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Revista de Folklore número

358



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Apariciones marianas en Extremadura (II)

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2011 en la Revista de Folklore número 358 - sumario >



Continuando con los cultos marianos extremeños diré que en Riolobos, veneran la imagen de Nuestra Señora de la Argamasa, situada antiguamente en la ribera del Alagón, donde según la leyenda, se encontró a la efigie sobrenadando en las aguas del río. Esta ermita fue anegada con su consiguiente ruina, por lo que se edificó una nueva en los primeros años del siglo xx y reconstruida casi a finales del mismo siglo debido a su gran deterioro. Se llamó de la Argamasa porque la imagen fue encontrada en la dehesa de igual nombre, cerca del río. Además, se me informa desde el Ayuntamiento que en 1753, el Censo del Convento Agustino podría indicarnos la razón de la existencia de una ermita de Nuestra Señora de la Consolación, ya derruida alrededor del año 1791 y de la que solo quedó una cruz en el lugar del altar, también ya desaparecida.

“De la imagen de la virgen no sabemos qué pasó; en el pueblo la verdadera y primitiva imagen de la Argamasa era la llamada Argamasina, conocida hasta los años 60-70 y luego desaparecida. Se cree que es actualmente la imagen a la que veneramos, imagen del S. xiii”, me dicen.

Igualmente hubo apariciones marianas relacionadas con ríos o fuentes en Jaraíz de la Vera, en Salvaleón y en Zorita. En Jaraíz, la Virgen de Salobral se apareció en las márgenes del río Tiétar, lugar muy visitado hasta el siglo xiv, para caer más tarde en abandono y ruina; fue restaurada hace pocos años. En Salvaleón, Nuestra Señora de Aguasantas se apareció a un pastor mientras bebía en una fuente; de ahí el nombre. Nuestra Señora de la Fuente Santa es venerada en Zorita, porque en el lugar donde se alza la ermita la Madre de Dios se apareció, en forma de silueta de mujer, a unos peregrinos que viajaban a Guadalupe y que estaban a punto de morir de sed en aquellos páramos. La aparición les ordenó cavar con sus cayados y manó agua a flor de tierra.

Con restos arqueológicos que hablan de tiempos pretéritos de posibles cultos paganos se relacionan también algunas apariciones marianas. Así, en Aldeanueva del Camino tienen como patrona a Nuestra Señora del Olmo. No hay tradición popular sobre una posible aparición, pero el hecho de que la Virgen ostente el nombre de un árbol, abundante en la zona, hace suponer un culto dendrolátrico anterior. Aunque si tenemos en cuenta la ubicación de la ermita, construida sobre restos romanos, no puede desecharse igualmente la posibilidad de que, en la antigüedad, se localizase la efigie de alguna diosa romana entre los restos aludidos, pues esta población cacereña se encuentra ubicada a escasos kilómetros tanto del ninfeo de Baños de Montemayor como de las ruinas de la mansio de Cáparra, cruce de vías imperiales. Así podrían haberse aunado imagen y olmo en un culto hoy olvidado.

Y en Garrovillas de Alconétar, entre Cáceres y la villa, en un entorno lleno de vestigios celtibéricos, romanos, visigodos y sepulcros abiertos en roca, se erige la ermita de Nuestra Señora de Altagracia, lugar donde la Virgen se apareció a una pastorcita.

Aunque no existe tradición o leyenda alguna sobre la posible aparición de Nuestra Señora de Nazaret, patrona de Garlitos, en el lugar donde se levanta su ermita se cree que hubo en la antigüedad un templo dedicado a Cibeles -diosa griega de la Madre Tierra- y más tarde una basílica visigoda. Lo cierto es que los muros de la capilla aparecen lápidas romanas alusivas a Miróbriga que, según se cree, ocupó el emplazamiento de la actual Capilla.

Por cierto, en Garlitos se cuenta que en el transcurso de la Guerra Civil española se dio por desaparecido a un joven de la localidad. Entonces, la madre del soldado desaparecido fue a la ermita y le quitó el Niño a la Virgen, diciéndole: “Hasta que no me devuelvas a mi hijo, no te devuelvo el Tuyo”. Y dicen que a los tres o cuatro días, el desaparecido se presentó en el pueblo.

