Joaquín Díaz

LOS INSTRUMENTOS MUSICALES


LOS INSTRUMENTOS MUSICALES

Textos para un cuadernillo que editó El Norte de Castilla

23-03-1997



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La historia de los instrumentos se remonta a los orígenes del ser humano. El descubrimiento de la voz, de su uso, de su imitación, de la comunicación por medio de señales, son los primeros pasos de una andadura larga e interesante en la que el ingenio y el afán de perfeccionamiento jugaron un papel decisivo. Todas las civilizaciones han hecho uso de la música ejecutada por medio de instrumentos, aplicándola a múltiples finalidades que iban desde elevar espiritualmente al individuo hasta divertirle simplemente. El cruce de culturas, el trasvase de conocimientos entre unos pueblos y otros, trajo como consecuencia la difusión y popularización casi simultánea de muchos de aquellos instrumentos en lugares del planeta muy apartados entre sí.

Hasta la clasificación actual y casi universal que divide los instrumentos en cuatro familias según el órgano que produce el sonido (aire, una cuerda, una membrana o el propio material de que estén hechos), los especialistas trataron de agrupar las piezas según criterios lógicos : instrumentos naturales (voz) y artificiales (todos los demás); dulces y violentos; golpeados, soplados, frotados o raspados, etc. La literatura derivada de todos esos estudios y de los diversos métodos escritos para mejor ejecutar la música en los instrumentos, es abundantísima y de una increíble variedad, no en vano procedía de disciplinas tan diversas como la física, la matemática, la acústica, la historia, la musicología, la antropología, la etnografía o la sociología.

En cualquier caso, el instrumento musical acompañó la vida cotidiana del individuo, marcando especialmente sus relaciones con quienes le rodeaban, con la naturaleza o con un ser superior. La imaginación y la leyenda se unieron para crear hermosos relatos acerca del nacimiento de los instrumentos musicales en manos de dioses o de su perfeccionamiento por héroes o seres mitológicos. Todas esas narraciones, escritas o de viva voz, pasaron de unas generaciones a otras inspirando la creación artística y la materialización de sueños durante siglos. La fabricación más o menos perfeccionada y el uso diverso motivaron la aparición de instrumentos que, o bien repetían incansablemente modelos funcionales o por el contrario buscaban una mejora con la incorporación de nuevas técnicas y mejores materiales. De este modo surgió una división entre instrumentos populares o tradicionales e instrumentos históricos o cultos, división más teórica que real pues ambas modalidades se copiaban constantemente características o compartían funcionalidad.

DULZAINA

Instrumento formado por un tubo cónico, generalmente de madera, dentro del cual se insufla aire a través de una pipa de doble caña. Dicha pipa está encajada en el extremo más estrecho del tubo gracias a una pieza metálica denominada tudel. La dulzaina tiene siete orificios más el de la octava ( a veces dos más que se llaman oídos y que no modifican el sonido) y a partir de la introducción de las llaves en su construcción por Ángel Velasco a fines del siglo XIX, incorpora un número determinado de ellas según cada constructor o la habilidad del intérprete (entre 1 y 17).

Este instrumento, con diferentes nombres, se toca en muchos países del mundo y en casi toda la Península. En cualquier caso su llegada a nuestro país parece producirse durante la Edad Media tanto si viene desde el centro del continente europeo -con los músicos que se incorporaban a las capillas cortesanas- como si llega de África, donde todavía hoy día se sigue utilizando con el nombre de Algaita. En muchas regiones peninsulares (Rioja, Aragón, parte de Castilla y León) continúa llamándose gaita. La palabra charambita que se utiliza en Castilla es obviamente una degeneración de chirimía, instrumento más largo pero también de doble lengüeta. Donçaina y dulzaina se llama en Valencia y parte de Castilla y León, denominándose gralla en Cataluña y chambela en el país Vasco.

La literatura y el arte son pródigos en ejemplos donde aparecen pastores interpretando música con dulzaina, bien para su solaz bien para acompañar un baile. En el caso del fragmento del Libro de horas (siglo XVI) que se ofrece, aparecen dos pastores tocando dulzaina y gaita. Aunque la dulzaina quedó reducida principalmente al ámbito rural, son numerosas las referencias iconográficas que muestran al instrumento en otros ambientes y utilizado para otros fines: en la ilustración adjunta del siglo XIV, aparece un música cortesano subido en una torre y haciendo un toque o señal para que comience un torneo entre caballeros. En muchas Crónicas, pero en especial la del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, se habla de dulzainas que acompañan a un cortejo señorial o que preceden a una comitiva.


GAITA

Un odre o piel de animal sirve para almacenar el aire que dentro de él se insufla por medio de un tubo pequeño o boquilla dotado de una válvula interior que impide que el aire retroceda y escape. Al apretar ese odre, el aire sale por dos conductos: uno, un tubo cónico con siete agujeros en cuyo extremo superior (por el que primero pasa el aire) hay una pipa de doble caña que vibra. Otro, un tubo largo y cilíndrico a cuya entrada hay una caña con una lengüeta simple. Este tubo produce una nota tenida de tonalidad grave que hace de bordón a la melodía que se ejecuta en el puntero o tubo cónico.

La gaita de odre es un paso definitivo en el proceso del individuo por tratar de almacenar el aire en un recipiente antes de hacerlo salir a través de un órgano sonoro. Los pasos anteriores (la cavidad bucal o un recipiente rígido -como una calabaza, por ejemplo-) aún se mantienen en algunas regiones del planeta combinados con técnicas de respiración e insuflado constante muy complicadas. La evolución de la gaita desde la Edad Media tiene un hito decisivo en el siglo XVIII cuando la música occidental se tonaliza. Algunas gaitas (gallega, asturiana) modifican entonces su puntero cambiando escala y repertorio, mientras que otras (zamorana, leonesa) mantienen las escalas modales y el repertorio primitivo.

