Joaquín Díaz

Editorial


Editorial

Parpalacio

30-03-2002



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Los nombres de las calles de una población responden, habitualmente, a accidentes determinados por la propia topografía (costanilla= calle empinada), a hechos concretos que sucedieron allí (azogue= lugar en el que se celebraba el mercado diario), a gremios cuyos individuos se agruparon en casas aledañas (platerías= calle de los plateros, Oro= calle donde estaría establecido el lugar para realizar cambios comerciales, Tenerías= lugar donde estaban los curtidores) y, más recientemente, a la devoción o admiración que en el Municipio despertaran determinados personajes por sus obras o su valía (Miguel Iscar= Alcalde de Valladolid en el siglo XIX). Esta última costumbre, iniciada precisamente en ese siglo –siglo de guerras, héroes y antihéroes-, bien pronto se reveló poco adecuada pues obligaba a nombrar y renombrar con demasiada frecuencia las calles y avenidas cada vez que cambiaba el signo político en el poder o se quedaban anticuados los hechos de aquellos personajes. Recientemente, el Ayuntamiento de Urueña decidió, en un Pleno, devolver a las calles de la población los nombres antiguos con los que siempre se les conoció. Así, han vuelto a tomar su nombre medieval la Calle Real, de las Cuatro Esquinas, Plaza y Calle del Oro, sustituyendo, respectivamente a Generalísimo, Onésimo Redondo, General Mola y Jose Antonio.