Bernabé Moreno de Vargas (2001:459-460) escribe:

“Tiene la villa del Montijo cerca del río Guadiana una ermita de Ntra. Sra. de Barbaño, por estar fundada en la dehesa del mismo nombre, cuya imagen es antiquísima y de mucha devoción, hállose entre los edificios antiguos que están allí cerca, y llaman los ‘Paredones’ de la dehesa de Torre del Águila. Después se trasladó a la dehesa de Barbaño, por ser término de Montijo”.

Tal vez los “edificios antiguos” a los que alude Moreno de Vargas, sean los restos romanos allí encontrados, restos que se han visto aumentados posteriormente con la presencia de otros visigodos, aflorados en Los Paredones y Las Peñitas. Y fue precisamente en ese entorno donde se halló la imagen mariana que, al ser trasladada a Montijo, se volvió dos veces al lugar del hallazgo, indicando así dónde quería ser venerada.

Según puede leerse en Internet, la aparición de la imagen es de época goda, por la fábrica de los edificios donde se encontró. Aunque con todos los datos históricos y artísticos existentes podemos decir ahora “que fue en la zona de influencia de la antigua villa romana donde apareció la virgen: (Villa de Torre del Águila), que fue un asentamiento cristiano, se remonta a finales del siglo III o principios del IV, pero la época de máximo esplendor fue en los siglos VI-VII en el que se construyen los monumentos encontrados: iglesia, baptisterio y martirium”. Igualmente dicen desconocerse la fecha de la imagen primitiva, pues fue sustituida por la que hoy se venera, debido a que a principios del siglo xviii se pusieron de moda las imágenes de vestir para ponerles mantos y alhajas donadas. El mismo historiador, Moreno de Vargas, que vivió en Montijo desde 1604 a 1615, añade: “La imagen era morena como la de Guadalupe, pudiera pertenecer al estilo románico tardío, cuando la reciente restauración de Luís Peña en Llerena, nos viene a reforzar como veremos, hoy no poseemos rastros de aquella imagen primitiva y que ha ido sufriendo diferentes restauraciones, para mejora y conservación de esta”. Y si era morena -como dice de Vargas- ¿no podría tratarse de una Isis venerada por los habitantes de la primitiva villa romana?

El nombre de Barbaño viene de la palabra Barbana, del hebreo bar que significa hijo-hija y el latino ana, Guadiana, de donde se obtiene Hija del Guadina. Después surge una modificación por la proximidad al río y terminó llamándose Barbaño. La ermita se anegó en varias ocasiones por la crecida del río.

De Nuestra Señora de la Caridad, patrona de La Garrovilla, vecina de la Virgen de Barbaño, se cuenta también que, encontrada en el campo, fue llevada a la iglesia parroquial, de la que desapareció para volver al lugar donde se encontró, indicando así, la preferencia de aquel lugar para que se le erigiese una ermita.

De apariciones sobre rocas nos hablan otras apariciones marianas.

En Madroñera, la ermita Vieja está dedicada a la Virgen de Soterraña, patrona del pueblo. Cuenta la leyenda popular que entre los años 1500 y 1600 se apareció la Virgen en una roca, que se encuentra frente a la ermita, a un pastor que andaba por esas tierras aún despobladas. Una fuerte tormenta de nieve y granizo le sorprendió. En medio del fragor de la tempestad se puso a rezar a la Virgen, pidiéndole auxilio y protección y, según dicen, Ella acudió en su ayuda ofreciéndole refugio en una cueva próxima. Es tradición llevarse del lugar un trocito de pizarra y tirarlo al tejado como protección -cómo no- contra las tormentas.

