HISTORIA DE LA MODA

La moda y el paisaje



La obra titulada Civitates orbis terrarum, que se comenzó a publicar en Colonia en 1572, se debió en buena parte, no sólo al interés de su editor, el sacerdote católico Georg Braun, sino a la insistencia de Abraham Ortelius, geógrafo que ya había publicado en 1570 un atlas similar titulado Theatrum orbis terrarum cuya primera edición quiso mejorar con permanentes solicitudes de datos y nueva cartografía que, en el caso de España, le llegó gracias a su amistad con Benito Arias Montano. Aunque tampoco era original en el aspecto que nos interesa, Georg Braun quiso incluir en algunas de las introducciones a los reinos o a los continentes a ciertos personajes cuya indumentaria podría considerarse como del país al que representaban.





Franz Hogenberg fue, hasta su muerte en 1590, el principal grabador de las planchas del Civitates como lo había sido de las vistas de Ortelius anteriormente y fue sustituido en los dos últimos tomos por Simon van der Neuwel.

Pero lo curioso es que el siglo XVII, exceptuando estos libros derivados de un claro interés cartográfico, apenas nos dejó trabajos dedicados especialmente a la indumentaria o a los tipos, salvo si los situaba en un paisaje o como justificación de que un mapa era una obra de humanos para humanos. Entre los atlas, eso sí, destacaremos, por su importancia y belleza, el Atlas Maior de Joan Blaeu (iniciado en 1645), quien en la introducción al primer tomo confesaba abiertamente: “Si los lectores buscaran y no encontraran en esta obra su patria o su lugar de nacimiento, al que siempre nos sentimos tan apegados, o desearan la reproducción del mismo de manera más detallada o más completa, les rogamos que, si disponen de sus propios mapas específicos, observaciones o descripciones, sean tan amables de enviárnoslos, contribuyendo así a la finalización de la geografía”. El atlas de Blaeu, en efecto, mostraba un verosímil mapa de Europa, por ejemplo, enmarcado por unas parejas de personajes ataviados al estilo de los franceses, húngaros, bohemios, polacos o griegos y, cómo no, los castellanos.





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