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Revista de Folklore número

373



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Boticas y boticarios en la primera mitad del siglo XIX

VIVAS PEREZ, Miguel Ángel

Publicado en el año 2013 en la Revista de Folklore número 373 - sumario >



1. INTRODUCCIÓN

Mediado casi el siglo, la Junta de Beneficencia de Guadalajara decide publicar anuncios en el Boletín Oficial de la Provincia, pero también en el Diario de Avisos y en la Gaceta de Madrid, para proveer la plaza de boticario en el hospital civil, con el «haber anual de 3.300 rs., ración igual a la del director del establecimiento y casa-habitación en el propio edificio del hospital», estando sus funciones definidas en el reglamento interior del mismo[1].

Los anuncios de vacantes de médicos, cirujanos y maestros en la Gaceta de Madrid, son numerosos[2]. Más escasos son los anuncios relativos a boticarios, tal vez por el hecho de no ser fácil trasladar el material necesario para la preparación de medicamentos, substancias y demás enseres de una botica, por no hablar del propio inmueble.

Durante su viaje por España entre 1830 y 1833, Richard Ford —como si de un déficit histórico de cultura y sanidad se tratase, déficit que hoy parece querer de nuevo imponerse— apreció que las boticas eran escasas, tanto como las librerías (según sus palabras), siendo casi imposible encontrar los medicamentos necesarios, salvo en las grandes ciudades (Ford 250). En 1815, Moratín planteaba a su amiga Mariquita la posibilidad de buscar un marido boticario para tener a mano «los julepes, las tinturas, las decocciones, las píldoras, los cataplasmas, los extractos, los parches y apósitos» que pudiera necesitar (Moratín 263).

Tener una botica en el pueblo era tan importante como el hecho de disponer de médico y cirujano —así encontramos en los anuncios expresiones relativas al suministro de «la medicina necesaria» para «alivio» de los vecinos—. Hemos de pensar que muchos medicamentos debían prepararse en la botica por el profesor. Desplazarse a una ciudad o población que dispusiera de botica y hacerse con la medicación necesaria no era «llegar y besar el santo». Todo ello motivaría que muchos ayuntamientos publicasen sus anuncios en la Gaceta de Madrid para tener mayor difusión y llegar a un mayor número de posible candidatos. A principios del siglo xix, el ayuntamiento de la madrileña villa de Campo Real anunció su determinación de «establecer botica en ella para alivio de sus vecinos, proveyéndola de un facultativo aprobado», abonándole 200 reales cobrados por la Justicia por el hecho de tenerla abierta, «y pagándole además el recetario». La población era de 350 vecinos, distando 5 leguas de Madrid. Los pretendientes debían dirigir «sus memoriales y propuestas» al ayuntamiento. Treinta años después (en 1833) y ubicado ahora en la provincia de Toledo, con una población entre 350 y 400 vecinos, la dotación de la plaza era de 300 reales del fondo de propios para ayuda de casa[3].

2. ANUNCIOS DE VACANTES

En Barajas y en Parla, también en Madrid, se pagaba al boticario por el hecho de residir en la población. En Parla, en 1832 la asignación era de «tres rs. diarios por solo residir en dicha villa», debiendo enviar los memoriales en quince días, francos de porte. Casi veinte años después, el partido de boticario estaba «dotado con 4 rs. diarios por su fija residencia, con aprobación del Excmo. Sr. Jefe superior político de la provincia, e inclusión en el presupuesto municipal de gastos»[4]. En 1816, con 200 vecinos, se pagaban en Barajas 5 reales por residir en el pueblo. Además, los pueblos de alrededor «pueden llamarse anejos para el consumo de medicinas, pues en ninguno hay bótica (sic.)». En 1825 se anunciaría de nuevo la vacante dotada con 120 ducados anuales[5].