En lo alto de un abrupto cabezo, en la conocida como Dehesa de Abajo -cumbre del Hocino, según toponimia de Cilleros-, en el término municipal de Perales del Puerto, persiste aún la cabecera y otros restos de una ermita del siglo xvi. Estaba dedicada a Nuestra Señora de la Peña y su imagen es venerada como patrona en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Parales. Su celebración sigue siendo el segundo lunes después del Domingo de Resurrección, como antaño. Y aunque hoy se encuentra en estado ruinoso -ya constataba este extremo Pascual Madoz en su obra-, hasta finales del siglo xvii aún acudían a ella en peregrinación y en romería no sólo los vecinos de Perales, sino también los de Cilleros, los de Hoyos y los de otros pueblos de Sierra de Gata.

Cuentan en Perales que la ermita fue destruida y saqueada por los franceses alrededor del año 1809, cuando buscaban por estos lugares al obispo de Coria don Juan Álvarez de Castro que, finalmente sería hallado y asesinado en Hoyos. Lo que no se sabe es cómo la imagen pudo salvarse de aquel saqueo, de aquella rapiña. También relata una leyenda que recoge José Mª Domínguez Moreno (2009:183-184), que la ermita fue en tiempos la iglesia de un pequeño pueblo que se levantaba en aquel lugar en el que la Virgen se apareció en un peña -de ahí el apelativo- a unos pastores de Cilleros, Perales y Hoyos, en la confluencia de los términos municipales de estos tres pueblos.

“Pero un día todos los vecinos, excepto una anciana que estaba enferma, murieron al comer un guiso comunitario preparado con aguas emponzoñadas. La mujer llegó hasta Hoyos, donde relató la tragedia. Pero fue tomada por una demente. Lo mismo sucedió en Cilleros. Sólo en Perales del Puerto se prestaron a ayudarla. En agradecimiento la anciana les regaló todas las tierras del viejo poblado, del que ahora era única dueña, a cambio de que le dieran cobijo y conservaran la iglesia de la Virgen de la Peña”.

Según otra tradición, transmitida oralmente en Cilleros, los vecinos de Perales subían a la ermita y giraban la imagen de la Virgen, de manera que quedaba mirando hacia su pueblo, al igual que los de Hoyos… Y lo propio hacían los vecinos de Cilleros para que mirase hacia el suyo -al poniente, que sería la posición real dada la estructura de la ermita-, hasta que los vecinos de Perales se la llevaron definitivamente a su pueblo.

La primera referencia documentada al lugar se debe a Alfonso XI, que la cita en su Libro de la Montería, del año 1345, y aunque la construcción de la ermita, según los restos existentes, podría datarse en torno a los siglos xvi o xvii, hay quien sospecha que allí pudo existir alguna fortificación en tiempos de la Reconquista.

Resumiendo: Si unimos todas las tradiciones, puede sospecharse que, en efecto, pudo existir en aquel cabezo una fortificación defensiva o de observación durante la Reconquista -el poblado al que hace referencia la leyenda-, que el lugar fue abandonado cuando perdió su valor estratégico; que la Iglesia o la imaginación popular promocionaron la historia de la aparición, por lo cual se decidió erigir allí una ermita, tal vez con el apoyo pecuniario de los tres pueblos. Pero que, según pasó el tiempo, la devoción fue desvaneciéndose, hasta el punto de perderse definitivamente. Por ello, y por lo alejado y escabroso del paraje, por la desidia humana y no por el saqueo francés -no se han hallado restos de incendio en los muros- el templo acabó derruyéndose… ¿Y la imagen? Tal vez se la llevaron quienes se mostraron más activos: los vecinos de Perales.

Otra leyenda relacionada con apariciones marianas sobre peñas es la que pervive en Plasencia en relación con su patrona, la Virgen del Puerto, que fue hallada por un cabrero entre los peñascales de la sierra de Valcorchero. Cierto día, el pastor vio un resplandor algo más allá de donde pastaba su rebaño, pero no le prestó mucha importancia. Mas como el hecho se repitiera varias veces, movido por la curiosidad, decidió acercarse… para encontrar una imagen que no dudó en identificar con la Virgen. Sigue la leyenda diciendo que tan deseoso estaba de comunicar el prodigioso hallazgo a la clerecía placentina, que de un salto se plantó ante la misma catedral, donde al parecer tuvo que repetir por tres veces su historia antes de ser creído. Una vez en el lugar, los clérigos decidieron levantar allí mismo un santuario que conmemorara el suceso, pero cuando los obreros acudían a trabajar observaban con sorpresa que las herramientas y los materiales de la construcción aparecían en un lugar situado más arriba, conocido por los naturales como El Puerto, en el camino de Extremadura a Castilla, que sube por el desfiladero del Puerto de Béjar. Por eso se erigió definitivamente allí el santuario. Y como en el lugar de la aparición no había espacio suficiente, colocaron tres cruces como recuerdo, donde según la leyenda quedó impresa la huella de uno de los pies del cabrero en su formidable salto; el otro frente a la Sede Episcopal.

