Joaquín Díaz

MAESTROS Y ESTILOS


MAESTROS Y ESTILOS

Para ser leído en la presentación del CD en la Diputación de Segovia

30-04-2015



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Hoy en día concebimos el patrimonio como algo que proviene del pasado y de cuya custodia y posible incremento se debe ocupar tanto el ser humano como el grupo social en el que está integrado. En ese sentido, deberíamos abogar por la existencia y conocimiento de una "cultura patrimonial", previa a cualquier intención científica que garantice su cuidado o estudio; esa "cultura patrimonial" vendría a ser la forma más adecuada de entender, cultivar y difundir todo orden de bienes heredados del pasado y entregados de forma natural a nuestro cuidado por la sociedad que nos precedió.
Uno de los objetivos a alcanzar en ese terreno debería ser el de crear en diferentes estratos de nuestra comunidad, especialmente en aquellos que puedan influir más positivamente en el campo de la docencia o que vayan a tener a su cargo en algún momento la protección y perfeccionamiento de nuestro patrimonio, crear, digo, una conciencia clara de que esos bienes son la base a partir de la cual cada uno de nosotros va a construir su propia identidad. Son el peldaño firme y seguro al que hemos de subir para acceder a un futuro sin lagunas en el que confluyan, comprendidas y asimiladas, todas las particularidades que nos distinguen como pueblo y que por tanto nos dan nombre y apellidos.
Ningún campo más a propósito para desarrollar esa tendencia y darle contenido que el de la antropología complementado con la etnografía: el ser humano y su entorno; las palabras que usa y las cosas que le acompañan y dan sentido a su vida. Cierto que el individuo de hoy podría prescindir de un tanto por ciento elevado de la información cultural que almacena su memoria sin que por ello se resintiera su vida personal o sin menoscabo de su actividad en la sociedad a la que está ligado, pero también es verdad que nunca el ser humano estuvo más lejos de la posibilidad de poseer una cultura propia, integrada en su misma existencia y necesaria para desarrollar su naturaleza y su idiosincrasia.
Cada vez es más preciso, por tanto, crear en su conciencia la exigencia de revisar y controlar de tiempo en tiempo los niveles de conocimientos tradicionales que puedan ofrecerle una vertiente funcional, aprovechable para el desarrollo de su mente y su creatividad. La pérdida de toda esa sabiduría "intermedia", que nos ha conducido progresivamente al tipo de sociedad que disfrutamos o padecemos el día de hoy, puede ser irreparable y regresiva. Dicha pérdida viene agravada por la involución que su proceso produce en la capacidad colectiva para descubrir, innovar, y a veces reformar, que siempre tuvo el individuo y singularizó sus formas de agruparse y crecer. Un tipo de cultura en el que apenas participe activamente el ser humano conduce a un desinterés por las funciones que caracterizan esa misma cultura y finalmente a un abandono de aquellas funciones con la consiguiente ausencia de determinados factores (llámense causas y efectos, costumbres y actitudes) que no eran ni inútiles ni gratuitos en el proceso de su instrucción y formación.
Todo este preámbulo viene como anillo al dedo esta mañana, en la que se presenta la segunda entrega de un material imprescindible para conocer la mentalidad musical de los segovianos. Gracias al Instituto Manuel González Herrero y a la Diputación de Segovia tenemos la oportunidad hoy de recordar estilos interpretativos que crearon escuela, que sirvieron para convertir lo característico en identitario. Confiamos en que la nueva entrega despierte el mismo interés que la anterior y sirva además para confirmar la importancia de la actividad musical segoviana en la península durante el último siglo, actividad en la que los músicos de estas tierras tuvieron un protagonismo que siempre se conoció, pero que ahora, afortunadamente, se reconoce y se valora mejor gracias a este libro CD. La fotografía que ilustra la portada no podría ser más adecuada, ya que reconoce la importancia social del músico y yo me atrevería a afirmar que también su imprescindible tarea ritual, casi sagrada, dentro de las ceremonias que anualmente daban sentido al calendario segoviano.