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Revista de Folklore número

520



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El niño difunto y su configuración como angelito. Norte argentino y sur del Paraguay

IVAN BONDAR, César

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 520 - sumario >



Resumen: Presentamos los resultados de la investigación sobre los niños difuntos y su configuración como angelitos (delimitando los casos a abortos espontáneos o naturales, niños fallecidos antes del parto o al poco tiempo de nacer) entre población de credo católico, en el Norte de la República Argentina y el Sur del Paraguay. Se han priorizado el método etnográfico, las entrevistas en profundidad y observaciones con diversos grados de participación; el trabajo de campo se ha realizado entre 2010 y 2018. Focalizamos en el análisis en las formas de comprender, explicar y vivenciar la muerte de los casos señalados. Damos cuenta de una particular forma de construir la muerte en estrecho vínculo a la categoría emic de angelito. En los tipos de muerte señalados el destino post mortem será el Tercer Cielo, al angelito se le otorgará un espacio especial en el universo de los muertos, siendo protector de los vivos está facultado para concretar las relaciones de mediación entre lo humano y lo sagrado; a saber: ente los hombres y Dios.

Palabras clave: Abortos espontáneos, nacidos muertos, niños difuntos, angelitos; muerte; morir; velorios; inhumaciones; inframundo; medición divina.

The deceased child and his configuration as little angel. Northern Argentina and southern

Abstract: We present the results of the research on deceased children and their configuration as little angel (delimiting cases to spontaneous or natural abortions, children who died before delivery or shortly after birth) among the population of the Catholic faith, in the North of the Argentine Republic and the South of Paraguay. The ethnographic method, in-depth interviews and observations with different degrees of participation have been prioritized; The field work has been carried out between 2010 and 2018. We focus on the analysis on the ways of understanding, explaining and experiencing the death of the cases mentioned. We realize a particular way of constructing death in close connection to the emic category of little angel. In the types of death indicated, the post-mortem destiny will be the Third Heaven. The little angel will be given a special space in the universe of the dead. Being protector of the living, he is empowered to make the mediation relationships between the human and the sacred; namely: between men and God.

Key words: Spontaneous abortions, stillbirths, deceased children, little angels; death; to die; wakes; burials; underworld; divine measurement.

Introducción

El siguiente ensayo aborda el registro, descripción y composición de parte de la imaginación religiosa[1] del Nordeste de la República Argentina y Sur del Paraguay, atendiendo principalmente al presente etnográfico.

Los registros que presentamos narran y exploraran la configuración de la idea de angelito, entre familias de credo católico, en los casos de abortos espontáneos, niños fallecidos antes del parto o al poco tiempo de nacer.

Los registros etnográficos de primera mano se focalizan entre los años 2010 y 2020. La información sobre la cual se elabora este ensayo corresponde al corpus de los Proyectos, a) Muerte, morir, sociedad y cultura. Memoria Funeraria y vida cotidiana. Nordeste Argentino y Sur de la Región Oriental del Paraguay acreditado en la Secretaría de Investigación y Posgrado (SIVyPG) de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (FHyCS) de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM) y b) El velorio del angelito en el Nordeste Argentino y Sur de la Región Oriental de la República del Paraguay. Siglos xix, xx y presente etnográfico, desarrollado como Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) inscripto en el Instituto de Estudios Sociales y Humanos (IESyH).

Las problemáticas de la muerte y el morir en la zona bajo estudio han sido abordadas desde diversas ópticas y campos del conocimiento, antropología (con foco en lo etnográfico), historia, comunicación, folklore, literatura y semiótica presentan una descripción de los componentes generales de la cultura funeraria del recorte tempo-espacial que nos convoca. Cabe mencionar algunos de los aportes generales y las recurrencias que hallamos a lo largo de las lecturas y análisis de las fuentes. Las vivencias registradas hasta la fecha nos motivan a afirmar que en la zona bajo estudio los vínculos con la muerte, las situaciones de muerte y el morir se configuran como intensos, familiares, muy elaborados y muchas veces cotidianos; por ejemplo podemos citar las relaciones entre los dolientes, los cenotafios y los altares dedicados a los angelitos, otros difuntos o santos[2].

Refiriendo a la muerte y su presencia doméstica en la región Banducci Júnior y Romero señalan que «Em casa, os altares repletos de imagens de santos, também se constituem en locais para rezas constantes em favor dos vivos e dos mortos»[3]. Estos micro-ritos cotidianos[4], cuando refieren a los muertos, condensan una doble función significante: ayudar al alma del recién fallecido y propiciar la unidad entre los vivos.[5] De esta forma el «juntarse a rezar por los muertos» ocupa un lugar muy importante en el cotidiano, aún más en los aniversarios del nacimiento o muerte[6].

Del mismo modo se pueden listar otras prácticas que nos permiten referir a la complejidad de la muerte en la zona trabajada; los velorios a cuerpo presente, de la cruz y de la ropa, los novenarios, la Mesa Negra, el uso del luto, las configuraciones de las tumbas en los cementerios públicos, las celebraciones durante los días de las almas, Fieles Difuntos o Día de Ángeles y Santos, el uso de mortajas en adultos y del túnico o túnica en los niños, las vestidoras de finados y angelitos, el rezo de agonía, los asombrados, almas en pena; todas ellas fundadas en una clara distinción entre la muerte adulta y la muerte de infantes. En este espectro de posibilidades hallamos la que nos motiva especial atención en este ensayo: la configuración del niño difunto como angelito.

Esta complejidad implica esquemas sumamente elaborados que habilitan la re-elaboración de los vínculos entre el hombre y los muertos. Consecuentemente en la vida cotidiana de la región germinan encadenados de prácticas y creencias que requieren aproximaciones comprensivas, progresivas y holísticas. De este complejo condensado de sentidos abstraemos algunas prácticas que nos permiten reflexionar sobre los vínculos entre el niño difunto y la familia doliente.

Los enunciados expuestos seguidamente constituyen algunas de las hipótesis que han direccionado los intereses de la investigación; corroborándose su validez descriptiva y su pertinencia contextual y analítica.

a. Las prácticas y creencias en torno a los niños fallecidos denotan un conjunto de particularidades que las distinguen con claridad de las referidas a la muerte de los adultos; particularidades que trabajamos bajo las denominaciones de muerte niña, muerte blanca o muerte sin llanto[7].

b. Estas prácticas configuran, no sólo una particular forma de concebir la muerte y el morir, sino además un conjunto de relaciones materiales, simbólicas y socio-culturales relativas y específicas entre el niño, los dolientes y la comunidad.

c. Estas coordenadas culturales significantes –en el recorte tempo/espacial propuesto- se matizan con elementos socio-culturales disímiles constituyéndose como esquemas interpretativos, comparables a nivel regional, pero circunscriptos a esferas de significación marcadamente locales.

Metodología

Dado que se trata de un tema altamente sensible para la población que es objeto de estudio y que nos hemos propuesto profundizar por medio del trabajo etnográfico que incluye realización de entrevistas y registros, los procesos de investigación de estos proyectos significaron una reflexión constante en torno a los riegos que implica la intromisión del investigador en la vida emocional de los sujetos. Asimismo, la naturaleza del tema a investigar requirió un trabajo específico sobre las posibles resistencias por parte de los sujetos para expresar sus vivencias y creencias. Cabe señalar que parte de estas dimensiones se encontraron resueltas debido a que el trabajo de campo, al ser de larga duración, ha permitido la construcción de redes sociales firmes y de confianza entre el investigador y los interlocutores. Como se ha señalado hemos priorizado el método etnográfico, las observaciones en diferentes contextos, entrevistas en profundidad a interlocutores clave y registros en diversos dispositivos tecnológicos. Del mismo modo se ha analizado material bibliográfico de diversos campos; priorizando en los aportes de la antropología, la literatura y el folklore regional. Para este ensayo se retoman del archivo de los proyectos referidos las entrevistas realizadas a familias que poseen niños fallecidos, identificando como interlocutores a padres, madres, tíos, abuelos y padrinos de bautismo. También se ha recurrido a la experticia de los Sacerdotes, encargados de Funerarias y Salas Velatorias, encargados de Cementerios, sepultureros y especialistas en literatura y folklore regional. Siempre que el interlocutor lo ha habilitado las entrevistas han sido grabadas y desgravadas para su transcripción. También se han realizado entrevistas escritas a niños de hasta 12 años con el fin de indagar sobre la herencia oral vinculada a la imagen del niño difunto o angelito. Las observaciones se realizaron en los cementerios públicos y ritos de exequias en niños y adultos (entre 2010 y 2018 se han observado más de diez velorios de niños en el norte argentino y más de quince en el sur del Paraguay, otros casos han sido reconstruidos por medio de las entrevistas etnográficas o los grupos focales de participación comunitaria). El corpus de entrevistas totales de los proyectos asciende a más de trecientas para lo cual se retoma menos del 40% para este ensayo atendiendo al recorte específico que se propone abordar, de la misma forma se retoman las descripciones volcadas en diarios y notas de campo. Asimismo mucha información que nos permite reflexionar sobre la problemática nace del registro y sistematización de las experiencias recabadas en lo que hemos denominado como Círculos de padres con ángel; una estrategia de encuentros colectivos y entrevistas a grupos focales con vivencias similares.

Estas primeras observaciones nos llevaron a la necesidad de un acercamiento diferencial a la problemática, habilitándose un espacio de diálogo, reflexión y escucha que permita no solo la recopilación de información, sino además una consideración más personalizada para con los interlocutores en lo que refiere a la tratativa de esta temática. De allí nace la idea de instrumentar «Círculos de charla y escucha» conformados por padres que han pasado por experiencias de muerte.

[…] los objetivos generales que motivan el funcionamiento de estos Círculos […] : (a) Conocer las vivencias de los participantes en torno a la relación padres-muerte-hijo difunto, (b) delinear las modalidades del duelo en lo que refiere a la muerte de los hijos entre las participantes, (c) reconocer distinciones en las diferentes muertes sean de niños o jóvenes. Del mismo modo en torno a las modalidades de las muertes (naturales, violentas, etc.), (d) propiciar un espacio de reflexión y socialización de las vivencias en torno a la muerte, y (e) esbozar premisas metodológicas para el abordaje de la problemática relacional padres-muerte-hijo difunto[8].

1. La muerte del niño y la noción de angelito

Te encomendamos, Señor, humildemente a este(a) niño(a) N. a quien has rodeado con tu inmenso amor: en tu bondad recíbelo(a) en el paraíso donde no habrá ya muerte, ni llanto, ni queja, ni dolor, sino paz y gozo, con tu Hijo y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén[9].

Entre los interlocutores que han contribuido a esta investigación la configuración post mortem en los casos de: abortos espontáneos, niños fallecidos antes del parto o al poco tiempo de nacer, es similar y recurrente en lo que corresponde al lugar que se les adjudica entre los muertos. De esta forma, de ahora en más, cuando referimos a niños difuntos englobamos las tres modalidades de muerte explicitadas; haciendo referencias y aclaratorias específicas cuando se requiera. La primera consideración es que incluimos en este ensayo los casos de niños fallecidos de 0 a 1 año, conocidos como ángeles bebes entre los testimonios recabados.

La muerte de los niños, entre la población bajo estudio, es explicada e interpretada partiendo de diversas premisas significantes, particulares y específicas. Es creencia generalizada que el niño al no tener pecados (veniales o mortales) –y habiendo sido librado del pecado original–[10] vuelve junto a Dios. De esta forma los niños difuntos ocupan un lugar diferencial en el esquema del ordenamiento post mortem. Expone Scheper-Hughes que el bebe muerto era identificado como anjinho, «un ‘querubín’, una criatura inocente que moría sin causar pesadumbre porque su felicidad futura estaba garantizada»[11].

Cuando el niño fallecido es velado se pueden observar particularidades muy marcadas y que lo distinguen de los velorios de los adultos. Si bien no nos detendremos en velorio cabe mencionar que el rito se ha modificado de forma significativa en relación a los registros de religiosos y viajeros de los siglos xviii y xix; conservando algunos componentes que lo distinguen dentro de los ritos funerarios. Atendiendo a las experiencias recabadas, entre 2010 y 2018, podemos mencionar que en el velorio de los niños primará la utilización de colores claros o pastel (amarillo, celeste, rosado, blanco) ya sea en la capilla ardiente o en el ajuar mortuorio, no se rezará por la salvación del alma del niño, tendrán participación activa el género femenino es especial tías, abuelas y madrinas, su duración en el tiempo será breve, suele realzarse en el domicilio de la familia con la adquisición del ataúd en una casa funeraria en caso de poseer los recursos o de confección casera cuando la familia no puede costear los gastos.

Cuando se trata de un grupo familiar con arraigo en las tradiciones sobre el velorio del angelito incorporarán al cuerpo velado el túnico o túnica (según sea niña o niño), un par de alitas, una coronita, las manos en posición orante y un ramo de flores; generándose una simetría directa entre el cuerpo velado y la imagen del angelito difundida entre el credo católico: niño alado, vestido de blanco, con orbe (coronita) y florido. Asimismo en el féretro o entre los dedos del angelito se dejarán pequeñas esquelitas con mensajes que se espera él entregue a Dios en su encuentro[12]. Entre la población bajo estudio son tributarios del rito del velorio los niños nacidos muertos y aquellos fallecidos al poco tiempo de nacer, no así los abortos espontáneos[13].

Entre los registros que retomamos para este trabajo se listan un conjunto de cualidades inherentes a la condición de niño difunto o angelito, cualidades que se resumen en una suerte de triángulo significante: niño de corta edad-sin uso de razón-sin pecados. En algunas de las versiones podemos observar que se define al angelito como el niño difunto de hasta aproximadamente 6 o 7 años; mientras que otras reducen la edad a los 0 a 1 año, rango de tiempo que seleccionamos para este escrito. Resulta relevante señalar que entre la población bajo estudio consta una categoría emic que resuelve en parte esta discrepancia: la idea del Ángel Loro. El Ángel Loro sería el niño difunto que ya maneja el lenguaje articulado, que ha superado la primera infancia, pero que aún no puede discernir entre las buenas o malas acciones, aún no sabe lo que dice (por ende no puede pecar).

El cuerpo puede ser en este caso de un niño que tenga más de un año y hasta seis, entonces será ya un Ángel Loro, el que recibe esta denominación porque se entiende que «el gurí no tiene todavía razón a esa edad», y al no tener discernimiento entre el bien y el mal es un inocente que no sabe lo que dice[14].

Sobre lo expuesto Coluccio menciona que «[…] en casi toda América, [angelito refiere a] cadáver de niño, y muy especialmente aquel a quien se prepara para dar lugar al «velorio del angelito» […]»[15].

Álvarez Benítez[16] resalta que el angelito es el niño de corta edad –sin uso de razón– que fallece. Mencionan que se consideran angelitos a los niños muertos que no han tenido edad suficiente para pecar, ni de pensamiento ni de acción. Para el autor serían angelitos todos los niños hasta los cuatro o cinco años de edad.

Sobre las experiencias en Pedro Juan Caballero y Bella Vista (Paraguay) Banducci Júnior y Romero (2011) resaltan que

[…] as pessoas, que morreram antes de completar os sete anos, posto que muito jovens, não cometeram pecados, são considerados anjinhos e, portanto, a elas não se reza o novenário. Essas preces – o novenário – são destinadas às pessoas adultas, «animas», que talvez pudessem em vida ter cometido pecados e necessitem das rezas dos amigos e familiares para alcançarem o direito de ir ao reino dos céus[17].

Esta concepción se ve reflejada en los aportes de Ambrosetti

[…] es creencia general que las criaturas de corta edad, muertas sin haber podido pecar, van derecho al cielo, siendo allí transformadas en ángeles; así en vez de sufrir mucho por la pérdida del hijo, los padres se consuelan y con este motivo celebran bailes ante el cadáver, alternados con algunas oraciones[18].

Otro de los viajeros que reseña con significativa claridad la imagen del angelito es Beaumon; en el texto escrito luego del viaje por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental realizado entre 1826 y 1827 señala, reflexionando sobre un «velorio de angelito» observado en San Pedro, provincia de Buenos Aires

Se nos informó después que esa costumbre proviene de la creencia, común entre estas gentes, de que, si un niño muere antes de haber alcanzado la edad de siete años, va al cielo, con toda seguridad. Se supone que antes de esa edad el niño no ha adquirido los defectos propios de la naturaleza humana; apartado así en sus primeros años, de las inquietudes y perturbaciones que experimentan los de mayor edad, el tránsito de esta vida a la otra se mira como favor especial del Todopoderoso: de ahí que se les designe con el nombre de ángeles[19].

Incorporando nuevas cualidades a los niños fallecidos Kübler-Ross resalta que «No caso de crianças muito pequeñas -de dois ou três anos, por exemplo- cujos avós, país e todos os demais familiares conhecidos ainda se encontram na Terra, geralmente são os anjos da guarda»[20].

2. Niños difuntos y sus diferencias con los demás muertos

Otra especificidad que debemos desglosar al referir a los angelitos radica en la distinción que se hace entre éstos y los demás muertos. Principalmente se parte de la condición de inocencia, a la que se suman otras condiciones relevantes. Por ejemplo el lugar re-memorativo que se le asigna en el calendario litúrgico oficial; los angelitos son recordados el primero de noviembre y no el dos de noviembre; Día de los Fieles Difuntos.

Exponemos algunas trascripciones textuales de narraciones de niños donde se refractan las significaciones de las fechas; claramente se distinguen dos esferas fronterizas: difuntos/muertos/finados y angelitos. Estas narraciones corresponden a experiencias recabadas, en parte, en los momentos de preparación para el 1 y 2 de noviembre[21].

El 1° de noviembre es el día de los ángelito y el 2° de noviembre es el día de los difuntos[22].

El 1 de noviembre se celebra el día de los angelitos […] el 2 de noviembre se celebra el día de los difuntos[23].

El 31 de octubre y el 1 de Noviembre en es el día de los Angeles y el día 2 de Noviembre el día de los muertos[24].

1° es el Día de los Ángelito. 2° es el Día de los Difuntos[25].

al 1 de noviembre la gente ban al sementerio por que algunos tienen sus Angelitos y ban a resarle a prenderle vela y al siguiente dia que es 2 es día de los Difuntos[26].

Esta es una de las bases sobre la cual se monta el sistema comunicativo (común), este sistema requiere de una memoria compartida. Los símbolos presentes en las narraciones portan información de los contextos, de las temporalidades, del calendario religioso, festivo y de rituales específicos ya sean para los angelitos o para los finados. Esta re-configuración de las temporalidades responde, no sólo a la memoria cultural colectiva, sino además a las memorias emotivas y auto-biográficas de los participantes en el proceso de la socialización.

3. Sobre la inocencia y el «no uso de la razón»

Por otra parte el angelito se define teniendo en cuenta la condición de pureza, la imposibilidad de distinguir entre las acciones buenas o malas y la imposibilidad del uso de razón. Si bien solemos oír que se hace referencia a la condición angelical de los niños en vida destacamos que el estado de angelito, como lo trabajamos en esta investigación, presupone la asimilación de una condición post mortem; directamente vinculada a las especificidades de inocencia y ausencia de la posibilidad de incurrir en pecados de cualquier tipo (básicamente por no tener «uso de razón).

Resalta García Herrero[27] que la inocencia de la niñez fue uno de los rasgos más difundidos y reconocidos a finales de la Edad Media. Agrega que este precepto llevaba implícita la idea de que los niños no dañaban deliberadamente y eran portadores de una significativa pureza que garantizaba su ingreso al Cielo inmediatamente después de la muerte, siempre y cuando hubiesen sido ungidos por el bautismo.

Los aportes del autor referenciado up supra nos habilitan a comentar que: concebir la posibilidad de trasmutación del estado de niño muerto al estado de angelito presupone la creencia en otros mundos posibles más allá del terreno. Asimismo la creencia en la dualidad de lo humano: un cuerpo perecedero y un alma inmortal; íntimamente ligada -en el caso de los niños- a la facultad de la visión beatífica en el Tercer Cielo[28]. Consideramos que estas dimensiones se encuentran fuertemente influenciadas por determinados dogmas devenidos del cristianismo.

Un angelito no asume este estado por la simple muerte bio-física, para completar -sino iniciar- el pasaje debe ser librado del pecado original por medio del bautismo; en muchas situaciones interviene el «agua del socorro» que ofrece una alternativa de purificación hasta la intervención eclesiástica de la mano de un Ordinario autorizado. Estas temáticas las retomaremos más adelante.

Incorporamos en esta instancia consideraciones de suma relevancia en torno a la noción del «no uso de la razón». Cuando los interlocutores refieren al «no uso de la razón» no aluden solamente a una condición propia de la edad biológica, sino además a la nulidad de esta facultad, por ejemplo, debido a una deficiencia mental severa. En consecuencia serían considerados como angelitos algunos discapacitados cuya condición es sumamente grave y no pueden discernir entre las acciones consideradas buenas o malas.

[…] los angelitos son los niños muertos hasta los siete, ocho años. También los discapacitados son angelitos, ellos no saben que hacen bien o mal, son como niños, inocentes son[29].

Mi novio tenía una hermana discapacitada, ella murió. La mamá tiene en la casa una foto de ella con un fondo celeste, le armó un altar, tiene flores y le prende velas. Ella dice que ese es su angelito.[30]

Del mismo modo otros interpretantes del término provienen de la cultura popular poética. Consideramos que los aportes de este campo promoverán a una visión permeable y a la continuidad de los sentidos. Así, la pureza e inocencia del niño difunto y su vinculación con la figura celestial quedan expuestas en los versos expresados por los cantores del angelito[31], al respecto rescata Ramírez de la letra anónima del Canto a los Angelitos:

He venido por un camino

Con una luz a mi lado,

A velar por este angelito

Que el Niño Dios lo ha llevado.

No te olvides angelito

De decirle a tu mamita,

Que te prenda una velita

Que ha de ser una florcita.

Madrecita de mi vida,

No llores, no tengas penas

Ya se va tu hijito querido

Salido de tus cadenas.

Dios se lo pague, mi madre,

Dios se lo ha de pagar,

Por la leche que me ha dado

Con tan fina voluntad[32].

Asimismo entre las canciones de cuna y los juegos infantiles encontramos referencias que conjugan la imagen pura de los niños y la imagen celestial de los angelitos. Estos versos, de difusión regional y global, retoman de los espacios domésticos, familiares, religiosos y seculares diferentes cualidades que permiten marcar una diferencia particularidad en la relación ángel/niño, claramente ausente entre los adultos. Exponemos los siguientes ejemplos

Bajó un ángel del cielo

Bajó un ángel del cielo

Que del cielo bajó.

Con las alas tendidas

Y en la mano una flor.

De la flor una rosa

De la rosa un clavel.

Del clavel una niña

Que se llama Isabel.

Para qué tantas flores

Que no son para mí.

Son para un angelito

Que se está por dormir[33].

María Santa Ana

María Santa Ana

Enciende la vela

Y mera quién anda

Por la cabecera.

Son los angelitos

Que andan de carrera

Despertando al niño

Para ir a la escuela[34].

Duérmete mi niño

Duérmete, mi niño,

Que tengo que hacer:

Lavar los pañales,

Ponerme a coser.

Duérmete, mi niño,

Que voy a contar

Las mariposas

Que hay en el rosal.

Cada mariposa

Es un angelito

Que velará el sueño

De mí tesorito[35].

4. La pureza (in)completa. Relevancia del Bautismo[36]

La muerte no es un tema ajeno a los niños, ya que ellos también mueren. De hecho desde que nacen son acogidos por la sociedad a través de la tradición religiosa traducida en el bautismo, un niño no puede morir sin haber pasado antes por este ritual que le permite una aceptación oficial y pública ante la comunidad, se hace más que necesario conferir al niño tranquilidad espiritual y vitalidad divina, de lo contrario habría que esperar a que la vida misma se apiade de él[37].

La noción de «pureza (in)completa» sugiere la exposición de un recorrido crítico construido sobre la base de algunas conjeturas nacientes de la contemplación y la complejidad de la imagen del «angelito» y su significación socio-cultural (colectiva).

Se concibe que la imagen pura del niño sin pecados veniales, es al mismo tiempo una pureza incompleta. Entre los relatos recabados podemos percibir como la muerte del niño no garantiza su conversión a angelito. El niño debe librarse del pecado original siendo ungido por el sacramento del bautismo[38].

Es oportuno señalar que desde la Iglesia Católica la salvación de las almas de los niños sin bautismo ha sido explicada hasta el año 2007 sobe la base de una hipótesis teológica: el limbo de los niños[39]. Esta Hipótesis ha sido refutada en el documento «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo» actualmente legitimado por el Vaticano. El documento señala que «[…] Todos los factores que hemos considerado […] dan serias bases teológicas y litúrgicas a la esperanza de que los niños muertos sin bautismo estén salvos y gocen de la visión beatifica […]»[40]. Si bien sobre esta temática hay discrepancias entre los Teólogos queda establecido que los niños difuntos, bautizados o no, mantienen la esperanza de la visión de Dios en el Tercer Cielo[41].

Si bien esta nueva concepción mantiene la esperanza de la salvación para aquellos niños no bautizados se recomienda –y establece- la necesidad del bautismo como rito de salvación y despegue del pegado original: «Si tales exequias se celebran [exequias a niños sin bautismo], hay que preocupar por medio de una conveniente catequesis, que no se oscurezca en la mente de los fieles la doctrina acerca de la necesidad del bautismo».[42] Consecuentemente se estipula que

El pecado original privó a la raza humana de un derecho no ganado al cielo. A través de la misericordia Divina este obstáculo al gozo de Dios es removido por el bautismo; pero si el bautismo no es conferido, el pecado original permanece, y el alma no regenerada, no teniendo reclamo por el cielo, no es excluido injustamente de él[43].

En este sentido, y ante estas divergencias e incertidumbres sobre el destino post mortem de los niños difuntos, cabe referir a una práctica que goza de alto grado de legitimidad cultural en la zona bajo estudio: el bautismo por agua del socorro. Este bautismo puede ser subministrado por cualquier miembro de la comunidad (siempre que esté bautizado). Se instrumenta frente a la ausencia de Ordinarios que puedan subministrar el sacramento del bautismo oficial.

Ante el peligro de inminente muerte del niño muchas familias recurren al agua del socorro, si bien se considera que el ritual debe ser completado en la Iglesia con presencia de un Sacerdote. Señalamos que el agua del socorro fue ordenada por disposición del III Concilio de Lima (1582-1583) impulsado por el Obispo Toribio Alfonso de Mogrovejo, en línea con el Concilio de Trento[44]. Estas expresiones perduran en el uso popular, en cuanto a que todo cristiano se encuentra habilitado para proveer el agua del socorro, a los infantes en peligro de muerte

Era fórmula habitual consolar a los padres y madres que perdían a su fruto recordándoles que el hijito muerto ya se había convertido en un «angelito del Paraíso». Solía bautizarse a los niños pronto para no correr riesgos, ya que el bautismo era rito de iniciación cuya falta impedía el acceso al Reino Celestial. De ahí que esta creencia estuviera en el origen de muchas actitudes, comportamientos e incluso creaciones. Sínodos y concilios recomendaban enseñar a los laicos la fórmula del sacramento en lengua vulgar, por si no hubiera un sacerdote cerca tras un parto peligroso y de ahí también que en determinadas zonas la licencia para ejercer el oficio de partera fuera expedida por el obispado. El hecho de retardar el bautizo era entendido como un síntoma de perversidad y/o de conversión ficticia por parte de quienes habiendo renunciado al judaísmo, no se habían entregado al cristianismo de corazón y retrasaban el momento de iniciar a sus descendientes, según lo estipulado por su nueva fe[45].

Sobre la salvación del pecado original por medio del agua del socorro podemos mencionar los aportes de Larraburu (en Escalada Salvo y Zamboni) y de Álvarez Benitez

[…] Qué alegría la de aquella madre, que habiendo constatado que su hijo al nacer y en forma casi inmediata, recibiendo las ‘aguas del socorro’ que le habilitan para ser ‘gente de Dios’, haya sido llamado para formar parte de las huestes del cielo. La solidaridad de los vecinos, que nunca se hace retacear, los lleva a consagrarse en el patio de la ‘casa de luto’ y con su presencia ayudar a la madre en ‘su alegría’[46].

[…] cuando todavía no fue bautizado, cualquier persona –familiar o no- , en su agonía, le derrama sobre la cabeza el «agua del socorro» usando una fórmula muy sencilla. Con ello queda bautizado. Limpio de pecado, va directamente al cielo[47].

El niño, cuya condición de niño no garantiza salvación o estado angélico, requiere la mediación ritual del bautismo o, para los interlocutores consultados, su equivalente en el agua del socorro. Como acto sacramental y de trasmutación des-construye la naturaleza (in)pura de la criatura, lo re-agrega a condiciones que: a) en vida significan el inicio de una nueva vida, y b) en la muerte implican necesariamente el mismo acto; un nuevo estado, en un nuevo lugar, en una nueva forma, una vida como angelito.

Sobre la legitimidad del agua de socorro se registran controversias significativas. El caso más sobresaliente que hemos hallado fue expuesto por Riesco Le-Grand quien desarrolla en su «Tratado de Embriología Sagrada» dos apartados especiales al bautismo, denomina a estos «De la forma del bautismo» y «Del sujeto del bautismo». En el primero reseña consideraciones significativas sobre el «agua de socorro»; remarca que los pasos del bautismo -para ser efectivos- deben respetar minuciosamente los cánones rituales manejados casi exclusivamente por los párrocos. Por ello recomienda que todos los párrocos deben bautizar subconditione a los niños -recién nacidos- que han recibido agua de socorro, señala que «[…] aún cuando haya sido el facultativo, matrona u otra persona de conocida inteligencia; la razón es porque en aquellos momentos de precipitación, o se hace mal la ablución, o se aplica mal la materia a la forma»[48].

Estas posturas sobre la purificación de los niños hallan eco en las indicaciones pastorales para el bautismo de niños en la Argentina; ésta estipula que

7.f. En los Hospitales y Sanatorios sólo podrá administrarse el «agua del socorro», explicando a los padres que es verdadero Bautismo y que están normalmente obligados a completar la celebración en la Parroquia. 7.g. Es responsabilidad de quién administró el «agua del socorro», que el niño sea presentado en la Iglesia para completar los Ritos, como así también que el Bautismo sea debidamente registrado en los libros parroquiales de la jurisdicción donde se admitió[49].

Nos encontramos frente a una relación tensa entre lo estipulado como apropiado y la re-adaptación que estas prácticas vivencian en la cotidianeidad de la cultura. Las entrevistas nos han permitido reconocer personas que nunca han recibido el bautismo en la Parroquia y que legitiman al agua del socorro como un equivalente. De este modo hasta la fecha hallamos mujeres de avanzada edad que cumplen con el mandato cultural de ser «madrinas de agua de socorro»

[…] la criatura se bautizaba con agua de socorro, es como el bautismo, yo tengo muchos ahijados de agua de socorro[50].

Si, morían solo con ese bautismo, difícil que venga el cura o que se llegue hasta la Capilla para el bautismo, y ya de grande menos […] seguimos bautizando[51].

Mi marido tiene bautizo por agua de socorro, la madrina de él ya murió […] siempre la bendición, eso sí, el cura nunca dijo nada[52].

5. Sobre el Bautizo ungido a los niños difuntos

Luego del rechazo de la hipótesis teológica del limbo la salvación de las almas de los niños que mueren sin bautismo está garantizada por la piedad y misericordia divina, estas percepciones son trabajadas en los aportes de Medina explicitándose que la salvación está garantizada para

[…] todos los seres humanos muertos antes del uso de la razón o sin uso de la razón: a) De los fetos humanos muertos por causas naturales, hayan tenido o no conciencia sus madres acerca de su existencia. b) De los fetos humanos privados de la vida por aborto. c) De los niños nacidos y muertos antes de que hayan recibido bautismo. d) De los seres humanos adultos que no llegaron a tener uso de razón[53].

Si bien retomamos esta idea en las consideraciones de cierre cabe rescatar las sugerencias de la Enciclopedia Católica que en su Volumen I expone

En caso de muerte de la madre, el feto debe ser inmediatamente extraído y bautizado, si tuviera alguna vida en él. Los infantes han sido sacados vivos del vientre después de morir la madre. Después de haberse llevado a cabo la incisión Cesárea, el feto puede ser condicionalmente bautizado antes de la extracción si es posible, si el sacramento es administrado después de removido del vientre el bautismo debe ser absoluto, siempre y cuando exista la certeza de vida alguna. Si después de la extracción sea dudoso si vive, debe bautizarse bajo la condición: «Si estás vivo». Debe recordarse a médicos, madres y comadronas sobre la grave obligación de administrar el bautismo bajo estas circunstancias. Debe tenerse en mente que según la opinión prevaleciente entre los instruidos, el feto es animado por un alma humana desde el principio mismo de su concepción. En los casos de parto en los que el producto sea una masa ciertamente no animada por vida humana, debe bautizarse condicionalmente: «Si sois un hombre»[54].

Si se prevé la muerte de una mujer embarazada se recomienda, antes de la muerte de ésta, que beba agua bendida garantizando mínimamente el contacto del niño con la intensión del bautismo. Sobre ello nos relata la imagen consagrada en la producción fílmica argentina «Camila» de María Luisa Bemberg, protagonizada por Susú Pecoraro e Imanol Arias. Camila O’Gorman, condenada por su romance con el sacerdote Ladislao Gutiérrez, es fusilada estando embarazada. Antes de cumplirse la sentencia es inducida a beber agua bendida promoviendo la liberación del pecado original de la criatura que habita en su vientre: «bebe hija mía, para que el agua bendita alcance el cuerpo del inocente a Nuestro Señor»[55].

Del mismo modo la muerte de una mujer embarazada implica tratamientos especiales en el ritual velatorio. Cabe mencionar que la embarazada difunda es consagrada con símbolos propios de la muerte pequeña, a saber: colores, cánticos, oraciones. En el Paraguay hemos registrado casos de funerales realizados a embarazadas.

Estos rituales de bautizo citados en la Enciclopedia Católica, desconocidos en su sentido estricto por muchos de los practicantes del catolicismo, toman formas populares y son re-adaptados promocionándose esquemas alternativos de acción bautismal ante las situaciones de muerte de los niños nacidos muertos o fetos producto de abortos naturales o inducidos. De esta forma hallamos, a lo largo del trabajo de campo, variadas situaciones de los llamados «padrinazgos de muertitos»: producto de ritos bautismales en casos de niños ya fallecidos, concretándose el bautismo en el momento del parto (habiendo nacido muerto) o bien en los umbrales del velorio[56]

[…] yo soy padrino del bebe de mi amiga, se le bautizó en el velorio, ya nació muerto, ella me preguntó si yo quería salir de padrino y le dije que sí, la abuela le hiso el bautismo y se le puso nombre y todo, después se le veló hasta el otro día[57].

Esta cita ilustra el caso de un bautismo que hemos denominado pos-mortem, muy relacionado al bautismo de los muertos o por intención que deja de manifiesto el deseo de que el alma del fallecido sea cristiana. Este tipo de bautizos, en el orden de las expresiones populares, se realizan mediante agua del socorro, práctica presidida primordialmente por las abuelas o las llamadas «viejas del lugar» que poseen en «su haber» varios ahijados adjudicados por esta fórmula de purificación popular.

Estas experiencias fueron registradas además en las situaciones de los abordos naturales en los cuales las madres «despiden» a los fetos (ya con forma humana). En estas situaciones se instrumenta la misma fórmula bautismal; adjudicándole al feto las atribuciones que hubiese tenido en su vida bio-física extra-uterina. La mayoría de los productos de estos abortos naturales son inhumados en los patios de las casas.

Como hemos mencionado en Autor, las madrinas y padrinos por agua de socorro poseen en su esquema de «ahijadazgo»: a) tutelados vivos, b) niños fallecidos luego de un tiempo de estar entre los vivos y c) niños paridos en estado de muerte. Estos padrinos de los muertos asumen la responsabilidad que se le otorgaría estando sus ahijados vivos. Podríamos afirmar que este vínculo es aún más complejo, ya que muchos bautizos se realizan en el lecho de muerte de los neonatos, esto confiere a ese padrinazgo por agua de socorro una complejidad salvacionista: será el bautizo que liberará al alma del niño. De esta forma, atendiendo al trabajo de campo realizado, la complejidad del rito bautismal puede ser entendida teniendo en cuenta lo que hemos denominado como la condición del niño, el cronotopo bautismal y la tipología bautismal. Esta última, la tipología bautismal, está representada por dos formas generales: el agua de socorro y el bautismo en la parroquia de la mano de un Ordinario. Los elementos condición del niño, cronotopo bautismal y tipología bautismal se combinan generando formas alternativas de proceder en el bautismo dependiendo del estado de vida o muerte, o bien de la mayor o menor cercanía de la muerte bio-física del niño. Sobre las entrevistas realizadas podemos construir el siguiente esquema de interrelaciones[58]:

a. Niños nacidos vivos y que sobreviven: se bautizan a los pocos días, semanas o meses. Suele usarse el agua del socorro y el bautismo en la parroquia.

b. Niños nacidos vivos y en grave estado de salud o previendo su muerte: el bautismo se realiza en el lecho de muerte o inmediatamente luego del parto. Suele primar el bautismo por agua de socorro.

c. Niños muertos antes del parto o abortos: se realiza el bautismo post mortem y suele primar el agua del socorro.

6. Sobre el padrinazgo en los casos de niños difuntos

Consideramos que la comprensión del sistema del padrinazgo debe partir de la contemplación de las relaciones de compadrazgo

[…] entendiendo este como una forma de parentesco ritual derivado del apadrinamiento ante la Iglesia Católica que se encuentra en España, Latinoamérica y Filipinas. La relación de padrinos crea vínculos permanentes de obligación y afecto mutuo entre los padrinos y sus ahijados, así como entre los padrinos y los padres naturales de los ahijados[59].

Otro de los aspectos íntimamente ligados al bautismo y a los padrinos es lo que López Bréard describe bajo la noción de «bendición». La bendición, señala, es una tradición antigua y consiste en solicitar ser bendecido por los mayores; entre éstos cuentan especialmente los padrinos de bautizo. De este modo «[…] con la fórmula: ¡la bendición taita! o ¡la bendición padrino! A la que se contesta: ¡que Dios te de su gracia! o ¡que Dios te bendiga! Es una institución respetada por el pueblo […]»[60]; esta práctica extendida a lo largo de toda la zona trabajada constituye parte significativa de las obligaciones adquiridas por el rito del bautismo. Los parientes rituales, en oficio de sus derechos y deberes, reclaman bendición; y los padrinos -en cumplimiento de este mandato significativamente mediado por Dios- bendicen y protegen. Expone Cortazar que el vínculo que se genera entre el ahijado y los padrinos es tan complejo como el de padre e hijo; los padrinos poseerán la primacía del castigo y el consejo en cuestiones morales y de conducta. Destaca que

[…] si por fatalidad el ahijado muriera siendo angelito, la madrina preside el velorio con intervención preponderante y casi exclusiva […] Advertida la gravedad fatal de la criatura o producido su deceso los padres hacen llamar a la madrina, que desde ese momento preside todas las actividades y ceremonias[61].

Esta protección del padrinazgo se extiende a lo largo de la vida. Entre los grupos que hemos trabajado resulta una costumbre vigente fuertemente arraigada. En concordancia con lo señalado, en los relatos folklóricos, los costos del velorio del angelito son cubiertos por los padrinos: ya sea montando la capilla ardiente, solventando la demanda pecuniaria de los refrigerios, florando el recinto o cubriendo los gastos de la sepultura: «Todo [pausa y suspiro]…si, si… pago el padrino»[62].

Exponen Cerruti y Martínez que el fortalecimiento de los lazos creados mediante el parentesco ritual se divisa claramente en el velorio del angelito[63]. El padrino proporciona el traje para el muertito y posee la facultad de solicitar en préstamo el cuerpo velándolo en su casa. Esta relación directa se expone en las coplas registradas por Plath

Que glorioso el angelito

que se va por buen camino

rogando por sus padres

y también por sus padrinos.

Bien haiga mi padre,

Por él soy ufano;

Bien haiga el padrino[64].

El vínculo entre el niño y los padrinos no reconoce las fronteras entre el mundo de los vivos y el los muertos, la relación de padrinazgo se proyecta más allá de la vida biofísica. Sobre esto reseña Ramírez que el cordón que usará el niño en la cintura durante el velorio servirá para que la madrina, luego de su muerte, pueda «trepar» y dejar el Purgatorio intentando acceder al Paraíso, donde habita su ahijado[65].

Podríamos observar como la muerte bio-física re-vierte algunas de las obligaciones parentales. En vida el niño es protegido, ayudado y atendido por sus padrinos, a quienes retribuye con respeto y consideración. Al morir el niño, los padrinos contarán con un angelito protector a quien rogar y pedir bendiciones, y éste deberá atender las demandas que recibirá su madrina en el más allá, al momento de su muerte. Sentenciada al Purgatorio, como todo adulto con pecados veniales, ella (mirando hacia arriba) buscará el cordón de su ahijado para salvarse de esta pena. El cordón forma parte de la vestimenta ritual que llevará el niño en su velorio, cabe señalar que suele ser tejido por los padrinos, asimismo la túnica o túnico; el arreglo floral de la coronita que vestirá el angelito se compondrá con flores de papel confeccionadas por la madrina o con los restos del ramo de novias que ha utilizado en su casamiento[66].

Este parentesco ritual se constituye sobre la base del bautizo oficial o bien teniendo como referencia el agua del socorro. Los padrinos pueden ser los mismos o bien variar. Así hemos registrado casos de niños que disponen de cuatro padrinos.

A veces elegimos padrinos que no están cerca, entonces hasta que esos vengan le hacemos el agua de socorro y ahí se buscan otros. Más después se hace por iglesia, algunos no, y ahí están los padrinos esos elegidos que no estaban[67].

El bautismo limpia las impurezas –aspectos con los cuáles no se recomienda pasar al mundo de los muertos-. Subministrado muchas veces en el lecho de muerte o post mortem promueve la posibilidad de que estos niños vuelen al cielo. El niño y su condición de pureza (completada por cualquiera de los ritos expuestos) no es el resultante de una estática forma de cultura híbrida, por el contrario resulta una compleja re-configuración socio-histórica de los sentidos, las formas y los significados.

7. Esbozo de cierre y continuidad

Como espacio de cierre del ensayo hemos decidido exponer algunas de los ejemplares que nos permiten seguir pensando la problemática del niño difunto y su configuración como angelito; en este caso recombinando determinadas situaciones socio-culturales propias de los niños fallecidos, y que se presentan en relación a otros sujetos, procesos y modalidades de muerte: discapacidad y «doncellas vírgenes» como portadores de estado angélico; embarazadas fallecidas como «poseedoras de ángel»

Debe quedar esclarecido que estas son situaciones ejemplares que no han sido desarrolladas con profundidad en este ensayo pero su extrañeza amerita que sean incluidas en este esbozo de cierre y continuidad. No podemos pasarlas por alto ya que constituyen partes significativas que podrían orientar otras lecturas desencadenadas a partir de este artículo.

Los ejemplares que presentamos desdibujan la asociación lineal entre edad biológica y condición angélica, asociación predominante (sino dominante) en la totalidad de la literatura que refiere a la problemática del angelito en zona bajo estudio. Queda claro que el angelito, casi romántico y barroco, ilustrado en las estampas del folklore regional pretende acercarnos a una expresión casi purista de las prácticas y las creencias. Podríamos afirmar que esta problemática la hemos comprendido con claridad y de forma creativa; pero sin negar otras formas de asociaciones significantes como las que mencionados, a saber

a. Discapacitado→ no uso de razón→ difunto→ estado angélico

b. Doncella→ virgen→ difunta→ estado angélico

c. Mujer→ embarazada→ difunta→ portadora de ángel

La esquematización pareciera lineal pero se encuentra circundada de forma transversal por la adquisición del estado de muerte y por la particularidad atribuida a los niños fallecidos. Si bien podríamos afirmar que la muerte no se adquiere sino que se posee, en el sentido desarrollado por Thomas al mencionar que desde el nacimiento somos potencialmente un cadáver[68] y que el cuerpo humano se encuentra inserto en una compleja y continua cadena de vida/muerte/vida. Y es justamente en esta cadena donde «el morir», dependiendo de la situación y la condición del sujeto al momento de la muerte, puede ubicarlo más cerca o más distante de Dios, en relación a otros muertos. En este sentido recordamos que todos los interlocutores, cuyos testimonios han contribuidos a la construcción de este ensayo, manifiestan su adscripción al credo católico; ello nos permite acceder a una forma particular de comprender, explicar y vivenciar las situaciones de muerte y morir, como pudimos apreciar en el desarrollo del texto.

Consideramos que los casos presentados acreditan una posición diferencial ante la muerte, y el estado post mortem, ya que poseen relación directa con el estado de pureza devenido, básicamente, de tres cualidades: a) el no uso de razón, b) la no iniciación sexual (virginidad) o, c) la portación de un angelito. Las cualidades (a) y (b) corresponden a la imaginación religiosa vinculada a la figura del ángel-bebe; mientras que la cualidad (c) implica portar un ángel-bebe.

Consideramos a estos aspectos de suma relevancia en el sentido de las valoraciones que la sociedad construye en torno a los atributos que garantizan la pureza y las similitudes con el angelito

a. Discapacitado→ ángel en la tierra, sin culpa, sin distinguir entre lo bueno y lo malo

b. Doncella virgen→ pura, impoluta, sin conocer los placeres carnales

c. Mujer embarazada fallecida→ portadora de un angelito, su impureza/pureza será «negociada» por la muerte intrauterina de su hijo.

Los tres casos mencionados, hallados durante el trabajo de campo, son tributarios de rituales mortuorios y significaciones sagradas similares a los del angelito. En los velorios se puede observar la presencia de símbolos propios de la muerte del angelito: colores claros, abundancia de flores, ataúd blanco, etc. Del mismo modo en lo que respecta al montaje de la tumba: aquella de la doncella virgen luce epitafios tales como «MUERTA EN LA PUREZA CARNAL»[69]; u ofrendas vinculadas a una niña: muñecas, paños rosados, osos de felpa. Cabe mencionar que las imágenes de mujeres muertas en estado de embarazo se encuentran contempladas, aunque entre líneas, en la Enciclopedia Cristiana que oportunamente citábamos en el desarrollo del trabajo; cuando referíamos a la necesidad del bautizo del inocente que yacía en el vientre de la difunta.

Del mismo modo, estas experiencias y registros, nos derivan a consideraciones que claramente se vinculan a las relaciones entre iniciación y/o el deseo sexual; placeres carnales, virginidad y estado de pureza. En el caso de la discapacidad queda claro que el «No uso de razón» se toma como relevante en esta construcción; pero no debemos olvidar que entre los casos percibidos en el campo hallamos referencias sobre cómo al discapacitado se le atribuye una suerte de a-sexualidad, no usencia del sexo, sino la negación del deseo sexual (o el posible deseo que se pueda expresar hacia el sujeto en esa condición). En estos casos no se percibe al discapacitado como sujeto pro-creador, portador de deseo sexual; en primera instancia por ser asimilado a los niños, suele reprimirse la posibilidad de la procreación y/o la vida sexual ante el prejuicio de que es insoslayable la herencia biológica de esta condición: se lo mantiene en «estado de pureza» atendiendo a una compleja combinación entre su –presupuesto– estado de niñez y su corporeidad no corrompida.

La misma situación de «lo no corrompido» se halla en la doncella virgen; claro es el ejemplo expuesto por González Azcoaga

El cortejo para niños o niñas solteras [que se presuponían vírgenes por su soltería] requería igual atención pero en color blanco, como los atuendos que es estos casos podían ser claros […] Cuando murió trágicamente Sara Dante –suicidada por penas de amor– se dio esta característica [El autor refiere al uso del fúnebre tirado por caballos blancos que se usaba en el caso de las niñas][70].

Caso similar es el de la mujer embarazada que fallece; la situación de «premies» indica claramente que ha sido iniciada en la vida sexual, pero su muerte en este estado la ubica en otra iniciación: en la posibilidad de acompañar a su angelito (los interlocutores no supieron definir si en el más allá), pero sí en los proceso rituales post mortem. Se rezará por la salvación del alma, pero esta mujer cuenta con una ventaja representada en el angelito que ha perecido con ella y en su vientre. En la muerte, el niño que es protegido por su madre, invierte los roles y se convierte en protector.

Consecuentemente, habiendo percibido la vigencia vigorosa del imaginario en torno al angelito, posibilitó comprender parte de los vínculos que se establecen ente vivos y muertos y acercarnos a la compleja trama de la cartografía funeraria y del ordenamiento de los mundos terreno y sagrado; aspectos traducibles a un calendario de actividades, festividades y temporalidades para rendir culto, re-memorar o visitar al angelito. Esta concepción del niño fallecido como angelito resulta un recurrente transversal en la zona bajo estudio.

De esta forma la muerte del angelito y las prácticas y rituales subsiguientes, al menos entre la población de credo católico en el norte argentino y el Sur del Paraguay, no distinguen entre lo rural o lo urbano, la Ciudad o la Estancia, mayor o menos capital económico; simplemente pivotean entre lo público y lo privado, la familia doliente y la comunidad, la casa funeraria y o la casa de la familia, el thanatólogo y la vestidora, el Cementerio o la inhumación en los patios. Formas no acabadas que buscan restituir la continuidad ante la ruptura de una cadena antropológica que se presupone no debe ser quebrada: el deseo de la imposibilidad de que un hijo fallezca antes que sus padres; la cría muerta, la huella disuelta, la socialización interrumpida.

Estas nociones sobre la continuidad y la vigencia de las expresiones vinculares a la muerte del angelito bregan de una postura que concibe como válidos los testimonios devenidas de la memoria vivida por los interlocutores; con ello exponemos que a lo largo del proceso de investigación hallamos referencias, básicamente, de dos tipos: aquellos interlocutores que habían vivenciado la muerte de un niño y otros que reconocían la figura cultural del angelito debido a la herencia oral (caso de los niños entrevistados). Resulta relevante rescatar la fuerza de este componente de la imaginación religiosa, ya que aunque los niños nunca habían estado ante la muerte de un ángel-bebe claramente sabían cómo desempeñarse ante esta modalidad de fallecimiento y como clasificarla; ello refiere a la vigencia de una memoria socio-histórica fuertemente arraigada.

César Iván Bondar
Instituto de Estudios Sociales y Humanos
CONICET- Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Universidad Nacional de Misiones. Argentina




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NOTAS

[1] Retomamos la noción de «imaginación religiosa» de los trabajos de Álvarez Santaló, Buxó I Rey y Rodríguez Becerra (coord.), La Religiosidad Popular II. Vida y Muerte. La imaginación religiosa.

[2] Autor, «Muerte, ritualización y memoria. Imágenes sobre la (re)memoración de los angelitos. Corrientes. Argentina».

[3] Banducci Júnior y Romero, «Velório da Cruz: rituais de passagem na frontera Brasil-Paraguai», 4.

[4] Finol, «Rito, espacio y poder en la vida cotidiana».

[5] Hertz, La muerte y la mano derecha.

[6] Autor, «Muerte, ritualización y memoria. Imágenes sobre la (re)memoración de los angelitos. Corrientes. Argentina».

[7] Scheper-Hughes, La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil.

[8] Autor, «Angelitos del siglo xxi: recuperación de vivencias en la relación padres-muerte-hijo difunto», 2.

[9] Ritual Exequias. Celebración de las Exequias. Reformado según los decretos del Concilio Vaticano II y promulgado por su Santidad Pablo VI, 52.

[10] Luego haremos algunas consideraciones sobre las modificaciones que realiza el Papa Juan Pablo II al momento de la abolición del Limbo y sus relaciones con el destino post mortem de los niños fallecidos con o sin bautismo. Asimismo sobre las categorías bautismales que hemos construido,

[11] Scheper-Hughes, La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil, 399.

[12] Para profundizar sola la temática del velorio del angelito en el siglo xix, xx y xxi se sugiere las lecturas de Autor, «Esbozo sobre tres destinos de los niños muertos sin bautismo. Norte de la República Argentina».

Autor, «No llores porque se le mojarán las alas. Sobre las prácticas funerarias en niños difuntos (angelitos). Provincia de Corrientes, Argentina y Sur de la Región Oriental del Paraguay».

Autor, «Sobre el velorio del angelito. Provincia de Corrientes Sur de la Región Oriental del Paraguay».

Autor, «Breve esbozo sobre los encuentros cuerpo-angelito-velorio. Provincia de Corrientes, Argentina y Sur de la Región Oriental del Paraguay».

[13] Para profundizar sobre las inhumaciones en los patios de las casas se sugiere. Autor, «Altares y entierros domésticos. Corrientes (Argentina) y Sur de la Región Oriental del Paraguay».

[14] López Bréard, Devocionario Guaraní, 97.

[15] Coluccio, Diccionario del Folklore Americano (Contribución), 193.

[16] Álvarez Benítez, Lo mejor del folklore paraguayo.

[17] Banducci Júnior y Romero, «Velório da Cruz: rituais de passagem na frontera Brasil-Paraguai», 12.

[18] Ambrosetti, Supersticiones y leyendas, región misionera, valles Calchaquíes y las pampas, 45.

[19] Beaumont, Viajes por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental, s/p.

[20] Kübler-Ross, A norte: um amanecer, 18-19.

[21] Autor, «Muerte, ritualización y memoria. Imágenes sobre la (re)memoración de los angelitos. Corrientes. Argentina».

[22] Trascripción textual [sic] al de una narración escrita. Niña, 11 años.

[23] Trascripción textual [sic] al de una narración escrita. Niña, 12 años.

[24] Trascripción textual [sic] al de una narración escrita. Niño, 11 años.

[25] Trascripción textual [sic] al de una narración escrita. Niña, 11 años.

[26] Trascripción textual [sic] al de una narración escrita. Niña, 12 años.

[27] García Herrero, «Elementos para una Historia de la infancia y de la juventud a finales de la Edad Media».

[28] Analizando la tradición judeo-cristiana podemos identificar que el Cosmos se organiza en niveles de creciente abstracción, sacralidad y progresiva lejanía de lo humano. Algunas versiones hablan de hasta siete niveles, pero la versión más difundida presenta tres niveles o Cielos. El Primer Cielo estaría representado por lo que contiene la Atmósfera (hasta donde vuelan las aves, lo observable a simple vista); el Segundo Cielo por el Universo que contiene a la Tierra (hasta este Cielo el Hombre puede ambicionar experimentar). Dios ha creado estos Dos Cielos, pero habita en el Tercer Cielo desde donde ha dirigido la creación. En este Tercer Cielo moran los ángeles, los seres celestiales y se goza de la visión beatífica: «San Pablo, que fue arrebatado hasta el tercer cielo, hasta los más grandes misterios de Dios y, precisamente por eso, al descender, es capaz de hacerse todo para todos» (cf. 2 Co 12, 2-4; 1 Co 9, 22). Los niños difuntos ruegan por sus dolientes desde el Tercer Cielo, junto a Dios y los demás ángeles.

[29] Entrevista a Mujer. 50 años, Paraguay.

[30] Entrevista a Mujer, 24 años, Corrientes. Argentina.

[31] El cantor del angelito resulta un personaje recurrente en los velorios, cumpleaños o día de las visitas a los cementerios. Su función radica en dedicar versos al angelito resaltando sus cualidades inmaculadas. Este personaje aparece en los velorios como convocado por los padrinos de la criatura, quienes cubren el costo del trovador. En el Paraguay se lo define como el personaje que canta «compuestos», aludiendo a composiciones especiales para el angelito.

[32] Ramírez, «Imaginario Popular», 12-13.

[33] Bareiro y Mainé, Mantantirulirulá. Juegos y canciones del ayer, 91.

[34] Ibíd., 92.

[35] Ibíd., 93.

[36] Ampliamos la información vigente en Autor, «Esbozo sobre tres destinos de los niños muertos sin bautismo. Norte de la República Argentina», 2-10.

[37] Hernández, «Los niños también mueren. Manifestaciones socioculturales ante la muerte niñas y niños en la ciudad de Manizales a finales del siglo xix y principios del xx», 6.

[38] El libro Ritual de Exequias (Concilio Vaticano II- 1962-65) establece procesos rituales diferenciales según se trate de niños bautizados, niños no bautizados y niños con uso de razón ( a estos corresponde el rito de los adultos con algunas re-adaptaciones). Si bien estos ritos han sido significativamente transformados en los usos públicos de la comunidad y por las percepciones de la misma Iglesia, resulta ilustrativo considerar como deberían ser (idealmente) los procesos rituales post mortem en estos niños difuntos.

[39] Sobre el Limbo Alighieri, en el Canto IV de la Divina Comedia, Círculo I, Justos, No Bautizados, escribe: […] Allí, según lo que escuchar yo pude, llanto no había más suspiros sólo, que al aire eterno le hacían temblar. (27) Lo causaba la pena sin tormento que sufría una grande muchedumbre de mujeres, de niños y de hombres. (30) El buen Maestro a mí: «¿No me preguntas qué espíritus son estos que estás viendo? Quiero que sepas, antes de seguir, (33) que no pecaron: y aunque tengan méritos, no basta, pues están sin el bautismo, donde la fe en que crees principio tiene. (36) Al cristianismo fueron anteriores, y a Dios debidamente no adoraron: a estos tales yo mismo pertenezco. (39) Por tal efecto, no por otra culpa, perdidos somos, y es nuestra condena vivir sin esperanza en el deseo» (42) Sentí en el corazón una gran pena, puesto que gentes de mucho valor vi que en el limbo estaban suspendidos. (45) […] (Alighieri, La Divina Comedia, 23-24

Por otra parte el Concilio de Cartago, en 418, se pronunció contra la teoría optimista que quería a los niños muertos sin bautismo admitidos totalmente a la felicidad sobrenatural. San Agustín señaló que el «Limbo de los niños es eterno», su condición de portadores del pecado original dura por siempre. Durante todo el Medioevo ésta fue la doctrina de la Iglesia. En el Catecismo de Pío X de 1904, en el que se educaron los católicos durante casi todo el siglo xx, se enseña que […] los niños muertos sin bautismo van al Limbo, donde no gozan a Dios pero tampoco sufren porque teniendo el pecado original, pero solo él, no merecen el Paraíso pero tampoco el Purgatorio y el Infierno». La versión que el Papa aprobó en 1992 prefirió una suerte más serena para los niños muertos sin bautismo. «La Iglesia -afirma el punto 1261- no puede confiarlos a la misericordia de Dios». Y Dios «quiere que todos los hombres sean salvados». Y la ternura de Cristo que le hizo decir: «Dejad que los niños vengan a mí y no impedírselo». Todo esto «nos consiente de esperar que haya una vía de salvación para los niños muertos sin Bautismo», afirma el último Catecismo católico universal […] (Diario Clarín. 29/XI/2005)

[40] […] Exequias de niños sin bautizar. 295 Conforme al canon 1183 § 2 del Código de Derecho Canónico, «el Ordinario del lugar (Obispo o Vicario) puede permitir que se celebren exequias eclesiásticas por aquellos niños que sus padres deseaban bautizar, pero murieron antes de recibir el bautismo». 296 En ambos casos el uso de ornamentos de color blanco es el que mejor expresa la alegría del tránsito con su Salvador resucitado de quien no ha tenido pecado personal […] (Celebración de la Muerte – Subsidios para la celebración de las exequias- que acompaña el Rito Exequias. 8.

[41] Del Concilio Tridentino (1542-1563) proviene la creencia de que el niño accede a la gloria de Dios si está bautizado, ya que se trata de un alma pura.

[42] Ritual Exequias. Celebración de las Exequias. Reformado según los decretos del Concilio Vaticano II y promulgado por su Santidad Pablo VI, 49.

[43] Enciclopedia Católica. Omnia Docet per Omnia, «Infantes no bautizados». s/p.

[44] Autor, «No llores porque se le mojarán las alas. Sobre las prácticas funerarias en niños difuntos (angelitos). Provincia de Corrientes, Argentina y Sur de la Región Oriental del Paraguay».

[45] García Herrero, «Elementos para una Historia de la infancia y de la juventud a finales de la Edad Media», 30.

[46] Escalada Salvo y Zamboni, Mitos y Leyendas. Un viaje por la Región Guaraní, 124.

[47] Álvarez Benítez, Lo mejor del folklore paraguayo, 106.

[48] Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada, 306. Desde esta óptica no se legitiman los bautismos por agua del socorro y se reconoce la importancia de la intervención de algunos párrocos que siempre bautizan bajo condición, aunque el que bautiza por agua del socorro sea un eclesiástico: pues el ritual debería ser completado (efectivamente) en la «verdadera casa de Dios».

[49] Bergoglio, «Indicaciones pastorales para el bautismo de niños», s/p.

[50] Entrevista a Mujer, 75 años, Argentina.

[51] Entrevista a Mujer, 45 años, Paraguay.

[52] Entrevista a Mujer, 70 años, Paraguay.

[53] Medina, «Anotaciones sobre la suerte eterna de los niños muertos sin bautismo», 2.

[54] Enciclopedia Católica. Omnia Docet per Omnia, «Infantes no bautizados», s/p.

[55] Transcripción de lo expresado por el Sacerdote que le otorga la extremaunción.

[56] Ampliamos la información vigente en Autor, «Esbozo sobre tres destinos de los niños muertos sin bautismo. Norte de la República Argentina», 2-10.

[57] Entrevista. Hombre, 30 años, Corrientes. Argentina.

[58] Autor, «No llores porque se le mojarán las alas. Sobre las prácticas funerarias en niños difuntos (angelitos). Provincia de Corrientes, Argentina y Sur de la Región Oriental del Paraguay».

[59] Rhum, Diccionario de Antropología, 124.

[60] López Bréard, Diccionario Folklórico Guaranítico, 38.

[61] Cortazar, «Usos y Costumbres», s/p.

[62] Entrevista. Hombre, 38 años. Corrientes. Argentina.

[63] Cerruti y Martínez, «El velorio del angelito. Manifestaciones de la religiosidad popular del Sur de Chile, trasplantada en el territorio del Neuquén (1884-1930)».

[64] Plath, Folclor religioso chileno, 34-35.

[65] Ramírez, «Imaginario Popular».

[66] Autor, «No llores porque se le mojarán las alas. Sobre las prácticas funerarias en niños difuntos (angelitos). Provincia de Corrientes, Argentina y Sur de la Región Oriental del Paraguay».

[67] Entrevista. Mujer, 40 años. Paraguay.

[68] Thomas, La muerte, una lectura cultural.

[69] Transcripción [sic] del texto del Epitafio. Tumba de joven de 15 años. Cementerio Público. Corrientes. Argentina.

[70] González Ascoaga, Las Muertes de Corrientes. Historia y Patrimonio Cultural, 62.


Tabla N° 1: Conversión de los atributos según estado de vida o muerte del niño/ahijado en relación a la figura de los padrinos. Fuente: elaboración propia sobre la base de las entrevistas etnográficas. 2010-2018

Padrinos y el ahijado/niño vivos

Vivos los padrinos y fallecido el ahijado/niño

Atributos de los Padrinos

Atributos de los Ahijado

Atributos de los Padrinos

Atributos de los Ahijado

Protectores

Protegido

Protegidos

Protector

Consejeros

Aconsejado

Aconsejados

Consejero

Orientadores

Orientado

Orientados

Orientador

Fuertes-importantes

Vulnerable

Vulnerables

Fuerte-importante



El niño difunto y su configuración como angelito. Norte argentino y sur del Paraguay

IVAN BONDAR, César

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 520.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz