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I. Planteamiento de la cuestión
Sabemos que la obra más conocida de Luis Cernuda lleva por título un verso de las Rimas de Bécquer, «donde habite el olvido». Cernuda afirmó que la influencia de Bécquer es similar a la que había ejercido Garcilaso de la Vega siglos antes. Cuando por fin en 2018 acabé el grado de Lengua y Literatura españolas en la UNED pude abordar en el Trabajo de Fin de Grado el tema de la presencia de la poesía romántica española en la música. Me preguntaba ahí si Bécquer seguía presente en la mentalidad actual y concluía que sí a la vista de las numerosas adaptaciones o incluso utilización intertextual de sus versos en la música moderna. Hace no mucho tiempo oí una canción de las que recogía en mi trabajo y se me ocurrió una hipótesis que abarca la influencia que puede ejercer Bécquer en el público de hoy y la que ejerce en otros poetas. Se trataba de la canción «Cuando la Noche te Envuelve», la adaptación de Manzanita de 1982 de la rima XXV.
Poco antes, en 1980, otro creador proveniente de la rumba había creado una canción cuyo mensaje me pareció idéntico al de la Rima XXV: estoy hablando de Enrique Salazar, el de Los Chunguitos, y la canción es muy conocida, «Me quedo Contigo». Estos músicos protagonizaron con otros intérpretes una tendencia en la industria musical española que llevó ciertos ropajes del flamenco al pop tras el éxito de Triana y su rock sinfónico, o de Camarón y Paco de Lucía, con la «Leyenda del Tiempo» o «Entre dos Aguas», con el precedente de Peret, haciendo llegar la rumba flamenca pasada por el tamiz de la catalana y su popular secuela para pistas de baile a todos los rincones.
Encontré no solo canciones basadas en los poemas del poeta de intérpretes de todo el espectro de la escena musical, del rap al rock siniestro, sino la utilización de algún verso por los propios Eskorbuto, paradigma del punk, o Gabinete Caligari, con su pop rock de éxito surgido de la Movida, o la Oreja de Van Gogh, grupo súper ventas. Completaba mi pequeño estudio mediante un artículo de 1969 de un crítico literario llamado Joaquín Entrambasaguas, catedrático de literatura e intelectual del franquismo, que he leído en internet que presidió una comisión de depuración en 1939 que destruyó casi todos los ejemplares de un libro de Miguel Hernández. Pese a este sesgo, su tesis me sigue pareciendo atrevida y sugerente. Encontraba el mensaje de Bécquer en dos canciones del momento, «Desde Aquel Día», de Manuel Alejandro, interpretada por Raphael, y «Miguel e Isabel», compuesta e interpretada por Luis Aguilé. Citaba en mi trabajo sus conclusiones:
Pero la negativa, de un modo u otro, surge pronto sumiendo a Bécquer en una desesperada lucha verdaderamente trágica, llevándole al despecho, a la desesperanza, ante de la indiferencia de la amada –en una pasión muy siglo xv, que anima la mayoría de los poetas–, arrastrándole a la indignación y al desprecio rabioso, y por ello fingido, y no como el de Lope de Vega, que sólo sabía «amar o aborrecer». Bécquer, al fin, sólo sabe amar. Desde aquel día; un día cualquiera pero para ellos inolvidable, hasta ser aquel por antonomasia, han quedado separados. El mensaje poético de Bécquer se descubre en conservar su actitud final, sin perdonar ni volver a un amor que se mantiene en el alma clavado o indestructible, pero sin contar ni con la esperanza de después de la muerte: Miguel e Isabel,(la canción) de Luis Aguilé con su semejanza fónica, que se destaca en la rima del poema de la canción, también se han planteado el íntimo e insoluble problema del amor y el orgullo y el perdón, sin llegar tampoco a éste.».
Pero aun más interesantes me parecen sus puntos de partida que recojo pese a su extensión:
La huella de un poeta (…) deja a través del tiempo su estímulo, su influencia, su veneración entre quienes lo estudian o lo leen, pero también, vagamente, aunque preciso en un momento dado, su mensaje, que queda flotando, como un fecundo polen lírico, hasta que halla de nuevo su interpretación, sabe Dios dónde y cuándo... De improviso hallamos el eco inconfundible de aquel mensaje, a través del tiempo, que ha dado un interpretación nueva en alguien que lo recibió, acogiéndolo en su alma y que a menudo ignora de dónde procede cuando llegó a él...