La imagen de la Virgen del Puerto es una talla policromada en madera, de origen desconocido, de finales del siglo xv o principios del siglo xvi y muestra a la Virgen amamantando al Niño. Se supone que fue abandonada en los vericuetos de Valcorchero por algunos cristianos que huían del avance musulmán y ante el entorpecimiento que significaba llevar la imagen como bagaje, decidieron ocultarla en las proximidades del camino que seguían en dirección a tierras castellanas. Luego, el encuentro por parte del pastor fue mitificado por la Iglesia para dar mayor relevancia a un hecho tan simple y vulgar como el abandono de la imagen ante la proximidad de un peligro.

Igualmente sobre una roca de la Sierra de San Pedro se apareció a un carbonero de Aliseda la Virgen del Campo. La imagen es una talla policromada protogótica o tardorrománica que los estudiosos del arte consideran bastante extraña de encontrar en una zona tan meridional.

Tanto en las religiones indoeuropeas primitivas como en las que se extendían por el resto del mundo, el culto a los árboles desempeñó un papel trascendental ya que muchos de sus bosques fueron tenidos en un principio como santuarios. Nada podía ser más natural, pues, como escribe Frazer al referirse a Europa (1981:141-143) en la aurora de la historia, nuestro continente estaba cubierto de inmensas selvas vírgenes “en las que los escasos claros deberían parecer a modo de islas en un océano de verdor”. Y añade que hasta comienzos del siglo i antes de nuestra era, la selva herciniana se extendía hacia el este del Rin a una distancia a la vez vasta y desconocida y que los germanos que fueron interrogados por César dijeron que habían viajado durante dos meses a través de ella sin alcanzar su final. Y que las “excavaciones de los restos de palafitos de pueblos antiguos en el valle del Po han demostrado que mucho tiempo antes del crecimiento y probablemente de la fundación de Roma, el norte de Italia estaba cubierto de bosques espesos de olmos, castaños y principalmente de robles”. Recordemos también que, según escribieron autores antiguos, en Hispania una ardilla podía ir desde los Pirineos hasta el Estrecho de Gibraltar, saltando de árbol en árbol, sin necesidad de tocar suelo.

Sea como fuere -añade Frazer- lo cierto es que el culto al árbol está comprobado en todas las grandes familias europeas de tronco ario. Así, entre los celtas, es bien conocido el culto que lo druidas rendían al roble; que entre los antiguos germanos fueron corrientes los bosques sagrados, culto al árbol que no estaba totalmente extinguido entre sus descendientes cuando Frazer escribió su obra; que en Upsala, la vieja capital religiosa de Suecia, había un bosque sagrado en el que todos los árboles estaban considerados como divinos…

Tampoco debe olvidase que en santuario que Esculapio tenía en Cos, estaba prohibido bajo una multa de mil dracmas el cortar un ciprés. “Pero en ninguna parte del mundo antiguo se conservó quizá mejor esta forma antigua de religión que en el corazón de la gran metrópoli misma; en el Foro, en el centro afanoso de la vida romana, se dio culto a la higuera sagrada de Rómulo hasta la época imperial, y cuando se secó el tronco, ello fue suficiente para que se extendiera la consternación por toda la ciudad”, señala Frazer.

