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11-03-2024

Entrevista de Antonio García-Rayo (II)

11 de marzo de 2024

Entrevista de Antonio García-Rayo. 11 de marzo de 2024

Conversando con JOAQUÍN DÍAZ (II): «Sigo pensando como un pacifista de los años sesenta, y en ese sentido he fracasado, pero al menos sé que he fracasado»

Joaquín Díaz y Antonio García-Rayo en una de las salas de su Museo y Fundación en Urueña

Joaquín Díaz y Antonio García-Rayo en una de las salas de su Museo y Fundación en Urueña (Valladolid): Mi madre, que era pianista, no quiso nunca que estudiara música, porque siempre tenía la idea de que los músicos se morían de hambre, y nada más terminar la guerra (civil) lo dejó y el piano lo vendieron, aunque luego lo recuperé; es uno de los pianos que está arriba, en el Museo (el de la imagen a la derecha de Joaquín)



Transcurrieron ya casi 77 años desde que Joaquín Díaz soltara su primer lloriqueo al salir del vientre de su madre y vislumbrara los primeros rayos de sol de una primavera zamorana –se asomó al mundo un 14 de mayo de 1947 en esta ciudad castellano-leonesa– que todavía se despertaba con gotas de rocío y obligaba a sus gentes a resguardarse de algunas lluvias tardías que entraban por las Montañas de León y las de la Sierra de la Culebra. Zamora, rodeada por huertos y prados de Salamanca, Valladolid y León, castellana y leonesa, y por Ourense del lado gallego, rozando Portugal por Miranda de Duero, a tiro de arco de Braganza.

En ellas, tierras ceñidas de historia e historias, mientras crecía, Joaquín fue emparejándose con leyendas y romances del pasado –¿recordáis aquellos de La mala suegra, el de Blancaflor y Filomena, el de La pobre Adela, el de los Siete hermanos, el de Isabel y Fernando o el de El conde Flores?–, escuchando soniquetes y susurros de tradiciones milenarias localizadas en aldeas y pueblos situados en los contornos de su villa natal o en comarcas distantes, donde se alzaban, menguados por un deterioro, fruto de la dejadez y el despego de sus vecinos, conventos y catedrales, alcázares y castillos, casonas y moradas humildes aprovisionadas de los enseres que habían ido forjando con el paso del tiempo,  tales como muebles, libros, cacharros de cocina, arreos, instrumentos musicales –de viento, de cuerda, de percusión (flautas, zampoñas, guitarras, tambores...)– y ajuares airosos y alegres  que utilizaban los lugareños y lugareñas para ensortijar sus fiestas patronales y de otros fuelles, rememorando año tras año leyendas y romances del pasado solfeados por juglares y cómicos de la legua, recogidos en otras partes, y transferidos de padres y abuelos a hijos y nietos, restos de la vida transcurrida en siglos pasados en los municipios zamoranos y de España, que se hubieran perdido si personas sensibles y valedoras de su historia, como Joaquín Díaz y otros antes que él, y también otros en la misma época que él, no se hubiesen preocupado de rescatarlos del destrozo y la extinción.


Joaquín Díaz en la biblioteca de la Fundación

La práctica musical mía ha sido siempre hacia la Tradición y un estilo muy concreto y muy determinado, aunque a mí me gusta todo tipo de música. Me hubiera gustado estudiar canto y poder dedicarme a otro tipo de música también; por ejemplo, cosas que quise cantar del siglo XVII o del siglo XVIII. Pero no lo hice; aunque hay muchas más cosas que no he hecho y me hubiera gustado hacer. En algún caso sí las hice, como coger un cancionero del siglo XVI y reproducirlo tal como yo pienso que se cantaban esas canciones



Y heme aquí, hoy, un 11 de marzo de 2024, de cháchara en Urueña (Valladolid) con este juglar moderno, rastreador de leyendas, explorador de caminos y veredas en busca de vestigios del pasado, desatendidos o abandonados en nuestras tierras de España, sentado en un mullido y confortable sillón de una de las estancias –la biblioteca– de su Museo y Fundación, escuchándole en ese tono de recogimiento, de canto gregoriano con el que habla, rememorar algunos pasajes de una vida que, como ya he dicho, está a punto de alcanzar los 77 años. Lo escucho con atención, como se presta atención a un erudito afable y prudente, abierto a conversar y evocar con el que esto escribe, sus recuerdos, revividos al eco de mis preguntas y mis indiscreciones. Él no las elude, sino que tras un instante de reflexión inicia un relato acorde a mi cuestionario que extenderá más allá de lo que yo esperaba.


Pero antes un apunte. La entrevista se desarrolla de una manera coloquial, con esa frescura que consiente la amistad y la confianza del entrevistado y el entrevistador. Joaquín habla acoplando palabras y frases en párrafos que, a su vez, se empalman con otras expresiones que para lograr que se conviertan en un lenguaje legible en el género de la entrevista coloquial, debo roturarlas y allanarlas. Así que dejo que sus confidencias se muestren como las enuncia, en idéntica pronunciación y extensión a como las va vocalizando, prescindiendo de signos de puntuación (cuando no sean necesarios) o de corrección expresiva y textual de la frase. Disculpen mi atrevimiento.  Y disculpa tú, Joaquín, este denuedo por mi parte.

– Empiezo a voz de pronto curioseándole por algo que personalmente me abruma como cumplidor de una edad similar (75 años) a la suya (77), en la que tantas veces me vengo preguntando qué cosas pude hacer que no hice...

– Hubo un momento – me dice– en que aquí, en Urueña, no estaba muy a gusto..., porque siempre he tenido el problema de que los alcaldes no han sido muy favorables a mi proyecto. Y luego, por otro lado, yo me metí demasiado en tratar de conservar el pueblo tal como yo lo había encontrado, un poco ruinoso, pero con el sentido ese de lo rural; y en cambio los alcaldes querían que si la industria que si no se qué, y yo les decía: pero eso es cosa de los años sesenta, si no habéis pasado ese sarampión de la industrialización es un poco inútil que lo paséis ahora, porque ahora ya no tiene sentido; es mejor, les decía, que busquéis otras formas de financiación que permitan al pueblo salir adelante, que era un poco lo de utilizar el turismo como solución. Y así, finalmente, lo hicimos, aunque yo creo que nos pasamos un poco, pues ahora mismo, los que vivimos permanentemente en Urueña, nos da hasta miedo salir los fines de semana (de la gente que viene al pueblo de visita turística).


