Revista de Folklore • 45 años

Fundación Joaquín Díaz

Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >

Búsqueda por: autor, título, año o número de revista *
* Es válido cualquier término del nombre/apellido del autor, del título del artículo y del número de revista o año.

Revista de Folklore número

522



Esta visualización es solo del texto del artículo.
Puede leer el artículo completo descargando la revista en formato PDF

Materiales para un folklore sobre el agua en la comarca salmantina de la Sierra de Francia

PUERTO, José Luis

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 522 - sumario >



Desde antiguo y en todas las civilizaciones, el agua ha tenido, al menos, una triple significación para el ser humano: fuente de vida, modo de purificación y centro de regeneración[1]. Como elemento fecundador de la tierra, ha tenido siempre una gran importancia para todas las culturas campesinas. De ahí que aparezca, de un modo u otro, sacralizada en todas las teogonías.

El agua, por otra parte, es, para los filósofos griegos presocráticos, uno de los constituyentes esenciales del cosmos, algo que propugnaba particularmente Tales de Mileto, para quien el principio originario de la naturaleza y de la materia era la sustancia última del agua. Mientras que, para Empédocles de Agrigento –asumiendo las perspectivas de varios de sus predecesores–, eran cuatro los principios materiales de la realidad, todos ellos en constante movimiento, mezclándose y repulsándose por las fuerzas espirituales del Amor y del Odio.[2]

En el ámbito de la vida tradicional campesina, el agua tiene una presencia de importancia capital, en la agricultura, en la economía, en la higiene, en la vida…, y, además, en ámbitos como los de los ritos, creencias, así como en el mundo religioso y, claro está, también en el profano… Por todo ello, se halla asimismo presente en distintos tipos de tradiciones orales.

Vamos a ir mostrando en el presente trabajo algunos materiales en torno al agua, recogidos por nosotros mismos, en muy diversos momentos, en diversas localidades de la comarca salmantina de la Sierra de Francia[3] –en el sur de la provincia y en el límite con la comarca extremeña y cacereña de Las Hurdes–, como aportaciones para un folklore sobre tal elemento en la indicada comarca salmantina.

Van a predominar, sobre todo, materiales pertenecientes a determinadas tradiciones orales (refranes, fórmulas rimadas, así como moldes estróficos como seguidillas o coplas), así como también a determinadas tradiciones en las que aparece el agua, relacionadas con los momentos del nacer y del morir.

El agua, la lluvia en el refranero y en las coplas

Un primer elemento, para documentar materiales en torno a un folklore sobre el agua al que podemos acudir, es el de los refranes que aluden a la lluvia o al agua caída del cielo, en muy distintas circunstancias, como enseguida vamos a comprobar, a partir de materiales recogidos. Así, uno de los indicios de lluvia es el de un tipo determinado de aire o de viento:

1. Aire gallego,

agua en el suelo. (Sotoserrano)

2. Aire serrano,

agua en la mano. (La Alberca. Cepeda)

3. Aire solano,

el agua en la mano[4]. (Miranda del Castañar)

4. El aire solano,

el agua en la mano. (Sotoserrano)

O también:

5. Cuando con el aire solano llueve,

hasta las piedras del río mueve[5]. (La Alberca)

Otras circunstancias aluden a la abundancia de agua o al momento del día en que cae. Como, por ejemplo::

6. A mucho llover,

cruzarse los brazos / y verla caer. (Sotoserrano)

7. Agua a mediodía,

agua pa ‘to’ el día. (La Alberca)

Una nueva alusión al agua la vincula a cuando es fruto de la tormenta:

8. Agua ‘troná’,

mucha o ‘na’. (Sotoserrano)

No faltan las alusiones a la lluvia o caída del agua, cuando en el cielo se forman nubes empedradas, aborregadas o acorderadas (alto cúmulos).

9. Cielo ‘aborregao’,

agua en los ‘tejaos’. (Sotoserrano)

10. Cielo ‘acorderao’,

agua en los ‘tejaos’ [6]. (La Alberca)

También podemos mostrar refranes sobre el agua y la lluvia relacionados con ese mes tan emblemático para ello como es el de abril; con una fiesta primaveral como es la de la Ascensión; o la del solsticio de verano, que es la de San Juan. Así, tenemos:

11. En abril,

aguas mil. (La Alberca)

12. En abril,

las aguas mil

y todas caben en un barril. (Miranda del Castañar)

O, también, una variante de esta última localidad:

13. En abril,

canta la perdiz

y todas las aguas caben en un barril. (Miranda del Castañar)

Respecto a la fiesta de la Ascensión de Cristo a los cielos:

