Joaquín Díaz

Editorial


Editorial

Parpalacio

30-06-2002



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La palabra Almanaque sigue despertando todavía curiosidad entre los filólogos, que tratan de encontrar en ésta o aquella raíz su origen. Parece probable que el término manâh, signo del Zodíaco o lugar donde el sol descansaba doce veces a lo largo del año, fuese el étimo primero del cual derivarían luego las significaciones referentes al reloj de sol o a la climatología y su relación con la astronomía. Sea como fuere, los almanaques ibéricos comienzan a hacer fortuna en el siglo XV, con el primer Renacimiento, sobre todo a partir de la publicación en Portugal y España respectivamente de dos títulos debidos al judío Zacuto y al bachiller Hoces. La reforma del calendario por el papa Gregorio XIII se basó en el resultado de un concurso convocado por el mismo pontífice entre muchos astrónomos cristianos para rectificar los inconvenientes del calendario juliano. Las Tablas de epactas se aprobaron en 1582 y en ellas Aloigi Giglio, autor de dichos cálculos, presentaba un proyecto en el que combinaba el calendario solar con las revoluciones de la luna por medio de la epacta o edad de la luna al empezar el año.

Uno de los primeros sabios en percibir la importancia de ese cambio en el calendario fue el riosecano Rodrigo Zamorano, cosmógrafo de Felipe II, quien escribió una cronología o reportorio, resumen y actualización de todos los anteriores. En realidad el modelo de este útil libro, que pretendía ser un tratado abreviado de todas las ciencias e incluso hacer alguna incursión en el campo de la adivinación, venía a integrar en un solo volumen los “reportorios” (libros en que se hacía relación de sucesos históricos notables), los calendarios y lunarios (con los días del año uno por uno y sus fiestas más celebradas según las fases de la luna) y los pronósticos (con predicciones sobre el tiempo atmosférico y algún horóscopo). A partir del siglo XIX, con la apoteosis del Romanticismo y la proliferación de viajes pintorescos, los Almanaques añadieron a todos aquellos propósitos la nueva pretensión de servir de guía y proporcionar datos estadísticos sobre personas, lugares y monumentos.

La Fundación abre en la sala de exposiciones Mercedes Rueda, a partir de julio y hasta septiembre, una exposición sobre este tipo de publicaciones, con paneles explicativos y almanaques curiosos de siglos pasados. Cuenta para ello con la colaboración de la Abadía de Silos, el Archivo histórico de Medina del Campo, la Fundación Museo de las Ferias y material de la propia Biblioteca.