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11-03-2024

Entrevista de Antonio García-Rayo (I)

11 de marzo de 2024

Entrevista de Antonio García-Rayo. 11 de marzo de 2024

Con Joaquín Díaz y sus hallazgos, conservados en su FUNDACIÓN MUSEO DE CULTURA TRADICIONAL de Urueña (I)
 
Foto de Joaquín Díaz en la exposición de campanas

Joaquín Díaz, fotografiando al autor de este trabajo, rodeado de campanas de iglesia, expuestas en su FUNDACIÓN MUSEO DE CULTURA TRADICIONAL de Urueña

Hace unos días visité Urueña, bella y encajonada entre sus murallas aldea vallisoletana de poco más de cien habitantes, que engorda hasta diez veces más por la avalancha de turistas que la visitan los fines de semana; turistas de la cultura, atraídos por los varios museos que en ella se encuentran en viejas casonas de nobles y obispos disimulados en lápidas de iglesias cerradas a cal y canto; o por la decena de librerías que se han ido a hacer negocio en sus calles y plazas; o atraídos igualmente por el alimento de sus hosterías, donde hierven cocidos y guisos que extienden sus aromas por las cercanías donde los visitantes discurren embarazando el silencio en el que Urueña vive y duerme el resto de la semana.

He ido a Urueña invitado por Joaquín Díaz, posiblemente el español al que más debe la CULTURA TRADICIONAL, y el mortal que más archivos orales, escritos y gráficos, además de instrumentos musicales, mobiliario, ajuares y un larguísimo etcétera de objetos del pasado inmemorial de los españoles, haya reunido y depositado (salvado) en su MUSEO de Urueña. Me acompañaba Pablo García-Rayo (mi hermano) y Director del Museo Etnográfico y del Centro de Estudios Tradicionales de San Sebastián de los Reyes (Madrid).

El MUSEO está ubicado en La Casona de La Mayorazga, donde en el siglo XVIII vivía el obispo Alonso de Mena y Borxa, quien puso los dineros para su construcción. Casona de unas dos docenas de cuartos (grandes y pequeños), de dos plantas, que Pablo y yo recorríamos atendiendo a sus documentadas y sabias explicaciones, expresadas con esa voz melodiosa y tímbrica con la que ha contado y cantado romances, cantigas y temas populares de nuestro rico patrimonio popular durante más de cincuenta años –ahora tiene 76, dos más que yo– por España y por el mundo, grabaciones alojadas en casi un centenar de discos que se pueden ver y escuchar, a la par que los vocalizados por otros cientos de voces de juglares del siglo veinte y veintiuno, en el MUSEO.

Pero en esta ocasión no les voy a hablar de este Joaquín Díaz, repleto de honores, al que sin embargo le faltan el PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS o el CERVANTES. En mi siguiente entrega sobre el rastreador de tesoros arrinconados en casonas e iglesias viejas, mayorazgos y predios en tierras de secano, feudos en otro tiempo de gente sencilla de aldeas y villas, será el propio Joaquín quien nos abra su pliego de cordel y nos cuente el romance de su vida. Hoy les voy a hablar, con brevedad, del contorno de la aldea donde se ha ido a convivir con sus recuerdos y en donde ha situado su hogar, aledaño al MUSEO y la FUNDACIÓN.


Foto de Joaquín Díazy Pablo García-Rayo en la exposición de campanas

Joaquín Díaz y Pablo García-Rayo en la sala del MUSEO donde se guardan y exponen varias campanas de iglesia, algunas de las cuales se remontan al siglo XVI. El recinto muestra también un antiguo clavicémbalo y dos organillos del siglo XIX


Urueña, a 52 kilómetros de Valladolid y 80 de Palencia –villas de solidez y abolengos legendarios–, se encuentra cercada por una muralla medieval que cubre los tejados de viviendas rurales solariegas y casonas-palacios disminuidos con el tiempo, y desalojados de lujo y empaque por las mudanzas de los siglos. Calles curvadas y agobiadas de pisadas que, no obstante, mantienen empinados y resistentes los cantos y adoquines de granito, parcheados de tierra dura que hay que recorrer con prudencia si no queremos tropezar y perder la naturalidad, sacudidos además por ese cierzo y mistral que de vez en cuando sopla en los cruces de sus angostillos y frontales.