Una de las primeras fuentes iconográficas españolas en que se muestran varios tipos de gaita es el manuscrito de las Cantigas de Santa María; en la CCLXXX, en concreto, aparecen dos sonadores de gaita tocando un modelo con odre y dos tubos (uno en que se supone que se interpreta la melodía y otro que haría el acompañamiento sobre una nota pedal). Uno de los dos foles está recubierto con una tela a escaques o cuadros; esta costumbre de forrar los odres con telas ajedrezadas, dio origen a que, por extensión, se llamara a los gaiteros durante la edad media exequiers o escaquiers. La gaita, al igual que otros instrumentos de alto volumen como trompetas y cuernos, se utilizaba también para que los vigilantes de torres y fortalezas dieran las horas.


FLAUTA DE TRES AGUJEROS

Un tubo de madera, abierto por un lado y con una embocadura de bisel por el otro, lleva dos agujeros en el extremo de la parte inferior y otro en el extremo contrario (el más cercano a la embocadura) de la parte superior, que se tapan respectivamente con los dedos índice, corazón y anular y con el pulgar. Soplando más o menos fuerte por la embocadura se logra obtener más de dos octavas pues se consigue quintear las notas con la fuerza del soplo. En el doblez del mismo brazo con que se sostiene la flauta, el intérprete suele colgar un tamboril cuyo parche golpea con una baqueta que empuña con la otra mano.

Abundante iconografía nos muestra la amplia difusión que flauta y tamboril tuvieron tocadas por una misma persona desde la Edad Media hasta nuestros días. En Europa desde el siglo XIII y en América desde el XV la flauta de tres agujeros sirvió para acompañar danzas cortesanas y bailes al aire libre. Hoy día aún existe en toda España sobre todo en el medio rural y bajo distintas denominaciones: Gaita charra en Salamanca, gaita extremeña en Extremadura, chistu en el país Vasco, flaviol en Cataluña, chiflo en León, etc.

Dice un antiguo refrán que “no hay olla sin tocino ni boda sin tamborino”, dando a entender lo popular que fue esta combinación de instrumentos (melodía y ritmo) en todas las celebraciones populares y también en las cortesanas, como muestra esta ilustración de un manuscrito francés del siglo XV conservado en el Museo del Louvre. Sólo a partir del siglo XVIII la fuente musical compuesta por tamboril y flauta (a veces flauta y salterio), comienza a ser sustituida por otros instrumentos como la guitarra que van captando el gusto y el favor del público.


ZANFONA

Un eje, a cuyo extremo va una manivela, atraviesa una caja armónica cuya forma ha variado a lo largo de los siglos y de las modas. Ese eje lleva insertada cerca del manubrio una rueda que roza al mismo tiempo a las cuerdas (generalmente cinco- tres para la melodía y dos bordones-) que van sobre la caja, desde el clavijero al cordal. Las tres cantoras atraviesan un teclado que está sobre la caja armónica y que tiene al menos 21 teclas sobre las que se ejecuta la melodía. Cada tecla lleva tres espadillas que inciden sobre las tres cuerdas al mismo tiempo. El ejecutante puede estar sentado, apoyando la zanfona sobre sus rodillas, o de pie.

El precedente de la zanfona es un instrumento denominado organistrum que se tocaba entre dos personas: una hacía girar la rueda con su mano derecha y sostenía con la otra mano el cuerpo del instrumento, mientras que la otra iba haciendo la melodía accionando un teclado que estaba sobre la caja y de cuyos pernos iba tirando. La primera fuente iconográfica en pergamino donde aparece la zanfona es la Cantiga CLX, en cuya ilustración se ve a dos músicos con dos instrumentos, similares en construcción a los actuales aunque la caja es cuadrada, sin forma, y el teclado la abarca por completo. Desde la Edad Media, época en que entró en España traída por músicos pobres que venían a hacer el camino de Santiago, la zanfona ha estado en manos de músicos callejeros y no ha tenido la evolución que, en países como Francia, por ejemplo, le permitió llegar a un alto grado de sofisticación en construcción y en ejecución.

Con el nombre de cinfonía o simfonía se menciona en el Libro de Aleixandre, en obras del Arcipreste de Hita y Juan del Encina y hasta en el diccionario de Covarrubias, donde aparece la siguiente definición: “Algunos pobres franceses suelen traer un instrumento a modo de violoncillo y en el vientre de él cierta orden de cuerdas, que con unas teclas que salen por de fuera las arrima a una rueda, que trayéndola a la redonda con la mano derecha, tocando las teclas con la mano izquierda, la hace sonar suavemente”. En el siglo XVIII en Francia el instrumento alcanzó una gran perfección en la corte, donde Michel Corrette escribió un método para aprender a tocar el instrumento y algún concierto para zanfona y orquesta.


RABEL

Instrumento formado por una caja armónica, un mástil y un clavijero, donde van sujetas de una a cuatro cuerdas de tripa o de crin que se extienden a lo largo de la caja hasta un cordal, normalmente de cuerno. La tapa superior de la caja puede ser de piel, de hojalata o de madera y, a diferencia del violín, la caja no tiene alma (pieza cilíndrica de madera que, sin encolar, une las tapas superior e inferior de aquel instrumento para sostener la tensión de las cuerdas y para darle más volumen). Las cuerdas se tocan con un arco, normalmente corto y curvado, cuyo cordamen está hecho de crines de caballo.