Joaquín Díaz con un piano mecánico de la Fundación

Cuando vendieron el piano, mis padres nos compraron una guitarra a mí y una bandurria a mi hermano mayor, y esos instrumentos estuvieron siempre presentes, casi estaban invitándonos a que hiciéramos algo. Al principio empecé a imitar a músicos franceses de la época y luego a americanos



– Pero antes de que se convenciera –sigue diciéndome–, hubo un momento en que me enfadé con el alcalde que estaba entonces y le dije: pues nada, me voy, y monté un proyecto para utilizar el Castillo de Fuensaldaña (a 48 kilómetros de Urueña), que acababa de cerrarse como Cortes de Castilla y León, y aprovechando que era de la Diputación yo me dije, me paso con todo esto que tengo aquí (en Urueña) al otro lado y hago una cosa mucho más importante y más diversa, por decirlo de alguna manera, con un museo que mostrara las piezas, es decir, montado esto mismo, pero en plan casi casi ciudadano. Pero entonces salió una historia un poco mal, porque el alcalde de Fuensaldaña quería que se convirtiera el castillo en un hotel y dije, me voy; no quería discutir con el alcalde de Urueña y ahora sigo discutiendo con el alcalde de otro pueblo (risas), así que me retiré justo en el momento en que se podía haber puesto en marcha ese proyecto. Y esa es una de las cosas que pude hacer y no hice.

– Otra cosa que quise hacer aquí, y que tampoco me apoyó la Diputación –me ha apoyado en muchas cosas, pero no en todas– era, muy cerca de aquí, abajo del pueblo, según bajas hacia Tierra de Campos, hay un molino que le llaman el Molino de las Cuatro Rayas, que estaba en el centro de cuatro términos municipales, de cuatro pueblos, y molía para los cuatro pueblos, un molino de agua que está al lado del Río Sequillo y entonces, su propietario, me lo regalaba si se hacía algo interesante con él, para que no se hundiera claro, y yo propuse que se hiciera una fábrica de papel. Me pareció una idea que tenía que ver un poco con esto (de Urueña), con lo de la Villa del Libro, y que podía ser un sitio atractivo de visitar y al mismo tiempo de fabricar papel; de hecho aquí (en Urueña) hay una persona, buen amigo, que ha montado una imprenta del siglo XIX con todos sus tipos: tiene millones de tipos, es de esos aficionados a la tipografía y de vez en cuando hacemos locuras de esas de: vamos hacer un pliego y nos entretenemos y al mismo tiempo sacamos algo interesante. Este proyecto tampoco salió y fue una pena porque podía haber servido de instrucción, de escuela para muchachos y de paso de venta de papel.


Joaquín Díaz en la biblioteca de la Fundación

Todo esto que ves en el Museo se lo voy a dejar a la gente que me sustituya o que sigan con este trabajo. No quiero llevarme nada. Soy muy gastón. Y es más, a veces, mis amigos me dicen: ¡joder Joaquín!, con lo bien que podías vivir, y si tienes mil euros te los gastas en un libro... Pues sí, me los gasto y me quedo tan bien: con un nuevo libro y sin mil euros. Yo, en este momento vivo al día absolutamente, o sea todo lo que he podido ganar en mi vida lo he invertido en libros, grabados y en cosas que podían ayudar a otros a entusiasmarse por lo que he hecho. Y no pido nada más a la vida



– Y el último proyecto de los que no me salieron, era en una casa que llaman la Casa del Abad, que está entre el Monasterio de la Santa Espina y San Cebrián de Mazote (a unos 9 kilómetros de Urueña). Allí hay una casa que pertenecía al Monasterio de la Espina y que desde mi punto de vista fue un regalo que hizo el Monasterio a Carlos V por favorecerles en un pleito que tenían los monjes con los colonos, y entonces le hicieron ahí una especie de palacete italiano precioso en medio del campo, en medio del monte, una cosa increíble porque enseguida, cuando lo ves, te preguntas, a qué viene esto aquí, y supongo que es un regalo que le hace el monasterio por ayudarle en ese pleito. Y ese sitio estaba abandonado, pero básicamente, con una pequeña restauración se podría haber aprovechado, y yo quería haber hecho ahí un museo de plantas medicinales y plantas aromáticas, había mucho espacio para hacer plantaciones y luego enseñar a los chavales que no saben distinguir el tomillo del romero y enseñarles un poco de cultivos de la naturaleza. Podía servir perfectamente para eso. Pero tampoco salió. Se lo propuse a la Consejería de Agricultura y no salió... Esas son algunas de las cosas de las que me acuerdo que pude hacer y no hice...

– Mala suerte (le digo), escasa sensibilidad por los lugareños de la política y desazón por ver desaparecer recuerdos de nuestra historia, de la civilización peninsular y de las islas. España está a rebosar de historia de ladrillos y piedras que encierran mobiliarios, ropas, aparejos y librerías, entre mil enseres y pertenencias que vivieron más que sus dueños, a la espera de investigadores y exploradores que los rescaten de su mala fortuna. ¡Bastantes monasterios, lienzos, pilares de catedrales e iglesias se llevaron ya, vendidos por cuatro reales, los ojeadores de ricachones como Charles Foster Kane (en realidad, William Randolph Hearst), enriquecidos con el petróleo y los negocios de las primeras guerras mundiales! ¿Joaquín, y como músico: qué se te quedó por hacer en el camino de tu vida?, le pregunto.

¡Puf! Como músico –y mira a las alturas, contenidas por un techo artesanado de viejas vigas restauradas; abre los brazos; se mueve del sillón y vuelve a pronunciar otro ¡puf! antes de contestarme–: Ahí sí que... porque, digamos, la práctica musical mía ha sido siempre hacia la Tradición y un estilo muy concreto y muy determinado, aunque a mí me gusta todo tipo de música, claro. Pero contestando a tu pregunta: a mí me hubiera gustado estudiar canto y poder dedicarme a otro tipo de música también, cosas que quise cantar del siglo XVII o del siglo XVIII, cantarlas con un poco de escuela, aunque hay gente que dice que es preferible que sea más natural la voz; pues esto no lo hice; pero hay muchas más cosas que no he hecho y me hubiera gustado hacer, aunque en algún caso sí las hice, por ejemplo, coger un cancionero del siglo XVI y reproducirlo tal como yo pienso que se cantaban esas canciones, pero prácticamente no he hecho nada de eso, no he hecho nada más que lo que he hecho: de los 80 discos que he grabado, 75 están en un estilo tradicional.

– O sea, que te sientes menos frustrado en este aspecto...

– Podríamos decir que sí, en el aspecto de lo que he hecho en la música estoy satisfecho, pero lo que no he hecho es lo que me hubiera gustado a lo mejor hacer. Fíjate, mi madre, por ejemplo, que era pianista, no quiso nunca que estudiara música, porque siempre tenía la idea de que los músicos se morían de hambre, y se conoce que ella sabía algo de eso, porque había estudiado con José Cubiles, que era un pianista bastante conocido, pero aun así se debía morir de hambre, así que mi madre me dijo: oye, estudia otra cosa que no sea música.