Urueña, de poco más de 100 habitantes. Antaño casi señorial y patriarcal. Hogaño distinguida y acogedora de libros y cultura tradicional. Una iglesia cerrada a medio terminar –dicen los lugareños que por falta de talega–, y en la actualidad, carente de botica, de tiendas de ultramarinos, de panadería, de peluquería, de súper, de esos comercios que se asientan en los pueblos para alimentar física y espiritualmente a sus naturales y peregrinos andantes o a cuatro ruedas que circulan de Zamora a Segovia o de Palencia a Valladolid por asuntos administrativos o vaya usted a saber.

Urueña, aldea del libro, con una decena de librerías que lucen y se abren jubilosas en sus calles, huidas de la ciudad en tiempos en los que todavía no habían llegado las redes incorpóreas, almarios del saber impreso en papel, ofreciendo lo que la aldea, con orgullo contemporáneo, proporciona a sus visitantes: historia, ciencia, cultura.

En ellas, si queremos, podemos platicar con don Miguel de Unamuno, don Miguel de Cervantes, don Benito Pérez Galdós, doña Carmen Laforet, don Gabriel García Márquez, don Francisco de Quevedo, don Lope de Vega, con Azorín (don José Martínez Ruíz), con don Antonio Machado, don Ramón María del Valle-Inclán, don Rafael Alberti, don Pablo Neruda, don Federico García Lorca, don Jorge Guillén, don Gerardo Diego, con Fígaro (don Mariano José de Larra), con José Bergamín, don Blas de Otero, don León Felipe, don Camilo José Cela, don Luis Cernuda, don Miguel Hernández, don Ramón J. Sénder, doña Carmen Laforet, don Enrique Jardiel Poncela...


Foto de Joaquín Díazy Pablo García-Rayo en la exposición de campanas

Joaquín Díaz en una reciente charla en el MUSEO ETNOGRÁFICO EL CASERÓN de San Sebastián de los Reyes


Todos y muchos más inmortales residen y se aprestan en ellas a charlar amistosamente con el lector, animándoles a leerlos, a explorarlos... Y en el centro de estas recientes librerías, donde los lémures de los plumillas de siglos de oro, plata y bronce de la historia de la literatura española se enarbolan en sus escaparates o se rozan en las estanterías, señoreando Urueña, se levanta una Catedral, la de la CULTURA TRADICIONAL, para contemplación y exploración del alma milenaria de una España que en el pasado cobijó y asimiló decenas de culturas venidas de pueblos mediterráneos ya desaparecidos, y que a su vez desparramó por el nuevo mundo, cuyas huellas y restos se encuentran en la FUNDACIÓN CENTRO ETNOGRÁFICO JOAQUÍN DÍAZ.

En él, como les he dicho, se ubica el MUSEO, que recoge y tutela lo que algunos llaman despojos del tiempo y que Joaquín Díaz examina y protege con la impronta que sólo los que valoran lo elaborado por los demás, aunque sea el botón descolgado de la manga de la prenda utilizada los domingos o en las fiestas del pueblo por un lugareños del siglo XIX o la flauta extraída del tronco de un árbol y afilada con esmero por el pastor que la suena a cielo raso mientras las cabras y ovejas pastan y se alimentan de hierba en los verdes y frondosos campos peninsulares, esencias del pasado halladas en cajones y rincones de viviendas ya desaparecidas, es lo que hoy encontramos en la FUNDACIÓN MUSEO de Joaquín Díaz para regocijo de quienes valoramos estos restos del pasado (cualesquiera que sean y de donde provengan) y para que cuando el ser humano se haya cruzado con las máquinas y sea más cable e impulsos que masa corpórea, los más curiosos de éstos cíber posthumanos lo visiten para obtener datos de su pasado.

Antonio García-Rayo
IMÁGENES FUNDACIÓN ARCHIVO AGR

Próxima y última entrega: Platicando con Joaquín Díaz: A la búsqueda de la palabra perdida, de la melodía olvidada y de la esencia de la España encerrada y oxidada en su historia >
Segunda parte