Joaquín Díaz

VUVUZELAS VS. CHIRIMÍAS


VUVUZELAS VS. CHIRIMÍAS

Una inoportuna algarabía

21-09-2012



-.-


La verdad es que no sé si convendría empezar este artículo explicando lo que significa su título: la vuvuzela es una trompa zulú, la abreviatura vs. significa versus (o sea “contra”) y la chirimía es un instrumento de viento de lengüeta muy usado en las capillas musicales durante el Renacimiento. Ambos instrumentos producen sonido, aunque la chirimía necesita –además del aire de unos buenos pulmones- una preparación, un aprendizaje, un esfuerzo, una sensibilidad y, sobre todo, una partitura.
En la inauguración del curso académico de las universidades de Castilla y León que tuvo lugar en la catedral de Palencia –para conmemorar la creación hace ocho siglos del Studium Generale en aquella ciudad- ambos instrumentos representaron sus papeles aunque la trompa zulú, también llamada “lepapata”, llevara las de ganar, porque mientras las chirimías se entretenían buscando las notas correspondientes de una marcha en honor de la comitiva académica, las vuvuzelas barritaban sus decibelios en un solo tono de protesta con evidente ventaja.
La batalla sonora quedaría en simple anécdota –una más en estos tiempos de violencia y enfrentamiento inútil- si no fuese porque detrás del estrépito parecían escucharse voces humanas. Voces que representaban a individuos y sus aspiraciones. Ojalá algún día puedan oírse sin ruido de fondo. Me quedaré con algunas de las frases inteligibles que me llegaron aunque me produjeran más inquietud que sosiego. Parece que la universidad deberá en los próximos años medir sus resultados –mejor dicho, su rentabilidad- y no sé si está preparada para ese examen. La sabiduría no es un crisol que convierta en oro los metales innobles. La sabiduría no se puede medir, porque rara vez habla y menos aún grita. La sabiduría edificó su casa en Palencia y Valladolid –antes de que existieran las hipotecas y por tanto el riesgo de perder suelo y techo- porque sospechaba que en la calle tenía poco que hacer y sus valores no se reconocerían fácilmente en el mercado. Acertó en eso y tampoco se equivocó al elegir como símbolo el árbol: es uno de los pocos seres de la naturaleza que muere de pie, orgullosamente, aunque le despojen de sus hojas, le desmochen o le arranquen a hachazos sus ramas.