Las distintas formas que actualmente tiene el rabel (forma de ocho con tapa inferior plana, forma cuadrada, forma oblonga con tapa inferior abombada, etc) hablan de su origen diverso. En unos casos procede del rebab árabe y el intérprete lo toca sentado y apoyándolo sobre las rodillas, y en otros casos proviene de la fídula europea medieval y se toca sobre el pecho. De cualquier manera, el rabel vino a derivar a partir del Siglo de Oro en un instrumento de ámbito pastoril con el que los pastores se acompañaban canciones y bailes. Todavía hoy se sigue construyendo y tocando en muchos puntos de la Península (Cantabria, Asturias, León, Extremadura, Toledo, etc. ) donde han surgido nuevos intérpretes que han recuperado su sonido y su repertorio.

Aunque la novela pastoril contribuyó a poner de moda el rabel en la literatura y el teatro, siempre fue un elemento imprescindible y real entre los ganaderos de ovino y particularmente entre los trashumantes. Su origen, forma y sonido le daban muchas veces apellido; se habla así de rabel gritador, tosco, morisco, etc. Una copla popular resumía las cualidades del instrumento al decir que el buen rabel debía de construirse en madera de pino verde, las cuerdas de piel de culebra y las crines del arco con la melena de una mula negra (se entiende que si era mula no convenía utilizar el pelo de la cola, habitualmente manchado con los orines).


CASTAÑUELAS

Son dos tablitas cóncavas, generalmente de pequeño tamaño y sujetas con un cordón, que se manejan con una mano. Suelen fabricarse por parejas, llamándose desde el siglo XVIII macho al par que se toca con la mano izquierda y hembra al par que se lleva en la derecha. Algunas, por sus grandes dimensiones, se tocan sosteniéndolas bajo la cavidad de la mano; generalmente, sin embargo, se atan al dedo corazón o al pulgar. Casi siempre fue instrumento utilizado por danzantes, fuera en los bailes del medio rural fuera para las danzas escénicas donde se solían llamar castañetas y, a partir del siglo XVIII, palillos.

No existen referencias documentales muy antiguas (las primitivas menciones se refieren más bien a tablillas que no van sujetas con cordel). A partir del Renacimiento adquieren gran importancia para acompañar rítmicamente los pasos de danza o de baile. En el siglo XVIII comienzan a publicarse tratados y métodos, llamados impropiamente crotalógicos (ya que los crótalos sólo estaban unidos por la presión de las manos), que estudian cómo perfeccionar su manejo, detallando y nombrando las partes de que consta. Los constructores rurales han creado a lo largo de los siglos una gran variedad de tipos, que suelen adornar con hermosos trabajos ornamentales hechos a punta de navaja.

La literatura aporta un amplísimo panorama descriptivo de cómo y para qué se utilizaba este instrumento, siendo usado muy especialmente por los danzantes en los bailes rituales o procesionales. En el cuadro adjunto de Bayeu, que se halla en el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, se puede ver una danza de hombres a cuatro, al estilo de las de palos, de valencianos, de huertanos, etc. que solían salir el día del Corpus acompañando a la procesión por las calles de las ciudades y pueblos españoles.


PANDERETA

Podría definirse este instrumento como unas sonajas con parche, es decir, un aro de madera de dos dedos de ancho sobre uno de cuyos lados va un parche y a lo largo de cuyo bastidor van insertadas unas rodajas de metal (rizado o alabeado) que chocan unas con otras. Se suele sostener con la mano izquierda, introduciendo el dedo pulgar en un agujero practicado en el bastidor de madera, y golpearse el parche con la mano derecha cerrada o haciendo resbalar los dedos pulgar, índice y corazón por la piel. A veces lleva unos cascabeles o alguna campanilla para aumentar y dar contraste al sonido.

Aunque ya se observan representaciones de mujeres tocando un instrumento similar en la Edad Media, las primeras menciones literarias con el nombre específico de pandereta no aparecen hasta el siglo XIX. Por ellas se ve que las cantadoras rurales y los estudiantes eran los principales depositarios de una larga tradición que ha llegado hasta nuestros días. Durante el siglo XIX era costumbre muy extendida, tanto en el medio rural como en el urbano, la de adornar los parches con pinturas y algunos grandes artistas llegaron a realizar al óleo hermosas decoraciones.

La Biblia, en el capítulo XV del Exodo, habla del cántico que entona Myriam o María, la hermana de Moisés y Aarón, para alabar a Dios porque defendió al pueblo de Israel de la caballería egipcia; toma en sus manos un tímpano o pandereta y, seguida por un coro, emprende una procesión. La escena ha sido representada multitud de veces en la pintura y escultura. Con el mismo nombre latino de timpanum aparece una pandereta en un tratado holandés de comienzos del siglo XIV. De esa época es también el salterio inglés donde aparece la letra capitular adjunta en la que se puede ver un grupo de músicos haciendo sonar diferentes instrumentos entre los cuales está la pandereta. Hasta el siglo XIX, como se ha dicho, se llama genéricamente pandero a cualquier instrumento de percusión, con una o dos membranas sobre un bastidor redondo o cuadrado, ya tenga sonajas o no.

ACORDEÓN

Un fuelle colocado entre dos cajas herméticas y accionado constantemente por el ejecutante lleva el aire a unas lengüetas interiores que vibran. A ambos lados del instrumento hay botones: los que corresponden a la mano derecha hacen la melodía, mientras que los de la izquierda tocan acordes de acompañamiento. A este tipo de acordeón se le denominó diatónico porque abriendo el fuelle sólo daba las notas de una escala diatónica; la escala cromática se conseguía abriendo y cerrando y combinando adecuadamente los botones.

El alemán Christian F.Ludwig Buschmann patentó en 1821 un instrumento de viento con fuelle y botones al que llamó handaeolina. El nombre de acordeón lo patentó en 1829 Cirilo Demian, armenio que vivía en Viena, quien añadió unos botones para la mano izquierda con acordes que servían de acompañamiento. Charles Buffet comenzó a construir acordeones en 1830 y casi al mismo tiempo lo hacen los franceses Fourneaux y Bousson, siendo éste el creador del acordeón piano, en el que la hilera de botones de la mano derecha se sustituía por un teclado de tres octavas.