(…) El fenómeno de desarrollo de la canción de tipo universal, no sujeta a ambiente determinado, sino a motivos humanos, eternos, producida a no dudar por la creciente importancia y popularidad de los festivales nacionales e internacionales, con premios estimables, han valorado debidamente este tipo de canción, esencialmente lírica, antes reducida a ínfima categoría literaria, propia del ambiente de «music-hall» o de «cabaret». Buena cosa es, en este caso, que no exista en castellano la palabra adecuada y ahora común a casi todas las naciones de rancio abolengo poético, culminante, por lo público y universal, en el festival de la Eurovisión, donde España por fin, como en todo aquello que no depende de ella y sí de los demás, ha obtenido últimamente dos premios sucesivos, como un claro sol universal-tras un pequeño nublado localista-en Massiel y Salomé.
(…) Necio sería que los historiadores de la Literatura, en la que se encuentra España muy en primera línea, trataran de mostrar ignorancia o de esquivar, con razones cualesquiera, el estudio de lo que ya se ha elevado a un género poético indiscutible, que requiere, como todos, su valoración crítica.
Idéntico ejercicio que Entrambasaguas, –decía en el TFG–, podríamos realizar entre las canciones románticas de hoy, pues sigue siendo un filón importante dentro de la música moderna actual.
Ejercicio que hoy intentaré abordar con «Me quedo Contigo», la de los Chunguitos.
Transcribo a continuación la Rima XXV y la letra de la canción de los Chunguitos para empezar por el núcleo de la cuestión que pretendo plantear, que no es otra que la identidad del mensaje de ambos poemas, es decir, la sublimación de la amada por la que el poeta está dispuesto a renunciar a todo.
«Me quedo Contigo» • Los Chunguitos
Si me das a elegir
entre tú y la riqueza
con esa grandeza
que lleva consigo,
ay, amor,
me quedo contigo
Si me das a elegir
entre tú y la gloria
pa que hable la historia
de mí por los siglos,
ay, amor,
me quedo contigo
Pues me’namorado
y te quiero y te quiero,
y solo deseo
estar a tu lado,
soñar con tus ojos,
besarte en los labios,
sentirme en tus brazos
que soy muy feliz.
Si me das a elegir
entre tú y ese cielo
donde libre es el vuelo
para ir a otros nidos
ay, amor,
me quedo contigo.
Si me das a elegir
entre tú y mis ideas,
que yo sin ellas
soy un hombre perdido,
ay, amor,
me quedo contigo,
Pues me’namorado
y te quiero y te quiero
y solo deseo
estar a tu lado,
soñar con tus ojos,
besarte en los labios,
sentirme en tus brazos
que soy muy feliz.
Rima XXV • Bécquer
«Cuando la noche te envuelve»
Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
¡diera, alma mía,
cuanto poseo,
la luz, el aire
y el pensamiento
Cuando se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios iluminan
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
¡la fama, el oro,
la gloria, el genio!
Cuando enmudece tu lengua,
y se apresura tu aliento,
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra y el cielo.
Diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la gloria y el cielo.
II. El mensaje
DARÍA TODO | A CAMBIO DE TI |
CIRCUNSTANCIA | |
Perífrasis de «todo mi ser» | Perífrasis de «todo tu ser» | ||
LOS CHUNGUITOS | riqueza gloria cielo ideas | Quedarme contigo, que es: estar a tu lado soñar con tus ojos besarte en los labios sentirme en tus brazos | Me das a elegir |
BÉCQUER | luz aire pensamiento fama oro gloria genio | escuchar tus latidos leer en tu frente ver el deseo en tus pestañas | Cuando duermes Cuando sonríes Cuando callas |
Una identidad de mensaje que se traslada al público mediante una estructura muy semejante, basada en el paralelismo y la enumeración. Lo reflejo arriba en un esquema antes de desarrollar cada idea.