Pero, sin duda, el árbol más venerado en la antigüedad fue la encina, árbol dedicado al Sol. Además, las Dríades, eran tenidas como las ninfas de los árboles en general, pero habitaban preferentemente en los encinares y no es por casualidad que la voz griega dríade derive del sustantivo encina; bajo una encina fue criado Zeus, por eso, era el árbol a él consagrado y sus estatuas se coronaban con sus ramas. Igualmente, los griegos creían escuchar su voz en el rumor de la encina sagrada de los encinares de Dodona; murmullo que el oráculo interpretaba para emitir sus predicciones unas veces escuchando directamente el murmullo de las hojas y otras mediante el tintineo de vasos de bronce colgados de sus ramas. A este lugar -según narra la Odisea- acudió por dos veces Ulises para conocer cuál sería su destino de vuelta a Ítaca tras la guerra de Troya. Esta dedicación al padre de los dioses pudo derivar de la ancestral creencia que identificaba a la encina como el árbol que más atraía el rayo, símbolo de su poder.

Bajo una encina encontró Abraham a los ángeles cuando vinieron a anunciarle que Yahveh le pronosticaba una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo, tomando desde entonces este árbol el papel de axis mundi o comunicación entre el cielo y la tierra; la palabra druida procede del nombre de este árbol -deru, encina y wid, saber-, que se podría traducir por los que conocen la encina; los reyes suevos españoles reconocían alguna divinidad en las encinas, ya que en sus ritos funerarios este árbol estaba muy presente…

Por todo ello y por otros datos que sería prolijo enumerar no debe sorprendernos que la encina fuese el árbol predilecto de las apariciones marianas en Extremadura, tierra de encinas, por más señas. A ellas ya hice mención al tratar de las manifestaciones de Villarta o Cabeza del Buey, relacionadas con el vuelo de una paloma o con una fuente. Pero son muchas otras las leyendas relacionadas directamente con las encinas que corren por algunas localidades extremeñas. Aunque en el caso de Aldehuela de Jerte, según me informa José Luis Fernández, que ha escrito un libro sobre el pueblo, a falta de una tradición sobre cómo, dónde o a quién se apareció, tuviera que inventarse una, que recoge en su libro, donde dice que la Virgen de la Encina curó a una niña enferma que estaba debajo de uno de estos árboles. ¿Posible culto dendrolátrico?

Otro posible culto dendrolátrico parece deducirse de la romería de la Virgen de Sopetrán, patrona de Almoharín, donde persiste la costumbre de hacer una procesión alrededor de la encina de la Virgen, situada a cincuenta metros de la ermita. La encina, que ahora soporta un nido de cigüeña, se secó hace unos veinte años, y según una tradición local que me facilita Miguel Sansón desde el Ayuntamiento, en el interior de la caperuza de las bellotas que daba, se podía ver la imagen de la Virgen. Pues bien, según una leyenda local el príncipe Alí Maymón, hermano de Santa Casilda, llegó a Almoharín huyendo de las iras de su padre, el rey moro de Toledo, por haberse convertido al cristianismo. Una vez en el lugar construyó -entre 1054 y 1070- una ermita a la Virgen en el sitio que ocupaba una mezquita, dato que resulta de dudosa credibilidad pues la capilla se erigió a siete kilómetros del pueblo, lugar poco apropiado para construir una mezquita debido a la distancia que la separaría del núcleo poblacional.

Aunque que según una antigua tradición, el culto a esta Virgen proviene de Castilla y recoge la milagrosa conversión de Alí Maymón que, en cierta ocasión en que regresaba a Toledo tras unas lucrativas correrías por las poblaciones próximas al Duero, se detuvo junto a las ruinas del monasterio de Sub Petram, cerca de Guadalajara, para repartir el producto de sus rapiñas. Los prisioneros cristianos, al ver que iban a ser repartidos entre los musulmanes, separando las familias, imploraron la ayuda de la Virgen. Y al instante cayeron sus cadenas, a la vez que sobre una higuera próxima aparecía la Imagen de Nuestra Señora. Los sarracenos huyeron despavoridos, excepto el príncipe Alí Maymón, que trató enfrentarse a la misteriosa aparición con sus armas, pero la Virgen lo cegó y derribó del caballo(1). Luego la imagen comenzó a instruirle en la religión cristiana, hasta lograr su conversión. Conseguida ésta, la Virgen hizo brotar junto a la higuera una fuente para bautizarle, dándole Ella misma el nombre de Petrán o Pedro, pues iba a ser piedra de una nueva devoción hacia su persona(2), bajo la advocación de Sopetrán. Una vez recobrada la vista con aquella agua extraordinaria, Pedro acudió a Roma, donde narró su conversión milagrosa al Papa; luego regresó al lugar de la aparición y allí vivió hasta su muerte cuidando de la imagen de la Virgen, que, a su vuelta, aún seguía sobre la higuera, y aleccionando y adoctrinando a los mozárabes de la comarca.