Atender a los pueblos de alrededor también era obligación del boticario en Lumbreras de Cameros (Logroño), pues debía prestar sus servicios a «la villa, 3 aldeas y el barrio del Hoyo, que todo su vecindario es de 260 vecinos poco más o menos», estando dotada la plaza con 6.000 reales y debiendo cubrirse en un mes desde el anuncio[6]. En Loranca de Tajuña (Guadalajara), en 1823 estaba vacante —aunque sin dotación— la plaza de boticario, pues «era libre en sus ajustes», pero sí percibía en trigo el pago de 4 anejos. Los memoriales debían dirigirse al ayuntamiento o al dueño del Café de Levante, en Madrid. También estaba vacante la plaza de médico, dotada con 6.000 reales. Eran entonces 250 los vecinos[7].

En Carbonero el Mayor y Barrio Fuentes, en 1810, en la provincia de Segovia y en plena Guerra de la Independencia, se precisa «un facultativo que, establecido en el pueblo, le suministre la medicina necesaria», pagándole 220 fanegas de «trigo bueno», que es lo que vale el partido anualmente. Los vecinos eran 360. Sin la condición de anejos, ni indicación de retribución alguna se informa: «Hai pueblos reducidos ó chicos en la inmediación, que se surten de medicina a distancia de tres leguas, por no haberla en Carbonero y antes se surtían de la que hubo en este pueblo». Los interesados tenían de plazo para presentarse en persona o enviar su memorial hasta fines de agosto, debiendo comenzar el 30 de septiembre[8].

En septiembre de 1815, en Monzón (en la provincia de Huesca), afirmaba el anuncio que la vacante estaba dotada con casa, 12.235 reales y 10 maravedís, ya cobrados —es decir, que el profesor no tenía que ocuparse del cobro directo a los vecinos—, además de las medicina suministradas a «la plana mayor, curia eclesiástica y empleados en correos y Real Hacienda». El plazo se extendía hasta el día 22, proveyéndose al día siguiente[9]. También en Huesca, en Sariñena, el boticario percibía 1.100 reales pagados por el ayuntamiento el día de San Miguel. Además, añadía el anuncio: «Se advierte que el boticario tiene pueblos agregados que le producen de 30 a 35 cahices[10] de trigo de buena calidad». Por su parte, el cirujano tenía 6.800 reales de dotación, además de 10 reales por cada uno de los que se afeitaban en sus casas[11].

En Arcos de Medinaceli, hoy Arcos de Jalón (Soria), estaban vacantes en 1821 las plazas de médico —dotada con 180 fanegas de trigo común y casa— y la de boticario, que percibía 200 fanegas de trigo y habitación, con la obligación de atender a los vecinos de Somaén, Montuenga, Aguilar y «Sapides» (Sagides), distantes media legua los primeros y una legua «corta» el último, con un total de 444 vecinos. Las solicitudes podían presentarse ante el ayuntamiento o en el número 6 de la calle Santa Polonia, 4.º principal, de la Corte[12].

En Auñón (Guadalajara), en 1819 la dotación de la plaza de boticario era de 5.000 reales, 2.200 reales pagados de propios y 2.800 cobrados por la justicia, además de casa de balde. El médico cobraba entonces 400 ducados, casa de balde, 32 fanegas de trigo que pagaba Berninches y los 1.200 reales de Alhóndiga, anejos distantes una legua[13]. Por los mismos años, en Mandayona, cerca de Sigüenza, estaba vacante la plaza de boticario dotada con 800 reales, 140 fanegas de trigo, 24 de centeno, «casa de balde y leña, con algunas otras utilidades»[14]. Y en Yebra, en la Alcarria, la vacante de boticario tenía una dotación de 6.000 reales cobrados en trigo por el interesado[15]. Unos años más tarde en Usanos, también en Guadalajara, la dotación era de 185 fanegas de buen trigo, pagadas en agosto por los «180 a 200 vecinos labradores». El plazo era de diecisiete días, hasta el 15 de junio[16].