14. Si llueve el día de la Ascensión,

cuarenta días seguros son. (La Alberca)

Y, si nos vamos a San Juan, nos encontramos con el refrán siguiente:

15. Las aguas de San Juan

quitan vino, aceite y no dan pan. (Las Casas del Conde)

El arco iris es asimismo un indicio meteorológico, que, en algunos casos, aparece asociado con la lluvia y el agua, tal y como podemos advertir en los siguientes etno-textos:

16. Arco iris por la tarde,

señal de aire;

arco iris por la mañana,

señal de agua. (Molinillo)

17. Arquito de tarde,

señal de aire;

y arquito de mañana,

señal de agua. (Cilleros de la Bastida)

O el más conocido y con no pocas variantes, según los lugares en que se conozca:

18. Cuando llueve y hace sol,

sale el arco del Señor. (La Alberca. Molinillo)

Y de interés es una deriva de fórmula rimada en torno al arco iris en que este se convierte en referencia analógica de la figura de la mujer amada:

19. Siete colores distintos

tiene el arco iris del cielo;

siete colores distintos,

pero le falta el moreno,

que es la prenda que yo quiero. (Cilleros de la Bastida)

En este último caso, nos encontramos –lo mismo que ocurre en el cancionero tradicional castellano anónimo– con el canon femenino de la mujer morena («Blanca me era yo / cuando entré en la siega, / diome el sol, / ya soy morena.». Etc.)

En ocasiones, el indicio meteorológico de agua o de lluvia es un ave, un pájaro y, en concreto, el cuco (o pito). Y, así, nos encontramos con el refrán siguiente, recogido en una doble variante:

20. Canta el cuco,

el agua en el pico. (Herguijuela de la Sierra)

21. Canta el pito,

agua en el pico. (Mogarraz)

También aparece la perdiz como indicio meteorológico; pero de un modo ya más inseguro, en un refrán (en forma de seguidilla) con no poca ironía, que indica:

22. Cuando la perdiz canta,

‘nublao’ viene;

no hay agua más segura

que cuando llueve. (La Alberca)

Fuera ya del ámbito de lo meteorológico, el agua vuelve a aparecer relacionada con algún animal, en concreto con el gato, que aparece en el siguiente refrán:

23. El gato ‘escaldao’

del agua fría huye. (La Alberca)

Así como también con la zorra y la embriaguez, en este caso en la copla siguiente, que alude a la mañana del solsticio de verano:

24. Mañanita de San Juan,

cuando la zorra madruga;

el que borracho se acuesta

con agua se desayuna. (Garcibuey)

No podía faltar el ganado que cuenta con cornamenta sobre el testuz, relacionado con el agua, en un refrán que hunde sus raíces también en nuestra tradición clásica, como el siguiente:

25. Agua,

hasta que se le caiga el asta[7]. (La Alberca)

Asimismo se relaciona el agua –en este caso, de verbena, una planta salutífera, cogida durante la mañana de San Juan, antes de la salida del sol– con el crecimiento del cabello, como en indica el siguiente aserto en forma de seguidilla:

26. Si quieres que te crezca

la melenera,

lávala con el agua

de la verbena. (Madroñal)

No faltan tampoco las alusiones al pan y el agua como alimentos básicos para saciar el hambre, tal y como indica la siguiente coplilla:

27. Con pan de centeno

y agua de regajo,

se llena la barriga

y se aguza el espinazo. (San Miguel del Robledo)

Existe también una pequeña fórmula rimada en tono exclamativo sobre el agua relacionada con la fragua y, por ello, también con el fuego, que, paradójicamente, es apagado con idéntico elemento. Es una formulilla con raíces ya en nuestra tradición clásica. En La Alberca, se dice:

28. –¡Agua,

que se quema la fragua!

(Y la apagaron con lumbre) [8]. (La Alberca)

La tormenta

La tormenta cuenta asimismo con refranes, fórmulas rimadas, oraciones…, que también podríamos incluir en este material de tradiciones en torno al agua. Mostraremos algunos ejemplos a través de algunos etno-textos recogidos en distintos momentos, aunque podríamos dedicar todo un capítulo a ella, dada la deriva en muy distintas direcciones que tiene.

