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15-06-2021

Joaquín Díaz en «Música y Leyenda» de Javier Lodín

16 de junio de 2021

Javier Lodín, nacido en Madrid y economista de profesión, es el autor de «Música y Leyenda: La historia del proyecto musical de Ángel Álvarez», obra editada en diciembre de 2020 por «Piezas Azules Asociación Cultural».

Ángel Álvarez fue, en la década de los sesenta, el primer y principal divulgador radiofónico de una revolución musical gestada en USA y Gran Bretaña, cuyo conocimiento había sido hasta entonces inaccesible en nuestro país. Con sus programas Caravana Musical y Vuelo 605 metió de lleno a toda una generación en un nuevo mundo musical.

El maestro Ángel Álvarez murió en 2004, a la edad de 87 años, sólo unos meses después de despedirse de sus incondicionales en M-80 Radio tras 44 años de continua actividad radiofónica.

Javier Lodín visitó a Joaquín Díaz recogiendo algunos de sus recuerdos y vivencias junto a Ángel Álvarez. Podemos leer a continuación los pasajes en que se le menciona, así como el prólogo –escrito por el propio Joaquín Díaz–.


Portada de 'Música y Leyenda'


«MÚSICA Y LEYENDA» (Javier Lodín)
Prólogo: VIENDO PASAR LA CARAVANA

Leyendo las páginas que hace poco tiempo puso en mis manos Javier Lodín, me he sentido como me imagino que se sentirían los viejos colonos recién asentados en su tierra deseada al ver pasar los carros que llevaban a otros colonos en busca de horizontes nuevos. La ilusión en los ojos de los viajeros, confiados en la experiencia del guía avezado, era muy superior al temor que pudiera despertar cualquier tipo de peligro interpuesto entre ellos y el sueño largamente acariciado. Javier ha sido capaz de resumir en las páginas de este libro todas las ilusiones que el gran Ángel Álvarez supo transmitir a varias generaciones de viajeros en busca de su personal tierra prometida. Alguna vez he escrito que el repertorio que cada persona va generando y atesorando a lo largo de su vida responde no solo a melodías y textos evidentemente buenos y sugestivos, sino a los momentos cargados de emociones únicas en los que esas melodías y esos textos llegaron a nuestras existencias. Ángel fue capaz de crear, como nadie lo ha sabido hacer ni antes ni después que él, ámbitos sonoros y emocionales en los que sus seguidores podían sentirse cómodos, arropados por la magia de los sonidos y seducidos por el tono susurrante y cálido de una voz. Pero además de esto, por lo cual ya podría haber sido admirado y recordado, Ángel creó una familia muy especial. los caravaneros, seguidores de una forma peculiar de hacer radio en unos tiempos en que la radio era casi el único puente tendido entre el pasado y el futuro. Esos seguidores formaron un grupo coherente y entrañable del que también se habla largamente en este sugerente volumen. El descubrimiento de unos soportes llamados discos, con unos contenidos sonoros que servían para acercar mundos imaginados, despertó además en muchos jóvenes —entre los cuales me incluyo sin dudar— unas expectativas alimentadas después por un coleccionismo serio, fundamentado en un criterio sólido y en una curiosidad sin límites, que se impuso en una pequeña parte de la juventud española de la época. Este libro contiene elementos imprescindibles para conocer mejor y valorar un período histórico en el que sucedieron, lo queramos o no, demasiadas cosas. Tal vez sea ahora el momento para evocar sus ecos, para sopesar los valores que dejaron en nuestras vidas y para conocer el verdadero alcance de esos hechos en el seno de una sociedad vieja y nueva que aspiraba a construir un mundo mejor. El trabajo inteligente de Ángel Álvarez en aquella sociedad confusa y esperanzada fue trascendente y eficaz; su legado, ejemplar y diferente; su tono, musical y humano. Quienes tuvimos la suerte de participar de su magisterio, podemos atestiguarlo.