En Santa Gadea del Cid, Santagadea en el anuncio, «confinante a la provincia de Álava, en el camino real que dirige de Búrgos á Bilbao», poco después del levantamiento de mayo en Madrid, las dotaciones de boticario y médico eran de 400 ducados pagados en dinero o en trigo, «como mejor acomode, y además dos comunidades de religiosas, las aguas y baños titulados de Besantes, y otras utilidades», debiendo enviar «sus memoriales, con relación de méritos» a la justicia y al ayuntamiento, dando comienzo su labor en septiembre[17].

En San Martín de la Vega, «distante quatro leguas de Madrid», en 1815 estaba vacante la plaza de boticario con «1.100 rs. y casa»[18]. Llegado el cuarto de siglo, en Aguilafuente (Segovia) la vacante valía trescientas fanegas de trigo «poco más o menos, casa pagada y libre de contribuciones»[19]. La botica del Real Sitio de San Ildefonso, «propia de S.M.» —razón por la cual se publica el anuncio en la primera página de la Gaceta—, se arrendaba al mejor postor en el verano de 1838[20].

Mediado el siglo y con «aprobación del Sr. Jefe superior político de la provincia», en La Nestosa —hoy Lanestosa, Vizcaya— se precisa «un boticario que provea de medicinas a sus vecinos» y un cirujano. El primero tenía derecho «a exigir a cada uno de los pertenecientes a la clase de simples jornaleros y de simples colonos 10 rs. anualmente por vía de salario, y de cada uno de los restantes 20, recibiendo además 1.200 reales anuales de fondos municipales». El cirujano cobraba 8, 14 y 700 reales respectivamente. El plazo acababa el 26 de diciembre y debían comenzar el 1 de enero[21].

En ocasiones no se fija cantidad alguna, siendo los boticarios quienes deben hacer sus propuestas. Así, en la localidad madrileña de Meco, en 1814, las vacantes eran de médico y boticario —la primera dotada con 6.000 reales— mientras que los aspirantes a la plaza de boticario debían hacer su propuesta para una población de 150 vecinos[22]. Lo mismo ocurre en Loeches en 1829, también en Madrid, donde los interesados debían enviar sus memoriales o presentarse para concertar el modo y forma de provisión[23].

3. ASPECTOS SOCIALES

Los ayuntamientos, conscientes de la situación de algunos de sus vecinos, no dudaron en adoptar medidas a favor de los más desfavorecidos. En 1834, en el segoviano pueblo de El Espinar «la dotación consiste en 2.200 rs. anuales pagados del caudal de Propios, con la obligación de residir en dicha villa con oficina abierta con la pensión de dar medicina de balde á doce pobres», señalados por la justicia de la villa cada año, pero solo para enfermedades «que no sean crónicas». La gratuidad de los medicamentos para los enfermos crónicos podría ser una gran carga económica para el boticario. Los pretendientes debían dirigir sus memoriales, francos de porte, al ayuntamiento en el plazo de 15 días. Tres años después se repite el anuncio, descendiendo los emolumentos a 200 ducados anuales, pagados mensualmente o por tercios, «con la carga de dar medicina de balde a 12 pobres vecinos de la misma villa, que designe el ayuntamiento». La plaza se cubría el 27 de marzo, fecha tope para los memoriales[24].

Pero las preocupaciones sociales no se limitaron a los propios vecinos: también se atendió —como sucediera con médicos, cirujanos y maestros— a los boticarios que se jubilaban o a sus esposas. En Cintruénigo, la vacante de boticario estaba dotada con «520 robos[25] de trigo pagados en su especie o en dinero en razón de 9 rs. de a 16 cuartos» después del fallecimiento del boticario en ejercicio, de 85 años, y de su mujer, de 80, «contribuyendo al primero por vía de su jubilación con 100 robos anuales de la dotación sobredicha, y con 50 sobreviviendo su consorte». La población era de 460 vecinos[26].

4. TRASPASOS Y TRASLADOS

No siempre convenía al profesor el pueblo o la villa en la que ejercía. En esos casos, algunos no dudan en anunciarse en la Gaceta por si hubiera alguna población interesada en sus servicios. Así, encontramos dos anuncios de principios de siglo, aunque por la proximidad en el tiempo y las semejanzas pudiera tratarse del mismo caso.