Joaquín Díaz en la biblioteca de la Fundación

Yo creo que el carácter que tenía nuestra generación de rebeldía, de necesidad de modificar muchos aspectos de la Cultura, que era lo que a nosotros nos movía, por decirlo así, y de la sociedad, tiene que cambiar, tiene que modernizarse. Yo, por ejemplo, lo que buscaba en ese momento era una revisión del pasado y darnos cuenta de lo aprovechable que era el pasado, cosa que me podía unir a los que buscaban solamente la música del futuro. Estábamos, por decirlo así, como enfrentados en los estilos, y sin embargo estábamos haciendo una cosa muy parecida



– Pero Cubiles triunfó...

– Sí, creo que dentro de los pianistas de la época era de los más reconocidos, y ella, mi madre, estudió virtuosismo con él, pero nada más terminar la guerra (civil) lo dejó y entonces el piano lo vendieron, aunque luego lo recuperé, es uno de los pianos que está arriba, en el Museo. Eso fue hace unos años. Una tía mía, que vivía en Madrid, me llamó un día y me dijo: oye Joaquín, que venden el piano de tu madre. Mi madre, toda su carrera la hizo en el piano, y tenía un piano bastante bueno, un Erard, pero cuando acabó la guerra no quiso saber nada más de música y luego, además, se casó y vendieron el piano, pero al cabo de 30 años viene mi tía con que venden el piano de mi madre y entonces dije, pues me voy a interesar por él y se lo compré a una mujer que había empezado a estudiar piano de niña con él y ya se jubilaba. Lo gracioso es que dentro del piano estaban metidas todas las partituras de la carrera de mi madre, que venían con sus anotaciones y todo. Fue muy bonito. Así recuperé el piano, que me costó 50.000 pesetas, pero es un piano interesante y de mucho valor sentimental para mí.

– Me has dicho que lo tienes aquí, en el Museo.

– Sí, lo tengo arriba y lo guardé. Y es más: he puesto un poco su historia para que se sepan sus orígenes...

– No estudiaste piano, pero sí te amoldaste a la guitarra, y con ella y con tu voz y tus canciones nos has enamorado y atraído hacia la Música Tradicional, hacia las coplas y letrillas con que se divertían y bailaban nuestros abuelos y tatarabuelas, una época en la que no había radio, ni música grabada, ni Spotify, ni teléfonos móviles, pero sí flautas, guitarras, violines, tambores y triángulos, y cuando faltaban éstos, botellas estriadas, cucharas, castañuelas, palillos, panderetas y un sin fin de instrumentos de percusión y de viento que daban ánimo y energía a la celebraciones de nuestros ancestros. Era, además, un periodo en el que la guitarra, la flauta, el tambor y el piano eran los instrumentos que más sonaban en las casas y las fiestas.

– Claro, pero el piano estaba ya desapareciendo, digamos, del ámbito doméstico. Hasta ese momento, en todo el siglo XIX, las señoritas tocaban el piano, es decir el piano era un objeto más del hogar, y en cambio en la época mía ya empezaba la guitarra. No era la guitarra tipo Andrés Segovia, pero sí me incliné por la guitarra, probablemente porque en casa, cuando vendieron el piano, mis padres nos compraron una guitarra a mí y una bandurria a mi hermano mayor, y entonces esos instrumentos estaban siempre ahí presentes, casi estaban invitándonos a que hiciéramos algo. Al principio empecé a imitar a músicos franceses de la época y luego a americanos.


Joaquín Díaz en la biblioteca de la Fundación

Yo siempre tuve la idea, y sobre todo en la época de la Dictadura, de que la Cultura tenía que ser el cultivo propio, es decir la Cultura no era algo que te podía dar la España de Franco y obligarte, digamos, a creer que lo que te daba era lo mejor; no, yo partía de la cultura personal, de mi cultivo personal



– Cuando haces tu primer disco lo haces con la guitarra. Lo titulaste RECITAL. Corría el año 1968.

Tenía 20 años y fue precisamente por sugerencia de Carlos Guitart (NOTA AGR: productor de gran parte de la obra musical de JD), que me dijo que no tenía que ser como un concierto, sino un recital; hay que llamarlo además recital, insistió, porque es lo que se lleva, y entonces estuvimos buscando qué canciones podían ir en él, añadirle por ejemplo alguna canción vasca o de otra zona que no fuera del centro, porque esa fue otra de las características del disco: trataba de reunir un poco las distintas lenguas de la Península Ibérica y un poco la cultura que en ese momento estaba como casi oculta.

– Yo me acuerdo que hicimos un viaje al pueblo de Lourdes Iriondo que era una cantante vasca que vivía en Urnieta (Guipúzcoa), y fuimos para ver si la contratábamos para esa casa de discos que estaba pretendiendo hacer Guitart con gente de distintos sitios, pero nos dijo clarísimamente que no, y nos volvimos con el rabo entre las piernas; pero bueno, sí, había ya mucha gente que hacía música como la mía y la grababa en discos. En ese momento estábamos Paco Ibáñez, Pablo Guerrero, Labordeta, Amancio Prada... Hay un disco que se llama LA GENERACIÓN DEL 68 donde nos juntamos todos los que cantábamos esa nueva música (NOTA DE AGR: además de JD, en él aparecen Ismael, Almas Humildes, Luisa, Nuestro Pequeño Mundo, Manolo Díaz, Santiago Ausó, Mercedes Juste, Patxi Andión y Paco Ibáñez)

– 1968 fue el año de la revuelta estudiantil y de trabajadores en Francia durante el mes de mayo, que luego se extendió por muchos lugares de Europa, menos por España, donde todavía estaba el Tío Paco con la Rebaja... En España 1968 es el año en que se producen los primeros atentados de ETA y el triunfo del La, la, la en el Festival de Eurovisión cantada por Massiel (aunque la composición era de Juan Manuel Serrat, que no le permitieron cantarla en catalán). Año de muchas otras prohibiciones. ¿Te prohibieron alguna vez alguna de tus canciones?

– Me prohibieron muchas cosas –suelta con un vozarrón indignado–, pero de otro tipo... Eran prohibiciones un poco raras que yo solucionaba llevando a lo censores pruebas de que la letra de mi canción era la misma de un romancero del siglo XVIII, es decir que ya aparecía en ese romance. Además, yo tenía mucha relación con la censura porque me ocupaba de las letras de mis compañeros, sobre todo de los que no cantaban en castellano, como Lluís Llach; me ocupaba de hacer las traducciones para pasarlas a censura; hacía unas traducciones a mi manera, pero estaban bastante bien porque pasaban todas las canciones, no decían que no, y en cambio, las mías..., que si había un incesto por medio, que si había un no sé qué, un adulterio, un tal y cual, y lo peor era si te tocaba un censor de esos del no a todo.


