LA ERA DEL BIEN Y DEL MAL

Encarnación. (Fue concebido por obra del Espíritu Santo)



Lámina única, con tres escenas vinculadas entre sí.

[1] La escena central —ocupa los dos tercios de la lámina— es la de la anunciación. María, arrodillada, escucha con gesto recogido la desconcertante propuesta del ángel; éste, semiarrodillado, ocupa la derecha de la escena. Su mano derecha, extendida hacia María, parece acompañar el anuncia con el ademán. La derecha sostiene un lirio con tres flores, símbolo iconográfico de la virginidad (aparece de nuevo en la lámina 60). En primer plano, a la derecha, hay una rueca y una banqueta, donde María estaría laborando, abandonadas en plena actividad. Junto al ángel, una ventana abierta permite vislumbrar el paisaje urbano.

Tanto el ángel como María están aureolados con sendos rayos de luz, que proceden del cielo. Pero el que envuelve a María es mucho más ancho, lo que denota la mayor importancia.

[2] Precisamente ese haz envolvente de luz lleva la vista hacia la escena que tiene lugar en el cielo. Dios Padre está despidiendo —¿aconsejando?— al Hijo, dispuesto a emprender el descenso a la tierra, para hacerse hombre en el seno de María. El Espíritu, como paloma, revolotea dentro del haz luminoso, de cara hacia María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo se cubrirá con su sombra” (Lc. 1, 35). La representación celestial se completa con un nutrido coro de ángeles que reverencian la decisión divina. [3] En el ángulo superior izquierda aparece dibujada la visita de María a su pariente Isabel. Dos mujeres preñadas, visitadas por Dios, que se encuentran, saludan y hablan. Isabel, más mayor, aparece con delantal, una de cuyas puntas sostiene en la mano, en un cotidiano y familiar gesto.

Todo el conjunto de la lámina respira un estilo de acatamiento a los planes divinos. Pero el gesto de la despedida del Padre hacia el Hijo, es encantador: cabeza inclinada hacia él, una mano sobre el hombro derecho y otra en la parte posterior de la cabeza. Una despedida sentida y dolida.

Luis Resines










Me sobrecoge la actitud de María: interioridad y silencio. Vivir en fe es vivir en el silencio y en disponibilidad al Espíritu. María escucha el mensaje del ángel y todo su ser responde con un sencillo y profundo sí. En medio del silencio el Verbo se encarnó. La Encarnación es quizá el misterio más sublime de toda la creación. Es la entrada de Dios en nuestra historia.

La ilustración es preciosa: en el cielo, el Padre despidiendo al Hijo, que se encarna, y el Espíritu Santo, en forma de paloma, que baja hacia María. El tema central es el mensaje del ángel. María lo recibe en actitud de oración y, la labor humana con el torno de hilar, ha quedado interrumpida. En un pequeño recuadro tenemos la escena de la visita a su prima Isabel, que nos está recordando el Magnificat de María.

Concha Casado. Filóloga y etnóloga



Exposición