Así, tenemos por un lado lo que el poeta está dispuesto a dar a cambio de gozar de la amada, y por otro en qué considera el poeta que consiste gozar de la amada. La expresión del poeta se realiza en respuesta a esa alternativa ofrecida por la amada en la canción de los Chunguitos o en tres diferentes circunstancias en que la amada está presente, en el caso de la Rima XXV.
Por tanto, el mensaje es «lo daría todo a cambio de ti» que se plasma en una estructura paralelística en ambos casos presidida por una anáfora en cada uno de los poemas.
a. Circunstancia
Cuatro estrofas de los Chunguitos se inician por la conjunción SI (me das a elegir) de la cláusula condicional. Al recoger el diálogo con la persona amada en segunda persona partimos de la hipotética alternativa que esta le da. En la rima XXV la anáfora de tres partes está comenzada por la conjunción de tiempo: CUANDO (en la noche te envuelven…) y presenta el aparente diálogo del poeta en tres circunstancias diferentes en que la amada está presente.
b. Lo daría todo
En los Chunguitos la opción del poeta ante la alternativa dada por la amada es gozar de su amor renunciando a riqueza, gloria, cielo e ideas, es decir, a todo. En Bécquer esa misma renuncia total surge de la contemplación de la persona amada en tres circunstancias diferentes y se detalla en la enumeración de siete bienes: luz, aire, pensamiento, fama, oro, gloria y genio.
En cada una de las cuatro estrofas los Chunguitos enumeran uno de los bienes a que renuncian. Bécquer hace cuatro enumeraciones triples.
c. A cambio de ti
Los Chunguitos, por tanto, cifran el bien deseado en una estrofa diferente a la de la anáfora, que repiten, a manera de estribillo, bien deseado que consiste en estar al lado de la persona amada, es decir, soñar con tus ojos, besarte en los labios, sentirme en tus brazos, en enumeración. El bien deseado en Bécquer, es decir, gozar de la amada, se concreta de modo también paralelo en cada una de las tres estrofas: escuchar tus latidos, leer en tu frente, ver el deseo en tus pestañas.
III. La rumba. Bécquer y el flamenco
Como tanta gente, admiro las Rimas pero no soy un lector asiduo de los versos de Bécquer. La consideración de la posible identidad de mensajes que arriba he intentado mostrar me surgió oyendo otra canción, de José Ortega Heredia, Manzanita. Ambos temas se encuadran en un fenómeno musical en la España de finales de los setenta y principios de los ochenta, la popularidad de la rumba, que se convierte en rumba pop, que pienso que permitía usar a los gitanos como espejo en que la sociedad española veía reflejadas lejanamente pero exageradas sus pasiones.
Según Luis López Ruiz rumba es «un cante folklórico aflamencado de cuatro versos heptasílabos u octosílabos divulgado por los gitanos de Cataluña en los años de 1940 no apreciado por los aficionados al flamenco pero muy popular en fiestas y la juventud, símbolo universal del flamenco entendido al modo turístico y frívolo». Afirma también el autor de Guía del Flamenco que con los nuevos métodos de comercialización y la aparición de las fusiones el radio de acción del flamenco se ha ensanchado y llega a muchos sitios, no la soleá ni la seguiriya sino el soniquete flamenquizante.
Con el rumbo de los tangos y las rumbas, con la salsa flamenca salerosa, con la vibración penetrante del gitano rockero, con el ritmo agitanado de cualquier procedencia, y con la bulería nueva que no es tan nueva porque siempre se ha dicho que en la bulería cabía todo. A partir de la década de los setenta una inmensa masa juvenil que había vivido entonces de espaldas al flamenco conecta de alguna manera con los ritmos aflamencados a través de las rumbas discotequeras. A los ecos más alejados de Peret se suman ahora, de forma avasalladora los sones de Las Grecas, Los Chorbos, Los Chichos, Los Chunguitos.
Paralelamente, el tirón impresionante de Camarón lo inunda todo y la magia de la guitarra de Paco de Lucía arrebata. Entre la juventud se pone de moda el flamenco, señala López.
