Joaquín Díaz

DIARIO DE URUEÑA


DIARIO DE URUEÑA

Diario de Urueña

09-01-1990



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9 de enero de 1990

Al fin en Urueña; tras innumerables días de visitas breves, tras tantos esfuerzos para poner en condiciones la casa de alquiler, ayer me quedé a dormir. No tuve ningún sueño especial, aunque recordé aquél en que, siempre con una agradable sensación llegaba a un pueblo después de subir una serie de
Cuestas (el pueblo se iba divisando a lo lejos cuando se superaba alguna de esas cuestas). Ese sueño y el de la ciudad amurallada y cerrada pero llena de frondosidad me entretuvieron un rato y me dieron motivo para reflexionar sobre dos recuerdos gratos.

Vino a verme el señor Leoncio que salió satisfecho de cómo había decorado la casa; me invite a dar una vuelta y salimos bien abrigados por la puerta de la villa; me sugirió que, los días que el viento viniese del norte, dirigiese mis pasos hacia la Anunciada, al abrigo de la muralla, mientras que los días restantes -particularmente en verano- podía dirigir mis pasos hacia "la
cueva". Observamos los lienzos de la muralla que habían sido restaurados en anteriores intervenciones y, a preguntas mías, me explicó dónde nacía "el caño", el manantial que con la lluvia de estos días pasados baja vertiginosamente hasta la ermita. Al llegar frente al "hueso" se refirióal "Hueso viejo", un poco más arriba de la ladera, del que aún se divisan las ruinas; después me contó concisanente la historia de su anterior dueño, padre de un varón y una henbra, que regaló la preciosa casa de labranza a los jesuitas al abrazar órdenes religiosas sus dos hijos; nadie vive allí ahora, pero los jesuitas lo utilizan como escuela y hay un cachicán.

Al llegar al "rótico" (así lo denomina Valeriana, una vecina) que parece va a ser respetado, contemplamos los pueblos extendidos por la llanura: Villardefrades, Villanueva de los Caballeros, Villagarcía de Campos, incluso Tordehumos (tarde huimos, como decía el señor Leoncio haciendo uso de una de esas etimologías populares tan expresivas); mencionó el pasadizo que unía los castillos de Urueña y Tordehumos y, al pasar por la barbacana,se lamentó de que no hubiese entrado en los planes de esta restauración, pues, según su parecer, corre peligro de caerse.

Al fin llegamos a la cueva que es un antiguo lagar con su correspondiente bodega; si alguien hubiese tenido dos dedos de frente hubiese puesto un mesón o un restaurante en ese punto: dominando la llanura y en un enplazamiento privilegiado por sus vistas.

Regresamos al pueblo por las eras hasta tomar la carretera de Villanueva; al llegar al chozo de adobe, tan característico de esta zona y tan hemoso, recordó que era donde almorzaban y cenaban los criados y que se guardaban allí algunos aperos. Entramos por la puerta del azogue y estuvimos contemplando, ya anochecido, "la huesera", el antiguo cementerio adosado a la iglesia por
su pared norte, que en la actualidad está arruinado. Al llegar a la plaza de la Villa nos despedimos amistosamente y regresé a casa. Aún tuve tiempo de trabajar en alguna cinta de los Ancares.
Después, a dormir. Creo que no va a ser muy costoso acostumbrarse otra vez al silencio y a la soledad;es más, creo que necesitaba esta situación después de una etapa tan desesperanzadora.