Joaquín Díaz

Editorial


Editorial

Parpalacio

Devoción a la Virgen de la Anunciada

30-06-2018



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La devoción a la Virgen de la Anunciada en Urueña es, seguramente, más antigua de lo que las crónicas pueden llegar a contar. El hecho de que los monjes del Bueso la eligieran como patrona y pusieran el monasterio bajo su advocación indica que ya en el siglo XIV era popular su culto en la zona, a donde tal vez habría llegado con los mozárabes, que celebraban su fiesta el 18 de diciembre.
No sabemos si la imagen de la actual Anunciada es la del antiguo monasterio del Bueso. Esta es una pregunta que aún no puede contestarse con documentación, pero, de ser así, se explicaría la persistencia del culto a la Anunciación fomentado por los benedictinos, quienes mantendrían viva la costumbre hasta el siglo XVII. El monasterio contaba hasta entonces, y gracias al patronazgo del Duque de Osuna y Conde de Urueña, con «Yglesia y Sacristía muy rica de ornamentos y buena librería de coro y otros adornos de mucha religión y con valor de mas de mil ducados cada año demas de muchas menudencias, y comodidades de su granjería». A finales del siglo XVII, asimismo, Antonio de Isla y Mena, hijo del pueblo y obispo de Osma, decide traer la imagen hasta su emplazamiento actual después de realizar obras (la espadaña y el interior) en la antigua iglesia del monasterio de San Pedro y San Pablo de Cubillas para adecentarla y adecuarla a un nuevo uso. Es probable que el propio obispo encargara que una cofradía velara por la imagen y su culto a partir de ese momento.



En 1739, por voluntad póstuma del obispo Blas Pérez Minayo, sus hermanos Luis y Antonio crean una fundación vinculada al mayorazgo de la familia. Algunos años después, Andrés de Valmaseda, regidor de Zamora, paga los gastos del camarín que realiza el cantero Andrés Julián, interviniendo en la cantería «con cuidado y reflexión». En 1772, Antonio Pérez Minayo manda hacer el coro alto de la actual ermita, obra desaparecida de la que todavía se conserva la lápida que figura a la izquierda del presbiterio de la iglesia.

Es probable que la orden del Supremo Consejo, dada en 1789, por la que se comisionaba al Conde de Isla para reducir a tres las cofradías de Urueña (Sacramento, Rosario y Animas) suprimiendo todas las demás –entre ellas la de la Anunciada–, no se llevase realmente a efecto con ésta, ya que en 1794 se seguía venerando la imagen con el mismo fervor, como lo demuestra el cuadro-exvoto, que se conserva en la iglesia del Azogue, de la curación de la niña Inés Rodríguez Manso, de Villardefrades. Esta circunstancia y otras similares actuarían en favor del culto a la Anunciada por parte de muchos pueblos cercanos a Urueña como el propio de Villardefrades, San Cebrián o Villanueva de los Caballeros. Antiguas leyendas como la del hallazgo de la Virgen y su insistencia en quedarse en un lugar con agua y arbolado, muy común en el caso de antiguas imágenes, contribuirían también a reforzar el cariño popular hacia la Anunciada que hoy día se perpetúa gracias a la Cofradía de mujeres y a la fidelidad de los urueñeses.