LAS HISTORIAS DE LA HISTORIA

Historia del emperador Napoleón



Edición pintoresca y popular

Grabado de François Georgin, de 1835, salido de las prensas de Nicolás Pellerin en Epinal, narrando una anécdota sobre Napoleón: una madre anciana se presenta al Emperador con su hijo granadero y antes de que le pida nada, Napoleón promete devolverle pronto a casa y además le otorga una pensión de su propio peculio. Es bien sabido que los pies de estos grabados los redactaba el cuñado de Nicolás, Germain Vadet, perteneciente al ejército imperial y que había perdido una pierna en la batalla de Essling. Muchos de los dibujantes del gabinete cartográfico de Napoleón, tras la disolución de la armada imperial, se ganaron la vida como ilustradores de grabados y recortables de Pellerin.


La Convención, la francesada y Napoleón

Si hubiese que elegir un par de personajes extranjeros que «calaron» en la tradición española habría que rendirse ante Mambrú y Napoleón. Ambos tenían en común además, que procedían de Francia (a pesar de que en el primero se daba una españolización del nombre Marlborough —el general inglés del siglo XVIII—) y que una leyenda sobre el segundo aseguraba que el único tema musical que sabía tararear era precisamente «Malbrouk s`en va t`en guerre, mironton, ton ton mirontaine».

Las leyendas sobre Napoleón crearon un personaje a la medida de los deseos e intereses de cada nación: mientras los franceses le glorificaban con relatos sobre su valía o bondad, los españoles podían leer en catecismos su origen diabólico. Napoleón fue para algunos un héroe romántico —al igual que en España poco más tarde lo fue el general Riego— y un enemigo de la religión y del orden para otros.





Exposición