Tanto que Peret va al festival de Eurovisión que tanto gustaba a Entrambasaguas. Lo que vino después también Grace Morales nos lo contaba en un Mondo Brutto de 1997:
A primeros de los setenta, la rumba se mete en terrenos, digamos, menos festivaleros y entra en la leyenda de los héroes de barrio. Estamos en los «glamourosos» setenta: la época de los grandes descampados llenos de hierbajos y desperdicios, las chabolas en las afueras de la ciudad, las discotecas de parejas sin iluminación, el look más horroroso que se recuerda y «los malos», las pandillas de delincuentes juveniles que asolan las farmacias y roban a punta de fusco todos los coches que pueden. Nombres como El Fitipaldi, El Caracaballo, El Melones, Los Chungos o Los Keis se hacen tan famosos como los jugadores del Atleti. El síndrome del miedo a salir de noche da lugar a un estilo pavoroso de cine, comandado por Eloy de La Iglesia y sus epopeyas sobre la vida de héroes del suburbio, como El Jaro, El Pirri, etc. Sin embargo, los gitanos de los sankis y los poblados de absorción, los auténticos hijos del agobio, deciden poner en música sus experiencias en el lado salvaje y así nacen grupos como Los Chorbos o Los Chichos. (…) Los Chichos cantan con desgana y chulería historias que ya quisiera haber compuesto algún fantoche supuestamente «maldito». Amores desesperados con mujeres que abandonan a sus familias, correrías con amigos que acaban en el talego, líos con gente de mal vivir y la sombra de ese caballo llamado muerte planeando sobre todos sus discos.
Pocos años después del nacimiento de Los Chichos, la EMI lanza a Los Chunguitos, intentando establecer una rivalidad tipo Stones-Beatles en el terreno de la rumba de barrio. El otro trio del «Caño Roto Sound» es, entre comillas, menos salvaje que sus hermanos de San Blas, y desde el principio se lanzan a por todas: es decir, a convertirse en ricos y famosos. Más sobrios y menos bizarros, son compositores de algunas de las canciones más celebradas de la rumba que deberían ser consideradas como parte del mejor pop español.
Manzanita tocó la guitarra con Morente quien debió de trasladarle su afición por la alta poesía y formó con solo 18 años parte de un grupo de este movimiento de la rumba, Los Chorbos antes mencionados, impulsado por un productor musical, en la senda de Los Chunguitos y los Chichos, dispuestos a comerse el mundo espolvoreando, como fue norma de la rumba pop, las raíces del flamenco en canciones plagadas de palmas y solos de guitarra española con sus arabescos al teclado pero sobre una base rítmica digna de la mejor discoteca neoyorquina, a base de bajo rotundo, guitarra eléctrica sincopada y batería contundente junto a rápidas líneas orquestales o desgarradores saxos en la senda de los sonidos de música negra moderna para bailar. Pero si era así en los Chorbos, los numerosos discos de Manzanita lo emparentan con otra moda musical no tan bulliciosa pero presente en todas las radios de los setenta: la canción melódica a que se refería Entrambasaguas. Ambas canciones aquí estudiadas, aunque tuvieran arreglos aflamencados, se acercaban al mismo género musical de aquellos éxitos de Camilo Sesto, José Luis Perales o Julio Iglesias, canciones de amor más o menos joven. Era la canción lenta entre temas llenapistas, próxima a la canción ligera o melódica. También creo que es remarcable que la rumba posee un ritmo cuaternario que tal vez la hace más fácil de adaptar a otros estilos de la música moderna.
Si Manzanita era sobrino de Manolo Caracol, los nueve hermanos Salazar lo eran del cantaor Porrina y llegaban de Extremadura a Vallecas junto a sus padres en los años setenta. Parece que descubrió su talento Ramón Arcusa del Dúo Dinámico con motivo de una grabación para Los Romeros de la Puebla. Empezaron a actuar en 1974 y en 1977 grabarían su primer LP en esa línea que, promovida por el éxito de otros temas de aire andaluz, demandaba el público. Es en el cuarto de los elepés, en 1980, cuando Enrique Salazar plantea a EMI la grabación de la canción Me quedo Contigo, que no es presentada como sencillo del disco y ocupaba el cuarto lugar de la cara A del LP.
