LA ERA DEL BIEN Y DEL MAL

Primer mandamiento: No tendrás más Dios que a mí



Lámina con cuatro escenas correlativas, de arriba abajo.

1. La primera escena presenta en tierra una muchedumbre, con distintos atuendos, que quiere ser una representación de los hombres todos de la tierra, en sus diversas culturas y épocas. Las personas convergen hacia un sacerdote que está celebrando la misa, y que levanta sus brazos ofreciendo a Dios el sacrificio eucarístico. En la misma vertical aparece la Trinidad, a la que se ofrece la eucaristía, y hacia la que se dirigen las miradas de la multitud de personas.

Precisamente porque vuelven sus ojos a Dios, al Dios cristiano, han dejado de mirar a otros dioses: a la derecha, en alto, aparecen unas ruinas de un templo (¿el Partenón?), y un ídolo con forma de toro (¿el becerro de oro?). Pero nadie se dirige a ellos, nadie les invoca, nadie se cuida de su presencia. La intención catequética de la representación es evidente: aceptar a Dios lleva a negar la dignidad divina a cualquier otra cosa. No deja de llamar la atención que el título de la lámina sea “No tendrás más Dios que a mí” (Ex. 20, 3), frente al habitual y extendido entre los católicos “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. La explicación al pie de la lámina alude expresamente a la idolatría, como algo que estuviera definitivamente superado en las costumbres religiosas de todos los pueblos, que habrían aceptado al Dios de los cristianos. Es una afirmación contradictoria con el último cuadro de la lámina anterior (lámina 31) que mostraba la necesidad de seguir anunciando el evangelio a quienes aún lo desconocen.

2. La segunda escena representa el pecado del sacrilegio: tres revolucionarios están destruyendo e incendiando un templo, en el que han dado muerte a un sacerdote junto al altar; un ángel acude, diligente, a hacerle entrega de la palma del martirio; algunas imágenes están en el suelo. Las láminas catequéticas aparecieron en 1913; pero los inspiradores, y el propio dibujante no podían olvidar fácilmente la Semana Trágica de Barcelona (1909), con un acento sindicalista y anticlerical, con la destrucción de treinta conventos y veintiuna iglesias. La evocación era una imagen de la más rabiosa actualidad, y una condena de la conducta violenta contra Dios y contra sus seguidores. 3. La tercera escena ocupa la mitad izquierda de la franja inferior: representa la teofanía de Mambré (Gn. 18, 1-15) en que tres personajes (ángeles en el cuadro) se muestran a Abraham, pero que, en definitiva, es la visita del propio Dios. Abraham está reverente, postrado, reconociendo a sus visitantes. La explicación al pie se apresura a dar un sesgo, al afirmar que “Abraham da culto a los ángeles”. Hay una conexión con la lámina 4, que hablaba del ángel de la guarda, y, de pasada, del culto a los ángeles.

4. Con una preciosa separación entre cuadros, por medio de un incensario, el último cuadro presenta unas personas que encienden lámparas ante la imagen de la Virgen: introduce el tema del culto a la Virgen, los santos y las imágenes. Es patente el contraste entre los dos últimos cuadros y el que aparece en segundo lugar, con la escena del sacrilegio.

La lámina quiere presentar lo positivo que hay que hacer respecto del culto a Dios y a los santos, pero no puede evitar el introducir también lo que es preciso evitar. Esta parte es lo que aborda la lámina siguiente, y, en principio, la cuestión del sacrilegio podría haber estado ubicada allí. No ha sucedido así, por las múltiples referencias contenidas en la lámina que viene a continuación.

Luis Resines













Exposición