Joaquín Díaz

Editorial


Editorial

Parpalacio

Industria y comercio en Valladolid

30-12-2011



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El libro sobre la Industria y el Comercio de Valladolid, a cuya edición ha dedicado un considerable trabajo la Fundación tiene una clara idea: ayudar a conocer y valorar la actividad de industriales y comerciantes de Valladolid durante un período que comprende un siglo y que va desde las primeras licencias para la construcción del ferrocarril del Norte hasta la fabricación del primer coche Renault en la factoría de Valladolid, hechos ambos que transformarían radicalmente la vida social y económica de la ciudad. Y así como hemos insistido en que la elección de la etapa estudiada no es arbitraria, tampoco lo es el criterio de selección de materiales y documentación.


El Código español de Comercio de 1829, creado a imagen y semejanza del francés de 1807, contenía en uno de sus artículos una descripción sencilla pero significativa del comerciante, que ha sido determinante a la hora de establecer ese criterio. Porque Napoleón Bonaparte, inspirador del Código Civil francés y de otras normativas reguladoras, era, además de un militar ambicioso y de un político insaciable, un legislador de altura y también -no lo olvidemos- un precursor de las campañas de imagen que hoy parecen imprescindibles en el escaparate de la vida. Decía el Código español en su artículo 17: “El ejercicio habitual del comerciante, se supone, para los efectos legales, cuando después de haberse inscrito la persona en la matrícula de comerciantes, anuncia al público por circulares o por los periódicos o por carteles o por rótulos permanentes expuestos en lugar público, un establecimiento que tiene por objeto cualquiera de las operaciones que en este código se declaran como actos positivos de comercio y a estos anuncios se sigue que la persona inscrita se ocupa realmente en actos de esta misma especie”.


Imprenta Cuesta, Valladolid



Es decir, que sólo el hecho de inscribirse en el libro provincial de matrícula y de declarar por escrito la voluntad de dedicarse a la ocupación elegida por mayor o menor, era más importante o al menos anterior al acto de anunciar al público que se inauguraba un nuevo negocio en el que la relación humana y la claridad en el trato comercial eran tan primordiales como lo que se notificaba en el rótulo. De ahí que los nombres de muchas tiendas y fábricas se basasen o bien en el nombre de la persona titular -que apostaba sus propios apellidos y con ellos la honradez de su comportamiento- o bien en títulos que eran toda una declaración de intenciones, como La Bondad, La Ilusión, La Constancia, La Progresiva, La Esperanza, etc.



En cuanto a lo demás, es decir al movimiento asociativo y a la actividad social y económica que suscitaron en Valladolid el ferrocarril como nuevo y eficaz medio de transporte o las fábricas de harinas o paños, ha sido y seguirá siendo objeto de estudio desde los medios académicos correspondientes, puesto que la historia reciente de la ciudad atrae por la posibilidad de desarrollar un trabajo interdisciplinar e incluso ofrece su punto de seducción por estar en permanente movimiento con la aparición de nueva documentación. Atendiendo a esa cualidad y a otras que nos parecen tan interesantes como ésa, hemos decidido que el libro sea un comienzo más que un final. Aprovechando que ya se ha generado una base de datos amplísima de la que solamente se ha utilizado una parte menor, se ha abierto una dirección en internet en la que estarán todos aquellos materiales que, por una u otra razón, no se han usado para esta publicación (http://www.funjdiaz.net/comercio/). Quien considere que puede aportar algún aspecto que mejore o complete esa base de datos, podrá hacerlo a través de un formulario que encontrará en dicha página. Asimismo se ha iniciado una nueva base de datos que en su día se unirá a la mencionada, con toda la documentación sobre industrias y comercios de la provincia en el mismo período, es decir entre 1850 y 1950. Esto convierte el trabajo realizado en un punto de partida esencial para investigadores o simples curiosos que encontrarán una ayuda o un soporte permanentes en esa dirección.


Comercio de Valladolid



Del mismo modo que la implantación de un nuevo modelo de comunicación y transporte modificó las costumbres o de la misma manera que la creación de la propia Cámara de Comercio en 1886 suscitó la aparición de centros y ateneos participativos o la creación de estudios superiores específicos o la edición de periódicos que atendían las necesidades de conocimiento de asociaciones y gremios, así esperamos que el interés por la historia propia que caracteriza los tiempos que nos ha tocado vivir se incremente con un medio tan sencillo como éste y al mismo tiempo tan eficaz.


Repasando la lista de publicaciones referentes a la actividad mercantil e industrial de la época que hemos estudiado nos encontraremos con títulos como La Academia Comercial, El avisador mercantil, El boletín del comercio, El comercio, El comercio de Castilla, La crónica mercantil, El diario del comercio, El diario mercantil, El eco del comercio, El eco industrial, El indicador mercantil, La industria y el comercio, La juventud mercantil, El mercantil de Castilla, El Mercurio, El Norte de Castilla, El porvenir, El progreso, La revista mercantil, La revista económica, La unión comercial, La unión mercantil e industrial, La voz del Comercio. . . etc, que dicen mucho de la actividad y el deseo de información de sus asociados y lectores. Por otro lado, asociaciones como el Ateneo Mercantil, la Sociedad de Comercio, la Sociedad filantrópica Mercantil, El Progreso Mercantil o el Círculo de Recreo, demuestran el interés de industriales y comerciantes por estar presentes en la vida social y cultural vallisoletanas. Estos hechos coinciden, particularmente en los 50 años con los que acaba el siglo XIX, con un afianzamiento de la burguesía como clase social determinante, la sustitución de las asociaciones gremiales por las Cámaras de Comercio o Industria y la implantación de sindicatos y colegios profesionales en el proceso de defensa de determinados colectivos. Todo esto y mucho más -costumbres, modas, acontecimientos sociales, descubrimientos y avances técnicos- conforman un período de la historia de Valladolid al que se aporta una considerable información documental y gráfica que contribuirá al mejor conocimiento de la ciudad.