El tema propuesto por Enrique sería completado por un compositor profesional, de casi setenta años, en el mundo musical desde los años cuarenta, un artífice de incontables éxitos del pop, no de primera fila pero sí de cierta importancia, para las voces de Dyango, Lorenzo Santamaría, Miguel Gallardo, Carmen Sevilla, Tony Ronald... Aunque también componía música, parece que su especialidad eran las letras, en las que destacan sus adaptaciones de Mina o Cliff Richards o, este sí súper éxito, los versos de Soleado. Bajo sus numerosos seudónimos se escondía un verdadero artesano del pop. Es arriesgado conjeturar qué puso cada uno en la canción que estudiamos. Las canciones de Enrique, una veintena en los seis primeros discos de Los Chunguitos, son muy diferentes a esta, en realidad todas las canciones de Los Chunguitos lo son. El director musical del disco es alguien con quien Crescencio había colaborado en la composición de algunas canciones, Alfredo Domenech.
Esta canción y otras formarían parte de la banda sonora de películas del llamado cine quinqui. Una de ellas, Deprisa, Deprisa (1981), dirigida nada menos que por Carlos Saura, «estaba ambientada, entre otras», nos dice Grace Morales, por «Me quedo contigo» y «¡Ay, qué dolor!», «prodigiosas rumbas pop que a cualquier persona de bien deberían ponerle los pelos de punta». La cinta aumentó el prestigio de la canción, del grupo y de todo el fenómeno quinqui.
El 24 de junio de 1982 murió Enrique Salazar, parece que por un cáncer de garganta, pero los Chunguitos aún publicarían canciones compuestas por él. Su muerte aumentó la aureola de genialidad de todo lo que hizo.
No es casualidad que Manzanita grabara una Rima de Bécquer. En mi trabajo tuve ocasión de comprobar que había una relación muy sólida y antigua entre el poeta sevillano y el flamenco.
Las Rimas se publican póstumamente en 1871. A partir de esa fecha encontramos partituras basadas en ellas. Algunas las recoge Cárdenas en el blog cancionypoema.
Tras una lista de autores de canciones compuestas sobre versos de Bécquer en España más otra de autores hispanoamericanos recogía la de las canciones flamencas todo basado en el blog http://cancionypoema.blogspot.com.es
Bécquer era amante del flamenco, en parte debido a su infancia sevillana, escribía en mi trabajo. Sus poemas han sido cantados recientemente por cantantes o cantaores flamencos en diferentes palos o estilos de los que queda constancia en forma de disco, o incluso menciones en internet a interpretaciones flamencas basadas en las Rimas. Los poemas se prestan a ello tanto por la forma como por el contenido. Sabemos por las memorias de su amigo Nombela, según cita el blog referido, que Bécquer escribió algunos cantares, a los que un amigo suyo puso música de soleares y seguidillas, y que se cantaron por aquella época como poemas anónimos en Andalucía, sin conocerse el autor. Reyes Cano fundamenta ese vínculo de las Rimas en la contextura métrica, rítmica y sintáctica de sus poemas, en su depurada brevedad y en su asombrosa concentración expresiva hay una frescura popularista que, sin abdicar de su complejidad conceptual, permiten leerlos, tal como dijo Juan Ramón Jiménez, como si fuesen auténticas coplas flamencas: «Muchas de las Rimas de Bécquer, ¿qué son sino peteneras, soleares, malagueñas, sevillanas mayores?».
IV. Métrica y otros aspectos formales
Creo que es especialmente interesante fijarse en la métrica pues nos lleva a una tradición antigua, la de la lírica tradicional en cuyos primeros momentos nos encontramos con las jarchas.
Ambos poemas son distantes en la forma pero, aun así, en la métrica vienen de la tradición lírica popular. La canción de Salazar y Ramos Prada es irregular tanto en la medida como en la rima; utiliza versos de seis y siete sílabas, incluso de ocho y cuatro. En otras canciones de Salazar ya hay versos de seis sílabas y aunque en el flamenco es más frecuente el octosílabo también tenemos palos en los que los cantares están formados por versos de seis y siete sílabas, como puede ser la seguiriya o la propia rumba, como queda dicho. Las seis sílabas ya están presentes en las jarchas.