A la vista de esta narración y de la leyenda que pervive en Almoharín, se comprueba que ambas ficciones no dejan de ser simples fantasías religiosas, tal vez traídas a estas tierras extremeñas -según sospechan algunos investigadores- por colonos templarios procedentes de la Alcarria, devotos de la Virgen de Sopetrán, pues Almoharín se encontraba entre los lugares pertenecientes al Castillo templario de la Encomienda (Villanueva de la Serena), Torrequemada y el Convento de la Coronada, junto a Trujillo. Aunque éste no parece ser el único caso en que una devoción templaria localizada en tierras castellanas fuese traída a tierras extremeñas por los caballeros templarios o sus colonos, como sucede con Nuestra Señora de la Encina, de Pozuelo de Zarzón, de la que trataré en su momento.

En Arroyo de la Luz son dos las leyendas que cuentan sobre la aparición de su patrona, la Virgen de la Luz. Una de ellas -tal vez la menos conocida, que presenta a la Virgen como pastora- se relaciona con el pagano conde Pelagio y una doncella cristiana llamada Leticia, a la que mantenía encarcelada por negarse a convertirse en su esposa. Un día, los criados del conde vinieron a informarle que habían encontrado una anciana desconocida, de nombre María, cuidando el rebaño de Leticia y que la misma anciana había devuelto la vista a un escudero de nombre Sixto. Igualmente le comunicaron que cuando pretendieron detenerla para traerla a su presencia les resultó imposible, pues quedaron como petrificados, incapaces de moverse, mientras la pastora les indicaba que vinieran a decirle a él, al conde, que si no liberaba a Leticia y a su familia quedaría ciego en el acto. Enfurecido Pelagio ordenó que matasen a Leticia, a su familia y al rebaño, pero no acababa de dar la orden cuando repentinamente quedó ciego. Cayó de rodillas el conde y nada más pedir perdón a Dios, recuperó la vista. Luego, liberó a Leticia y la desposó bajo una encina, que se abrió al instante para mostrar a una mujer muy bella, que dijo ser la viaja María que se ofrecía como su protectora.

La segunda leyenda -más conocida- se relaciona con apariciones de la Virgen en contiendas que los cristianos mantuvieron con los árabes durante la Reconquista. De ella trataré en su momento.

La devoción a la Virgen de Bótoa está muy arraigada entre los habitantes de Badajoz; fervor que arranca de una tradición popular según la cual la Virgen se apareció -en una encina próxima a donde hoy se levanta la ermita- a un pastor o pastores o pastorcillos portugueses que cuidaban sus ovejas en aquel lugar. Otra versión dice que fue encontrada en el hueco de la encina. Y aún hay una tercera, narrada en verso por Carolina Coronado -titulada La encina de Bótoa-, donde refiere que el hidalgo catalán don Diego Mercader, casado con la dama portuguesa doña María Albar, tramó asesinarla movido por los celos y por la religiosidad de su esposa. Y cuenta esta leyenda que en el momento de expirar doña María vio en el tronco de una encina la imagen de la Virgen. Poesía romántica, telenovela.

Anterior a la actual imagen hubo otra de plata -la encontrada por los pastores- que presidía otra ermita de finales del siglo xiv y principios del xv, también anterior. Las profanaciones que tenían lugar en aquellos tiempos obligaron a esconder la imagen argéntea dentro de otra. Pero a pesar de las medidas tomadas para protegerla, la imagen desapareció sin que se sepa su paradero.

