Joaquín Díaz

EL TANGO Y CARLOS MONTERO


EL TANGO Y CARLOS MONTERO

A la muerte del cantante

24-10-2016



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El tango es uno de esos géneros a los que el afán por el estereotipo y la apremiante incultura de nuestros días, le ha hecho un flaco favor. De sus primeros pasos, cuando era milonga danzada, cabe deducir su origen rural y de sus primeras letras, hablando del placer y de la muerte, el tufo ácido de la inmigración bonaerense. El compadrito, el malevo, figuras extraídas de una negra guardarropía que en funciones de tarde y noche echaba en cara a la sociedad su fracaso, fueron evocados magistralmente por Borges en su poema “El tango”: “¿Dónde estará –repito- el malevaje/ que fundó en polvorientos callejones/ de tierra o en perdidas poblaciones/ la secta del cuchillo y del coraje?”. Y se respondía: “Aunque la daga hostil o esa otra daga:/ el tiempo, los perdieron en el fango, / hoy, más allá del tiempo y de la aciaga /muerte, esos muertos viven en el tango”.
También es cierto que el tango los mató al darlos vida, sublimándolos y convirtiéndolos en motivo poético. De ese modo, el tango (cantado y bailado primero entre varones en la calle y después en los prostíbulos) pasó a las academias y escuelas de baile y se convirtió, por arte de inolvidables poetas, de extraordinarios músicos y de portentosos bailarines, en esa música de salón y cabaret que sedujo al mundo entero, alejándose definitivamente de sus balbuceos carnavalescos.
Pocas personas en el mundo contaron como Carlos Montero toda esa historia en palabras y música, de forma tan personal y fidedigna. Bonaerense de nacimiento y formación pero vecino del universo, fue uno de los pocos privilegiados que tuvieron las claves adecuadas para interpretar con su voz profunda e irrepetible la grandeza de un género. Gracias Carlos. Siempre te recordaremos porque siempre nos acompañarán tus canciones