El instrumento de botones se comenzó a fabricar en España a comienzos de los años 40 del siglo XIX, destacando marcas nacionales como El Cid junto a otras extranjeras (la alemana Invencible –que se puede observar en el grabado adjunto- o las italianas que procedían de Castelfidardo). Debido a esta proliferación, muy pronto aparecieron también métodos para aprender a tocarlo, donde se incluían melodías de época para atraer a los músicos con un repertorio que reunía temas clásicos de ópera o zarzuela al lado de mazurcas, polcas y valses de moda en aquellos momentos en los salones de baile. Entre esos métodos destaca el de Emilio Yebra y Piqué, publicado en 1865 por A. Romero pero grabado e impreso en Alemania (C. G. Röder). En él su autor indica que ha pretendido cubrir un vacío escribiendo un tratado “que sirva para conocer y aprender el uso de todos los acordeones, principalmente en los diferentes sistemas alemanes, que son los más usados, desde el más modesto de un teclado hasta el más difícil y complicado acordeón cromático”.

CUERNO DE CABRA

Tras haber extraído el tuétano de un cuerno de cabra, se le da un corte en la punta que después se rellenará parcialmente con cera para permitir que pase el aire a través de él. A un centímetro y medio de ese corte se hace otra incisión oblicua que deje al aire el tubo interior y que permita crear un bisel sobre el que chocará el soplo de aire que enviemos a través del corte anterior. A lo largo de la parte plana del cuerno se practican tres agujeros que son los que producirán la escala pentatónica, habitualmente entre DO y LA.

Muchos códices y pinturas medievales muestran a diferentes personajes (generalmente ángeles, pastores y cazadores) tocando un cuerno de buey sin agujeros (sólo la embocadura y el orificio de salida del aire) que sujetan con una sola mano. En ese tipo de bocina el órgano sonoro era la boquilla formada al hacer un corte en la parte más estrecha del cuerno, mientras que en el cuerno de cabra el órgano sonoro era la embocadura con el bisel. Algunas ilustraciones medievales, sin embargo, sí parecen ofrecer también el instrumento dotado de agujeros para modificar con los dedos el sonido; en esos casos el músico aparece sujetando la pieza con las dos manos, una de las cuales acciona sobre dichos agujeros, como se puede observar en la ilustración tomada de un códice del siglo XI que está en la Biblioteca Nacional de París.

Un grabado de 1879 de Federico Guisasola representando a un pastor de Fonsagrada (Lugo) tocando este instrumento, es la prueba iconográfica de su existencia en España hasta el siglo XIX, existencia que fue general en toda la cornisa cantábrica (Galicia, Asturias, Santander, etc) y de su adscripción rústica, especialmente pastoril. El tamaño varía poco entre las diferentes piezas encontradas, sucediendo, lo mismo, por tanto, con la afinación.


ESQUILA

Campana de pequeño tamaño que a veces disponía de un mango, de madera o metal, para ser utilizada. Sobre el vaso aparecen frecuentemente inscripciones relativas al uso o al lugar donde fue fundida o a quien la ordenó fundir (son famosas en ese sentido las fabricadas en Malinas, Bélgica, en el siglo XVI). Tiene un pequeño badajo y una forma muy similar a la de su hermana mayor aunque el material que se utiliza para su construcción no sea necesariamente el bronce.

En la Edad Media la usaban juglares y buhoneros aunque también se utilizaba, con un sentido militar, para dar avisos desde las torres, según aparece en el Poema del Cid: “Violo el atalaya e tanxo el esquila”. En la Vida de San Millán se narra, casi al final del libro, un milagro o “vertut grant e maravillosa” que hacían dos campanillas colgadas sobre el altar y que sonaban solas cada vez que sucedía “alguna brava cosa” o moría un personaje o se acercaba algún peligro.

Este tipo de campanas se generalizó con el uso de las de torre o espadaña y tuvo, a lo largo de la historia, varias funciones: Las cofradías solían tener una para que el muñidor avisara al resto de los hermanos de algún acto o bien pidiera por las calles para obtener limosna; algunas cofradías como las de san Antón , el Santísimo o Santiago mandaban fundir pequeñas campanillas con su símbolo para venderlas y obtener así recursos. Otro uso era civil: a los ladrones menores de edad se les paseaba por las calles con una argolla al cuello, de la que colgaba una campanilla, que, con el movimiento del reo, iba avisando y al mismo tiempo avergonzando a su portador para que no volviera a delinquir. También los reos de muerte subían al patíbulo precedidos por el toque de una esquila.


CARRACA DE DOS LENGÜETAS

En el centro de una caja de madera alargada, abierta por arriba y por abajo, se inserta un eje dotado de una manivela con pomo, que va a mover a una rueda dentada. A un lado y a otro de esa rueda, en sentido longitudinal a la caja y dentro de ella, se alinean dos lengüetas, enfrentadas por su parte más estrecha a la rueda que inciden sobre ella y que van a producir un tableteo al ser elevadas por cada uno de los picos de la rueda y depositadas en la base del siguiente diente.

El ser habitualmente ebanistas o carreteros –artesanos rurales- quienes se encargaron de fabricar las carracas en sus ratos libres, hizo que la variedad de formas y modelos se multiplicase al aplicar en las piezas construidas el ingenio o el capricho. Hoy día todavía se pueden ver algunas con forma de violín, de avión, de guitarra, etc. El niño representado por Arnoldo de Westerhout en el libro de Philippo Bonanni Gabinetto Armonico (1723), sujeta con una mano uno de los modelos más comunes con mango mientras con la otra sostiene un mazo de los llamados “matajudíos”, para llevar a las Tinieblas de la Semana Santa.