Ligada a la encina donde apareció la imagen está la creencia que en las bellotas que da puede reconocerse, aunque de forma borrosa, la imagen de la Virgen. Según se lee en Internet -Bellotas donde se aparece la Virgen-, “es de advertir que algunas encinas del circuito donde se apareció la Virgen producen singulares bellotas con unos relieves o protuberancias en su cáscara que semejan a la Santa imagen, cosa que se tiene por milagro y las hace objeto casi de culto en el país”.

La ermita de Nuestra Señora del Ara -a la que aludí con anterioridad- se levanta en la Sierra de la Jayona, en las estribaciones de Sierra Morena, a unos siete kilómetros de Fuente del Arco. Sobre el valle del Ara, en “un ámbito donde proliferaron las explotaciones mineras desde la época romana” (Pueblos y paisajes para andar y ver I: 263) no han dejado de aflorar restos arqueológicos, especialmente romanos, lo que lleva a sospechar -como señalaba Manuel Vilches (2009:19-20)-, que la ermita se asiente “sobre un antiguo templo paleocristiano”, por lo que, tal vez, en un tiempo remoto, “fue un lugar de culto y peregrinación”. Y añade: “La aparición sobre una encina, junto a una fuente, o en un alcornoque, según otras versiones, siendo ambos árboles sagrados en la tradición ancestral ibérica, según la cual una diosa habitaba cada alcornoque y cada encina”.

El primitivo santuario, de finales del siglo xiv y principios del xv, sin espadaña ni camarín, aunque con algunas construcciones anexas, lo erigió a sus expensas el prior santiaguista Don García Ramírez, lo que hace sospechar que la leyenda fue montada por este personaje y la Orden para conseguir la conversión de los mudéjares que aún pudieran quedar por la zona. Y para conseguirlo, qué mejor que poner como personajes de la historia a un rey moro y a su hija…

Según cuenta la leyenda fuentelarqueña en estos lugares vivía la princesa mora Erminda con su padre el rey Jayón, que era ciego. Un día, cuando la princesa jugaba junto a una fuente, sobre una encina que allí había se le apareció la Virgen, en forma de joven adolescente. La aparición se repitió una y otra vez, hasta que un día Erminda vio brillar sobre la cabeza de la doncella una aureola esplendente. Intrigada preguntó a la visión quién era. “Soy la Virgen María”, dijo. “Pues si eres la Virgen, ¿por qué no devuelves la vista a mi padre?, vuelve a preguntar Erminda. “Lo haré -responde la Virgen- siempre y cuando os convirtáis al cristianismo”. Y, en efecto, una vez cristianados, Jayón volvió a ver, que en agradecimiento, ordenó erigir una ermita a la Virgen en un lugar cercano a donde ocurrieron las apariciones. Pero cuanto se levantaba durante el día, aparecía derrumbado al siguiente. Esto asustó a Jayón, que intentó huir, pero cuando pretendía atravesar la Ribera del Ara, el agua se lo impidió. Consultó entonces a la Virgen, quien le dijo que el templo debía erigirse junto a la encina de las apariciones. Y así se hizo, con ayuda de los vasallos de Jayón, conversos igualmente(3).

La Virgen de los Antolines, patrona de Guijo de Galisteo, fue hallada en el tronco de una encina desgajada por un vendaval. Según la leyenda, un pastor que cuidaba sus ganados encontró en el interior de la encina la figura de una dama -que él confunde con una muñeca- y sin sospechar que se trata de la Virgen, la lleva a su chozo para dársela a su mujer. Pero, como en otras apariciones marianas, la imagen retorna al lugar de su aparición, en la finca de Los Antolines. Así una y otra vez, hasta que la mujer sospecha que se trata algo relacionado con la Virgen, de ahí que acuda a las autoridades eclesiásticas. Éstas acuerdan preservarla de momento en el interior de la encina en tanto se le edificaba una ermita.

En Montehermoso tienen también una leyenda relacionada con la aparición de la Virgen de Valdefuentes por los primeros habitantes de esta localidad del norte cacereño en las proximidades de un lugar conocido como La Atalaya. Según los entendidos en arte, esta efigie de unos sesenta centímetros, es probablemente una de las más antiguas de Extremadura y presenta en la espalda un hueco, característica propia de aquellas imágenes que eran llevadas por los ejércitos en sus campañas.