Podemos mostrar, dentro de estas tradiciones orales en torno a la tormenta, una invocación a la propia nube maligna, para que se detenga o cambie de dirección y no descargue en el término de la localidad, dañando sembrados, animales, personas y edificaciones. Así, por ejemplo:

29. –Detente, ‘nublao’,

que matas al ‘ganao’;

‘nublao’, detente,

que matas a la gente. (Cilleros de la Bastida)

Y, también, la siguiente variante, recogida en la misma localidad:

30. –Detente, ‘nublao’,

que vienes muy ‘cargao’

de piñas y piñones;

detente, detente,

no mates a la gente. (Cilleros de la Bastida)

No mostraremos ahora, sin embargo, las distintas oraciones tradicionales de devoción, entre las que predominan las dirigidas a Santa Bárbara, para conjurar la tormenta. Merecen un capítulo aparte.

Pasaremos, sin embargo, a mostrar algún refrán serrano sobre ella. Así:

31. Día de tronada,

nueve días de mollada. (Madroñal)

O también:

32. Truenos en marzo,

‘yelos’ en mayo. (La Alberca)

Fórmula rimada al beber agua en el campo

Dada la necesidad campesina y serrana de pasar jornadas enteras en el campo, realizando en los huertos y sembrados, así como en los frutales y cultivos que hay en ellos, distintas labores, las gentes habían de beber agua para saciar la sed en caños, regueros, fuentes, pozos, pozas…, con el riesgo que tal acción acarreaba, ya que no se tenía garantía de que el agua fuera potable.

De ahí que las gentes de la Sierra de Francia, lo mismo que las de otras áreas rurales españolas, a la hora de beber y a través de distintas fórmulas rimadas, se encomendaran a Dios, a la Virgen o a algunos santos, para que tal agua que bebían no les resultara dañina. El ser sagrado, al hallarse situado en un plano superior a lo humano y, por ello, con mayor potestad, se convierte, de este modo, en intermediario benefactor y protector entre el ser humano que ha de satisfacer una necesidad (la sed) para seguir viviendo y el agua, que puede estar contaminada y, por ello, provocar la enfermedad y aun la muerte.

Vamos a exponer algunas de tales fórmulas rimadas. Pero vamos a partir de una advertencia, en forma de refrán, que se conoce en la propia Sierra de Francia. Dice:

33. No bebas agua que no veas,

ni firmes cartas que no leas. (Miranda del Castañar)

Y a continuar por una suerte de oración, relativa al agua bendita, que consiste en una invocación a ella misma, por su capacidad para purificar el cuerpo y el alma de quien la reza:

34. Agua bendita

a Dios consagrada,

limpia mi cuerpo

y salva mi alma. (Sotoserrano)

Se parte, a partir de la observación empírica del agua, de una constatación, que se expresa con el siguiente aserto:

35. Agua corriente

no mata a la gente;

agua ‘pará’

sí la matará. (Cilleros de la Bastida)

Esta formulilla tiene variantes, tal y como hemos recogido en algunas localidades; como las siguientes:

36. Agua corriente

no mata a la gente,

agua parada

la mata mañana. (La Nava de Francia)

37. Agua que corre

no mata al hombre,

pero agua ‘pará’

lo puede matar. (Monforte de la Sierra)

38. Agua de saliente

no mata a la gente. (Madroñal)

Las fórmulas rimadas, que son verdaderas oraciones-talismanes, para, si el agua que se bebe no es potable y provoca algún daño, suelen acompañarse, al tiempo que se recitan, por el trazo de unas cruces, por lo general cuatro, sobre la superficie del agua que se va a beber, que se realizan con los dedos de la mano derecha. Una de estas fórmulas alude expresamente a tal rito. Dice así:

39. Aquí hago una cruz

‘pa’ que beba Jesús,

aquí hago otra

‘pa’ que beba mi boca. (La Nava de Francia)

Pero las oracioncillas, en forma de fórmulas rimadas, cuando se está en el campo y se ha de beber para calmar la sed, para que el agua no cause mal alguno a quien bebe, suelen comenzar por la misma secuencia gramatical –el sintagma preposicional: «Por aquí…»– y desarrollarse, en los distintos versos, a través de diversas variantes, entre las que se encuentran el ser sagrado al que aluden como protector ante una posible agua dañina. Por lo general, al tiempo que se recita la oración, se trazan unas cruces, cuatro, con los dedos de la mano derecha sobre la superficie del agua de la que se va a beber. Veamos distintos etno-textos, con la indicación de la localidad donde fueron recogidos:

40. Por aquí pasa Dios,

por aquí, la Virgen;

si esta agua es mala,

que la vomite. (Miranda del Castañar)

41. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí pasó Dios;

y por aquí bebo yo,

que no tenga maldición. (Mogarraz)

42. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí, San José;

si esta agua es mala,

que me la haga ‘devolvé’. (La Alberca)

43. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí, San José;

y, si esta agua es mala,

que me la haga devolver. (Herguijuela de la Sierra)

44. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí, San Juan;

si esta agua es mala,

que me la haga ‘agomitar’. (Molinillo)

45. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí volvió a pasar;

si esta agüita es mala,

que la vuelva a vomitar.

