Revista de Folklore • 500 números

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Revista de Folklore número

203



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TESOROS, MARRANOS, MILAGROS Y OTRAS TRADICIONES ORALES

SANZ, Ignacio

Publicado en el año 1997 en la Revista de Folklore número 203 - sumario >



He ido juntando en una carpeta algunos cuentos y leyendas y sucedidos recogidos en los últimos años. Este material procede fundamentalmente de La Rioja y de Segovia. Buena parte del mismo fue recogido a iniciativa de los informantes que se acercaron a mí tras haber dado una charla, en un afán de contribuir a la pervivencia de la memoria colectiva.

La precipitación con que sucedieron los hechos en esos momentos me impidió reflejar el nombre, el lugar de nacimiento y la edad del informante. De ahí que, en algunos casos, se omitan estos datos esenciales.

La naturaleza dispar del material recogido me evita entrar en análisis. Con todo, no quisiera pasar por alto la deuda que, como escritor, tengo adquirida con alguna de estas narraciones ya que me sirvieron como espoleta para el desarrollo de historias más complejas.

El material procedente de La Rioja se allegó en un curso sobre Tradiciones Orales realizado en Logroño a iniciativa del Plan Petra durante el invierno de 1989, si no me falla la flaca memoria.

EL SECRETARIO Y LA ZARZA

Un secretario de Gallinero bajaba al Rasillo a hacer sus servicios de Secretario y "tocaba mucho la cometa". Una noche ya bajaba un poco tarde y le esperaban en casa; dieron las 11 y las 12 y que no aparecía. Se quedó dormido por el camino y se despertó en unas zarzas. Allí pasó la noche mojado por dentro y a la mañana siguiente al despertar dice:

-¡Me caguen diez! ¡Que me haya tirado a mi una mata! ¡Si serías un hombre te acribillaba!

EL MATRIMONIO ROÑOSO

En un pueblo cercano a Nájera había un matrimonio muy roñoso, digámoslo así, y que tenía mucho dinero en onzas de oro y lo tenían escondido en unas tinajas debajo de la prensa de la uva. Eso era para que no se lo quitarían ni se lo llevaran los bancos; no se fiaban de ellos.

Y este matrimonio tenía un macho y ella fue a echarle de comer con un candil en la mano porque no tenían luz eléctrica, y al pasar por delante del macho dio un soplido y apagó el candil y se quedó a oscuras, y ella como era tan desconfiada dijo:

-Juan baja, baja, que ha pegado un par de coces la mula y no se si le ha dado al candil o me ha dado a mí!

Telesforo Capellán Baracaldo. 1909
Reside en Logroño

LA CRUZ DE LOS VALIENTES

Los de Grañón tuvieron un enfrentamiento con otro pueblo de al lado por defender la Muga (los límites de su término) y eligieron a dos forzudos para pelear y dirimir, uno por cada pueblo. Al forzudo del pueblo contrario le alimentaban con pollos, carne y todos los caprichos que quería; al de Grañón sólo con habas y tocino. Llegó el día de la pelea y en los primeros momentos el del pueblo contrario parecía que iba a vencer, pero el del Grañón se revolvió, le metió el dedo en el culo, le dio la vuelta, le desnucó y venció el de Grañón. Desde entonces está la Cruz de los Valientes para recordar el hecho.

Telesforo Capellán.
Baracaldo.1909.
Residente en La Rioja.

LOS CLAVOS DE LA HERRADURA

En la feria de Andalucía fue un hombre a comprar un caballo con un amigo. Compraron el caballo y había que herrarlo. Ya se sabe que las herraduras tienen seis clavos; y le dice al herrador:

-¿Qué me vas a cobrar por herrarlo?

-Como vienes con este amigo, te voy a cobrar por el primer clavo un céntimo, por el segundo dos, por el tercero, cuatro y así sucesivamente, hasta los 24 clavos que llevan las herraduras.

-¿Y éste? -comentan entre los amigos.

-Ya te he dicho que es medio bobo. No sabe ni lo que cobra.

Y dice el herrador luego:

-Pero le voy a poner una condición: clavo que clave al caballo, céntimo que me abona usted.

-De acuerdo, de acuerdo.

Y cuando llega a las doce o trece mil pesetas dice:

-Señor, ya veo que no era usted medio tonto y que sabía lo que cobraba. Quédese usted con el caballo.

Telesforo Capellán.
Baracaldo.1909.