Grabado

Estoy contento porque veo que se ha pasado de considerar todo el material sobre el que he estado trabajando, que es un poco la música del pasado trasladada al presente, y con visión de futuro, todo eso lo veo mucho más vivo que cuando yo empecé, con lo cual tengo que reconocer que, en cierto modo, los que hemos trabajado hace treinta, cuarenta o cincuenta años en esta búsqueda y salvamento de la Tradición, si hemos conseguido esa consideración y ese  respeto a nuestra labor, es que no lo hemos hecho muy mal



– En una ocasión me tocó enfadarme o que se enfadaran conmigo primero, y yo con ellos luego. Ocurrió cuando ya pensaba que controlaba a la censura, y entonces dije: voy a hacer un disco con un trío que habíamos formado Nacho Sáenz de Tejada, que era de NUESTRO PEQUEÑO MUNDO, Alex Kirschner que era de ALMAS HUMILDES y yo; hicimos un repertorio muy bonito, muy versátil, muy tal, un poco de todo, una cosa del Renacimiento, otra de tal siglo, y así se me ocurrió meter un tema vasco que se llamaba Oi Pello Pello que es muy conocido –luego lo ha cantado muchísima gente, entre ellos MOCEDADES–; pues no sabes los problemas que nos causó esa canción, que en un momento dado iba como encabalgando cosas que iba mencionando, como pues vete a la cama no sé qué, y sí me iré a la cama después de que haga no sé qué y no sé cuántos, total que esos y y y que había entre palabras o frases, en vasco eran eta eta eta, así que, lo que nos parecía a nosotros lo más inocente y lo más elemental que era eta no sé cuéntos eta no sé qué, le pareció a un censor que estábamos relacionándolo con la banda ETA. Así que nos la prohibieron.

– ¿Y no pudiste hacer nada?

– Bueno, lo intenté. En ese momento yo tenía relación con Ricardo de la Cierva, que era director de Cultura Popular del Ministerio de Información y Turismo (NOTA AGR: lo fue entre 1973 y 1974), así que fui a verle y le dije, oye que me habéis prohibido esta canción, y después de que se la leyese me contestó: yo de esas cosas no me encargo, habla con Jaime Delgado (NOTA AGR: era Director General de Cultura Popular y Espectáculos) que era además de Segovia, así que fui a hablar con él y lo mismo: bueno, pues ya veré lo que puedo hacer, porque estas cosas son muy delicadas. Pero Jaime, le dije, me parece bien que pienses como censor, pero si piensas como una persona normal te darás cuenta de que estamos haciendo una tontería como un piano de grande: eta en vasco es y en castellano;  pues no hubo manera de convencerle, al final se impuso la opinión del censor y no pudimos sacar el disco que ya estaba impreso, es decir que nos tuvimos que comer las mil y pico copias hechas; no sé lo que la casa de discos hizo con ellas; yo me quedé con una, pero luego, años después, descubrí otra que se vendía en Alicante. Así que se había salvado no una (la mía) sino más de una; se lo dije al hombre que las vendía: mire, está usted vendiendo una cosa que estuvo prohibida, pero no me tomó en serio, además ya no tenía sentido hablar de cosas prohibidas, porque este descubrimiento fue en el año 1995. Era el disco solo, porque no se había hecho todavía ni carátula ni nada.

– He comprobado que has metido las canciones de este disco prohibido en la página web de la Fundación...


– Sí, en la página web de la Fundación (https://funjdiaz.net/joaquin-diaz-canciones-listado.php) he ido metiendo todas las canciones que he grabado en algún momento de mi vida. Todavía me queda alguna por meter, pero bueno, ya tengo 1200, y claro, también he metido esas canciones del disco que prohibió la censura, porque me parecía una tontería no sacar ese trabajo, que además lo hicimos con una ilusión enorme y se nos cayó el alma a los pies cuando no nos dejaron sacarlo. Y todo por una conjunción en vasco (eta), pero claro, era ese momento en que todo lo que resonara a eta...


Portada de CD - Mi primer concierto Portada de CD - Asturias en el corazón

En la página web de la Fundación he ido metiendo todas las canciones que he grabado en algún momento de mi vida. Todavía me queda alguna por meter, pero ya tengo 1200, y claro, también he metido esas canciones del disco que prohibió la censura, porque me parecía una tontería no sacar ese trabajo, que además lo hicimos con una ilusión enorme y se nos cayó el alma a los pies cuando no nos dejaron sacarlo (las dos imágenes corresponden al primero, izquierda, y último disco de los grabados por Joaquín Díaz)



– Tal vez no solo era la conjunción eta. La censura franquista prohibía en aquellos años en todos los espacios de la Cultura: música, cine, libros, teatro, artículos periodísticos... Como te tocara uno que te cogiera manía no pasabas... ¿Cuándo decides dejar de grabar y de cantar?

– Yo quería seguir grabando, pues me parecía que era más bonito y además interesante para mí, pero lo de cantar en público me costaba muchísimo y me causaba mucho estrés, y luego tenía la manía de que todos los conciertos tenían que ser distintos, no se repetían y tenían que salir bien, así que era como mucha obligación, mucha exigencia, hasta que llegó un momento en que consulté con un primo mío médico –yo siempre he estado rodeado de médicos– que me diagnosticó una colecistitis, una piedra en la vesícula, y entonces me dijo: «si quieres te operas, pero te aseguro que te vas a quedar igual; además, si sigues actuando, te va a dar cada dos por tres un arrechuchón, cada vez más fuerte». Y tal y cual. Así que me lo replanteé y me dije que me iba a dedicar a otra cosa, y fue entonces cuando se me ocurrió lo de buscar ese camino de las entrevistas, es decir el conocer el trasfondo de la Tradición: quienes eran los que verdaderamente la hacían, porqué esas personas elegían unos repertorios y no otros, un poco el trasfondo de la Tradición, y fue entonces cuando empecé a recorrer pueblos y a ir con el magnetófono a cuestas buscando todas esas cosas. Es el origen de la Fonoteca.

– ¿Está en peligro de extinción la Música Folk, La Tradición?

– Yo creo que está como siempre, en un tono general muy aceptable, es decir que hay gente que practica la música tradicional, que investiga, la trabaja y la renueva, como esos chavales que son músicos estupendos que te cogen unacanción de las que tú hacías de una manera, y te la hacen de otra, y suena de miedo.

– Un ejemplo (le digo), tal vez, lo tenemos en ese recital que hubo en el Circo Price de Madrid –el pasado 4 de febrero–, en el que actuaron, entre otros, Fetén Fetén, Luis Delgado, La Musgaña, El Nido, Eliseo Parra, El Naán... Un éxito avalado por los 1.800 asistentes que llenaron el recinto que huele igualmente a tradición (circense), ya que su fundación se remonta a 1853, dedicándose en la actualidad a promover espectáculos y eventos de todo tipo. Creo que lo organizaron un par de promotores de música folk, que son músicos también...

