Joaquín Díaz

RAMIRO RUIZ MEDRANO


RAMIRO RUIZ MEDRANO

Texto para un homenaje

07-06-2011



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Cuenta Ramiro Ruiz Medrano que la afición al folklore le viene de sus años juveniles, cuando formó un grupo con José Miguel Frechilla y otros amigos y se presentaron a un concurso que había organizado yo en Valladolid con motivo de la II Bienal Internacional del Sonido. José Miguel no pudo finalmente formar parte del grupo, ya que su padre –el eminente pianista Miguel Frechilla- había sido designado miembro del jurado que iba a calificar la muestra. Parece que fue ésa la primera ocasión en que nos conocimos y, aunque no se llevaran el premio, al menos cumplieron y lo pasaron muy bien cantando “Serrana mía”, un tema que había puesto de moda por aquellas épocas el “Nuevo Mester de Juglaría”. Mi primer recuerdo de Ramiro, sin embargo, procede de un acto en el Hotel Felipe IV en el que coincidimos. Allí tenía lugar un homenaje a un amigo común, el profesor Santiago de los Mozos, a quien ambos admirábamos y a quien fuimos a acompañar en uno de aquellos múltiples eventos culturales que se organizaban en el Valladolid de los años 80 del pasado siglo. Estuvimos charlando un buen rato acerca de la facilidad de palabra del homenajeado y de la admiración que despertaban personas como él, que encontraban con tan pasmosa seguridad ante la audiencia la palabra justa. Ya le rondaban a Ramiro las ideas de dedicarse en cuerpo y alma a la política y tardó poco en presentarse a la alcaldía de Renedo de Esgueva donde obtuvo su primer triunfo. A partir de ese momento, y tras su incorporación a la vida pública, tuve muchas ocasiones de afianzar la amistad y el respeto hacia una persona discreta y conciliadora que siempre se mostró receptiva a los proyectos y propuestas que poco a poco le fui presentando. Ya como Presidente de la Diputación y por tanto Presidente de la Fundación tuvo en todo momento palabras de aliento hacia el trabajo que habíamos venido realizando en el área del patrimonio cultural y en particular en el medio rural de la provincia. Sus consejos y sugerencias en las Juntas de Patronos fueron aceptados habitualmente como un vector de equilibrio y sus apreciaciones acerca de nuestras actividades se consideraron, a lo largo de todos los años en que nos presidió, como contribuciones juiciosas y ponderadas. En lo personal, tengo que agradecerle su amistad reconfortante y sensata. A ese respecto recordaré las palabras de Séneca cuando escribía en su obra De la brevedad de la vida: “Nada nos parece tan delicioso como una amistad segura y leal”. Así lo he sentido yo y en la misma medida le he correspondido durante el largo período en que ha estado al frente de nuestra Fundación.
Seremos muchos también los que consideremos su paso por la Diputación como una etapa muy positiva e importante para la Institución y para la provincia, siendo la conciliación, la concordia y la defensa de lo patrimonial valores permanentes y primordiales aportados por su manera de ver la política y la cultura. Gracias, Ramiro.