LA VIRGEN DEL PILAR DE LAGUARDIA

Esta era una de mi pueblo que estaba adornando a la Virgen del Pilar de Laguardia subida en el altar y de repente pisó mal y ya se caía cuando dijo:

-¡Ay, madre, que no me digan que me mato en tu presencia!

Entonces sintió un impulso en la espalda y se vio salvada.

SAN RAFAEL Y LOS GITANOS

Yo soy muy devota de San Rafael. Una vez iba a la compra por el Espolón y en aquel momento no había nadie por allí paseando, cuando de repente veo que vienen tres gitanos. Me agarraron del cuello, para tirarme pero en ese momento invoqué a San Rafael y el gitano que me miraba a los ojos dijo:

-Señora, quiero, pero no puedo.

En ese momento yo me sentía muy poderosa a pesar de lo vieja que era.

Lo cierto es que pidieron disculpas y se fueron.

SAN RAFAEL Y EL TREN

Un día fui a la estación para coger el tren para irme a Burgos, como soy tan vieja subí al tren y me dejé la maleta en el andén. Justo en el momento que el tren echó a andar recordé que no había subido la maleta y dije: ¡Ay, San Rafael, mi maleta! En ese momento que el tren arrancaba una ternera que estaba en la estación se puso delante y el maquinista tuvo que parar la locomotora, y ya, con el tren parado, un señor que estaba en el andén me acercó la maleta.

Mª Teresa Garrido Portilla.
Natural de Laguardia.
Residente en Logroño.

EL BORRACHO Y LA CHAQUETA

Éste era uno que era de Santo Domingo y llevaba a vender pescao a los pueblos y bajaba huevos, y bebía, bebía; era borracho.

Y baja tan contento y hacía calor y dice:

-Me voy a quitar esta chaqueta porque tengo calor...

Y la echó al burro que iba delante. Y como estaba un poco soplado, según iba andando dice:

-¡Anda, lo que me encuentro! ¡Una chaqueta! ¡Chaqueta al burro!

Y según iba andando, como la dejaba mal, al poco rato la chaqueta otra vez en el suelo y el otro tan contento dice:

-¡Ay, va! ¡Otra chaqueta! ¡Pues chaqueta al burro!

Así hasta lo menos cinco o seis veces. Hasta que ya llega al puente de Santo Domingo y dice:

-¡Ay va! ¡Otra vez, otra chaqueta! ¡No quiero más chaquetas! -la coge y la tira por el puente.

Y va a casa y dice a la mujer:

-¡Agustina, baja, baja, que traigo un montón de chaquetas!

Y la mujer, que ya le conocía:

-A ver si no traes la tuya.

Y claro que no la llevaba.

Elena Díez Ayala.
Santo Domingo de la Calzada. 1903.

MILAGRO DE SANTO DOMINGO

Santo Domingo era muy inteligente,
hizo hospital e hizo puente.

Y cuando estaban haciendo el puente todos los días mandaban a dos hombres que traerían unas piedras.

Dice uno de los hombres:

-¡Pues cómo nos marea! Mañana no se la vamos a llevar; le voy a decir que te has puesto malo.

Era mentira, eh; y llega y le dice a Santo Domingo:

-Mire, no le traemos la piedra porque mi compañero se ha puesto malo, muy malo.

Y entonces el santo dice:

-Ahora se va a poner malo de verdad.

Y cuando el compañero va a buscar a su amigo le dice:

-Ay, dispiértate, dispiértate. -y que no se despertaba.

Se volvió corriendo y dice:

-Será que mi compañero se está muriendo porque he mentido.

Y era verdad.

Entonces volvió a estar con el Santo y se arrepintió y le perdonó.

Elena Díez Ayala
1903. Santo Domingo de la Calzada

LA VIRGEN DE LAS ESTRELLAS DE ENCISO

Dicen que un soldado estuvo en la guerra y en el ejército, al acabar, le concedieron un premio y entonces pidió una imagen de la Virgen de la Estrella. Y el soldado era de Zarzosa. Y llevaba a la Virgen en un borrico a Zarzosa y al llegar a Enciso el borrico se paró y no pasaba ni atrás ni alante y optaron por cogerla y dejarla en Enciso. Y cuando iban a terminar la obra de la ermita que la construyeron los arquitectos estaban en la obra y se abrió una grieta en la pared y se marcharon por la grieta sin cobrar.

Pilar Bonilla.
Enciso. 1918,

EPISTOLA 1º

Canta el sacristán al cura:

-Dice la María, la nostra criada, que cómo pone la carne.

Y contesta el señor cura:

-Dile a la María, la nostra criada, que ponga la mitad frita, y la otra mitad asada, que eche un poco agili en el mógili, con algo de pimientorum, per omnia secula seculorum. AMEN.