El hecho de que no aparezcan apenas testimonios iconográficos ni literarios hasta el siglo XVI, no quiere decir que sea esa la época de su origen. Si Brueghel pone carracas y matracas en manos de niños, que suelen ser el último eslabón en la cadena evolutiva de entrega de las expresiones populares, quiere decir que esos instrumentos ya habían pasado por una larga historia. Su uso en los monasterios durante la Edad Media con el nombre de "crepitaculum ligneum" (crepitador de madera) para dar las horas o para tocar determinados avisos está comprobado, aunque su gran popularidad llegase más tarde, según se ha dicho.

BANDURRIA

Instrumento dotado de una caja acústica plana, en forma de pera, un mástil y una cabeza en la que va un clavijero con doce cuerdas metálicas agrupadas en seis órdenes. El diapasón que va a lo largo del mástil tiene habitualmente 14 trastes. El intérprete pulsa las cuerdas con un plectro o púa casi siempre entre la boca o tarraja (abertura de forma circular u oblonga practicada en la tapa superior) y el puente. Este está situado entre la boca y el cordal y sobre él reposan las cuerdas en la parte inferior, haciéndolo sobre la cejuela en la superior para repartir la tensión.

En el siglo XVI se designaba con el mismo término a una pequeña guitarra de tres órdenes, aunque nada tuviese que ver con el instrumento que ahora conocemos ya que aquel otro tenía los trastes movibles, sólo tres cuerdas y forma de guitarrilla. Juan Bermudo, el autor de la Declaración de instrumentos musicales (1555), refiriéndose precisamente a ese instrumento, decía que si se juntaran dos bandurrias afinadas una en grave y otra en agudo se podrían tocar obras de ámbito más extenso, haciendo referencia a las pocas notas que podía alcanzar aquella primitiva bandurria. Poco después confiesa que ya han llegado de Indias bandurrias de cinco cuerdas, no se sabe si refiriéndose al mismo instrumento anterior con mayor número de cuerdas o al nuevo instrumento al que se le aplicarían el nombre y la forma definitivos.

El instrumento que hoy conocemos con el nombre de bandurria se consolida definitivamente en el siglo XVIII. Los primeros métodos empiezan a aparecer a mediados de ese siglo (Minguet y Sotos) y siguen en el XIX (Tomás Damas, José de Campo, Manuel P. García y Matías de Jorge). En ese período la bandurria se conoce por lo general como instrumento estudiantil y de ronda –“la mandolina española”, lo llama el Barón Davillier en su Viaje por España- pero también llega a ser considerado instrumento de concierto debiendo su auge a notables intérpretes que transcriben obras para él. La necesidad de combinar para tales obras voces y timbres diversos aconseja, finalmente, crear conjuntos, denominados generalmente “ de pulso y púa” capaces de tener un amplísimo repertorio.

CÍTARA

Instrumento formado por una caja armónica plana, de forma trapezoidal, sobre la que van extendidas al menos 15 cuerdas (dos octavas) que dan una escala diatónica. Las cuerdas suelen ser de metal y cada una de ellas está anclada en uno de sus extremos a una clavija que sirve para afinarlas. Se toca sobre las rodillas o en una mesa, donde el ejecutante puede observar mejor las cuerdas que pulsa con los dedos o con púa. Durante el siglo pasado se patentó un modelo llamado citarina que se hizo muy popular y del que cualquier persona con cierta habilidad podía hacer una reproducción. Para ese modelo se crearon partituras que se introducían entre las cuerdas y la caja, facilitando al músico, por medio de una puntuación, la ejecución de la melodía.

Este tipo de instrumento tiene mucho que ver con el qanum oriental, descrito ya en el siglo X, que procedería a su vez de otro instrumento griego llamado kanôn. Esta denominación hizo que en la España medieval se le denominara canno o caño (véanse algunas obras del Arcipreste de Hita) y provocó que algunos estudiosos -como Esteban de Terreros (siglo XVIII) o Felipe Pedrell (siglos XIX-XX)- al explicar el instrumento mencionado por Juan Ruiz, interpretaran que era una flauta (caña) o un órgano antiguo (de caños).

En las Cantigas de Santa María (siglo XIII) aparecen dos músicos tocando cada uno de ellos un medio canon de diez cuerdas, muy similar al instrumento que hoy se conoce como cítara o citarina. La sencillez de su construcción y de su manejo jugaron en favor de su popularidad, aunque no tanto a la hora de aparecer en tratados junto a instrumentos sofisticados o procedentes de talleres de lutería. Todavía hay muchos países donde este tipo de cítara es popular (recuérdese el kantele finlandés, por ejemplo) y otros donde ha recibido un tratamiento más complicado (la cítara de concierto de tipo austríaco o el autoharpa fabricado en los Estados Unidos).

MATRACA DE CUATRO ALDABAS

Sobre cada una de las bases de una tabla gruesa, y aproximadamente en el centro de las mismas, se clavan dos tiradores de cajón, de hierro, cuyos ejes les permiten girar hacia un extremo y otro de la tabla. Allí donde alcanza la parte más gruesa del tirador, se colocan cuatro clavos (dos en un extremo y dos en el otro) donde golpeará dicho tirador cuando la tabla sea movida por el ejecutante. Éste sujeta esa tabla con la mano por medio de una abertura en forma de asa, practicada en la misma madera, que le permite hacerla girar ciento ochenta grados hacia un lado y hacia otro.

