LA ERA DEL BIEN Y DEL MAL

Dios creador del cielo



Esta lámina aparece distribuida en dos partes proporcionales: una escena en la parte inferior derecha, que deja todo el espacio restante para la escena primera.

1. El tema general de la lámina es que en Dios se reconoce al autor del cielo. La primera escena representa, como un hecho verídico, lo que no pasa de ser una imaginación y un conato de explicación teológica de escasa entidad: el combate entre los ángeles buenos y malos. En el extremo superior izquierdo aparece el Padre junto a Jesús (no hay rastro del Espíritu Santo). Hacia el centro de la escena —y del combate— Miguel (identificado por la leyenda del escudo “Quis ut Deus”, “¿Quién como Dios?”, que es lo que significa el nombre) doblega a las huestes diabólicas, que son derrotadas o acosadas, hasta desplazarlas hacia la boca del infierno, representado por gigantescas llamas desde la parte inferior izquierda. Se trata de la plasmación, en lenguaje visible, de lo que dice Ap. 12, 7-8: “Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron, y no hubo ya en el cielo lugar para ellos”. La diferencia es que aparece como hecho real lo que no pasa de ser lenguaje simbólico del libro del Apocalipsis, que es preciso descifrar. Pero la fijación literalista da por válido lo que encontraba escrito, como un hecho histórico. Sin discusión. Esta escena es evocada también por la lámina 23, con la diferencia de que en ella son arrojados al infierno los pecadores, en vez de los ángeles.

2. La escena del segundo cuadro representa al ángel de la guarda, afirmación tradicional en el cristianismo, con apoyo en Mt. 18, 10, que habla de los ángeles de los niños, que ven el rostro de Dios. Por similitud con las personas, se llegó a afirmar la existencia de ángeles protectores de las ciudades y las naciones. No hay pronunciamiento dogmático por la Iglesia, y solamente la fiesta litúrgica del ángel de la guarda (2 de octubre) mantiene esta interpretación. En el dibujo, un ángel —despistado, pues mira hacia otro lado— ayuda a una niña a cruzar un río por unas piedras.

Lo que atrae la atención del ángel es la hecatombe que se vislumbra en lontananza, con la destrucción del ejército de Senaquerib (2 Re. 19, 35). La expresión bíblica afirma que “el ángel de Yavé golpeó el campamento asirio”, que bien puede ser la alusión a una epidemia. La expresión bíblica “ángel de Dios” (2 S. 24, 15; Ex. 14, 19), en ocasiones se identifica con Dios mismo.

Luis Resines










Trataré de explicar esta lámina lo mismo que me la explicaron a mí, cuando yo era niño y asistía a “la doctrina”. Comenzábamos cantando el credo. Primero, el corto: “creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra”. También el largo y en latín “de todo lo visible y lo invisible”. Contemplábamos, arriba, al Padre Eterno y a su Hijo, el Verbo Sabiduría, y muchos ángeles, que formaban la “creación invisible”. Parte de los ángeles, capitaneados por Luzbel, se rebelaron, y fue san Miguel, espada en mano, quien los arrojó a las llamas del infierno. Los niños nos dividíamos en dos legiones, ángeles buenos y ángeles malos.

Gritábamos:
¿Quién como Dios?
–Nadie como Dios.
Nos decía el señor cura, hombre muy leído, que cuando llegaron los misioneros a México, en tiempos de Hernán Cortés, enseñaban la doctrina a los mayores de esta manera y que formaban más de cinco mil indios en cada uno de los ejércitos.

Abajo, aprendíamos que los millones de ángeles buenos se dedicaban a cuidar de los niños. Cada uno teníamos un Ángel de la guarda que nos libraba de los peligros, como a la niña de la lámina, que le ayudaba a pasar el río. A grito pelado le cantábamos:
Ángel de mi guarda / santa compañía, que no me abandonas / ni de noche ni de día.

Antonio Viñayo. Abad de San Isidoro en León



Exposición