En el primero de ellos, «D. Felipe de la Torre, del comercio de droguería» de Madrid, informaba de un boticario con botica abierta en un pueblo a 10 leguas, que «por no serle favorable aquel clima, desea colocarse en qualquier otro pueblo con el citado exercicio»[27]. En el otro, un boticario «con su botica abierta 5 leguas distante» de la Corte deseaba, a principios de siglo, «colocarse en qualquiera otro pueblo con dicho exercicio, porque donde se halla no le va bien de salud». Las razones las daba un médico de la inclusa de Madrid[28].

En agosto de 1808 se vendía la botica de la villa del Romeral, a una legua de Tembleque, dándose razón en «la botica de las quatro esquinas de la calle Hortaleza de esta Corte»[29]. Siete años después, sin especificar lugar, un boticario «establecido en un pueblo con botica abierta desea pasar a otro, porque donde se halla no le va bien de salud». La propuesta debía presentarse en una librería de Madrid[30].

Ese mismo año se vendía la «botica única» de Pozuelo del Rey, «y de la que se surtía el pueblo», tasada en 4.500 reales de vellón. Los interesados debían dirigirse al número 2 de la madrileña calle Silva[31].

Caso distinto es el del boticario de Cintruénigo al que antes nos referíamos. Los memoriales para la vacante se recibían hasta el 20 de noviembre de 1822. Sin embargo, un mes después se completaba la información del anuncio anterior, publicado a finales de octubre, indicando que la botica, propiedad del boticario jubilado, estaba en venta, lo que podía interesar a algún aspirante, pudiéndose acordar el precio y los plazos para su pago[32].

En la entonces villa de El Ferrol, en 1818, se vendía «una buena botica, bien acreditada y provista de todos los efectos y utensilios de elaboración» por fallecimiento de su titular. Se vendía o alquilaba a profesor de Farmacia[33]. En treinta y ocho mil setecientos siete reales y algunos maravedís estaba tasada la botica que, con todos sus enseres, se subastaba en Madrid en 1822[34]. Un año antes y por diez mil reales se vendía la «moderna» botica de Pedraza de Campos (Palencia)[35]. En 1847 se anuncia la venta de una botica en un pueblo distante 4 leguas de Madrid, dando dirección donde informarse[36] y cuatro años antes, también con escasa información, se anuncia otra venta de «una bonita botica puesta al estilo moderno»[37]. Montada a la «antigua», se vendía o arrendaba «bien provista de medicamentos y enseres para la elaboración» otra botica en 1839[38]. Ese mismo año, un anuncio indicaba que se deseaba comprar una botica en una población que no bajase de 200 vecinos. Asimismo se ofrecía un regente para botica y un profesor de física, química e historia natural para algún colegio[39].

En Santisteban del Puerto (Jaén), con 900 o 1.000 vecinos y algunos anejos, por fallecimiento de su propietario se vendía a plazos la botica, única del pueblo, valorada en diez mil u once mil reales. Los interesados debían ponerse en contacto con la viuda[40].

En Navalmoral de la Mata, cabeza de partido en la provincia de Cáceres, se encontraba vacante, también por fallecimiento del titular, una «botica bien surtida de artículos y su buena casa para habitar». La población era de 700 vecinos, de los cuales 220 estaban igualados con la botica, que pagaban una fanega de centeno, y había además algunos pueblos alrededor que se aprovisionaban en ella. Los interesados debían dirigirse al propietario de la misma[41].

5. BOTICAS DE HOSPITAL

En 1847, por jubilación del titular, estaba vacante la regencia de la botica del hospital de San Agustín de El Burgo de Osma (Soria), cuya dotación ascendía a 4.000 reales, 20 fanegas de buen trigo, habitación en el hospital y «otros emolumentos de alguna consideración». Los interesados debían presentarse con «memorial, fe de bautismo, títulos y relación en forma de sus méritos y ejercicios, y certificación del párroco y autoridad local donde residan de su buena conducta»[42].