«Me quedo Contigo» se compone de una estrofa formada por un pareado y un terceto con un verso inicial suelto, el verso de entrada que establece la cláusula condicional, más otro formado por el apóstrofe «Amor mío».
El grupo que empieza con «me’namorado» que hace de estribillo está formada por dos estrofas de cuatro versos, una redondilla en rima asonante y consonante la primera, y en la segunda, que sería una copla, la rima, asonante, es entre segundo y tercer versos.
Casi ni es preciso decir que las rimas consonantes son rimas pobres, sobreutilizadas en la tradición poética española: «gloria» e «historia», por ejemplo y qué decir de «consigo» y «contigo».
El poema de Bécquer emplea la estructura del romance para crear tres estrofas de ocho versos rematadas siempre por coplas con la misma rima en eo en segundo y tercer verso.
Enmarcaría ambos poemas en la tradición de la lírica tradicional, en que Andalucía tiene tanto peso, y la irregularidad de Me quedo Contigo cabe pensar que es habitual en esta corriente tradicional y en el cante flamenco donde el cantor improvisa y se muestra con la espontaneidad del cantor popular.
Otros aspectos formales:
En la canción de Los Chunguitos la letra parece venir del habla cotidiana, la de un autor sin formación, con sus incorrecciones, como el apócope (pa que hable) o la síncopa (m’enamorado) y solecismos. Es decir, Salazar no emplea recursos elevados como Bécquer por ejemplo hace uso de los hipérbatos para hacer extraña la expresión y cumplir con los requisitos métricos o las metáforas sobre la amada. Sin embargo, cuando los Chunguitos cantan «sentirme en tus brazos que soy muy feliz» están practicando aunque no sean conscientes de ello, un solecismo consistente en que el verbo, junto al pronombre reflexivo, sentirse, aparentemente es intransitivo y sin embargo el cantor le adjudica un complemento directo, «sentirme que soy muy feliz», como si hubiera querido decir sentarme en tus brazos o a Enrique no le valiera con sentirse en sus brazos. Es decir, utilizan un recurso de suma expresividad. Lo mismo que esa elocuente insistencia en el te quiero, a la manera de una incoherencia infantil: te quiero y te quiero. Son detalles que parecen huella del dialecto, o del registro de un estrato bajo como una especie de Martín Fierro caló. Me imagino al coautor Ramos Prada insistiendo en que debían hacer las sinalefas o que no se comieran ninguna sílaba.
Por tanto, la diferencia formal es grande pero la semejanza de contenido y estructura entre ambos poemas me parece patente y la posibilidad de que no haya una influencia directa, consciente o no, de Bécquer en los Chunguitos, se me hace remota.
V. El amor pasión, el amor romántico
¿En qué consiste este amor que canta Bécquer en las Rimas (y concretamente en la XXV) y pienso que por influencia suya los Chunguitos? Cabe entenderlo, decía en mi trabajo del grado, siguiendo al autor Kalenic, dentro «del amor cortés trovadoresco del siglo xii, aunque este corresponde a las circunstancias de la corte medieval. Se trata de un amor no correspondido, irrealizable que a veces se concibe como un servicio o vasallaje del poeta a una dama inalcanzable, incluso divinizada; otras veces la realización del amor la impiden los acontecimientos del destino que se imponen en medio de los amantes».
El tema que abordan ambas composiciones parece por tanto tomado del petrarquismo o el neoplatonismo, o la lírica provenzal, es decir, de la poesía culta sin que debamos olvidar ideas como la que recojo de la revista Paraíso («El Amor en el Flamenco: Ascensión y Caída», José Luis Buendía): «El amor a la mujer reviste en estas comunidades cantaoras una importancia desorbitada, pasa a ser religión, la patria, la vida toda del gitano perseguido o del payo hambriento y explotado, el juego trágico que haga olvidar la sentencia injusta que pesa sobre el más desprotegido, se transforma en un ámbito protector».