EPISTOLA 2ª

Canta el sacristán al cura:

-Señor cura, ¿cómo quiere usted el cordero?

Se vuelve el señor cura y dice:

-Echame cuarto guisado, el otro cuarto asado, con sal, y pimientado, por Cristo dominum nostrum.

EL MISERERE

Canta el cura:

Misereres de huevos,
segundo magras,
vueltas de longaniza y aceite de parra.

Responde el sacristán:

También se come jamón y chorizo,
y también tiras,
un buen barril de vino
y así respiras
¡bribón!

Vuelve a cantar el cura:

Misereres de huevos
y de longaniza,
todo aquel
que tenga novia
esta noche se la atiza.

EPISTOLA 3ª

Situación: El cura manda al sacristán a robar corderos a las redes por la noche. Los pastores estaban esperándole y le pillan en plena faena, dándole una paliza de muerte, quedando el sacristán inconsciente. A la mañana siguiente, día de la fiesta del pueblo, el sacristán no se presenta a la misa, por lo que el cura la empieza sin él.
A poco de comenzar; se presenta el sacristán en ella. El cura, que se da cuenta, se vuelve hacia los feligreses y cantando con los brazos abiertos, le dice:

-Sacristán, que anoche fuiste a por los corderitos, dime que trugistes.

Contesta el sacristán:

-Me cogieron los pastorados, me ataron de pies y manos, me quitaron el gigi, ¡que paliza me han pegado!

Responde el cura volviéndose hacia los feligreses nuevamente:

-Sacristán si así lo dijiste, qué bien nos jodiste.

Y termina el cura diciendo:

Santo Dios que nos dejaste
muchas trampas que pagar,
y a nadie distes un cuarto
todos quedamos igual.

Luis Miguel Fuentetapia
1955. Segovia.

EL CONVENTO DEL ESTANQUE

Esto era un convento de frailes amantes del buen comer y del buen beber. Se daban grandes banquetes de carne de marrano pues cada ocho o diez días mataban uno. El prior lo consentía todo, pero cuando llegaba la cuaresma se ponía estricto y no permitía que se saltasen las normas religiosas. Y decía a los frailes:

-Ha llegado la hora del sacrificio. Ahora verduras y pescados.

Y allí estaban todos a base de verduras y pescados, mirando con mucha ansia a los marranos regordetes que bullían por las pocilgas.

Y ya, mediada la cuaresma, como estaban muy cansados de tanta abstinencia de carne, agarran dos frailes a un cochino por las patas y lo echan al estanque. Al oir los gruñidos el prior, que estaba en su celda, se asomó a la ventana y vio cómo uno de los frailes tiraba la caña al estanque y pescaba el cerdo.

El fraile, al ver al prior en la ventana, le preguntó:

-Padre prior, padre prior, ¿qué hacemos con este pez?

Y dijo el prior:

-Lo que la regla dispone: a la cocina con él.

Desde ese año todos los frailes de la orden querían pasar las penitencias de la cuaresma, en el convento del estanque.

EL MARRANO DEL SACRISTAN

Esto era que se era un sacristán con muy escasos recursos que vivía en Aldealázaro, un pueblo muy pequeño de la Sierra de Ayllón, actualmente abandonado. Durante las matanzas la gente tenía por costumbre llevar un presente a cada uno de los vecinos de una parte del cerdo sacrificado. Pero el sacristán, el hombre, nunca mataba cerdos, porque como era tan pobre, tan pobre, no le alcanzaba su economía. Así que todos los años probaba los marranos que mataban sus convecinos, pero él no tenía ocasión de dar a probar el suyo.

Pero llegó un año, y a base de mucho sacrificio y juntando todos sus ahorros, el sacristán pudo matar un cerdo pequeño, muy pequeño. Y claro, el día de la matanza se veía en la obligación de corresponder con los vecinos y llevarles un presente. Pero como el cerdo que había comprado era tan pequeño, pensó que si entregaba un poco a cada uno, él se quedaría sin nada. Asediado por la duda, decidió ir a consultar con el cura su problema.

-Nada, nada -le dijo el cura- tú di que te lo han robado y así te evitas tener que repartir y te lo comes tú solo.

Le pareció bien al sacristán el consejo que le dio el cura. Y así lo hizo. Mató el cochino y, durante la noche, aprovechando que estaba el marrano colgado al tempero en la portada, entró el cura con mucho sigilo y le robó el marrano al sacristán. A la mañana siguiente, cuando el sacristán se levantó y ve que no está el marrano en la portada, salió a la calle dando gritos, descompuesto, alarmando a los vecinos.