– Sí, actuaron gente de los amigos suyos, y fue un éxito. Se vendieron todas las entradas y hubo mucho público que se quedó sin entradas...


revista GUÍA NORTE

En 1986, la UPE (Universidad Popular) de San Sebastián de los Reyes grabó un disco con Joaquín Díaz. La revista GUÍA NORTE de la localidad recogió la noticia (imagen superior) de la siguiente forma: Por encargo del Centro de Estudios Tradicionales de la Universidad Popular, el gran folklorista Joaquín Díaz ha grabado un disco con canciones tradicionales de la Comunidad de Madrid. La obra fue presentada el pasado martes  día 2 en el Centro Sociocultural Pablo Iglesias ante la presencia de público y los medios de comunicación locales. En la foto, Antonio García-Rayo (Concejal de Cultura), Joaquín Díaz y José Manuel Fraile, director del centro (Foto Pepe Machado)



– Eso quiere decir que la música tradicional está no sé si en auge, pero por lo menos resiste los vientos menos tradicionales del siglo XXI.

– Son músicos de conservatorio muchos de ellos, y además soberbios. Mi sobrino Germán (Díaz), por ejemplo, es un fuera de serie, un tío que sin haber yo intentado llevarle al terreno de la Música Tradicional, él solito ha hecho toda su carrera. A lo mejor ha oído cosas efectivamente en casa, pero las ha hecho con un virtuosismo y una capacidad de comunicación extraordinaria. Y no es el único, hay muchos más.

– Pero tú y los músicos de tu generación bebisteis directamente de la Tradición, fuisteis a buscarla en aldeas y en ancianos y ancianas que las habían escuchado a sus padres y abuelos, y las habían grabado no en magnetófono, sino en la memoria trasladada de unos y unas a otros y otras. Era la misma música tradicional que se había cantado y bailado en siglos pasados. Además, descubristeis en esas visitas sus hábitos y costumbres, cómo se vivía en esos tiempos, y exhumasteis también los instrumentos que se utilizaban como acompañamiento de esas canciones y esas músicas. Hoy (creo) se hace música folk de otra manera, con otros instrumentos, con otros acordes y ritmos. Esta generación nueva es culta también, ¿pero tiene esa sugestión por el pasado, esa emoción por ajustar sus gustos, su cultura musical del siglo XXI a unas armonías enraizadas en las fiestas populares, en las celebraciones (religiosas, paganas), de antaño?

– Yo creo que el carácter que tenía nuestra generación de rebeldía, de necesidad de modificar muchos aspectos de la Cultura, que era lo que a nosotros nos movía, por decirlo así, y de la sociedad, tiene que cambiar, tiene que modernizarse. Yo, por ejemplo, lo que buscaba en ese momento era una revisión del pasado y darnos cuenta de lo aprovechable que era el pasado, cosa que me podía unir a los que buscaban solamente la música del futuro. Estábamos, por decirlo así, como enfrentados en los estilos, y sin embargo estábamos haciendo una cosa muy parecida, y en cambio la gente, la generación por ejemplo de mi sobrino, que ya no es joven, porque ahora mismo las generaciones se miden de cinco en cinco años, no de veinte en veinte como antiguamente, la generación de mi sobrino, ha nacido en un mundo en que el virtuosismo tiene un atractivo, y para ellos el dominar un instrumento, el hacer cada vez más difícil algo, eso es algo que a nosotros nos resbalaba un poco. La originalidad sí, pero el distinguirte por ser más rápido que otro, eso no nos llamaban la atención. Y en cambio, ellos están en el virtuosismo puro y duro, que les asemeja mucho a la gente de la música clásica. Es más, hay momentos en que la música clásica y ésta de creación sobre la Tradición se están juntando, se están haciendo piña y hacen conciertos juntos.


Foto de Ballenilla

Un día me planteé que me iba a dedicar a otra cosa, y fue entonces cuando se me ocurrió lo de buscar ese camino de las entrevistas, es decir el conocer el trasfondo de la Tradición: quiénes eran los que verdaderamente la hacían, porqué esas personas elegían unos repertorios y no otros, y fue entonces cuando empecé a recorrer pueblos y a ir con el magnetófono a cuestas buscando todas esas cosas. Es el origen de la Fonoteca (en la imagen una calle de Catalañazor en Soria a principios de siglo pasado, por donde podría haber viajado Joaquín y en donde sin duda estuvo el fotógrafo Ballenilla, a quien pertenece el clisé, impreso en el Tomo III de FOLKLORE Y COSTUMBRES DE ESPAÑA, publicado en 1934 (segunda edición) por la Editorial A. Martín de Barcelona)



– Las instituciones culturales (le refiero) de los organismos publicos actuales –del gobierno, comunidades, ayuntamientos– son rincones en los que se coloca, por lo general, a ministros, subsecretarios, directores generales (del libro, de cine, teatro, filmotecas) y a consejeros o concejales que aspiran a cualquier cargo o puesto menos a ser representantes de la Cultura. Son los últimos de la lista y llegan la mayoría sin motivación, sin objetivos, sin entusiasmo. En la época de Franco pasaba lo mismo (con excepciones). Esto, a mi modo de ver, perjudica un buen proyecto de Cultura desde cualquier administración (ministerial o municipal). Es verdad que hay mucha intelectualidad resabiada repartida por todas las instituciones dedicadas a gestionar proyectos y actividades relacionadas con la Cultura, aunque apenas salen de sus despachos. Pero ser gestores políticos de la Cultura de un país –en el cargo más alto de un ministerio o en el más disminuido de una concejalía– es algo que quienes llegan a ellos deberían saber que puede engrandecerles si utilizan bien los recursos de los que van a disponer y se rodean de activistas de la Cultura competentes y entusiastas. El cambio de la Dictadura a la Democracia se consiguió, en parte, por una lucha de la Cultura, revestida de deseos de libertad, contra la Inquisición cultural, donde estaban instalados quienes la prohibían, es decir, los censores. ¿Qué piensas tú? A lo mejor me equivoco...

