios sociales de finales del siglo XIX", en Testigo de la Historia. 135 años de El Norte de Castilla, pp 25-29.

VV. AA.: El Valladolid de Ayer, Ed. Universidad de Valladolid. 1993.

VV. AA.: Valladolid. Imágenes del ayer. Ed. Grupo Pinciano, Valladolid, 1986.

YÑIGO, Mª T.: "Los ríos", en ibid.



CUATRO FIGURAS EN LA HISTORIA DEL DEPORTE VALLISOLETANO

ARRIBAS CUBERO, Higinio y BERZAL DE LA ROSA, Enrique

Publicado en el año 1996 en la Revista de Folklore número 191.

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