Nuestra Señora de la Encina es la patrona de Pozuelo de Zarzón. Según la tradición, fue encontrada en el hueco de una encina donde -para evitar su profanación- la habían ocultado los caballeros templarios cuando ante el empuje almohace se vieron obligados a retroceder hacia tierras más septentrionales, abandonando algunas de sus posesiones en la Transierra. La imagen, que se venera en la ermita de Santa María, fue traída a estas tierras por la Orden desde Astorga, donde se reverenciaba otra de igual advocación, encontrada también, curiosamente, en el hueco de una encina. Más adelante, cuando las tropas cristianas reconquistaron estas tierras, el monarca leonés Alfonso IX, no se las entregó a los templarios, sino a los calatravos, de modo que el lugar de Pozuelo pasó a depender de esta Orden. Y fue en entonces cuando la imagen se encontró en el hueco de la encina -de ahí su nombre-, donde había sido ocultada por los templarios.

En Arroyomolinos de Montánchez la encina jugaba también un importante papel en el culto a la Virgen de la Vera. Según me informa Emilia Pérez -Presidenta de la Cofradía de los Santos Patronos Virgen de la Consolación y San Sebastián- la imagen de Aquélla es llevada en procesión a una ermita situada en la dehesa boyal. Antiguamente, cuando no tenía capilla, colocaban la imagen en el trono de una encina. El carro donde llevan la imagen, como los demás que lo acompañan, va adornado con flores y retamas albares, retamas que igualmente portan los romeros.

Mi informante me refiere también que no existe tradición alguna sobre una posible aparición de la Virgen, aunque por el hecho de que la imagen fuese instalada en el tronco de una encina y que en la romería menudeen flores y retamas recelo que antaño debió existir al menos un culto dendrolátrico hoy perdido

Mas la encina no es el único árbol que ha servido como púlpito donde manifestarse la Virgen. Así, en Manchita, poblado badajocense de las Vegas Altas del Guadiana cuentan una leyenda parecida a la de Guadalupe. Se dice que allá por el siglo xv, la Virgen se apareció a un vaquero sobre un olivo, erigiéndose en aquel lugar una iglesia bajo la advocación de María Santísima de la Mancha, aunque más tarde esta consagración se cambió por la de Nuestra Señora de la Navidad o de la Asunción, que hoy es la patrona del pueblo que, a partir del siglo xviii cambió su primitivo nombre de Mancha por el actual de Manchita, a causa de su poca población. “Algunas fuentes mencionan el núcleo como existente ya en el siglo xiii, lo que parece cierto, siendo lo más probable que la leyenda de la aparición de la Virgen se refiera a la reconstrucción de una nueva iglesia sobre otra anterior”. (Pueblos y paisajes para andar y ver II: 494).

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BIBLIOGRAFÍA

Domínguez Moreno. J. Mª (2009). Despoblados extremeños: mitos y leyendas. Revista de Folklore, nº 342. Valladolid.

Frazer. J. G. (1981). La rama dorada. (Traducción de E. y Tadeo I. Campuzano). Fondo de Cultura Económica. Madrid.

Moreno de Vargas, B. (2001) Historia de la ciudad de Mérida. Biblioteca Municipal. Décima reedición, Mérida.

Pueblos y paisajes para andar y ver. Tomos I y II. (1994). Coleccionables HOY. Diario de Extremadura. Badajoz.

Vilches Morales, M. (2009). Leyendas fuentelarqueñas. Edición propia. Sevilla.


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1 Este suceso recuerda el episodio de San Pablo, cuando iba camino de Damasco para apresar los cristianos de aquella ciudad.

2 Nuevo paralelismo con los Evangelios, cuando Pedro fue elegido por Jesús como cabeza de la Iglesia.


3 Para más información sobre la Virgen del Ara y su leyenda, ver Leyendas fuentelarqueñas, de Manuel Vilches.



Apariciones marianas en Extremadura (II)

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2011 en la Revista de Folklore número 358.

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