– Qué va, qué va, qué va, estás hablando de cosas que son así, que suceden, y no es solo tu opinión, que yo la comparto, sino de muchos otros. Yo siempre tuve la idea, y sobre todo en la época de la Dictadura, de que la Cultura tenía que ser el cultivo propio, es decir la Cultura no era algo que te podía dar la España de Franco y obligarte, digamos, a creer que lo que te daba era lo mejor; no, yo partía de la cultura personal, de mi cultivo personal; entonces, en la medida en que tú te preocupabas por determinadas cosas –el cine, el teatro, la música, etc.–, era como vivías esa Cultura que anhelabas; en fin, era algo que surgía como una necesidad. Y esa Cultura que nosotros tratábamos de transmitir, provenía de nuestros propios intereses e ilusiones y de las curiosidades que teníamos por las cosas. Yo creo que al que haya practicado ese tipo de cultura personal, le da lo mismo qué ministro le pongan; pero claro, como tú dices, para esa institución es importante que no pongan a cualquier persona de ministro, ni que el Museo del Prado lo dirija una persona que no sabe lo que quiere hacer, o que la Filmoteca Nacional la dirija alguien que no sabe, ni tiene las ideas muy claras de para qué sirve una filmoteca. Es importante que la persona que coloquen en el cargo tenga ese cultivo propio por la Cultura; entonces, en la medida en que eso no funciona, mucho de lo que es público y es social tampoco funciona. Puede funcionar la creatividad personal y puedes tener un director de cine extraordinario, pero a lo mejor a ese no le ayuda el ministro. Yo, la última vez que estuve comiendo con un ministro –era ministra, cineasta creo, Ángeles González Sinde–, tampoco fue que sacara mucho en claro. Duró poco. Pero en fin, estoy de acuerdo con lo que has expuesto. Es el pan nuestro de cada día, y por desgracia eso no solo ocurre a nivel estatal, siempre la última persona que colocan en un cargo público es la de Cultura; están esperando que cuando han terminado de repartirse ministerios, consejerías y tal y cual, empiezan a hablar de a ver a quién colocamos en Cultura.


La calle de Las Mestas en Las Hurdes

Otro pueblo de Tradición, a finales del siglo XIX: la calle de Las Mestas en Las Hurdes (Cáceres). Aquí estuvo Luis Buñuel entre el 23 de abril y el 22 de mayo de 1933 para filmar el documental de 33 minutos, "Las Hurdes, tierra sin pan". La fotografía fue estampada en el Tomo III de FOLKLORE Y COSTUMBRES DE ESPAÑA, publicado en 1934 (segunda edición) por la Editorial A. Martín de Barcelona



– Para mí (le digo), la Cultura tiene dos vertientes principales: una, la del cultivo, la cultura que te hace leer, la cultura del conocimiento, de la información, la que te lleva a un concierto, a ver una película, a ver una obra de teatro, a escuchar a un conferenciante. Es una Cultura individual. Pero la Cultura es a la vez rebeldía, protesta, reivindicación, demanda. Es la Cultura compartida, acompañada de otros. Si tú te rebelas es porque te has cultivado en ese cultivo propio, lo has rumiado en tu interior, te lo has metido en tu cabeza, en tu corazón, y es lo que estalla cuando surge una injusticia, una prohibición, una exclusión. Por eso la Cultura es tan perseguida y al mismo tiempo tan despreciada o monopolizada por las dictaduras, y tan poco absorbente y, con frecuencia, rehabilitadora en las democracias. En los cambios de gobierno, los primeros que salen son los ministros o ministras de Cultura, y con ellos todos los cargos orgánicos que dependen de la institución. Así que vuelta a empezar. Al final, depende de individualidades cultas externas, de alguien que sea capaz de convencer al político de turno de lo importante de un proyecto. Es lo que tú has hecho, respaldado por tu prestigio, y por hechos tangibles como tu música, tus rescates (salvamentos), tu museo, y el ejemplo de hacer visible a la gente la Tradición, la Cultura de un pueblo, de una comarca, de una nación en lugares concretos como este de Urueña... Al final, gracias a Dios, podemos hablar de éxitos como el tuyo o como el de Ismael y los de otros Indiana Jones, buscadores de tesoros perdidos y enterrados, que han logrado levantar museos, filmotecas, academias para guardar y exponer lo rescatado a ciudadanos que quieran contemplarlos o estudiarlos movidos por la Cultura. Pero fíjate, Joaquín, estamos en un momento en que la Cultura se ha monetizado, se ha vuelto negocio y se vende y subasta a precios nunca antes vistos. Y ello nos lleva a que, al no estar protegida como debería estarlo, una gran parte de nuestro patrimonio cultural, lo están sacando del país y vendiéndose o subastándose fuera de España (solo los cuadros de artistas importantes tienen el socorro del derecho de alzada por parte del Ministerio de Cultura para que no salgan de España). Y eso pasa porque no existe ningún conocimiento ni control por parte de los gobiernos central o autonómicos. Cualquiera de las piezas que hay en tu Museo o las que tiene Ismael Peña Poza en sus Casas-Museos de Cádiz (marionetas) y Navalcarnero (alfarería y otros aparejos) podían haber sido vendidas hoy en subastas dentro y fuera de España o en portales de venta como TODO COLECCIÓN y EBAY, si no hubieseis llegando antes que los que rapiñan los restos de la Cultura que va quedando. En ellos se venden piezas que han sido obtenidas de forma fraudulenta o no controladas por las instituciones públicas y privadas. En España se están perdiendo muchas cosas de valor histórico, artístico, cultural y técnico. Un ejemplo: tras conservarse en el Cine Fuencarral de Madrid, por más de un siglo, las primeras cámaras e instrumentos que Eduardo Gimeno, padre e hijo, adquirieron a los hermanos Lumière en Lyon en 1896 para proyectar películas en los comienzos del cine en España, hace unos años las sacaron del país y se subastaron en París por una cantidad desorbitante. Se mantuvieron en España a la espera de que nuestra Filmoteca se interesara por ellas. No lo hizo y hoy las hemos perdido para siempre. Podrían haber sido el inicio de un recorrido por un Museo del Cine que todavía no se ha levantado en España y que recogiera la historia de nuestro cine.

Afortunadamente, en tu caso, este Museo y Fundación que has creado, con aires de vetustez, techumbres altas y rezumando silencio y reposo, contiene, entre otras muchas cosas, vestigios de la vida en el campo y en las aldeas de siglos pasados, instrumentos de ese mismo tiempo (flautas,   zanfonas, gaitas, dulzainas, clavicordios, pianos, guitarras..), enseres de sus gentes (mobiliario, ajuares de recios paños cortados tal vez con tijeras de alfayate, trébedes, aparejos...) o documentos gráficos  (de escribanía, libros, documentos, legajos, etc.), e incluso campanas de iglesias ya desaparecidas que se oyeron por los pueblos y los campos durante siglos con sonidos graves o agudos llamando a misa mayor o a rezar el Ave María, y que se han salvado gracias a tu búsqueda y perseverancia.  Sin dejar de lado la música recogida en magnetofón durante tus viajes por tierras de Castilla y León o tus propias canciones y las de tus compañeros de Música Folk y Tradicional, que están en la Fonoteca de la Fundación a disposición, como has dicho, de quienes quieran escucharla y estudiarla.  Yo creo que es para sentirte satisfecho y colmado por lo que has conseguido.


