LOS CUENTOS Y LEYENDAS EN EUROPA

Die Gänsemagd



La doncella de las ocas



La doncella de las ocas



Una princesa fue prometida en matrimonio a un príncipe de otras tierras. Debía viajar a caballo acompañada solo de una criada. El caballo de la princesa se llamaba Falada y podía hablar. Al partir, su madre le dio un pañuelo con tres gotas de su sangre, eso la guardaría de todo mal. En el camino, la princesa tuvo sed y le pidió a la criada que le trajera de beber, pero esta le contestó que se fuera ella a la fuente y bebiera. La princesa, que era dulce de carácter, fue a beber, pero el pañuelo que llevaba en el pecho se le cayó en el agua. La criada, que vio que la princesa ya no tenía defensas, cambió las monturas: Falada para la criada y el otro caballo para la princesa. También la criada hizo que se cambiaran las ropas y bajo amenaza de muerte obligó a que la princesa jurara no decir una palabra de lo que había sucedido.
Al llegar al palacio real fueron recicidos por el príncipe, que creyó que la criada era la princesa y la condujo a los aposentos reales. El anciano rey decidió entonces que la verdadera princesa, que no habían reconocido por vestir ropas de criada, debía cuidar las ocas ayudando en esta tarea a un muchacho llamado Conrado.
La falsa princesa le pidió al príncipe que cortara la cabeza al caballo pues se había portado mal con ella durante el camino. Al enterarse de esto, la verdadera princesa pidió al verdugo que colgara la cabeza del caballo a la puerta de la ciudad, por donde ella pasaba todos los días con las ocas. Y así se hizo. Por la mañana la princesa saludó la cabeza del caballo y este le contestó “Ay, joven reina, si tu madre supiera su corazón se partiría en dos”. Cuando Conrado y ella llegaron con las ocas a un prado, ella se sentó y deshizo su peinado. Conrado vio la hermosa cabellera y quiso arrancarle algún pelo. Pero la princesa pidió que el viento le volara el sombrero y Conrado no pudo cogerlo hasta que ella había acabado de peinarse. Esto mismo pasó al día siguiente, y Conrado, que estaba muy enfadado, le dijo al rey que no quería cuidar de las ocas con esa muchacha. El rey le ordenó que le contara todo lo que había pasado. Entonces Conrado le contó su diálogo con la cabeza del caballo y lo demás. El rey le ordenó que cuidara de las ocas como siempre, pero a la mañana siguiente se escondió en la puerta de la ciudad y oyó hablar a la cabeza del caballo y luego también cómo la prncesa llamaba al viento. El rey hizo llamar a la princesa y le pidió que le contara todo lo que había ocurrido, pero ella le contestó que había jurado por su vida no decir nada. Entonces el rey le respondió que si no podía contar su historia a nadie, que se la contara a la cocina de leña. Ella se fue a la cocina, se metió en el horno y llorando le contó cómo la criada había usurpado su posición. El rey, que estaba escuchando por la chimenea de la cocina se enteró de todo. Entonces ordenó que saliera del horno y que la vistieran con ropas reales. Hizo llamar a su hijo y le reveló que su verdadera prometida era la muchacha de las ocas. El príncipe se puso muy contento, porque ella era muy hermosa. Así que se organizaron las bodas. Sentaron a la criada a un lado del príncipe y a la princesa al otro. La criada no reconoció a la princesa. Entonces el rey le preguntó a la criada qué castigo merecía alguien que había usurpado el lugar de otro. Ella le contestó que lo metieran desnudo en un barril con clavos y que lo hicieran rodar por las calles hasta que muriera. El rey le contestó “Has pronunciado tu propia sentencia”. Y cuando la sentencia se hubo cumplido, los dos príncipes se casaron.

Este cuento tradicional se cataloga como ATU 533. Los hermanos Grimm lo incluyeron en su colección (nº 89).





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