-¡Que me han robado el marrano! ¡Que me han robado el marrano!

El cura, cuando lo oye sale a la puerta y le dice al sacristán por lo bajo, en tono de complicidad:

-Muy bien, muy bien, así se dice. Sigue así, que todos se van a creer que te lo han robado de verdad.

LA CABRA DE ORO DE LAS DOS CABEZAS

Erase una vez un rey que vivía en su palacio rodeado de grandes riquezas y tesoros. Entre las piezas de su tesoro contaba con una rarísima que representaba una cabra de oro con dos cabezas que era muy codiciada por todos los reyes de los reinos vecinos.

Un día el rey, aburrido de tantas reverencias como le dispensaban en palacio salió a la calle de incógnito a dar un paseo. Se echó a andar y andar por el campo, de un camino a otro, atravesando ríos y montañas cuando se quiso percatar se encontró en medio de un bosque muy espeso, totalmente perdido.

-¿y qué hago yo ahora? -se preguntó.

Ya se le iba a echar la noche encima cuando vio un molino.

-Menos mal -se dijo aliviado.

Llamó a la puerta y el molinero haciendo gala de la hospitalidad campesina, le hizo pasar. Enseguida se dio cuenta de quien era y le invitó a cenar; bien es verdad que la cena era menguada y pobre y estaba acompañada con agua.

Al rey le extrañó y le preguntó al molinero que cómo sabiendo que él era un rey y sabiendo que a los reyes les gusta acompañar la comida con vino, le sacaba agua. A lo que le contestó el molinero:

"Bebo agua porque no tengo agua,
si tuviera agua, bebería vino".

-¿Cómo dices? -preguntó extrañado el rey.

-Sí -volvió a decir el molinero:

"Bebo agua porque no tengo agua,
si tuviera agua, bebería vino".

El rey era incapaz de comprender el enigma que le planteaba el molinero por más vueltas que le daba a la cabeza, así que el molinero se vio obligado a explicárselo. El rey quedó entonces muy satisfecho y en recompensa le entregó al molinero cien monedas. Durmió aquella noche en el molino y a la mañana siguiente se marchó haciéndole antes jurar al molinero que no iba a decir el enigma a nadie hasta que no le viera a él por lo menos cien veces. Sólo entonces podría revelar el enigma. Así lo prometió el molinero.

Al día siguiente, cuando el rey llegó a su palacio, se sentía muy ufano e hizo llamar a todos sus consejeros para plantearles el enigma:

"Bebo agua porque no tengo agua,
si tuviera agua, bebería vino".

Pero, por más vueltas que dieron a la cabeza, ninguno supo resolverlo; ni los consejeros, ni los pajes, ni los ministros... nadie en palacio consiguió dar con la solución.

Así que el rey, decepcionado, prometió entregar su codiciada cabra de oro de dos cabezas a aquel ciudadano de su reino que consiguiera descifrar el enigma.

Todos los consejeros, los pajes y los ministros, se echaron a los caminos recorriendo ciudades y pueblos por ver si algún ciudadano conseguía resolverlo. Pero conforme agotaban los caminos del reino su decepción iba aumentando.

Así, hasta que uno de aquellos consejeros, cansado de recorrer ciudades y pueblos, se internó en un bosque y se topó con un molino en el que vivía un molinero al que planteó el enigma:

"Bebo agua porque no tengo agua,
si tuviera agua, bebería vino".

-Eso es muy fácil -dijo el molinero.

-Pues a ver, a ver de qué se trata.

-Se trata de que si yo no tengo agua en el caz porque el río apenas corre, no podré moler; y si no puedo trabajar porque el agua no mueve el molino me veré obligado a beber agua en las comidas, pero si yo tuviera agua para moler y por lo tanto ganara dinero con mi trabajo, entonces bebería vino ¿Lo entiendes?

-¡Claro, claro que lo entiendo! -exclamó satisfecho el consejero. Y después, recordando la promesa del rey le dijo que tenía que acompañarle para recibir en premio la cabra de oro de las dos cabezas.

Se encaminaron al palacio y cuando el rey vio al molinero que le había prometido no responder al enigma hasta que no le viera al menos cien veces, se mostró iracundo con él y le reprochó el quebrantamiento de su promesa y consiguientemente le negó la cabra de oro de las dos cabezas.

-Te he visto cien veces, majestad.

-¿Cómo puedes decir eso? -preguntó indignado el rey.

