Joaquín Díaz

PARA UNA EXPOSICIÓN SOBRE LA FIGURA DE ANGEL CARRIL


PARA UNA EXPOSICIÓN SOBRE LA FIGURA DE ANGEL CARRIL

Después del fallecimiento del folclorista salmantino

19-09-2003



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La religión católica siempre distinguió entre dos formas de espiritualidad capaces de elevar al ser humano por encima de las cosas. El misticismo, acentuando la negación de aquellas mismas cosas y utilizando la mente para penetrar directamente en esa “niebla en que se cierne la divinidad”, según palabras de Dionisio Cartujano. El ascetismo, utilizando el esfuerzo personal para ascender progresivamente a los grados sucesivos de perfección que llevarán al individuo hacia su meta última.
Angel Carril siempre me pareció un asceta, convencido de que el trabajo y sus resultados purificaban y elevaban el espíritu por encima de la realidad. Por eso hemos acudido en esta exposición a la imagen de la densidad que se va aliviando de lastres inútiles: hemos seleccionado algunos de sus temas preferidos de investigación y les hemos ordenado desde el más pesado hasta el más ligero para figurar ese camino de búsqueda permanente de la perfección que fue su vida. Desde la piedra al papel pasando por el barro, los metales, la madera y la piel, la vida de Angel transcurrió a través de los materiales que componen y dan vida a la cultura tradicional, fijando su última aspiración precisamente en despojarles del peso inútil. Esa manera de concebir lo tradicional, como una forma de pasado imprescindible que nos ayuda a dirigirnos al futuro, creo que fue uno de sus grandes aciertos y uno de sus mejores ejemplos. La estética y la ética unidas para mejorar las cualidades del ser humano.
La Diputación de Salamanca y Caja España, dos instituciones de referencia permanente en la existencia de Angel, nos invitan a hacer ese camino de la mano de quien trabajó denodadamente por presentar la mejor imagen de la provincia y de la Comunidad en todos los ámbitos del conocimiento. Personalmente quiero dar las gracias a ambas instituciones, que han contado con la colaboración especial de la familia de Angel, por mantener en el recuerdo a quien hizo del recuerdo una norma de vida y una fuente de inspiración. Quiero felicitar también a quienes se han ocupado del montaje y disposición de las piezas porque creo que se han acercado mucho a lo que Angel hubiese querido ver.
La Jerusalén eterna, símbolo de la excelencia, de la nobleza, pero también del esfuerzo de la renovación al haberse levantado tantas veces de sus propias ruinas, es la imagen final de esta exposición con la que todos los que fuimos sus amigos queremos recordar a Angel Carril.