Joaquín Díaz

LOS HUEVOS


LOS HUEVOS

El Norte de Castilla. Pluma de cristal

Doble sentido de la palabra

03-03-2000



-.-

Hará aproximadamente medio siglo, la Editorial Hernando en su colección de Manuales utilísimos, publicó un texto de Fernando Alburquerque titulado El gallinero como mina de oro. La pretensión del autor no era otra que exaltar, aleccionar e informar al "lector amigo" acerca de las ventajas de criar gallinas, con frases como ésta: "¿No te enorgulleces, no te emocionas al pensar que tú también puedes hacer tu fortuna y vivir siempre entre las aves?" . Tan cándido y bucólico ideal debía de estar inspirado en el famoso relato de La gallina de los huevos de oro, aquella que con un solo ovario ponía cada día a sus propietarios el hermoso regalo dorado. El librito de Alburquerque no tiene desperdicio porque, además de recordar al mundo el carácter cíclico de la reproducción -problema de origen que había traído en jaque a más de un filósofo desocupado-, daba excelentes y prácticos consejos para convertir a todas las gallinas españolas (que él calificaba "del montón") en unas excelentes ponedoras de raza.

Nosotros, los de la Península, siempre hemos recurrido a los huevos, tanto en situaciones de hambruna nacional como para demostrar que teníamos razón. Por acercarme al tema utilizando un ejemplo elegante y cortesano, recordaré el caso del huevo de Colón, sucedido apócrifo que en fáciles rimas cantábamos los escolares de mi época:

Colón fue un hombre de un gran renombre
que descubrió un mundo nuevo
y además fue el primer hombre
que puso un huevo de pie.


El hecho, también atribuído a Bruneleschi y a Juanelo Turriano, y dicen que sucedido en Valladolid, venía a herir la susceptibilidad de nuestro más eximio descubridor, pues unos compatriotas, tentados sin duda por la envidia, daban a entender con sus palabras que la llegada a América había sido una nadería. Como única respuesta, Colón invitó a los detractores a poner de pie un huevo, cosa que intentaron infructuosamente; al ser requerido para que demostrara ante todos su habilidad, el bueno de don Cristóbal dio un golpe a la parte más ovalada del cascarón contra la mesa, con lo cual no sólo manchó el mueble de los incrédulos demostrando que por algo se le tachaba de marrano, sino que dejó patente que todo puede ser sencillo si se sabe descubrir el truco y ponerlo oportunamente en práctica.

Otro gran descubridor de nuestra época, Jesulín de Ubrique, al ser preguntado por el periodista Jose María Iñigo acerca del secreto de su toreo, contestó con sencillez: "Hay que tener muchos huevos", a lo que Iñigo, entre sorprendido y azorado, replicó titubeando: "Pero...¿no basta con dos?" Los toreros, ya se sabe, son esos seres de la Creación autorizados por la naturaleza para tener -no diré tres, como Bartolomé de Colleone- sino varios huevos más de repuesto. Sus faenas, obvio es decirlo, además de entrar en la categoría del Arte son eminentemente peligrosas y posible causa de accidentes irreversibles, cosa que puso de relieve recientemente la cantante Marta Sánchez al desvelar que las corridas de su novio -torero por más señas- le ponían "los pelos de gallina"...Sin comentarios.

Si Alburquerque escribiera de nuevo su tratado para adaptarlo a las necesidades que impondrá nuestra definitiva equiparación con Europa, debería recoger y reflejar todos estos ejemplos aunque no fuera más que para demostrar que los españoles, de nuevo, entramos a formar parte del Continente a través del libro Guinness de los records.