Instrumentos similares a la matraca fueron utilizados por el pueblo hebreo en las fiestas de Purim con el sentido de alejar o conjurar malos espíritus con el efecto del ruido. La Iglesia permitió usarlos también con finalidad similar (asustar a Judas o “matar judíos” se llamaba al momento más estruendoso de la ceremonia de las Tinieblas con que se conmemoraba la muerte de Jesús). Al propio tiempo, los monasterios, conventos y templos solían tener siempre algún instrumento de este tipo (semanterio o simandrón), bien para dar las horas o avisar a los oficios, bien para sustituir a las campanas durante el tiempo en que éstas permanecían mudas durante la Semana Santa.

Que la matraca fue un instrumento muy popular lo demuestra el hecho de aparecer como pieza antigua en muchos tratados sin ser propiamente un instrumento musical (al menos no hacía melodía, sino ruido). Lo podemos ver en el Gabinetto Armonico de Filippo Bonanni (1723), lo cual quiere decir que pertenecería al conjunto de instrumentos que recogió en el siglo XVII Athanasius Kircher para su Museo en el Colegio Romano. También aparece en una de las láminas de la Enciclopedia francesa (1785), bajo el nombre de sementerion. La expresión española “dar la matraca” puede provenir de lo molesto que resultaba escuchar durante mucho tiempo el instrumento, pero ya Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana dice que en Salamanca llamaban dar matraca a las burlas que se hacían de palabra a los estudiantes novatos.

BOMBO

Bastidor cilíndrico de madera o metal con dos parches en sus extremos. Su tamaño oscila según las épocas, pero lo normal está entre 50 y 60 cms. de diámetro y unos 25 a 30 de altura. Como en el caso de otros tambores, desde el siglo XVIII las palomillas metálicas vinieron a sustituir a los tirantes de cuerda y cuero. Se golpea, generalmente, en uno de los parches con una maza recubierta de piel, sujetándose el instrumento con una correa y un tahalí de modo que los parches queden verticales al suelo. Algunos combinaban el sonido del parche con el de unos platillos que iban sobre la parte superior del bastidor. Los golpes de acompañamiento suelen coincidir con las partes fuertes del compás.

Una de las primeras representaciones iconográficas de un pequeño bombo se puede admirar en el pórtico de piedra policromada de la Colegiata de Toro (Zamora). En él, uno de los reyes músicos sostiene, verticalmente y frente a sí, un instrumento de doble parche colgado del cuello, mientras golpea las pieles de ambos lados con dos mazas.

El instrumento seguramente llegó tardíamente a la música tradicional a través de la militar, pasando de ésta a las bandas o agrupaciones civiles que tanto proliferaron en España durante el siglo XIX y a comienzos del XX. Pudo tener su primer origen en la música turca militar, interpretada con instrumentos estruendosos entre los que estaban grandes tambores. A partir del siglo XVIII, por moda, muchas bandas militares europeas comenzaron a imitar a las otomanas, convirtiéndose el bombo de este modo en instrumento imprescindible para esas formaciones e incorporándose después a la música sinfónica.

CAJA

Cilindro de madera o metal cuyas bocas están recubiertas por parches de piel. Uno de esos parches (el inferior) tiene unos bordones o cuerdas (de metal o tripa) que recorren diametralmente la piel de un lado al otro del aro, sujetos entre una pieza fija y una palomilla que sirve para tensarlos. También con palomillas y varillas -entre cinco y ocho- se tensan los parches (anteriormente se hacía con cuerdas) apretando los hierros o las maderas que los abrazan. El parche mide entre 30 y 35 cms. de diámetro, variando la altura del cilindro entre 8 y 15 cms. La piel se golpea con dos baquetas y el instrumento se lleva colgado a la cintura con un cinto, inclinándolo ligeramente para facilitar la percusión.

La caja, de mayor o menor tamaño, aparece casi siempre unida a la música militar. Ya desde la Orquesografía de Thoinot Arbeau (siglo XVI) se dan diferentes ritmos para perfeccionar las evoluciones en la marcha de los soldados. Este tipo de instrumento se solía denominar "tambor de lado", pues los ejecutantes lo llevaban a un costado para que no les estorbara al caminar. Su tamaño se fue reduciendo y, a partir del siglo XVIII, también entra en la composición de la orquesta. Durante el XIX se utiliza mucho en las bandas militares y, a partir del XX, entra a formar parte de las baterías utilizadas para el Jazz y la música popular.

Esa caja, de tamaño más pequeño que el side drum o tambor de lado, se denominó caja viva, caja clara o caja militar y, aunque se fabricaba en España, seguía el sistema prusiano, con varillas para templar y aros reforzados. En el parche inferior y a lo largo de la piel extendida iban dos bordones que daban al sonido un característico tableteo. En la milicia, destemplar los parches de las cajas era sinónimo de luto, aunque también se utilizaba para acompañar actos tristes, como expulsar del regimiento a quien hubiese cometido una falta grave, lo cual se hacía “con cajas destempladas”. Algunos pregoneros, para llamar la atención del vecindario, utilizaban instrumentos como bocina, tambor o caja, según se puede observar en el grabado del siglo XIX de Fernando Alberti que se ofrece.

CAMPANA
Instrumento de metal en forma de vaso invertido, dentro del cual hay una barra de hierro o badajo acabada en una bola a cuyo extremo se ata una cuerda, de modo que permita llevar esa barra desde el centro, de donde pende, hasta los bordes inferiores del vaso. A veces se utiliza un contrapeso llamado maza o melena para que la campana gire o voltee. Los dos tipos más frecuentes en cuanto a la morfología son el llamado romano o de hombro ancho, que se suele utilizar para las campanas más grandes, y el de tipo esquilón o de hombro estrecho.