Aunque, como explica Estébanez Calderón, las jarchas con sus males de amores siempre han sido ligadas a las cantigas de amigo y villancicos por un evidente parentesco que, como señaló Menéndez Pidal, nos lleva a pensar que todas ellas parten de un «tronco común», pienso que el tema parece tomado de poemas de autores que siguen los temas de la lírica provenzal y el petrarquismo.
Parece que en sus Rimas, Bécquer refleja una idea del amor definida por su carácter mágico, religioso, amor que anima las almas y al mundo, el amor pasión, que surge en el siglo xii, según Solé. El mensaje que llega a los dispositivos con «Me quedo Contigo» parece por tanto que viene de la tradición petrarquista a través de Bécquer. El relato del amor pasión según Jacques Solé recorre las manifestaciones de la literatura desde el siglo xii y enlaza con el amor fou de los surrealistas. Sería según este autor la realidad que narró Fernando de Rojas cuando contó los amores de Calixto y Melibea, el sacerdote Marsile Ficin en el siglo xvi o los «Diálogos de León Hebreo» en que hermosas damas y apuestos caballeros aprendieron a disertar sobre el valor universal de la pasión etérea relacionada con una concepción mágica del mundo. Los poetas de la Pléyade encarnan, según Solé, la mitología del amor pasión enraizada en los trovadores. Pontus de Tyard también petrarquista, canta en sus «Errores Amorosos» las excelencias de una criatura evasiva a fuerza de perfección. También Shakespeare aborda el delirio amoroso o Marlowe que encarnaron en sus poemas a esa deidad que animaba el mundo y al hombre. Los dramaturgos ingleses de la época de Isabel y Jacobo insisten en el carácter todopoderoso del amor. Así siguiendo a Solé llegamos al romanticismo.
Sin olvidar la admiración que Bécquer sintió por Fernando de Herrera, el poeta sevillano más importante del siglo xvi, que se debe, en gran medida, a la coincidencia con el espíritu platónico del petrarquismo, corriente espiritual en la que el amor se esfuerza en sobrepasar lo imperfecto en busca de la unidad perdida. Para Herrera, la amada es luz, que corresponde a la Belleza trascendente, leo en el prólogo a la edición de las obras del poeta sevillano del siglo xvi a cargo de Armando Cuevas.
Herrera también cultivó las formas tradicionales pero siempre con un fondo petrarquista en el que se encuentran, según leo, «las tres fases del alma enamorada: la súplica, el éxtasis gozoso y la lamentación desengañada, síntesis de los estadios sucesivos de fascinación, contacto, acuerdo, transformación y desengaño, paralelas a las del amor cortés. El poeta configura un ser ideal, símbolo y nuncio del resplandor de la belleza increada, centro del cosmos, que de ella cobra gracia y hermosura, partícula irradiante que ilumina a todos los seres».
Ambas canciones aquí estudiadas parecen situarse en esa etapa de fascinación y de súplica que recoge Cuevas. Afirma Buendía en la Revista Paraíso que «la felicidad innegable que la amada proporciona, se ve alterada de principio a fin por unas grandes dosis de inestabilidad afectiva. Tal vez, pasar en el estado amoroso del optimismo a la depresión sea común al propio sentimiento, pero en el flamenco lo es sin duda alguna, pues que, frente a las manifestaciones de poesía culta en las que el amor resulta un tanto monolítico, en la poesía popular ofrece de continuo ese sentimiento inestable». Si Bécquer, como afirma Entrambasaguas, a diferencia de Lope de Vega, siempre amó, Enrique Salazar firmó canciones de despecho más que apasionado, poco civil, como aquella en el mismo cuarto disco en que avisa de que va a cortar el pescuezo a la mujer que le ha puesto los cuernos.
Ya digo que como Herrera en algunos de sus poemas, Bécquer no usó aquí estrofas y versos italianos sino las formas de la lírica popular española para cantar a un amor similar al que sintió Petrarca por Laura. Y los Chunguitos creo que dieron forma a un amor hermano del de Bécquer con los recursos que tenían a mano y habían recibido desde niños.