Casa antigua en una calle de Béjar

En la imagen, casa antigua en una calle de Béjar (Salamanca), tomada por un fotógrafo desconocido a principios de siglo XX y publicada en el Tomo III de FOLKLORE Y COSTUMBRES DE ESPAÑA, impreso en 1934 (segunda edición) por la Editorial A. Martín de Barcelona



– Sí, me siento muy satisfecho, porque siempre ha procurado ser o tratar de ser muy honrado conmigo mismo; lo que he hecho lo he hecho de la mejor manera que he sabido; me he podido equivocar, como cualquiera, pero esas equivocaciones entran dentro de la buena voluntad; creo que estoy contento porque veo que se ha pasado de considerar todo el material sobre el que he estado trabajando, que es un poco la música del pasado trasladada al presente, y con visión de futuro, todo eso lo veo mucho más vivo que cuando yo empecé, con lo cual tengo que reconocer que, en cierto modo, los que hemos trabajado hace treinta, cuarenta o cincuenta años en esta búsqueda y salvamento de la Tradición, si hemos conseguido esa consideración y ese  respeto a nuestra labor, es que no lo hemos hecho muy mal.

– Además habéis ilusionado a mucha gente.

– Sí, a mucha, y esa gente no son todos de mi edad; hay gente muy joven.

– Un trabajo honrado, percibido y agradecido, con un enfoque de reconocimiento y valoración de lo que se hacía en el pasado para que pueda conocerse en el futuro. Y prueba de ello es el respeto y el afecto que te tiene todo el mundo de la música tradicional...

– Hombre, yo siempre he dicho, y lo creo de verdad, que me llevo muy bien con casi todo el mundo, porque no me he dedicado solo a cantar, porque si me hubiera dedicado solo a cantar enseguida te consideran un enemigo o un competidor, y entonces es más difícil hacer amigos. Pero sí, lo que dices es verdad, en lo del respeto y en lo de los amigos.

– ¿Eres creyente?

No, no... es decir... Yo creo que las creencias es un mundo también muy personal; he tenido épocas en que más o menos me he querido acercar a distintas formas de religiones, pero al final me he quedado con las cuatro cosas que me dan sustento, pero no creo en el más allá.


Aldeanos de Aliste en Zamora

Veo el vaciado en que vive hoy España, es decir, nos hemos ido vaciando de todo lo que nos daba valor, de eso que nos daba, no sé cómo decirlo, nos daba una personalidad, nos daba un carácter... Nos hemos ido vaciando, nos hemos quedado con cuatro cosas muy superficiales e intrascendentes (en la imagen, aldeanos de Aliste en Zamora a principios del siglo XX, tal como los recogió un fotógrafo desconocido, cuyo clisé fue estampado en en el Tomo I de FOLKLORE Y COSTUMBRES DE ESPAÑA, impreso en 1934 (segunda edición) por la Editorial A. Martín de Barcelona



– ¿Y cuáles son esas cuatro cosas?

– Pues que de vez en cuando te acuerdas del Dios que tú has ido haciendo cuando las cosas te vienen mal dadas, es decir te acuerdas para mal porque sueltas cuatro o cinco tacos de esos especiales, o te acuerdas de ¡Ay Dios mío! y parece que estás comunicándote con alguien al que has inventado tú, no ese ser supremo y bíblico, sino un dios doméstico que se parece más a los dioses que usaban los romanos para tener una cierta veneración a lo antiguo. Tampoco he pensado mucho en ello. Últimamente estoy más en otras historias y tampoco tengo ningún problema en morirme cuando me tenga que morir, no le tengo tanto cariño a la vida.

– Has vivido la España de la Dictadura y de la Democracia ¿Cómo ves la que vivimos en estos momentos?

– Mira, ayer estuve viendo un documental sobre Francisco Umbral y de pronto me vino la idea de que representaba muy bien a la España actual, es decir, no sé si la España actual se contagió de esa forma de ser un poco agresiva y casi despectiva de Umbral, que a lo mejor no era la suya propia, sino que era un disfraz que se había puesto. Pero cada cosa que decía me recordaba el vaciado en que vive hoy España, es decir, nos hemos ido vaciando de todo lo que nos daba valor, de eso que nos daba, no sé cómo decirlo, nos daba una personalidad, nos daba un carácter... Nos hemos ido vaciando, nos hemos quedado con cuatro cosas muy superficiales, intrascendentes, que es como era el Umbral que hemos conocido y al que hemos leído muchas veces. Luego está esa falta de respeto por el prójimo, que también la tenía Umbral, pues se metía con todo el mundo, mandaba a tomar vientos al lucero del alba. Entonces, según estaba viendo el documental, me decía ¡caray!, veo a España tal como este señor concibió su propia vida, la veo muy cambiada y no sé cómo decirlo, casi voy a decir, muy frágil. A mí me recordaba un poco el efecto Tocqueville, un tío muy interesante que escribe al principio del siglo XIX, pero se está dando cuenta de muchas cosas de las que van a pasar en la sociedad futura, entre ellas la de que cuanto mejor le va a una sociedad más frustración tiene. Es un principio que lo clava, y ese efecto Tocqueville es el que estamos sufriendo en España en estos momentos: el de una sociedad que cree que lo tiene todo, pero está pesarosa de todo.


Trajes tradicionales

La Fundación y Museo de Joaquín Díaz en Urueña (Valladolid) cuenta con una extensa librería, diseños y dibujos de vestuario de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y XX, así como trajes de algunos de esos periodos. En la imagen, jóvenes vallisoletanos charlando engalanados con sus trajes de gala en 1840. El dibujo lo materializó el pintor E. Vermorcken para la enciclopedia L'ESPAGNE PITTORESQUE, ARTISTIQUE ET MONUMENTALE, impresa en 1847 por la editorial Librairie Ethnographique de París



– ¿Y el mundo como lo ves?

– El mundo me queda ya demasiado lejos, quiero decir, que aunque estemos globalizando todo y estemos permanentemente pendientes de las noticias políticas de guerra y de tal, lo veo francamente desquiciado. El que hayamos llegado a que nos controlen personas como Putin o como Biden me parece un fracaso total del género humano, de la sociedad, de los sistemas que hemos creado y usado para tratar de hacer mejor nuestra sociedad. El hecho evidente es que estamos en manos de cuatro..., bueno de cuatro no, de muchos más, que aparentemente nos controlan, pero lo que hay detrás de ellos no lo sabemos y eso es lo peor. Yo me imagino que detrás están todas estas grandísimas empresas armamentística. Yo sigo pensando como un pacifista de los años sesenta, y en ese sentido he fracasado, pero al menos sé que he fracasado.

– La Inteligencia Artificial (AI), ¿te quita el sueño?

– No me he metido con ella todavía.

– ¿No te preocupa que salga un Joaquín Díaz AI por ahí cantando tus canciones?

– No, porque mira, hay una cosa que le sentó muy mal a una casa de discos con la que trabajé y que yo desde el principio lo hice muy de tapadillo. Cuando empecé a cantar música tradicional en España, no se concebía que esa música pudiera componerse como la que se hacía en Estados Unidos, como la que se hacía en Francia. Es decir, que lo que hizo Georges Brassens, hoy en día, se considera música tradicional, que ha podido con el tiempo y con todo, porque era muy bueno lo que componía y cantaba. Pete Seeger ha trascendido, y cuando te das cuenta de que sus canciones las componía él y quedaban como si fueran tradicionales, pues lo acepto porque dio con el estilo. Yo hice lo mismo: de las mil y pico canciones que he cantado, doscientas son mías. ¿No lo dije? Pues no, porque no me importaba demasiado, ni pensaba que le interesara a alguien. En un momento dado se me ocurrió decirle a mi casa de discos, oye voy a hacer un disco con las canciones que he compuesto yo, y entonces la casa de discos me dijo: ¿tu estás loco?, pero ¿cómo vas a decir ahora que no son canciones populares?, y les contesté: pues oye, muy sencillo, las he compuesto yo, en un momento dado me pareció que estaban bien, y de hecho, que muchos cantantes hayan elegido entre las canciones que podían haber elegido, justamente las que yo compuse, pues quiere decir que sí, que es una buena idea hacer ese disco.

A lo que me preguntabas de la Inteligencia Artificial: ¿Me importaría que apareciera una máquina que me calcara y que fuera yo cantando mis cosas? Me da igual.


Tamborilero de Ávila

Tamborilero de Ávila, según un dibujo de V. Bécquer en ilustración de E. Donati. Imagen reseñada en el Tomo I de FOLKLORE Y COSTUMBRES DE ESPAÑA, impreso en 1934 (segunda edición) por la Editorial A. Martín de Barcelona


Pobre tocando la zanfona

Pobre tocando la zanfona, en ilustración de E. Donati. Imagen reseñada en el Tomo I de FOLKLORE Y COSTUMBRES DE ESPAÑA, impreso en 1934 (segunda edición) por la Editorial A. Martín de Barcelona



– Vamos a por la última pregunta. Ya estás a punto de subir a la barca de Caronte, el barquero de la mitología griega del inframundo: ¿que te llevarías en ella si te dejaran llevarte algo?

– Pues yo creo que un remo más para poder llegar antes (se ríe), porque de llevarme no me quiero llevar nada; todo esto que ves en el Museo se lo voy a dejar a la gente que me sustituya o que sigan con este trabajo. No quiero llevarme nada. Soy muy gastón. Y es más, a veces, mis amigos me dicen: ¡joder Joaquín!, con lo bien que podías vivir, y si tienes mil euros te los gastas en un libro... Pues sí, me los gasto y me quedo tan bien: con un nuevo libro y sin mil euros. Yo, en este momento vivo al día absolutamente, o sea todo lo que he podido ganar en mi vida lo he invertido en libros, grabados y en cosas que podían ayudar a otros a entusiasmarse por lo que hecho. Y no pido nada más a la vida. He tenido y tengo salud afortunadamente, hasta ahora, a no ser que me dé de pronto un patatús.


Joaquín Díaz en la biblioteca de la Fundación

Me siento muy satisfecho, porque siempre ha procurado ser o de tratar de ser muy honrado conmigo mismo; lo que he hecho lo he hecho de la mejor manera que he sabido; me he podido equivocar, como cualquiera, pero esas equivocaciones entran dentro de la buena voluntad; creo que estoy contento porque veo que se ha pasado de considerar todo el material sobre el que he estado trabajando, que es un poco la música del pasado trasladada al presente, y con visión de futuro, todo eso lo veo mucho más vivo que cuando yo empecé, con lo cual tengo que reconocer que, en cierto modo, los que hemos trabajado hace treinta, cuarenta o cincuenta años en esta búsqueda y salvamento de la Tradición, si hemos conseguido esa consideración y ese  respeto a nuestra labor, es que no lo hemos hecho muy mal



– Se va haciendo tarde. El sol se columpia entre nubarrones espesos y oscuros que transitan por el Oeste. En Urueña, hoy, hace frío, mucho frío. Puede que nieve esta noche. Debo volver a Madrid. He pasado un día completo con este –¿cómo llamarle: cantautor, explorador de la España tradicional, rastreador de tesoros ocultos bajo la capa del tiempo en aldeas salteadas de arboledas, huertos y sotos, fundador de museos, coleccionista de papeles viejos pero que muestran su presente y el de quienes los escribieron o dibujaron, transmisor de ideas, romances y leyendas en lengua castellana, catalana, vasca, gallega, sefardí o morisca en forma de música tradicional, recogidos en álbumes que llevan nombres como Romances populares, Del cancionero tradicional, TEMAS INFANTILES, RECITAL, CANCIONES DEL CAMPO, DE LA PICARESCA TRADICIONAL, CUARESMA, SEMANA SANTA Y PASCUA, VILLANCICOS, TEMAS SEFARDÍES... que encierran títulos como los de La doncella guerrera, Isabel y Fernando,  Gerineldo, el Enamorado y la Muerte, La madrugada del conde Olinos, Chipirón de la Reina, Delgadina, Arrión, La Molinera y el Corregidor, Acompaña a tu Dios, el Cántico a los Siete Dolores de la Virgen, La bravura de Don Rodrigo, La traición de Bellido Dolfos, El destierro de El Cid, A la una yo nací, Dize la nostra novia, Arvoles lloran, Avre tu puerta cerrada, Mi abuelo tenía un huerto, Estaba una pastora, Mambrú se fue a la guerra, Pajarito que cantas..., cómo llamarle? Me quedo con Joaquín Díaz. Ahí está, ahora en persona, vivo y después en el Museo que lo inmortalizará, y en los museos individuales, en casas como la mía que los conserva como oro en paño y medicina de botica reparadora de daños de la mente y de la piel, para verlos y oírlos cuando el corazón se amarga y la vida raspa. Me despido a la puerta del Museo, de la Fundación. Un abrazo. Una comida. Un recorrido por las calles de Urueña. Y una conversación final que recogí en otro magnetofón, pero esta vez digital, ejemplo de nuestro tiempo tecnológico.

Antonio García-Rayo
DOCUMENTACIÓN E IMÁGENES: FUNDACIÓN ARCHIVO AGR, FOLKLORE Y COSTUMBRES DE ESPAÑA (1943) y L'ESPAGNE PITTORESQUE, ARTISTIQUE ET MONUMENTALE (1847)