En el hospital de San Antonio, en León, un año antes los emolumentos eran 3.300 reales, «además de casa, ración de pan, vino, carne y dos arrobas de aceite», siendo las obligaciones del titular, recientemente fallecido, «elaborar, disponer y despachar los medicamentos» para los enfermos del hospital y los pobres a quienes se daban gratis en su domicilio, aparte de la venta al público, «con otras de menor importancia». Los interesados debían aportar documentación similar a la requerida en el caso anterior pero además debía indicar «el caudal o fianza con que pueda responder del importe de las cantidades de géneros» recibidos[43].

La del hospital de Palencia estaba dotada con 5.300 reales anuales, pagados mensualmente «o como mejor acomode» y habitación dentro del mismo. Los interesados, además de los requisitos de títulos, méritos, fe de bautismo y buena conducta, debían tener al menos 6 años de experiencia, quedando obligados por «formal escritura» a cumplir las condiciones establecidas[44]. En los tres casos era el cabildo el que seleccionaba al elegido.

6. CONCLUSIONES

Los anuncios de vacantes publicados por los ayuntamientos nos permiten acercarnos a las condiciones materiales de los profesionales de la farmacia y también a la realidad social de los pueblos en los que prestaban sus servicios.

Comprobamos cómo los boticarios, al igual que sucediera con médicos y cirujanos, deben atender a los anejos, que contribuyen al pago de los haberes del profesor, pago que suele hacerse del fondo de propios, en dinero o en especie, aunque también, como hemos visto en Lanestosa, se podía hacer por reparto entre los vecinos. No hemos encontrado en los anuncios relativos a otras profesiones que fueran los interesados quienes presentaran sus propuestas, como en Meco o Loeches.

Las preocupaciones sociales por los más desfavorecidos quedan reflejadas en la dispensación de medicinas de forma gratuita a los vecinos más pobres de la localidad. Por otro lado, como ocurre con maestros, médicos y cirujanos jubilados, los ayuntamientos procuran una pensión para quienes, durante años, se habían ocupado de la salud de sus vecinos, o en caso de fallecimiento, de sus viudas.

7. FUENTES CITADAS

Diario de Avisos.

Fernández de Moratín, Leandro. Epistolario. Edición, introducción y notas de René Andioc. Madrid: Castalia, 1973.

FORD, Richard. Las cosas de España. Madrid: Turner, 1974.

Gaceta de Madrid.

Gazeta del Gobierno.

VIVAS PÉREZ, Miguel Ángel. «Del Jarama al Tajo: vacantes de boticarios, cirujanos, médicos y maestros en la ´Gaceta de Madrid´, 1800-1850». Anales Complutenses, XXIV (2012), pp. 275-303.

VIVAS PÉREZ, Miguel Ángel y GARCÍA GARCÍA, Rita. «Guadalajara: vacantes de Maestros en la ´Gaceta de Madrid´, 1800-1850». XIII Encuentro de Historiadores del Valle del Henares, 2012, pp. 211-219.


[1]Gaceta de Madrid núm. 4.545, 23/02/1847, p. 4. Diario de Avisos, 24/02/1847, p. 2.


[2] Miguel Ángel VIVAS PÉREZ: «Del Jarama al Tajo: vacantes de boticarios, cirujanos, médicos y maestros en la ´Gaceta de Madrid´, 1800-1850», Anales Complutenses, XXIV (2012), pp. 275-303; Miguel Ángel VIVAS PÉREZ y Rita GARCÍA GARCÍA: «Guadalajara: vacantes de Maestros en la ´Gaceta de Madrid´, 1800-1850», en XIII Encuentro de Historiadores del Valle del Henares, 2012, pp. 211-219.


[3]Gaceta de Madrid núm. 60, 23/7/1802, p. 731; nº 71, 11/06/1833, p. 304.


[4]Gaceta de Madrid núm. 57, de 12/05/1832, p. 236; nº 5.802, de 19/06/1850, p. 4.