Como también leo en internet en el trabajo de Armando López Castro que en España de San Juan de la Cruz debemos pasar a Bécquer, lo que precisó acertadamente Jorge Guillén.
Los dos crearon una obra de gran intensidad y concentración, soñaron con un amor ideal y lo expresaron de manera simbólica. Quiere ello decir que en ambos se da un clima espiritual parecido, una intuición de lo absoluto, que es lo que produce cierta correspondencia de imágenes y de símbolos. En ambos casos, ese movimiento ascensional conlleva una sensación de levedad, de luminoso aleteo, que tiende a aligerar el lenguaje, haciéndolo más fluido y musical.
La XXV sería una de las tres rimas más relacionadas con el sentido ascensional del vuelo místico. La influencia de San Juan de la Cruz en la poesía de Bécquer luego la compartirá Cernuda con cuyas opiniones hemos empezado este escrito.
Igual que Solé considera en su libro «Historia del Amor en Occidente» que el amor pasión es una enfermedad mental, en el Trabajo de Fin de Grado también me hacía eco de que el concepto de amor romántico es muy cuestionado, así por ejemplo por «Bárbara Ayuso que no es la única autora que lo critica, ni mucho menos, y lo hace recientemente con contundencia desde la revista cultural Jot Down, tachándolo de enfermedad mental»:
El amor romántico no es un mito ni un producto del pasado. Es algo tan real, tan presente y espeluznante que sigue entre nosotros como una insidiosa y desestabilizante enfermedad mental.
Por otro lado extraía de un viejo ejemplar de las Rimas de la biblioteca familiar un párrafo de trasnochado encanto a cargo de Carrere (1936):
En España todos hemos sentido a Bécquer al lado de una bella mujercita que era nuestro primer amor. Esa es la gloria de Gustavo Adolfo Bécquer. La que retoñará todas las primaveras cuando dos nuevos enamorados se queden en éxtasis mirándose a los ojos, bajo la magia de la luna, en los jardines.
En el Trabajo concluía que «esa visión está muy en entredicho en la sociedad de hoy y sin embargo no creo que el público actual que oye las canciones basadas en las Rimas ni los autores que las han compuesto adviertan los matices irónicos que encuentra Mizrahi en la obra del poeta. Más bien parece que a la luz del éxito de que goza hoy tal mensaje, el elogio del amor romántico, que es lo que contiene el mensaje entendido a primera vista en la formulación de Bécquer, de larga tradición, es todavía generalmente aceptado por nuestra sociedad, y no ha sido aún cuestionado por amplios sectores sociales. Esta realidad la reconoce Ayuso a la vez que la combate, y junto a esta joven periodista cierto estado de opinión de nuestra vida social con peso creciente».
La canción «Me quedo Contigo» presenta muchas versiones desde el año 80, como la de un desamparado Antonio Vega o la del hiperactivo Manu Chao, sin olvidar la que en aquellos años ochenta hicieron dos chicas encuadradas en el mismo fenómeno musical en que se englobaban los Salazar, las Grecas. Últimamente a los televidentes de la gala de los Goya de 2019 les sorprendió la estrella más admirada del pop español cuando empezó a cantar sobre la base que hacían las voces del Cor Jove de l´Orfeó Català: Si me das a elegir entre tú y la riqueza... Una muchacha de Sant Cugat del Vallés que ha llegado a la cima de la popularidad rimando trap y flamenco se presentaba al país como súper vedette, vestida de gasa rojo con semitransparencias que ha completado con un look beauty cien por cien Rosalía, no podían faltar los labios rojos y ha apostado por ondular la melena que horas antes lucía ultralisa. No cuesta mucho imaginarse a Enrique Salazar y a Crescencio Ramos Prada encarnados entre ecos litúrgicos llegados de un escenario también rojo. Desde él canta una joven cantante arrobada por una canción que habla del arrobo, llámese enfermedad mental, que se padece al estar enamorado, al sentirse prendado de alguien, estado del ánimo que plasmaron en una canción hace cuatro décadas un joven gitano de Badajoz y un letrista profesional de casi setenta años que firmaba con numerosos seudónimos. Está en youtube, claro. 33M.