LA ERA DEL BIEN Y DEL MAL

Cristo es Dios. Sus milagros



Lámina dividida en dos partes desiguales: la superior ocupa los tres quintos del total, dejando el resto para la inferior.

1. En estricta prolongación de la lámina anterior, Jesús aparece manifestando su condición divina a través de los milagros. En el primer caso se trata de la resurrección de Lázaro, su amigo (Jn. 11, 1-43). Éste aparece aislado, en pie, enfajado, a la izquierda del dibujo; acaba de salir del sepulcro: se ve la entrada, y la piedra circular corrida hacia la derecha de la entrada a la cavidad sepulcral propiamente dicha. A la derecha de la imagen, Jesús con gesto sobrio, ordenando la resurrección. Le acompañan seis personas, entre las cuales están las dos hermanas de Lázaro, María y Marta (en la lámina 64 aparece otra versión de la resurrección de Lázaro; y en la 37, la del muchacho de Naím: Lc. 7, 11-17).

2. En la parte inferior aparece Jesús caminando sobre las aguas del lago de Galilea (Mc. 6, 47-52). Tres discípulos, agolpados en la proa de la barca, observan a Jesús, y la postura tendida de sus cuerpos denota la sorpresa que les produce el hecho.

Tanto un dibujo como el otro valoran la fuerza probativa de los milagros, que son pruebas de un poder superior a las fuerzas de la naturaleza: se trata de un poder divino que manifiesta que Jesús es Dios. La prolongación del tema, que venía desde la lámina anterior, evidencia una catequesis de tipo apologético que pone una intensidad especial en la manifestación de la supremacía de Jesús y que trata de ofrecer argumentos irrebatibles.

En contraste con este tipo de argumentación, no aparece en estas dos láminas la más mínima insinuación acerca de lo que dijo o enseñó Jesús. Parece que sus palabras, más difíciles de poner en imágenes en todas las ocasiones, ceden puesto a lo espectacular de los milagros. Sin embargo, en el conjunto de la colección, aparecen algunas enseñanzas de Jesús: el padre que acoge al hijo ausente (láminas 28 y 57); el fariseo y el publicano (lámina 48); la pecadora perdonada (lámina 57).

Luis Resines










Dios, la religión y la sociedad no pueden entenderse sin el milagro. El milagro es un acontecimiento sorprendente que los creyentes aceptan como señales de la acción de los seres sagrados, de seres humanos por delegación y de fuerzas no naturales sobre los hombres y la Naturaleza. Está ligado indisolublemente a la religión. Son muchos los testimonios del mundo antiguo que nos hablan de los milagros realizados por los dioses en Egipto, Grecia o Roma. En el Evangelio se manifiesta como un acto de poder de un ser de origen divino o demoníaco y, sobre todo, como un prodigio que parece contradecir las leyes naturales y revela el poder divino de manera grandiosa. Tras los primeros tiempos en los que Jesucristo y los apóstoles obraron numerosos milagros para dar testimonio de la verdad de su fe y su poder, seguirá la época de los mártires, cuya acción terapéutica será un claro testimonio de que participaban de este poder, y sus reliquias obrarán portentos con sólo tocarlas. La Edad Media incrementará la necesidad de soluciones extraordinarias que sólo el milagro podía llenar. El siglo de la Ilustración supondrá un serio revés hacia estas creencias que pasarán a denominarse despectivamente milagrería. En la actualidad, el milagro está sometido a un proceso de racionalización y selección creciente, por lo que los sucesos milagrosos en los que el pueblo sigue creyendo no reciben el reconocimiento como tales oficialmente.

Salvador Rodríguez Becerra. Antropólogo y escritor



Exposición