[5]Gaceta de Madrid núm. 41, 28/3/1816, p. 322; nº 8, 18/01/1825, p. 32.


[6]Gaceta de Madrid núm. 72, de 11/08/1807, pp. 835-836.


[7]Gaceta de Madrid núm. 48, 29/07/1823, p. 180.


[8]Gaceta de Madrid núm. 203, de 22/07/1810, p. 886.


[9]Gaceta de Madrid núm. 111, de 07/09/1815, p. 1.050.


[10] DRAE: Medida de capacidad para áridos, de distinta cabida según las regiones. El de Castilla tiene 12 fanegas y equivale a 666 l aproximadamente.


[11]Gaceta de Madrid núm. 3.591, de 14/07/1844, p. 4.


[12]Gaceta de Madrid núm. 328, 17/11/1821, p. 1.762.


[13]Gaceta de Madrid núm. 9, 21/01/1817, p. 84; nº 50, 27/04/1819, p. 430.


[14]Gazeta del Gobierno núm. 18, 16/07/1820, p. 80.


[15]Gaceta de Madrid  núm. 167, de 14/06/1821, p. 900.


[16]Gaceta de Madrid núm. 80, de 28/05/1829, p. 288.


[17]Gaceta de Madrid núm. 84, de 12/07/1808, pp. 789-790.


[18]Gaceta de Madrid núm. 33, de 18/03/1815, p. 288.


[19]Gaceta de Madrid núm. 99, de 18/08/1825, p. 398.


[20]Gaceta de Madrid núm. 1.354, de 02/08/1838, p. 1.


[21]Gaceta de Madrid núm. 5.607, de 06/12/1849, p. 4.


[22]Gaceta de Madrid núm. 87, 18/06/1814, p. 680.


[23]Gaceta de Madrid núm. 134, 15/09/1829, p. 490.


[24]Gaceta de Madrid, núm. 289, 30/11/1834, p. 1.204; nº 818, 02/03/1837, p. 4.


[25] DRAE. En Navarra, medida de capacidad para áridos equivalente a 28 l y 13 cl.


[26]Gaceta de Madrid núm. 317, de 30/10/1822, p. 1.594.


[27]Gaceta de Madrid núm. 63, de 01/08/1806, p. 663.


[28]Gaceta de Madrid núm. 37, de 02/05/1806, pp. 363-364.


[29]Gaceta de Madrid núm. 65, de 08/08/1806, p. 683.


[30]Gaceta de Madrid núm. 121, de 28/09/1815, p. 1.124.


[31]Gaceta de Madrid núm. 98, de 10/08/1815, p. 938.


[32]Gaceta de Madrid núm. 370, de 20/12/1822, p. 1.864.


[33]Gaceta de Madrid núm. 145, de 01/12/1818, p. 1.208.


[34]Gaceta de Madrid núm. 49, de 17/02/1822, p. 272.


[35]Gaceta de Madrid núm. 179, de 26/06/1821, p. 982.


[36]Gaceta de Madrid núm. 4.566, de 16/03/1847, p. 4.


[37]Gaceta de Madrid núm. 3.045, de 07/02/1843, p. 4.


[38]Gaceta de Madrid núm. 1.550, de 12/02/1839, p. 4.


[39]Gaceta de Madrid núm. 1.768, de 15/09/1839, p. 4.


[40]Gaceta de Madrid núm. 4.941, de 25/03/1848, p. 4.


[41]Gaceta de Madrid núm. 1.895, de 17/01/1840, p. 4.


[42]Gaceta de Madrid núm. 4.808, de 13/11/1847, p. 4.


[43]Gaceta de Madrid núm. 4.352, de 14/08/1846, p. 4.


[44]Gaceta de Madrid núm. 1.114, de 17/12/1837, p. 4.



Boticas y boticarios en la primera mitad del siglo XIX

VIVAS PEREZ, Miguel Ángel

Publicado en el año 2013 en la Revista de Folklore número 373.

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