Joaquín Díaz

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Desde Urueña, un pequeño y bonito pueblo medieval de Valladolid, también el auditorio de La Voz de Madrid fue un lugar donde existen los recuerdos para Joaquín Díaz, todo un trovador que hizo pasar momentos inolvidables a los caravaneros con sus actuaciones en ese viejo auditorio cuyo estilo y forma de interpretar me hacían recordar a Tom Paxton. Conversando en la casona donde se encuentra la Fundación que lleva su nombre, un lugar en el que puede admirarse un interesante museo etnográfico, Joaquín recuerda cómo conoció a Ángel Álvarez, y sus actuaciones y recitales de su época universitaria en Madrid. Desprende sabiduría y sencillez. Es afable, de sonrisa fácil y habla pausadamente entre colecciones de instrumentos musicales, de fonógrafos, libros y material sonoro relacionado con el folklore español y sus raíces, material que él mismo ha ido recopilando a lo largo de muchos viajes por los lugares de España y que se pueden ver expuestos en su Fundación. Su manera de hablar, con calma y serenidad, explica muy bien su forma y estilo de cantar. Natural de Zamora, cuando llegó a Madrid Joaquín comenzó a frecuentar los ambientes musicales universitarios porque buscaba sitios donde poder cantar, y lo hacía en colegios mayores y centros culturales, hasta que le hablaron de Ángel Álvarez a quien enseguida conoció y en una de las matinales del Auditorio, tuvo su primera actuación. Me relata lo siguiente: «Muy pronto entré en contacto con un sello discográfico, Movierecord-Movieplay, que llegó a ser casi mi casa pues entré no solo como cantante, sino como directivo, ocupándome de las ediciones de discos e intérpretes de fuera de España relacionado con la canción folklórica. Eso me permitió entrar en contacto con Pete Seeger, los Weavers, etc., todos ellos abanderados de un estilo musical, el folk, al que era muy aficionado Ángel Álvarez». «Como hablaba mucho de eso con Ángel Álvarez, éste me sugirió formar un grupo en España parecido a los Weavers o a alguno de ese estilo. Entonces, a mi se me ocurrió que de entre los que iban a las actuaciones del auditorio se podrían encontrar candidatos y si algunos quieren unirse, se podría llegar a formar un grupo de esas características. Y este es, precisamente, el origen de Nuestro Pequeño Mundo». Joaquín recuerda que Ángel Álvarez seguía insistiendo: «Me decía que como estaba en una casa de discos podría impulsar este proyecto y, efectivamente eso hice con la participación de Carlos Guitart que era el director artístico de todo lo español en esa misma casa discográfica. Carlos escuchó a los diferentes grupitos (en total eran 8 personas), comenzaron a ensayar y así se grabó el primer disco de Nuestro Pequeño Mundo».

Fue Joaquín Díaz quien propició que se pudiera materializar el propósito de Ángel Álvarez. Joaquín eligió a las personas y también eligió el repertorio. Un repertorio que él conocía bien pues a su vez cantaba unas canciones similares a las de Nuestro Pequeño Mundo y, de hecho, en algunas ocasiones cantaba con ellos. Y lo hizo asimismo con otro grupo de la época, Almas Humildes, que también tuvieron bastante éxito, no solamente ante el auditorio de Caravana. Puede que muchos no lo sepan pero Joaquín Díaz llegó a ser un buen amigo de Pete Seeger, a quien admiraba y con quien cruzó muchas cartas. Recuerda que «lo primero que hice al llegar a Nueva York fue entrar en contacto con Pete Seeger, a quien visité; vivía en un pueblo al norte de Nueva York. Recuerdo que en cierta ocasión que le acompañé a un programa de televisión, en el camerino estuve cantando con él un montón de cosas». Tras compartir su recuerdo me muestra un cuadro en el que figura un retrato suyo y en una esquina hay otra persona. Joaquín explica que «lo hizo un joven pintor y como sabía que cantaba cosas de Pete Seeger, incluyó su figura en el cuadro». No solamente conoció y fue amigo de Pete Seeger; también de Rod McKuen, otro poeta y artista de inmenso talento a quien visitó en San Francisco. Joaquín estaba complacido hablando de música y tuvo recuerdos también para Tom Paxton y Phil Ochs, de quienes compraba sus discos. Son señales inequívocas de su buen gusto musical y de sus recuerdos de Caravana. Actualmente, Joaquín vive feliz en Urueña, retirado de la canción, pero muy ocupado con su Fundación, que alberga el citado museo etnográfico. Se mantiene en constante actividad. Tiene 80 discos grabados y 51 libros escritos, el último de ellos editado en diciembre del año pasado, llamado Cuaderno de Urueña, con textos sobre los dibujos de Urueña que realizó el presidente de la Academia de San Fernando. La época más bonita de Joaquín Díaz, según sus propias palabras, era cuando iba por los pueblos a hablar con los aldeanos de sus tradiciones, a ver sus trajes, a conocer las canciones que cantaban, sus instrumentos musicales y sus costumbres, grabando en un pesado magnetofón sus canciones y romances que, de otro modo, podrían haberse perdido. Joaquín dejó de cantar muy pronto. Comenzó en 1967 y lo dejó en 1974. Tocaba prácticamente todos los instrumentos de cuerda, incluyendo el banjo. Confiesa que para él era una gran responsabilidad cantar en público, a veces se sentía agobiado y además se le hacía muy difícil ponerse a cantar cada día a las ocho de la noche. Ahora le gusta cantar solo entre amigos, ocasionalmente y de manera informal. Fue un placer compartir recuerdos con este admirable maestro de la música folk tradicional española.

Javier Lodín