LA ERA DEL BIEN Y DEL MAL

La Redención. Milagros de Jesucristo



Ilustración con dos mitades iguales, dos escenas paralelas.

1. Jesús aparece curando al paralítico (Mt. 9, 1-8). El dibujo sigue más de cerca el relato del evangelio de Mateo, que no sitúa la escena en ningún lugar concreto; por el contrario, Marcos y Lucas lo ubican en el interior de una casa, que en la ilustración no aparece. Únicamente figura al fondo una muchedumbre, mientras Jesús está sentado en una silla, con el gesto autoritario de imperar a la enfermedad. Una persona —¿un discípulo?— está sentado en el suelo; el resto, en pie. No aparecen signos de comentarios ni cuchicheos entre los presentes: son especialmente mudos, mientras el paralítico abandona la escena con la camilla a cuestas.

2. En estricto paralelismo, la escena inferior representa a san José Oriol, a la derecha de la imagen, en pie, con gesto autoritario —mano derecha extendida— en actitud de curar enfermos. Éstos acuden a él en procesión; aparecen seis: de derecha a izquierda, un bulto sin rostro de una mujer acurrucada en el suelo, a quien sólo se ve una mano; un paralítico que yace en el suelo, con dos muletas; una muchacha en actitud normal, que avanza, y tras la cual se esconde un chico más pequeño (¿su hermano, su hijo?): sólo se ve un poco la cara y los pies, desacompasados respecto a los de la muchacha; una mujer encorvada, con velo que tapa la cara, con bastón en la mano derecha y rosario; una figura insinuada que cierra la comitiva. Esta procesión avanza hacia José Oriol para obtener la curación. José Oriol (1650-1702) tuvo fama de múltiples curaciones. El dibujo podría evocar la iglesia de Santa María del Pino, en Barcelona, donde ejerció su ministerio.

Ambas representaciones evocan la facultad taumatúrgica, como si se tratara de una potestad habitual, ordinaria y generalizada. No aparece el criterio restrictivo del propio evangelio, según el cual, Jesús se resiste a hacer milagros caprichosamente (Lc. 4, 23-24; 11, 29); la idea que queda flotando en el aire es la desconcertante facultad para realizar curaciones.

Luis Resines










El hombre busca en la fuerza misteriosa de lo divino la solución de problemas irremediables, consecuencia de su frágil condición, y encuentra en el milagro una vía para contrarrestar la causalidad implacable del orden natural. Los milagros de Cristo narrados en el Evangelio han sido interpretados por los Padres de la Iglesia como símbolo del poder de la gracia sobre el mal. El episodio de la curación del paralítico, desde su doble actuación espiritual y física, es una llamada a la confianza y al esfuerzo: el impulso de una voz interior despierta la capacidad humana para elevarse sobre sus limitaciones. Pero, a la vez, es el reconocimiento de que los hombres necesitan y demandan en su vida la presencia de lo maravilloso. En nuestra cultura los santos taumaturgos han sido los depositarios y distribuidores de los prodigios y a ellos se dirige la fe popular como la más sencilla y angustiada expresión de la esperanza.

El autor de esta ilustración, el pintor Joan Llimona, fundó a finales del siglo XIX en Barcelona el Círculo Artístico de San Lucas con el propósito de hacer del arte el vehículo de la espiritualidad cristiana, en el ambiente simbolista de la época. Su estilo, de un naturalismo suavemente idealizado, contiene una emoción ingenua capaz de conmover a la gente humilde. Mientras que la iconografía de la curación del paralítico enlaza con la tradición de los primeros tiempos del cristianismo, la presencia del santo local José Oriol añade al mensaje una señal de identidad que implica al pueblo en el relato.

Clementina Julia Ara Gil.
Profesora titular de Arte. Universidad de Valladolid



Exposición