Agua corriente

no mata a la gente;

agua ‘pará’

la matará. (Madroñal)

46. Por aquí pasa la Virgen,

por aquí volvió a pasar;

si bebo de esta agua,

que no me pase ‘na’. (Villanueva del Conde)

47. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí volvió a pasar;

si esta agua es mala,

que me la haga Dios vomitar. (Cepeda)

48. [Se hace como una cruz en la superficie del agua en la que se vaya a beber y se dice:]

Por aquí pasó la Virgen,

por aquí vuelve a ‘pasa’;

si esta agua es mala,

que me haga ‘gomitá’. (La Alberca)

[Y después ya se bebe.]

49. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí pasó el Pilar;

si esta agua es mala,

que me haga vomitar. (San Miguel del Robledo)

50. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí volvió a pasar;

si es esta agua mala,

que me haga vomitar. (El Maíllo)

51. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí volvió a pasar

y al que beba de esta agua

nada le ha de pasar. (Monforte de la Sierra)

52. Por aquí pasó la Virgen,

por aquí vuelve a pasar;

esta agua bendita

no me ha de matar. (Madroñal)

53. Por aquí pasó María,

por aquí volvió a pasar;

si esta agua es mala,

que la vuelva a vomitar. (Cilleros de la Bastida)

Los seres sagrados protectores, frente a la posible agua no potable y que pudiera causar daño, serían Dios, la Virgen (a la que se nombra también como María y a través de una de sus advocaciones: la del Pilar), San José y San Juan.

De todos ellos, es la Virgen el ser sagrado más presente y al que más se invoca. Y no es en balde. La religiosidad popular de la Sierra de Francia es una religiosidad predominantemente mariana, presidida, como está, por la montaña sagrada de la Peña de Francia, cuyo santuario, sobre la cima, a una altura de 1.723 metros sobre el nivel del mar, en el que se venera a Nuestra de la Peña de Francia, es uno de los marianos más conocidos de nuestros siglos de oro.

De hecho, constituye una de las «seis casas angelicales» marianas de nuestra época clásica, citada por Pero Juan Villuga, en su Repertorio de todos los caminos de España (1546), junto con otros santuarios marianos:

Ansí mesmo puedan visitarlas seys casas angelicales de Nuestra Señora, viendo por él por donde andeys, que es: a Nuestra Señora de Monserrate, a Nuestra Señora del Pillar de Zaragoza, a Nuestra Señora del Sacrario de Toledo y a Nostra Señora de Guadalupe, a Nostra Señora de Francia y a Nuestra Señora la Blanca en Burgos.[9]

Además, el santuario mariano de Nuestra Señora de la Peña de Francia aparece en dos obras de Miguel de Cervantes: La gitanilla y El Quijote (en el episodio de la cueva de Montesinos). Y Tirso de Molina tiene una comedia titulada La Peña de Francia, en la que desarrolla dramáticamente la leyenda de la aparición de la imagen.

Y, aparte del santuario mariano de la Peña de Francia, las diversas localidades comarcales cuentan con ermitas, santuarios e imágenes marianas en sus parroquias, que, en algunos pueblos, con las patronas de ellos. Existe un pequeño romance (que hemos publicado en un artículo hace tiempo), alusivo a la abundancia de advocaciones marianas de la Sierra de Francia, que comienza así: «Está rodeada esta Sierra / de ocho imágenes bellas: / la de Francia, en sus alturas; / la de Gracia, en su arboleda…», etc. Y, sobre el mismo tema, existe también un cantar, que comenzaba del siguiente modo: «Ocho vírgenes tiene / Sierra de Francia, / de todas las comarcas, / más mariana.», etc.

Estamos, por tanto, ante una comarca en la que lo mariano marca de muchos modos la dinámica de su religiosidad popular; pese a que –también hay que decirlo– las celebraciones cristológicas y hagiográficas tienen también una gran importancia.

Y, volviendo a nuestro tema, el efecto curativo que se provocaría, si el agua fuere no potable, sería el de vomitarla o devolverla, según indican prácticamente todas las fórmulas rimadas; con lo cual, el efecto nocivo de beberla desaparecería.

El agua en el nacer y en el morir

La presencia del agua se halla tanto en el momento del nacimiento, como en el de la agonía y la muerte.

