LOS CUENTOS Y LEYENDAS EN EUROPA

Tant va la cruche à l’eau



Tanto va el cántaro al agua



Tanto va el cántaro al agua



La anciana abuela decía a sus nietos: “Tanto va el cántaro al agua que al final se rompe”.
Eso quiere decir que nada es eterno.
“Abuela, no entendemos eso” decían los nietos subiéndose a sus rodillas.
Ahora veréis: Había una vez dos hermanas, una dulce y obediente y otra desagradable y cabezona.
La primera, Rosina, daba consejos a la otra, Blanca, que la mandaba a paseo.
El hada Monina, madrina de las dos, le regaló a cada una unos zapatos dorados con diamantes.
“Tenéis que hacer que duren. Cuando se gasten, acabará vuestra felicidad en la tierra”.
A las dos les gustaba mucho bailar y todos los domingos había un baile en el pueblo vecino.
Rosina solo iba al baile una vez al año, cuando las ferias del pueblo.
Blanca iba casi todos los domingos, hasta que se dio cuenta que se había soltado uno de los diamantes.
Pero, en vez de aprender la lección, continuó poniéndose los zapatos incluso cuando andaba por casa.
Un día, que regresaba del baile vio que uno de sus zapatos estaba agujereado y descosido.
Tiempo después Blanca se casó con un molinero, que la maltrataba.
Rosina, que tenía los zapatos nuevos, se casó con un joven rico que llevaba muy bien sus negocios.
Un día que Blanca estaba subida a un peral, se cayó de lo alto y quedó estropeada para toda su vida. El molinero, al ver que no servía para trabajar, la echó de casa. Como era invierno, Blanca murió de hambre y de frío al borde de un camino. Rosina, que ignoraba todo esto, conservó sus zapatos y murió sin jamás haber conocido la adversidad.
“Esto quiere decir, mis nietos, que no se puede abusar de nada y que se debe hacer un uso moderado de las cosas”.
“Por eso”, dijo Pablito, “solo me pongo los pantalones buenos los domingos, así que seré feliz toda mi vida”.





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