Aunque la campana de torre se conoce en Europa desde los primeros siglos de nuestra Era, no aparecen estudios sobre ella hasta el siglo XI en que un monje llamado Telonius escribe un tratado sobre los metales. Muchos autores coinciden en que el Papa Sabiniano fue quien generalizó su uso en los templos, pero otros opinan que ya san Paulino de Nola las había utilizado desde el siglo VI. La forma actual se va imponiendo a partir de la Edad Media y sus constructores pasan, de ser nómadas hasta el siglo XVIII, a establecerse y crear industrias, muchas de las cuales han llegado a nuestros días.

Una de las primeras representaciones españolas de campanas de torre se puede contemplar en el Beato de Tabarra, que está en el Archivo Histórico Nacional. En esa ilustración aparecen dos campanas de perfil antiguo (en forma de colmena redondeada), que están siendo accionadas por un campanero mediante unas sogas que llegan hasta el nivel del suelo en el que se encuentra. La misma escena, aunque representada con más realismo, se puede ver también en las Cantigas de Santa María. La Iglesia comparó el sonido de la campana con la voz de Dios, lo cual llevó a que, en los días cruciales de la Semana Santa, se prohibiera su uso, pues Cristo estaba muerto (mudo) y sus ministros (los apóstoles) atemorizados y dispersos. En su lugar, sonaban las matracas de torre, que servían para dar avisos civiles y eclesiásticos.

CASTRAPUERCAS

Pieza plana de madera de forma trapezoidal, en uno de cuyos extremos se practica un número determinado de orificios que, aprovechando la inclinación del otro lado, van formando una escala diatónica de mayor a menor. En el extremo del lado más largo, el que no va perforado, se suele tallar un motivo ornamental (generalmente una cabeza de caballo) que sirve al mismo tiempo para adaptar mejor el instrumento a la mano izquierda que lo sujeta. Quien lo toca, suele sostenerlo situando a la derecha las notas más agudas, es decir la parte más corta del instrumento y, oprimiéndolo sobre el labio inferior, procura que el soplo incida oblicuamente sobre los orificios haciendo que vibre la columna de aire que está en su interior.

La mitología griega cuenta que el dios Pan, protector de los pastores y rebaños, persiguiendo un día a la ninfa Sirinx que se había escondido de su acoso en un cañaveral, cortó unas cañas de distintos tamaños y formó una flauta que llamó siringa. Aunque en las primeras representaciones iconográficas suelen aparecer seis o siete tubos, los instrumentos actuales tienen doce o trece y en ocasiones más. En España era instrumento común entre los capadores de cerdos que iban de pueblo en pueblo, avisando de su llegada a quien quisiese contratarles por medio de determinadas melodías que interpretaban en su capapuercas. En tiempos recientes, también los afiladores y los componedores de paraguas lo usaron.

Estos afiladores no siempre procedieron de Galicia. Hasta la Guerra de la Independencia fueron generalmente franceses quienes se encargaron de ir vendiendo por ciudades y pueblos de España cuchillos y tijeras (alfileres también), que luego otros compatriotas pasaban a afilar. Quevedo se pregunta en alguna de sus obras si esas personas no serían espías, sospecha que aumenta en épocas de confrontación como la que hemos mencionado, cuando todo el país se alzó en armas contra la invasión napoleónica.


GINEBRA

Es un instrumento formado por una serie de ocho a catorce huesos de cordero, enlazados en sus extremos por un cordel o un alambre, que se cuelgan al cuello o se colocan sobre el pecho, en forma de escalera. Con un palo o una castañuela sujeta con la mano derecha, se va rascando arriba y abajo de esa escalera, produciendo el ritmo deseado. En algunos lugares se hace de madera o de cañas (este último se denomina en Tierra de Campos escalinata) pero normalmente se hace de huesos, lo que motiva que en muchas regiones donde se toca se le conozca como huesera o bandurria de huesos (Cataluña)

Aunque pudiera pensarse que este instrumento es una degeneración de un tipo de xilófono que al cambiar de materiales perdió la posibilidad de obtener notas de diferente altura, parece obvio, sin embargo, que se trata simplemente de un rascador, similar a los que se construían en civilizaciones primitivas haciendo muescas en huesos de grandes animales.

La primera mención conocida de la palabra ginebra la hace el vallisoletano Gabriel del Corral en su obra La Cintia de Aranjuez (1629). Diego de Colmenares en la Historia de Segovia (1636) también describe el instrumento dentro de una procesión cívica y Vélez de Guevara en El diablo cojuelo trae a colación la ginebra mezclada con castrapuercas, cascabeles, cencerros y gaitas zamoranas, pintadas a la puerta de una casa de locos. En Francia, España y Portugal se aplica ese mismo término de ginebra, lo que hace pensar en un origen etimológico común que bien podría ser la palabra francesa genèvre = ruido. En unos villancicos de la Catedral de Málaga (1751) se habla de genebras y genebreras, lo que abundaría en esa misma teoría.


PALILLOS

Son dos tablillas iguales (no más largas de una cuarta ni más anchas de dos pulgadas) que, colocadas entre los dedos y chocadas entre sí, producen un tableteo para acompañar cualquier tipo de ritmo. Tienen formas y figuras distintas según la tradición de cada lugar o el capricho del fabricante, aunque suelen predominar las antropomorfas. A veces se utilizaban hasta tres en cada mano para dar más fuerza al repiqueteo. Palillos se llama a los que están hechos de madera y tarrañuelas, tarreñas, tejuelas o tejoletas a los que están construidos en barro cocido o en loza.

Muchos pueblos (egipcios, griegos, hebreos)utilizaron ya, según demuestra la iconografía, algún tipo de instrumento similar para producir sonidos rítmicos. En bastantes casos se trataba de grandes crótalos de madera o marfil que no se colocaban entre los dedos sino que parecían sustituir a las manos para palmear con más ruido (de hecho, algunas piezas encontradas en excavaciones arqueológicas de Egipto o Israel tienen la forma de brazos con unas manos talladas en uno de los extremos) sobre todo en procesiones al aire libre.

En las cantigas de Alfonso X se puede ver a un alboguero acompañado por un músico que toca los palillos (dos en cada una de las manos). El grabado del siglo XVIII que mostramos representa a una pareja de músicos ambulantes tocando un violín rústico y unos palillos. El uso de palillos y tejoletas por parte de vagabundos y gente del hampa (tejuelas picareras, se les llamó a veces) ya está atestiguado por Cervantes en alguna de sus obras como Rinconete y Cortadillo y el Coloquio de los perros.

PANDERO CUADRADO

Instrumento formado por un bastidor cuadrado de madera de unos 5 cms. de ancho, recubierto totalmente de piel y en cuyo interior van varias cuerdas de tripa, tensadas de lado a lado, de las que cuelgan cascabeles. En casi toda España se suele tocar apoyado entre los dedos pulgar e índice de ambas manos, dejando libres los demás dedos para tamborilear sobre el parche el ritmo deseado. En Peñaparda (Salamanca), las intérpretes (normalmente son mujeres) colocan el bastidor del pandero en la rodilla izquierda –elevada sobre un escabel- y, sujetándolo con una cinta de cuero al dedo pulgar de la mano izquierda, aprovechan los dedos de esa mima mano para golpear un lado, mientras con una baqueta actúan sobre el otro parche haciendo contrapuntos rítmicos.

Un pandero cuadrado y de colgar dibuja Michael Praetorius en su Sintagma Musicum (lámina XXX), definiéndolo como “pandero moscovita”. En España el pandero cuadrado tiene su máximo esplendor a finales de la Edad Media y comienzos del Renacimiento. Tanto es así, que algunos grabados muestran el baile de nuestro país acompañado exclusivamente por este instrumento, siempre en manos de una mujer al estilo de como se hace hoy todavía en Asturias, Galicia o León. Ejemplo claro es el dibujo que aparece en el códice Madrazo-Daza que mostramos.

En Portugal todavía se conserva, con el nombre árabe de adufe (duff parece que es onomatopeya del golpe sobre la piel y tiene raíz semítica) un instrumento idéntico en construcción y ejecución; también en Cataluña se le llegó a denominar aldufe. Casi todas las menciones literarias le identifican con el medio rural y lo hacen acompañar bailes de aldea.


TAMBORIL

Instrumento compuesto por un cilindro de madera de hasta 50 cms. de altura, recubierto por ambas bocas con parches de pergamino de 25 a 30 cms. de diámetro, que se tensan con cuerdas y tirantes de cuero. Se toca generalmente colgado del brazo izquierdo (el mismo que sostiene la flauta de tres agujeros con la que se combina) y con una sola baqueta empuñada por la mano derecha. En el parche inferior, que no se toca, se suele colocar algún bordón o cuerda que roza superficialmente la piel y vibra con ella.

Toda la iconografía de este instrumento desde la Edad Media -aparece ya en las Cantigas de Santa María- muestra al tamboril y a la flauta de tres agujeros unidos, tanto en la corte como en la aldea. Aunque el tamaño varía y va desde atabalillos a tambores de considerable tamaño, la colocación y ejecución del intérprete parecen similares siempre. Si bien no puede asegurarse que su origen sea militar, tuvo mucha relación con actividades marciales por resultar su sonido enardecedor para los soldados. En España desde muy temprano aparece unido también a bailes y celebraciones rústicas según refleja un antiguo refrán: "La olla sin cebolla es como boda sin tamboril".

Algunos tamborileros construían y decoraban su tamboril, incluyendo en la baqueta con que lo golpeaban o en el cilindro, expresiones talladas o pintadas del tipo “Viva mi dueño”, “Me hizo Fulano de Tal” o “Es de Mengano...”. La decoración solía reunir los clásicos elementos como cruces, peces, pájaros o el árbol de la vida, según muestra el tamboril de nuestro Museo decorado por su propietario José Ramón Cid Cebrián, de Ciudad Rodrigo (Salamanca).

ARMONIO

En una caja cuyo tamaño varía aunque sin superar nunca el del piano vertical, hay, dentro de una abertura practicada en la parte frontal inferior, dos pedales que el ejecutante debe oprimir alternativamente con los pies. Esos pedales abren y cierran un fuelle que lleva aire a una caja interior o secreto. Por medio de teclas conectadas a un mecanismo el ejecutante puede tocar notas o acordes -con la posibilidad de modificar su sonido por medio de registros- que se producen por la vibración de las lengüetas correspondientes sobre las que pasa el aire almacenado en el secreto.

El teclado de este armonio tiene separadas las partes para cada mano formando dos cuadrados de 7 x 6 notas de lado entre las cuales van los semitonos. Para la mano derecha, el sentido de la escala, en horizontal, va de izquierda a derecha, de DO a SI; en la izquierda sucede lo mismo pero de derecha a izquierda. La tercera hilera horizontal desde arriba, da la octava fundamental y las dos siguientes hacia arriba dos octavas superiores. Hacia abajo, a partir de la tercera hilera hay una octava baja, una alta sobre la fundamental y la última abre todas las octavas de la nota correspondiente, que suenan al tiempo.

Este tipo de órganos reducidos, aunque ya existiera anteriormente en diferentes formas, fue patentado en 1842 en París por Alexandre François Debain. Desde 1834 este constructor de pianos se había establecido por cuenta propia y entre esa fecha y 1851 inventó el armonio, el antifonel y el armonicordio. El instrumento de esta colección fue fabricado en Medina de Pomar (Burgos) por el fraile Jesús Domínguez, quien patentó el teclado a principios de nuestro siglo con el nombre de "Divina Pastora".Por la peculiaridad de ese teclado, porque está pensado para tocarse de pie y por algún otro detalle, puede considerarse al instrumento como una pieza única.