Hay una creencia y es que los padres recogen a los niños y las niñas, que se hallan en el fondo de los pozos. Y así se explica el nacimiento. Así, en Miranda del Castañar, una anciana ya fallecida, Margarita, nos indicaba que en esta localidad se decía que los niños estaban en cueros en el fondo de los pozos, de donde los recogía el matrimonio que deseaba tenerlos. Y ella nos decía que sus padres le indicaban «que estaba de niña en un pozo en cueros y que la sacaron». Es el mito de los niños que se hallan en el fondo de las aguas; que ya encontramos en el Antiguo Testamento en el nacimiento de Moisés.

Y el agua aparece ya, tras los primeros días tras el nacimiento, en el rito del bautismo, en que se cristianiza al niño rociándole la cabeza con agua bendita, en un rito en el que también aparecen los óleos y la sal, y en el que se le impone el nombre de pila.

Pero, al igual que en el nacimiento, el agua vuelve a estar presente en los momentos del final de la vida: en los de la agonía y el fallecimiento.

En La Alberca, por ejemplo, existía la siguiente tradición: cuando una persona tardaba en morir y tenía una agonía larga y desasosegada, se iba a la iglesia a la pila del agua bendita y se recogía una poca en un recipiente. Se llevaba al lecho del agonizante y se cogía un ramo de laurel, que había sido bendecido el Domingo de Ramos, se impregnaba con el agua bendita recién cogida de la iglesia y, haciendo con él cruces, se rociaba a la persona moribunda una vez en cada esquina y otra en el medio. Colocándole, al tiempo, a los pies un cuadro de San Jerónimo; así como encendiendo también una vela bendecida en la fiesta de las Candelas o que hubiera estado en el Monumento de la Semana Santa. Y así se decía que se tranquilizaba el agonizante.

Y, en general, también en La Alberca, cuando la persona enferma entra en la agonía, se rocía (se hacen tres cruces y todo alrededor) con agua bendita, usando para ello el laurel, el lecho del moribundo. Se enciende la vela del Monumento y se pone el cuadro de San Jerónimo.

Muchas más tradiciones podríamos espigar en torno a la presencia del agua en la vida tradicional de la comarca salmantina de la Sierra de Francia. Los indicados son algunos de los materiales, que creemos de interés para advertir la importancia que ha tenido y tiene en las comunidades campesinas uno de los cuatro elementos constitutivos del cosmos, según los antiguos filósofos presocráticos. Y que, hoy y siempre, es uno de los elementos esenciales para que la vida siga ardiendo.




NOTAS

[1] Cf. José Luis Morales y Marín, Diccionario de iconología y simbología, Madrid, Taurus Ediciones, 1984, p. 30.

[2] Cf. G. Kirk y J. E. Raven, Los filósofos presocráticos. Historia crítica con selección de textos, reimpr., versión de Jesús García Fernández, Madrid, Gredos, Biblioteca Hispánica de Filosofía, 63, 1974.

[3] En las tradiciones y etno-textos que mostremos sobre la localidad de La Alberca, la informante ha sido nuestra propia madre: Dolores Hernández Hoyos (1927-2020).

[4] Nos encontramos la siguiente referencia de tal refrán en nuestra tradición clásica: Hernán Núñez (Refranes, o proverbios en romance … van puestos por la orden del A b c, Salamanca, En casa de Iuan de Canoua, 1555): «Viento solano, agua en la mano.» (f. 129 r.)
En las siguientes citas: «Hernán Núñez (1555)».

[5]Hernán Núñez (1555): «Quando Solano llueve, las piedras mueve.» (f. 99 vto.) / «Quando solano llueve, las piedras mueve.» (f. 102 vto.)

[6]Hernán Núñez (1555): «Ovegitas tiene el cielo, o son de agua, o son de viento.» (f. 91 r.)

[7]Hernán Núñez (1555): «Aora elasse, hasta que esta lana se me enhetrasse: aora lloviesse, hasta que la punta deste mi cuerno se me enmollesciesse. / Lo primero dize el ganado ovejuno, que se contenta con poca yerva. Lo segundo, el vacuno, que ha menester mucha.» (f. 12 r.)

[8] Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales; Madrid, Visor Libros, Biblioteca Filológica Hispana, 8, 1992: «Agua, agua, que se arde la fragua; o agua, que se quema la fragua.» (p. 15)

[9] Pero Juan Villuga, Repertorio de todos los caminos de España (1546), Madrid, Reimpresiones Bibliográficas, I, 1951, p. 6.



Materiales para un folklore sobre el agua en la comarca salmantina de la Sierra de Francia

PUERTO, José Luis

Publicado en el año 2025 en la Revista de Folklore número 522.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz