Joaquín Díaz

RECORDANDO A JORGE MANRIQUE


RECORDANDO A JORGE MANRIQUE

Actualidad de Jorge Manrique

25-10-2004



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Podría parecer sorprendente el escaso eco que ha tenido en los medios de comunicación el Congreso Internacional dedicado a la figura del poeta Jorge Manrique. El reconocimiento de especialistas cualificados y el efecto que todavía causan en cualquier lector las Coplas que escribió al morir su padre, habrían sido suficientes para convertir la reunión en un motivo de interés general. Sin embargo el poeta y sus circunstancias se sitúan en nuestra época con un bagaje negativo. En efecto, Manrique es un escritor “esencial”, algo imperdonable en la sociedad de hoy que es pródiga en lo superficial y no tolera la profundidad de pensamiento. Desgraciadamente no se conservan retratos de él, dato crucial e imprescindible para un mundo basado en la fuerza de la imagen y en su abundancia. Además es un poeta para quien los bienes de esta vida se convierten en una anécdota evanescente (“Ved de quánd poco valor / son las cosas tras que andamos / y corremos / que en este mundo traydor / aun primero que muramos / las perdemos”), lo que le hace aún más extraño e incomprensible a los ojos actuales, saturados de bienes consumibles y de boatos aunque ni siquiera sean propios. Su idea de la muerte está tan lejana del concepto medroso y timorato que hoy tenemos de la parca, que casi hiere, por displicente, la indiferencia de sus versos: “partimos quando nascemos / andamos mientras viuimos / y llegamos / al tiempo que feneçemos; / assí que quando morimos / descansamos”. La muerte como descanso inevitable, las riquezas entendidas sólo como cernada sobre la que ha pasado la lejía purificadora del tiempo, la aceptación de su relatividad (“si juzgamos sabiamente / daremos lo non venido / por pasado”), son actitudes provocadoras para una sociedad apática e indolente como la nuestra, a la que aterroriza el dolor propio y a la que enojan o disturban las verdades: “Non mirando a nuestro daño / corremos a rienda suelta / syn parar / desque vemos el engaño / e queremos dar la vuelta / no ay lugar”. Esta invitación a contemplar la verdad, a reflexionar sobre nuestra realidad profunda se hace además en forma de verso sereno y equilibrado...¿Cómo puede gustar algo así, acostumbrados como estamos al “politono”, al “sonitono” y a los ramplones versos de amor de los móviles, verdugos de la creatividad y asesinos del buen gusto? ¿Es acaso compatible la finura y sensibilidad de la poesía de Manrique con la acidez y la perversión seductora de los Simpson?