-Porque me diste cien monedas que llevan acuñado tu rostro y a todas las he mirado de una en una.

Se sintió el rey sorprendido otra vez por el ingenio del molinero y no encontrando argumentos en contra, se vio obligado a cumplir su promesa y entregarle en premio aquella codiciada cabra de oro de dos cabezas.

Desde entonces el molinero no vivió preocupado por si el agua del caz de su molino, corría mucha o corría poca, porque ya, colmado de riquezas, vivió feliz y comió perdiz, y a nosotros nos dio con los huesos en la punta de la nariz.

LOS DOS GALLEGOS

Estos son dos gallegos que estaban sirviendo en casa de un marqués, y la señora marquesa, pues claro, se ponía muy buenas comidas porque había tenido un hijo y la criada gallega pues quería tener un hijo y que la dieran buenas comidas y le dice a él: ¿y por qué a la señora marquesa la dan de comer buenas comidas y a mí no me las dan? y dice él: porque ha tenido un hijo; si tú quieres vas a tener otro y te damos bien de comer. Cogieron un lagarto y lo metieron en un cajón y ya, cuando se cansaron la dijeron: bueno, ya vas a tener el hijo. La pusieron patas arriba, sacaron el lagarto y como estaba muerto de hambre se la enganchó y venga a tirarla, venga a tirarla, y ya, al final, la dice: bueno ya has tenido el hijo. Y dice ella:

Ojiños verdes
dientes de plata,
¿Eres tú el que mordías
los cojoncitos a papá?

EL CURA Y LA SEÑORA

Había una señora en Carrascal que tenía una buena casa, unas buenas fincas, buenas granjas, con gallinas, vacas lecheras; de todo tenía; pero ya se cansó de estar en el pueblo y se marchó a Madrid y dice: ¿Y a quién voy a dejar yo al cargo de todo esto: las vacas, las gallinas, las tierras...? y pensando, pensando dice: mejor que a nadie al señor cura. Pero vino un año malo y el cura pues no pagó la renta. Vino otro año malo y el cura tampoco pagó porque las vacas no daban leche, los nabos no crecían y en fin, cosas de éstas; y las gallinas tampoco ponían huevos y ya al año siguiente la señora le escribió una carta al cura diciendo: Mire usted, señor cura, que el año pasado no me pagó usted la renta, el anterior tampoco y ahora que ya estamos en septiembre, a ver si hace usted el favor de pagarme la renta. En aquellos días el señor cura cogió la plana y escribió: mire usted, señora, el año pasado fue malísimo; hace dos años también. Este año parece que está mejorando un poco, pero no se preocupe usté: cuando los huevos se crezcan, el nabo se me enderece y la leche aumente, el primer agujero que se tapará, será el suyo.

Urbano García.
Fuentesaúco de Fuentidueña (Segovia).

EL CACHARRERO DE LASTRAS

La historia que os voy a contar es un hecho que le sucedió a un señor que se dedicaba a vender cacharros por los pueblos. Llevaba bastante tiempo con muchas dolencias y pasando por situaciones extrañas, alguien le dijo que eso era porque le embrujaban y que prestase atención a todo lo que pareciese raro.

En uno de sus viajes como vendedor, él iba con la borriquilla, las aguaderas y los cacharros hacia Fuentepelayo, un pueblo cercano al suyo, Lastras de Cuéllar, y observó cómo una cigüeña revoloteaba cerca de él y que se iba posando en el camino guardando cada vez menos la distancia, esto le pareció al buen hombre algo muy extraño. Sacó de sus aguaderas una soga y la lanzó hacia la cigüeña para pillarla y así lo hizo pero grande fue su sorpresa cuando al atar el ala vio que se convertía en un brazo y la pata en una pierna que pertenecían a la bruja que le causaba su malestar, así dio fin a sus dolencias y todo volvió a la normalidad.

María "Cerillas".
Lastras de Cuéllar {Segovia).

LA CRIBA

Otra historia sobre el tema de la brujería sucedió con un niño que estando sano según los médicos, hacía tiempo que se ponía muy malo y siempre empeoraba a la misma hora y por la noche. Les dijeron que podía ser obra de una bruja y les dieron como solución para averiguar quién era esa persona lo siguiente:

Tenía que poner unas tijeras clavadas en una criba e ir nombrando a personas que estuviesen bajo su sospecha; cuando dijeron el nombre de la bruja, la criba se dio la vuelta. Así encontraron a la culpable del mal del niño que ya quedó sano.

María "Cerillas".
Lastras de Cuéllar (Segovia).

