Joaquín Díaz

SEMANA SANTA


SEMANA SANTA

Para un libro De Santiago Bellido sobre Semana Santa

02-03-2016



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A cualquier persona que haya contemplado alguno de los yacentes de Gregorio Fernández le asaltará probablemente la duda de cuál sería el modelo que Fernández tenía y recreó en su mente para plasmar su obra. Acaso un modelo medieval y seguramente usado para integrarse en una representación ritual, ya que hay que recordar que algunas tallas tenían una especie de cajón a la altura del corazón que servía de viril para contener las sagradas formas en Semana Santa, haciendo las veces de sagrario y formando por tanto parte de una liturgia y de un sentido de luto y de dolor en el que hasta la madera parecía contribuir al misterio de la muerte y de la vida.
Existe una relación entre la palabra latina monumentum o sea sepulcro, y los monumentos que concitaban el fervor y las visitas al templo en tantas y tantas Semanas Santas de antaño. ¿Quién no recuerda las telas negras o moradas que cubrían las imágenes de los retablos para centrar la mirada solamente en las de los pasos? ¿En qué fuentes bebieron Andrés de Solanes, Pedro de Ávila, Alonso de Rozas, Bernardo del Rincón para tallar los rostros exagerados y las expresiones de sus figuras, esas que tendrían que ser elevadas sobre un paso para distinguirlas de la gente de la calle y que hoy ha transcrito con original fidelidad Santiago Bellido? ¿Y de qué parte de la memoria visual extrajeron nuestros imagineros los símbolos que se representan en el descendimiento y que la Iglesia ha querido llamar Arma Christi? Todos esos símbolos constituyen un auténtico patrimonio común que nos acompaña desde niños: el pelícano de la piedad hiriéndose el pecho para alimentar a sus crías, las tijeras o el cuchillo de la circuncisión, el tarro de ungüento de María Magdalena, la jofaina y la toalla con la que Cristo seca los pies de sus discípulos antes de la cena, el asno de Jerusalén que hoy llamamos borriquilla, las palmas, el pan, las uvas, las manos dispuestas para orar, las 30 monedas de la traición, el beso de Judas, el gallo, la corona de espinas, la caña como cetro infamante, el látigo de la flagelación, los clavos, el martillo, las tenazas, la escalera, la lanza de Longinos, los dados, la caña con vinagre en una esponja, la cruz, la higa de la burla, el velo del templo, el sepulcro, la copa de donde Cristo bebe en la última cena que después algunas leyendas piadosas colocan en manos de José de Arimatea para recoger la sangre del costado del Salvador y que finalmente origina la saga del Santo Grial…
Este libro -sugestivo y generoso en símbolos y signos-, contribuye a responder a algunos de los interrogantes que podrían suscitarse al revisar o reflexionar sobre la Semana Santa de Valladolid pero al mismo tiempo es una limpia invención que debemos al sentido artístico de Santiago Bellido y que sirve para recuperar nuestros propios recuerdos creando sobre ellos nuevas imágenes, siempre misteriosas, siempre evocadoras, siempre emocionantes.