Joaquín Díaz

LA LAGUNA NEGRA


LA LAGUNA NEGRA

Leyenda tradicional recreada

22-02-2000



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Ramón Menéndez Pidal recogió de la tradición oral el caso del
parto múltiple por maldición que ya había estudiado Menéndez
y Pelayo en su obra sobre el teatro de Lope de Vega. En Los
porceles de Murcia, Lope sigue una leyenda popular procedente de
aquella provincia pero de la que ya existían numerosas versiones
en el resto de la Península y en Europa. Una de ellas se aplicaba
a Diego Porcelos, undador de la ciudad de Burgos, de quien se
cuenta que fue parido junto con otros seis hermanos. Suelen los
romances y cuentos asegurar, que tantos hermanos sólo podían ser
el resultado de una maldición y achacan ésta a una pobre mujer
a quien la parida injuria previamente. Cuando se produce el
castigo —y seguimos a Menéndez Pidal en La leyenda de los
infantes de Lara— doña Alambra, que había insultado a una
vecina llamándola puerca, pare siete niños de los que guarda
solamente uno para criarlo. Por medio de una sirvienta manda tirar
al río el resto pero el padre lo descubre a tiempo y lo
evita. "Andados siete años, mandó un día el noble señor a su mujer
preparar un gran convite, porque iban a venir a su casa seis
príncipes y quería hacerles gran regalo. Puestos ya los manteles
y prevenido todo, hizo el padre sentar a la mesa a sus hijos, así
al que criaba la madre como a los otros seis que quiso
matar; todos estaban vestidos de un color y de una librea. Entonces
preguntó a doña Alambra: —¿Cuál es el hijo que tú criaste? La
malvada los miró a todos fijamente pero no supo distinguir el uno
del otro, y llena de vergúenza salíose de la sala del
convite, cogió su caballo y corriendo, desesperada, fue a arrojarse
a la laguna negra..."

Creo que la licencia tomada sobre el origen de la Laguna en
nuestro caso no desentona con otras leyendas similares que
circulan acerca de su génesis misteriosa.


LA LAGUNA NEGRA

Caballo y jinete trataron de evitar la inmensa grieta que dividía
el monte en dos mitades. Los cascos de la bestia buscaron
inútilmente el suelo y sus ojos asustados giraron hacia atrás
esperando una orden que no llegaba. Doña Lambra se abandonó, falta
de fuerzas ya, a su destino mientras desfilaba por su mente un
centonar de imágenes en veloz confusión: el rostro de la pobre de
quien se había burlado al salir de misa una mañana por tener
tantos hijos; -"de un padre sólo no pueden ser"—, se había
mofado, hiriendo el corazón de aquella madre...Después,la
maldición que sus sirvientes le contaron que había echado la
pobre despreciada, suplicando a Dios que diera a tal señora siete
hijos y no pudiera criarlos...Su largo embarazo y el parto de
siete pequeños varones. El temor y la vergúenza le impulsaron
a obrar de aquel modo. 0rdenó a su fiel Cipriana que arrojara a
los seis más débiles al río. ¿Quién iba a pensar que Cipriana no
había podido cumplir el mandato? ¿Cómo adivinar que el padre de
los recién nacidos llegara en aquel momento y que bajo pena de
muerte hubiese ordenado a la criada que no dijese que aquellos
hijos serían criados lejos del palacio?...Sólo cuando llegó la
esperada mayoría de edad de Diego, el hijo educado con
regalo, descubrió todo el engaño de su propio esposo y la cegó el
deshonor. A la mesa, esperándola, estaban siete fuertes mozos
igualmente vestidos, igualmente hermosos, desesperantemente
iguales...Fue entonces cuando salió, aterrorizada por el posible
castigo,y montó sobre el primer caballo que encontró en la
cuadra, comenzando a galopar sin rumbo, falta de juicio...
Le pareció de pronto como si la lengua ardiente de un animal
gigantesco lamiera sus vestidos antes de envolverla por completo
con su hálito. En ese momento doña Lambra comprendió que la muerte
se le acercaba y lanzó un horrible grito:
—¡Diooos!
Pero Dios no escuchaba y fue el demonio el encargado de volver
a unir las dos mitades de la tierra cerrando la hendidura y
sellándola con un lago de agua negra como la pez.