EL TIO VIVAS

El tío Vivas, era ya un mozo del pueblo, de 51 años, soltero, que vivía en una pequeña casa, cerca de la iglesia. Era muy querido por todos los vecinos, por su amabilidad, buen humor y comprensión.

Un día soleado, decidió ir a la ciudad, que no quedaba muy lejos, a comprar un pollino. Cuando iba por el camino, se encontró a varias personas: el cura paseando, a los campesinos afaenados en el campo... y todos le preguntaban más o menos lo mismo:

-¿A dónde va usted, tío Vivas?

-A la feria de la ciudad a comprar un pollino, respondía él.

Así transcurrió la mañana y por la tarde, cuando el tío Vivas venía de la ciudad, se encontró también con algunos de sus queridos vecinos que le preguntaron:

-¿Cuánto le ha costado el pollino, tío Vivas?

-¡Cuando estéis todos juntos os lo diré!, contestaba él.

-¡Qué ocurrencias tiene este hombre!, comentaban unos con otros y se echaban a reir.

El día transcurrió, y ya nadie pensaba en el pollino del tío Vivas. Cuando amaneció, empezaron de repente, alborotadas, a sonar campanas.

¿Quién sería a esas horas?

El cura, enfadado, fue a casa del sacristán a ver si había sido él. Pero no. No fue él, dado que estaba en la cama todavía. Como nadie se explicaba quién podría ser, creyeron que se trataba de un llamamiento de Dios. Corrieron asustados, llegando pronto a la iglesia y una vez allí, se sentaron todos. De pronto, una voz ronca y extraña, hizo eco en el silencio y preguntó:

-¿Estáis todos reunidos?

-Sí, señor divino.

-Pues catorce duros me costó el pollino.

Roberto Bravo.
Cantalejo.

EL PUENTE MUNERA

Esto era una abuela que estaba en la cama ya casi a punto de expirar, rodeada de sus nietos. Entre suspiro y suspiro, con la voz en un hilo decía:

¡Ay, puente Munera!
¡Ay, puente Munera!

Los nietos, apurados por si había algún mensaje oculto la preguntaban:

-Abuela, ¿qué dice?

Y ella, desde la cama, con la voz cansada volvía a insistir:

¡Ay, puente Munera!
¡Ay, puente Munera!

Conmovidos por los suspiros, los nietos pensaron que la abuela deseaba ir al puente Munera y decidieron llevarla en brazos por si quisiera revelarles algún secreto oculto en dicho puente. Cuando llegaron allí la dijeron los nietos:

-Abuela, abuela, que ya estamos en el puente Munera.

La abuela, entonces, cobrando una vitalidad inusitada en la voz, al reconocer el puente dijo:

¡Ay puente Munera, puente Munera,
aquí es donde jodí por vez primera!

Carlos Martín.
Matabuena (Segovia).

EL GALLEGO

Esto era un gallego que, el hombre, no tenía una perra y se hizo con 200 reales. Así que se puso muy contento. Pero, claro, para no llevar tanto dinero consigo decidió meter los 200 reales en el hueco de un nogal de manera que nadie pudiera verlos. Pero estaba tan contento que después de haberlos escondido salió por la calle cantando:

Doscientos reales tengo
en el hueco de un nogal.
Doscientos reales tengo
en el hueco de un nogal.

Otro gallego que le escuchó la canción, fue mirando los nogales que estaban huecos hasta dar con los reales que se los quitó.

Cuando el otro descubrió que le había quitado los reales salió de nuevo cantando:

Doscientos reales tengo
en el hueco de un nogal,
doscientos reales tengo
y más que voy a echar:

El que los había robado al escucharle llevó los doscientos primeros reales a fin de coger los que llevara, pues era muy codicioso. Entonces el primero, aprovechándose de la codicia del segundo pudo recuperar sus doscientos; cuando ya los tuvo salió de nuevo cantando con ellos en la mano:

Tú que lo cogiste
fuiste un bobo,
porque por lo mucho
lo perdiste todo.

Juan Sancho Vírseda. 82 años.
Cantalejo.

LA BUENAVENTURA

Por estas rayitas / que tienes aquí
la buena ventura / te voy a decir:
-Saca la lengua, hermoso
{el interfecto saca la lengua)
-Métemela en el culo, precioso.

Marta “La Cañamona”.
Lastras de Cuéllar.

DOS FRESCAS

Dos señoritas un poco frescas se encuentran con un hombre de pueblo y dicen entre sí, a éste le vamos a tomar el pelo. Así que hablando y hablando de adelantos le dicen:

-Hemos visto una máquina por la que meten un cerdo vivo y sale el cerdo hecho chorizos.

Y dice el hombre:

-No me extraña nada, porque a sus madres de ustedes las metieron un chorizo y salieron dos marranas vivas.

CASA CON TESORO

Por Lastras de Cuéllar pasó una vez una adivinadora y anunció que en una casa había mucho oro. El dueño lo tomó a chunga porque aquella casa era muy vieja y amenazaba ruina. Pocos años más tarde fue vendida a una familia y al derribarla para reedificar encontraron tres ollas llenas de monedas de oro. Entonces el primer dueño se tiraba de los pelos y se acordaba de la adivinadora.

EL HIJO BRUTO

Este era un hijo muy bruto que hablaba con su madre:

-Salió el sol y dijo Dios...

La madre impaciente dice:

-¿Qué dijo? ¿Qué dijo?

-Que no hay puta como vos.

-¡Pero hijo! -dice la madre. ¿Es así como me pagas los nueve meses que te llevé en el vientre?

Y dice el hijo:

-Pues métase en mi culo y la tengo veinte.

NOTICIAS

Al guarnicionero de Villovela le han dado dos tiros. Eran del caballo, para que los arreglara.

El marido se levanta de la cama diciendo que se va al corral. La mujer, viendo que tarda se levanta a ver qué pasa y se encuentra a su marido en el corral con la soga al cuello... Estaba cagando.

EL TIO MARIANON

En Cantalejo, vivía un hombre con mucha chanza, llamado el tío Marianón. Una tarde se fue al sandial con la burra y arrancó las sandías más gordas hasta que tuvo las alforjas llenas. Al ir a cargarlas en la burra el animal da una espantada. El tío Marianón lo vuelve a intentar, pero el animal se espanta de nuevo. Al tercer intento, la burra comienza a andar de nuevo y el tío Marianón la sigue unos metros detrás soportando el peso de la alforja. Así llegan hasta la entrada del pueblo en que un hombre se percata de la situación y pregunta:

-Le detengo la burra, tío Marianón.

-Déjala -responde él rendido por el peso de las sandías- a ver si se la cae la cara de vergüenza.

EL PERRO ZURO

-Qué perro tan bonito -dice uno al ver un perro-, lástima que sea zuro.

-¿Qué es un perro zuro?

-Pues que debajo del rabo tiene el culo.

EL CURA DE LASTRAS

El cura de Lastras era muy exagerado. Un día que salió a pasear por el campo de la zona de la Venta de Tres Cantos vino diciendo que había visto muchos lobos.

-¿Muchos? -le preguntaron con extrañeza.

-Por lo menos una manada de once lobos.

-Hombre, señor cura, que once lobos son muchos.

-Bueno, pues, al menos tres o cuatro sí que iban.

-Mire señor cura que es raro ver tres o cuatro lobos juntos.

-Buenos, pues al menos un lobo sí que he visto.

-Por la Venta de Tres Cantos...es muy raro.

-Bueno, pues no sé si era lobo o loba o el cantón de Casasola.

Máximo de Frutos. Nació en 1923.
Lastras de Cuéllar (Segovia).

Este era un matrimonio sin hijos que le tenían mucha afición al vino. Pero como consecuencia de la bebida se daban una zurras muy grandes y tanto se peleaban que un día decidieron ir a ver al juez para solicitar el divorcio.

-Pero hombre, con lo que os queríais vosotros ¿cómo os vais a divorciar? -les preguntó el juez.

Y el marido dijo:

-Es que todas las noches, antes de acostarnos vamos a la taberna a comprar dos botellas de vino que dejamos debajo la cama, una para cada uno, pero el primero que se levanta se bebe las dos botellas y luego vienen las zurras; unas veces yo la pego a ella y otras veces ella me pega a mí.

El juez convino con el matrimonio que antes de divorciarse pasaran una temporada sin mentar el vino para nada, ni nombrarle siquiera para así evitar disputas. El matrimonio aceptó. Pasaban los días y allí no se hablaba nunca de vino hasta que una semana más tarde en que puso la mujer sardinas para la cena que estaban muy saladas y según daban cuenta de las sardinas dijo él:

-Oye, qué bueno estaría ésto con aquello.

-Pues coge la botella y vete por ello -contestó la mujer.

Y así sin nombrar al vino pudieron beberlo aquella noche.

Angel Garcia.
Montejo de Arevalo (Segovia).

Esta era una señora que, al salir de casa, se santiguaba cada poco tiempo, pero el pie de la cruz, en vez de señalarlo en el vientre lo hacía bastante más abajo, con lo cual producía cierta extrañeza. Una amiga que se encontró con ella la preguntó porqué se santiguaba de aquella forma:

-Pues mira -la dijo- como voy al mercado y son tan olvidadiza, al tiempo que me santiguo digo lo que necesito comprar:

"Una cabeza de ajos (la frente)
dos botellas de leche (ambos pechos)
y un estropajo" (ahí mismo)

Nati Vega.
Guardo (Palencia).

EL PASTOR y EL REY

Este era un pastor que estaba cuidando su rebaño en el campo. Acertó a pasar por allí el rey y le preguntó al pastor:

-¿Cuánto ganas?

Y el pastor le dice:

-Diez pesetas.

-Y con eso ¿qué haces?

-Mantengo a los mastines, pongo dinero a rédito y pago deudas atrasadas.

Quedó el rey perplejo por aquella respuesta del pastor y quiso saber si le había dicho la verdad o se había reído de él; así que cuando llegó a su palacio mandó a un mensajero para que le volviese a formular las mismas preguntas al pastor:

-¿Cuánto ganas?

-Diez pesetas.

-Y con eso ¿qué haces?

-Mantengo a los mastines, pongo dinero a rédito y pago las deudas atrasadas.

Como el mensajero tampoco entendía, el pastor le explicó:

-Sí, hombre, con diez pesetas mantengo a los mastines, pongo dinero a rédito porque estoy manteniendo a mis hijos y pago deudas atrasadas porque mantengo a mis padres que antes me mantuvieron a mi.

Cuando el rey se enteró de la explicación ordenó que le fuera entregada una bolsa de oro al pastor en compensación con un proceder tan justo.

Agustin Santiago. 1925.
Fuentesaúco de Fuentidueña (Segovia).

LA GALLINA Y EL LABERINTO

En una bodega de Fuentidueña entró un hombre con un perro en busca de una gallina que ponía huevos de oro. La bodega era muy profunda y antes de llegar al fondo donde estaba la gallina había que pasar por un laberinto. La gente esperaba a la entrada noticias del hombre, pero el tiempo fue pasando y el hombre no salía. Al cabo de unas semanas apareció el perro totalmente famélico pero del hombre no se volvió a saber más.

LA CUEVA DE FUENTIDUEÑA

Hay una cueva en Fuentidueña que tiene su entrada en una pared tajada cerca del frontón, junto al río. Esta cueva comunica con el pueblo de Fuentesoto. En la mitad de su recorrido hay una fuente cuya agua es considerada milagrosa ya que remedia todas las enfermedades.

TESORO DE MOZONCILLO

En Mozoncillo, traspasado el puente de hierro que salva el río Pirón, hay un calvero a la derecha del camino que va a La Aldea. A ese paraje le llaman la Cuesta y dicen que hubo allí un monasterio del que ya sólo queda el nombre. De este monasterio, en un lugar ignoto, parte un túnel que cruza por debajo del río y conduce hasta una casa solitaria de Mozoncillo. A esta casa, abandonada hace muchos años, la llaman la casa del moro. En ciertas noches, cuando el silencio se hace más profundo, se oye un tintineo de monedas. Es el moro que recuenta su tesoro. Cada noche lo cambia de lugar. Sólo recitando unos salmos del Corán en la lengua del profeta el moro saldría de su escondrijo y los vecinos podrían repartirse el tesoro que el moro usurpara al municipio antes de que los Reyes Católicos les expulsaran de España.

Mª Luz Hernanz. 1964.
Monzoncillo.

TESORO DE ARROYO DE CUELLAR

En Arroyo de Cuéllar vivía un boticario que tenía dos cerdos para la matanza. La criada era la encargada de echarles de comer. Un día, después de que los marranos hozaran en la cochiquera apareció una moneda de oro. La criada se la mostró al boticario y desde entonces decidió que él se encargaría de echarles la comida. En los días siguientes, como quiera que los cerdos continuaron hozando, el boticario se encontró con un filón de monedas soterradas en una gran olla de barro. Eufórico se posesionó de todo el tesoro y, abandonando su oficio, se marchó a viajar por el mundo. Debió de vivir feliz y despreocupado pues nunca más le vimos por el pueblo.

Pablo Zamarrón. 1955.
Arroyo de Cuéllar.



TESOROS, MARRANOS, MILAGROS Y OTRAS TRADICIONES ORALES

SANZ, Ignacio

Publicado en el año 1997 en la Revista de Folklore número 203.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz